RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

jueves, 28 de agosto de 2008

NOTAS ANTROPOLÓGICAS

Comenzaré por la curiosa coincidencia en el color claro de los ojos entre este joven y el anterior boyero.
El joven en cuestión fue sorprendido por mi cámara mientras permanecía en una reunión familiar mantenida en torno a una mesa con muy ricas viandas que, para mi mayor suerte, les mantenía lo suficientemente ocupados como para despacharme a gusto con el disparador.
A diferencia con el boyero, este joven , como su aspecto indica, parece mucho más vinculado con la mar que con el campo.
Como los ya legendarios marineros de los siglos XVII y XVIII y a juzgar por el arete que pende de su oreja se presume que, por lo menos una vez, haya podido haber ya cruzado el peligrosísimo Cabo de Hornos.

2 comentarios:

  1. ANTEPASADOS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON

    Los antepasados del hombre de Cro-Magnon provenían de África y gradualmente sustituyeron a los neandertales, probablemente por competencia ecológica. Los análisis de ADN neandertal hacen baja la probabilidad de que las poblaciones neandertales y Cro- Magnon hubiesen hibridazo, por lo menos de manera significativa.

    El origen de la especie humana moderna, Homo sapiens, está con probabilidad en África. Esto lo sabemos gracias a los trabajos de los genetistas Allan C. Wilson, Mark Stoneking y Rebecca L. Cann quienes compararon fragmentos de ADNmt (ADN mitocondrial) de 241 individuos. Los datos se ordenaban en un árbol que mostrase el menor número de pasos o cambios evolutivos (parsimonia). Los resultados mostraron que las secuencias trabajadas se podían agrupar en dos: las africanas y las no africanas.

    MC-09b.jpgEn segundo lugar las secuencias africanas mostraban mayor variabilidad entre si que las secuencias no africanas, lo que indicaban que las primeras habían tenido más tiempo para acumular mutaciones y por lo tanto son las más antiguas. Por otra parte las muestras genéticas no africanas eran más parecidas entre si, lo que indica que un grupo de humanos modernos salió de África y paulatinamente pobló Eurasia (Este modelo evolutivo se conoce con el nombre de Out of Africa o de "arca de Noé").

    Árbol genealógico de R. Cann, M. Stoneking y A. Willson. El árbol muestra un apartamiento entre las poblaciones africanas y las no africanas. A parte de esto se nota que las poblaciones africanas se establecieron hace mucho más tiempo que las no africanas. Esto indica que los humanos modernos se habrían originado en África y los distintos grados de divergencia indicarían el momento en que fueron colonizadas las distintas partes del Globo.

    Mucho más antiguos que los restos de Cro-Magnon (con 30.000 a 32.000 años) son los de nuestros ancestros africanos, los cuales están representados por los fósiles de Bodo, Eyasi, Ndutu, Salé y Broken Hill. Estos restos pertenecen al Pleistoceno medio africano y los paleoantropólogos los ubican en la especie Homo rhodesiensis. Esta especie fue contemporánea de la especie Homo heidelbergensis, solo que esta última vivió en Europa y dio origen a los neandertales.
    Con una edad entre 200.000 y 100.000 años encontramos fósiles con una anatomía más moderna, tales como los de los niveles superiores de Laetoli, Tanzania (Cráneo L.H. 18), Border Cave en Sudáfrica y el famoso cráneo de Jebel Irhoud I de Marruecos que presenta una capacidad craneal de 1305 cc. De hecho este último puede considerarse como miembro de las poblaciones que dieron origen al Homo sapiens. En 1997 el equipo del paleoantropólogo Tim White hallaron en Etiopía los restos de humanos de nuestra especie más antiguos. Su edad está estimada entre 154.000 y 160.000 años. (Ferney Yesid Rodríguez)

    Concretándonos más al norte de nuestro continente el antropólogo canario Francisco García Talavera recoge: “La existencia en el Norte de África de poblaciones blancas clasificadas inicialmente como caucasoides, ha dado píe a múltiples hipótesis sobre su origen.

    La primera evidencia del poblamiento humano de la región la tenemos en los yacimientos de Ternifine, Ain Hanech y Sidi Abder Rahman, con una antigüedad de 200.000 años, que fueron clasificados como Homo erectus (Newman, 1995). Pero es la aparición del Homo sapiens de Jebel Irhoud del Paleolítico Medio (Musteriense) (100.000-200.000 años B.P.) con características neandertaloides atenuadas que preconizan el tipo de Afalou, y del hombre ateriense (sapiens sapiens) de Dar es-Soltan (30.000 años B.P.) que para algunos es el eslabón intermedio entre aquellos y el hombre moderno de Mechta-Afalou, portador de la industria Ibero-Mauritana (19.000-10.000 años B.P.). Este último, junto a los protomediterranoides venidos de oriente con la cultura capsiense (10.000 - 5.000 B.P.), constituyen los dos tipos humanos que han dado origen al pueblo bereber, que esencialmente conforma la mayoría antropológica de la población norteafricana actual.” (F.García Talavera, 2002)


    De los primeros habitantes de Canarias



    Si bien los primeros cronistas de las invasiones y conquistas por parte de los europeos de las islas dejaron claramente expuesto el origen norteafricano de las poblaciones que habitaban el territorio, en siclos históricos posteriores conforme la metrópoli iba agudizando sus planteamientos centralistas y acultorizadores etnocentristas, comenzaron a surgir disparatadas teorías en torno a los pobladores originarios emanadas del sistema colonial, negando, tergiversando y confundiendo el incuestionable origen africano de nuestros ancestros al objeto de crear un sentimiento de ascendencia europea, más acorde con los planes de dominación política, económica, social, cultural y espiritual de la nación sometida, pues un pueblo inseguro de sus orígenes es más fácilmente dominable y explotable.



    Así, comenzaron a surgir leyendas y fábulas en torno a nuestros orígenes étnicos, en su mayor parte propagados por criollos de servicio, por ejemplo, algunos autores nos han trasmitido sin el menor rubor la idea de que nuestros antepasados eran los supervivientes de la mítica Atlántida, otros nos han supuesto una ascendencia española, no faltando quienes incluso afirman que procedemos de vikingos, en fin, ponen especial énfasis en atribuirnos cualquier procedencia europea con tal de que no asumamos la real, la africana. Otros, imbuidos por un aparente romanticismo nos han venido trasmitiendo la falacia de que todos nuestros ancestros guanches eran altos y rubios con los ojos azules y, claro, asumido, consiente o inconscientemente que es sí, cuando uno se mira en el espejo y se ve moreno y con ojos oscuros o melados, automáticamente entiende que no es guanche, cuando la realidad es que el antiguo pueblo canario-como el actual-estaba y está- compuesto de individuos rubios, morenos, altos, bajos, gordos y flacos, atléticos y canijos como cualquier otra sociedad humana.



    El interés por el estudio de la etnografía canaria por parte de algunos europeos no españoles comenzó a tomar cierto auge a partir de los siglos XIX y XX, entre los que destacaron George Glass, Boris de Sain Vicent, René Verneau, Sabin Berthelot etc., aunque justo es reconocer que también fueron grandes profanadores de los panteones guanches. A pesar de que algunos de ellos estaban profundamente influenciados por sus convicciones políticas o etnocentristas, nos apoyaremos en estos autores y en otros posteriores para tratar de dar una ligera semblanza de los primeros pobladores de nuestro territorio.



    LOS PRIMEROS POBLAMIENTOS DE LAS ISLAS CANARIAS



    En los milenios X al VIII a.e.a. las condiciones climáticas del Sahara eran semejantes a las de Centro-Europa, abundando la fauna y la flora, en las orillas de ríos y lagos habitaban grupos humanos de pescadores y recolectores. De estos grupos surgió una “revolución neolítica” según se deduce de los millares de yacimientos de grabados rupestres existentes en bastas regiones del Sahara, en los que se representan animales tales como la Jirafa; el Elefante; el León; el Hipopótamo etc.



    Estos yacimientos tanto de pinturas como de grabados rupestres están concentradas en la zona mesosahariana, principalmente en los grandes macizos montañosos del Hadrar de los Iforas, y del Hoggar, el Tassili-n-Ajjer o Tassili -n- Azyer, (que quiere decir “La Meseta entre los dos ríos”) con su prolongación Libia el Tadrart Acacus, el Tibesti y el Ennedi.



    Como queda dicho más arriba, en las zonas templadas se asentaron grupos humanos de los que surgieron estilizadas civilizaciones, alcanzando un considerable desarrollo en la época neolítica, teniendo su máxima expresión en el culto a los muertos. El interés por preservar los cadáveres de sus parientes ya denota una incipiente capacidad mágico religiosa, con concepciones abstractas de una posible vida en otro plano de la existencia.



    Los enterramientos, es una práctica muy extendida entre las sociedades norteafricanas que se remonta a la Prehistoria. En el Norte de África, las prácticas funerarias son dudosas en el Paleolítico pero están plenamente documentadas en el Neolítico. Modas y formas de enterramiento que gozarán de amplia pervivencia en todo el ámbito sahariano, manteniéndose en un principio en buena medida libre de las influencias púnicas, aunque más tarde una gran parte de estas sociedades avanzadas asumieron la cultura púnica a través de Cartago, tal como nos lo muestra la ingente cantidad de estelas funerarias dedicadas a la Diosa Tanit, (Astarte) y que afectaría al mundo mazigio continental que solamente empezaría a cambiar muy tardíamente con la imposición del Islam.



    La forma de enterramientos predominantes en todo el Sahara parece ser que es el túmulo. A estos túmulos los naturales, denominan aarrom al que se compone de un simple túmulo de piedras, en Canarias tienen sus paralelismos en La Rasca, Chinech, y radjen a la construcción turriforme de bloques. Los radjen pueden ser cilíndricos, denominándose en estos casos chuchet o con gradas que es lo que se conoce como Bazinas. (Pírámides de Chacona, Güímar, Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz,) Icod, en Chinech (Tenerife) así como los existentes en Benahuare (Isla de La Palma,) La Isleta en Tamarant Gran Canaria), esta última cuya base fue convertida en un nido de ametralladoras por el ejércitos español, etc.



    Generalmente estas construcciones funerarias o de observación astronómicas se emplazaban en lugares elevados, pequeños promontorios, o en las márgenes cortadas por la erosión uads. Puede aparecer uno solo, aislado, o formando agrupaciones (túmulos funerarios de Tamarant).



    En ocasiones estas Bazinas cumple con las funciones de mausoleos, monumentos para reyes y héroes y como observatorios astronómicos cuando están situados en determinadas elevaciones geográficas. Este fue el caso de un héroe legendario mazigio caudillo de los Âyth Wâryaghar, llamado Sidi Mahan (Majan) cuando murió lo enterraron en el punto más alto del macizo de Yabal Hmam, (Montaña de Palomas) le dedicaron un Igurramen (Murramen) que llamaron Mahan Dadda (Majano del Abuelo.)



    Igual sistema de enterramiento fue empleado con la heroína mazigia Tim Ghinat o Al Kahina, según la denominación árabe.



    Es sobradamente conocido y admitido el indiscutible paralelismo entre las culturas de los antiguos canarios con las del continente, con el Magreb y especialmente con la del Sahara región donde se produjo un gran movimiento de pueblos durante la prehistoria tardía y la protohistoria de África noroccidental, donde hubo una gran diversidad cultural y, al mismo tiempo, una gran movilidad de pueblos, algunos de los cuales poblaron las islas canarias en sucesivas oleadas y distintas épocas como ya hemos dicho, confirma este aserto el indudable origen común de la lengua y las distintas variedades dialectales de las islas con la lengua tamazight y sus diferentes dialectos hablados en el continente. En Tamaránt (Gran Canaria,) la cerámica pintada tiene un innegable paralelismo con otras norteafricanas de tradición mediterránea, que mantendrá la cerámica kabilia. Las cuevas artificiales presentes en todas las islas, y los graneros colectivos son también de tradición mediterránea, difundidas desde el Norte al Rif, Atlas Medio, Anti-atlas y Gran Atlas, siendo usadas en la actualidad. En Túnez, encontramos las casas semiexcabadas, y las cuevas horadadas en la toba, de inequívoco paralelismo con las casas hondas de Lanzarote y Fuerteventura, y la Cuevas Labradas de Tamaránt y Chinech.



    Los túmulos prehislámicos de los imazighen de gran difusión sahariana y surmagrebí tienen sus homólogos en los de Tamarant (Gran Canaria).



    Los artefactos líticos, cerámica, grabados alfabetiformes, estatuillas, definen el horizonte más reciente de la isla de Benahuare (La Palma), íntimamente ligado con el Sahara, por el contrario, otras manifestaciones más antiguas de cerámica, grabados, ciertos artefactos líticos y óseos tienen diversos paralelos norteafricanos. En Chinech, algunos de los elementos de la cultura material tienen clara similitud con comunidades magrebíes occidentales cronológicamente protohistóricas, tales como la cerámica y las espátulas.



    Titeroygatra y Erbania o Erbani (Fuerteventura), participan igualmente de paralelos imazighen ambientados en lo que pudiera ser el mundo indígena protomazigio. Los grabados rupestres de Esero o Hero (El Hierro), los podomorfos de Chinech, Erbania y Titoreygatra, y los alfabetiformes líbicos nos conectan aún más con el mundo mazigio, si bien los de tipo meandros, espirales, etc., especialmente los de Benahuare tienen paralelos en la fachada atlántica europea (Galicia y Portugal, Irlanda e incluso en las fachadas atlánticas del Norte y del Sur de América.)



    En cuanto al origen de los primeros pobladores de nuestras islas, si bien las fuentes historiográficas son unánimes al afirmar que los primitivos habitantes procedían de África, son bastante parcos en detalles, limitándose los más explícitos a decirnos que, por lo que frisan sus costumbres, y tanto en el hablar como en contar tienen, son como los de los moros.



    La mayoría de los investigadores modernos “oficiales” vienen situando los primeros asentamientos humanos en las islas en torno al siglo I a.e.a., si bien algunos van paulatinamente retrocediendo en el cómputo de tiempo, y los más avanzados los sitúan en torno al siglo I a.e.a., fecha que como veremos están totalmente alejadas de la realidad.



    Hace más de tres décadas cuando apunté la idea de la presencia fenicia en las islas, fui atacado y denigrado públicamente por determinados estamentos oficiales cuyos representantes esgrimiendo sus titulaciones académicas se habían autoerigidos en únicos interpretes de la cultura canaria, no admitiendo otras interpretaciones que las asumidas por el sistema. La idea a trasmitir a la sociedad canaria era -y sigue siendo en centros de educación oficiales y oficialistas, así como por la mayoría de los medios de comunicación sociales- la de que nuestros ancestros eran una sociedad anclada en un estado cultural correspondiente al neolítico. Como vengo sosteniendo desde hace tiempo, la realidad es que la antigua sociedad canaria debido al hecho de que en determinado periodo histórico Europa se vio sumida en una época de total oscurantismo como consecuencia del auge tomado por el cristianismo, el cual vaticinaba el fin inmediato del mundo, razón por la cual se abandonaron los avances técnicos en la navegación, geográficos, comerciales etc., que había alcanzado el mundo greco-romano.



    Como consecuencia de esta situación nuestro continente sufrió una serie de convulsiones políticas y económicas como consecuencia del derrumbe del imperio romano y, las islas se vieron aisladas durante el oscuro periodo de la alta edad media, por tanto, al verse privadas del aporte de manufacturas desde el exterior, nuestros ancestro tuvieron que adaptar su cultura material a los elementos que podían obtener del entorno natural -en las islas no existen metales factibles de ser transformados artesanalmente- la madera, la piedra, los huesos. Las pieles y algunas fibras vegetales.



    En cambio, los aspectos morales, culturales, sociales y espirituales alcanzaron un desarrollo muy superior al de los europeos de la época, tanto es así que muchos de sus aspectos continúan vigentes.



    Actualmente, un grupo de científicos de reconocido prestigio han abandonado los obsoletos parámetros en que se había enmarcado la historia antigua de Canarias y vienen investigando sobre la arribada a las islas de fenicios o libio-púnicos con fines comerciales y de extracción de materias primas, entre los siglos VI y V antes de la era actual, así como de las primeras arribadas poblacionales de otros pueblos procedentes del noroeste africano. Contrariamente a las teorías comúnmente aceptadas hasta la fecha, las cuales vienen admitiendo como inicio de los primeros asentamientos en las islas el siglo II de la era actual, asentamiento promovido según estos autores por Juba II de Mauritania, la realidad es que por esas fechas las islas ya llevaban siglos habitadas.



    Modestamente, compartimos el planteamiento de la presencia humana en las islas (especialmente en las orientales) desde hace más de 4.500 años. Las arribadas más recientes se producen como hemos dicho durante los siglos VI y V a.d.n.e., nos basamos para sostener esta afirmación en las observaciones de campo que desde el año 1996 venimos llevando a cabo en la isla de Tenerife, donde numerosos yacimientos de grabados rupestres nos muestran elementos gráficos de indudable origen libio-púnico y mazigio, los cuales son fácilmente contrastables con otros existentes en el continente, debidamente datados y documentados.



    Fuera de las rutas marítimas del Mediterráneo, el mar se hacía tenebroso, la navegación antigua estaba marcada por leyendas de monstruos que devoraban a las naves y marinos, leyendas terroríficas ampliamente difundidas por los pueblo de navegantes y fácilmente sostenibles debido a la superstición que embargaba a lo sociedades “cultas” de aquellos tiempos.



    Según las narraciones de la época los peligros eran prácticamente insuperables. Estas leyendas eran sostenidas por los pueblos navegantes especialmente los fenicios cartagineses y gaditanos, para mantener en secreto las rutas comerciales y las consiguientes fuentes de materias primas que explotaban así de manera exclusiva.



    No obstante, la necesidad de abrir nuevas rutas comerciales, a la búsqueda de nuevas fuentes de materias primas y esclavos o por descubrir nuevas tierras, incitó a algunos pueblos navegantes a emprender nuevas aventuras marítimas desafiando los peligros supuestos y reales que implicaba el adentrarse en mares desconocidos. Una de estas empresas fue acometida por el faraón Neko o Nekao, quien según Heródoto (IV, 42) decidió circunvalar África, tras abandonar la excavación de un canal que había proyectado entre el Nilo y el Mar Rojo, hacía el 600 a .e.a.



    Los egipcios mantenían excelentes relaciones comerciales con un pueblo conocido como “Los reyes del mar” –los fenicios-, así el faraón Neko confió la primera circunvalación del continente africano de que tenemos noticias a la pericia de los fenicios. La expedición debía rodear el continente con el encargo de regresar por el estrecho de Gibraltar, una aventura tan arriesgada que hubiese hecho desistir a cualquiera que no fuesen los fenicios. El mismo Heródoto dice que el persa Sataspes, con una tripulación egipcia, fue incapaz siglo y medio más tarde de hacer el viaje en sentido inverso, a pesar de que era su único recurso para conmutar la condena a muerte que le había impuesto Jerges, la cual finalmente, se ejecutó sin admitir excusas a su fracaso.



    El viaje sufragado por el faraón Neko duró tres años; los fenicios debían saber ya lo que se esperaba de ellos puesto que llevaron los medios necesarios para sembrar la tierra y recoger la cosecha; efectuaron un recorrido exclusivamente costero con dos escalas invernales, una, posiblemente al sur de Mozambique, y otra, en Senegal. Heródoto que no conocía la esfericidad de la Tierra y la posición del Ecuador, le pareció increíble que los fenicios afirmaran que habían hecho buena parte del viaje con el sol a mano derecha; siendo precisamente este dato el que da veracidad a todo el relato.



    Narra Heródoto que esta exploración había sido confirmada por los cartagineses, lo que puede referirse al famoso viaje de Hannón, contemporáneo de la época en que escribía el historiador griego.



    Veamos lo que la ciencia moderna recoge en cuanto a los primeros moradores de las islas, así el antropólogo francés René Verneau quien dedicó un amplio y documentado estudio en torno a los primeros habitantes del territorio canario, afirma un entronque de algunas de las primitivas etnias canarias con elementos egipcios, cuestión esta que también es asumida por Buenaventura Bonnet y otros autores como tendremos oportunidad de ver.



    “Sin ninguna duda, en la actualidad sabemos que, mucho antes de que Juan de Bethencourt abordase en Canarias, estas islas habían sido visitadas repetidas veces por poblaciones procedentes del norte del continente africano. Pero no siempre esas poblaciones se limitaron a hacer viajes de exploraciones y a devastar poblados. En varias ocasiones se establecieron en el archipiélago y entre la raza que poblaba antiguamente las islas y los recién llegados se realizaron cruces.



    De los pueblos que pudieron haberse mezclado de esta forma con el elemento canario antiguo, hoy sólo investigaré la raza sirio-árabe. Se la encuentra con frecuencia en Gran Canaria, El Hierro y La Palma. Incluso en algunos lugares había llegado a predominar considerablemente sobre el elemento guanche, que yo considero como el más antiguo.



    Las tres localidades en las que hemos encontrados sus restos están situadas cerca del litoral. Las dos únicas piezas que poseemos del interior nos ofrecen el tipo guanche. Es probable, pues, que allí se produjera lo que ha ocurrido en casi todas partes, como por ejemplo en Filipinas, donde la raza negrita primitiva se retiró a las montañas del interior cuando llegaron los invasores que se establecieron en la orilla del mar. Si esta hipótesis no es arriesgada, estaríamos autorizados a pensar que la raza guanche, que se conservó pura en el interior de la isla, poblaba todo el país antes de la llegada de los emigrantes que fueron a ocupar el litoral.



    Si en lugar de comparar estos últimos con los árabes, los hubiésemos comparado con los egipcios, hubiéramos constatado analogías igualmente sorprendentes e incluso algunos diámetros hubiesen coincidido con exactitud. También señalaremos una particularidad anatómica que se encuentra en Canarias y en Egipto. Quiero hablar de la depresión que existe detrás de la sutura coronal y que rodea el cráneo de una sien a otra, como si en este punto se hubiera aplicado una venda que hubiese comprimido los parietales. Esta depresión, aproximadamente constante en los cráneos egipcios, existe en todos los de San Juan de Belmaco, excepto en uno. Igualmente lo he observado en un cierto número de los de las otras islas que presentan el tipo sirio-árabe.



    Algunas particularidades anatómicas de los cráneos egipcios, como la depresión en la parte trasera de la sutura coronal, también se encuentran en los cráneos canarios del tipo sirio-árabe. Sin embargo, nunca se ha dicho que los canarios, ni tampoco los egipcios, hayan tenido la costumbre de deformarse artificialmente.



    Aliado de esta gente de tipo semítico, puro o mezclado, en cada isla vivían individuos que debemos considerar como pertenecientes a la misma raza que los guanches de Tenerife. Estos individuos se habían retirado, sobre todo, al interior de las islas, abandonando sin duda el litoral a los recién llegados.



    Los rasgos anatómicos concuerdan, pues, con los caracteres etnográficos que, hace dos años y medio, me permitieron afirmar la existencia de varias razas en el archipiélago canario antes de la conquista española. Lo que he dicho hoy nos muestra que los sirio-árabes vinieron a establecerse al lado de los guanches.” (René Verneau, 1996)



    Uno de los autores de principios del pasado siglo que abordó con cierta profundidad el origen de las últimas migraciones del continente hacia Canarias fue D. Buenaventura Bonnet, este investigador atribuye un origen ario a estos contingentes humanos. Sí bien algunos de los planteamientos expuestos por este estudioso han sido superados o clarificados por los investigadores actuales especialmente en algunos aspectos lingüísticos, dado mi afán divulgativo no me resisto a transcribir algunos pasajes de dicho trabajo pues considero que muchos de los temas tratados continúan vigentes, además de ser un trabajo muy avanzado para la época en que fue realizado y continúa siendo un referente para los actuales investigadores. Las citas son extensas, pero espero que sean de utilidad para los lectores que sienta un especial interés por conocer nuestros orígenes como pueblo diferente y diferenciado.



    Los arios en las islas Canarias



    […] Ya hemos visto en párrafos anteriores a las tribus arias llegar en su movimiento expansivo a las costas occidentales de Marruecos, y también hemos indicado la manera de vivir esas tribus, sosteniendo incesantes luchas, ora entre ellas mismas, ora contra los pueblos extranjeros que las rodeaban. El vigor de esa raza que se extendió por casi todo el mundo antiguo, el ardor de sus empresas, su carácter, y su espíritu de heroísmo, fueron consecuencias de su desarrollo precoz y de sus virtudes guerreras.



    Esto dicho, sigamos estudiando el movimiento de estos hombres.



    Descendieron por los valles del Sus y del Draa hasta las orillas del Atlántico, continuando su avance por la costa africana hasta el Cabo Juby actual, punto quizás, el más meridional de sus exploraciones.



    Desde las costa occidentales del África los arios se lanzaron al mar, obedeciendo a su fuerza expansiva, en busca de aventuras, o empujados por las guerras intestinas sostenidas por la posesión de los ricos valles de la Mauritania.



    Conociendo, como en efecto conocían, el arte de la navegación, bastó que se apartaran un poco de la costa africana, para enseguida divisar las islas de Lanzarote o de Fuerteventura, muy cercanas al continente.



    Desde ese momento preparose la expedición para reconocerlas y asentarse en las tierras recién descubiertas. Desde luego, nuestro conocimiento acerca de la forma y ocasión en que se verificó el establecimiento de los arios en nuestro archipiélago, no lo podernos precisar, pero en líneas generales podemos deducir que por los años 1150 al 1110 antes de Jesucristo debió efectuarse.



    Es indudable que las tribus arias al penetrar en las Canarias encontraron en el archipiélago una población troglodita perteneciente a la raza de Cro-Magnón con la que tuvo que luchar, hasta que se fusionaron en parte, o celebraron pactos respetando el territorio que ocupaban ambos y su mutua independencia.



    De las tribus que se arriesgaron a la empresa, la principal o directora del movimiento sería la de los Mahu-haria que antes de ahora hemos nombrado. La expedición partió del cabo Nun donde mueren las últimas estribaciones del Anti-Atlas y desemboca el Draa, puntos geográficos bien señalados para indicar una nueva ruta a pueblos emigrantes. Los invasores arribaron en las costas orientales de Fuerteventura por algunos de sus puertos, tales como el de las Lajas, Tegurame o el de Tuineje.



    Desde la costa los arias se desparramaron por todo el país construyendo ciudades o fortificaciones desde las que se defendieron no solo de los habitantes de la isla, sino también de las sucesivas oleadas de inmigrantes que el África arrojaba sobre ellos. La muralla que separaba a jandía del resto de la isla, tendría igual objeto que las fortificaciones ya nombradas, o sea el defenderse de sus enemigos.



    Estas construcciones estaban formadas de grandes piedras, muy bien trabajadas, perteneciendo al tipo llamado ciclópeo o pelásgico análogo al usado en Micenas y Argos, pregonando esto el origen ario de ambas.



    De esta muralla, dice el P. Abreu Galindo en su Historia, libro 1º, capítulo XI, página 33, edición de 1848, lo siguiente: “Estaba dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno desde donde está la villa hasta Jandia, y la pared de ella; y el rey desta parte se llamó Ayoze, y el otro desde la villa hasta Corralejo, y es te se llamó Guize, y partía estos dos señoríos una pared de piedra que va de mar a mar cuatro leguas”.



    Del nombre de la tribu Mahu -haria se derivó el de los habitantes del país, que aun hoy se conocen con la denominación de Majoreros. Abreu Galindo escribe Mahoreros; de suerte que la corrupción de esta palabra es evidente y su origen y derivación sin género de duda.



    A la vez el prefijo de la voz Mahu-haria, Mahu, tiene su origen en el vocablo Tamohu o T'mahu, con el cual los egipcios designaron algunos ramales pelásgicos de ojos azules y cabellos rubios que invadieron el Delta, y que en general significaba gentes del Norte porque dada la situación geográfica del Egipto y la del Asia Menor, esos pueblos invasores llegaban del Septentrión.



    De la unión de ese apelativo con la raíz, se formó el de Mahu-haria y por aspiración y debilitación de vocales, el de majoreros actual, que demuestra su filiación con los arios, o pelasgos, llamados también pre-helénicos.



    Por consiguiente, debemos aceptar que la invasión de esta isla (Lanzarote) se efectuó desde la de Fuerteventura atravesando el estrecho de la Bocaína que las separa unos 11 kilómetros, alcanzando tierra por el sur de Lanzarote, en la punta de Matagorda o en la de Pechiguera.



    La distancia entre ambas islas se acorta por existir entre ellas un islote o peñón llamado isla de Lobos de tres kilómetros y medio de extensión, que toma su nombre de los muchos lobos marinos que en otra época salían a la orilla a gozar del sol, de cuyas pieles se confeccionaban cintas para curar ciertas enfermedades; también este islote fué nido y refugio de piratas.



    El paso se facilitaba de una isla a otra mediante el peñón ya indicado, si bien no negamos que también llegaron directamente de África tribus arias, pero la afirmación de Abreu Galindo al decir: “Los naturales destas dos islas Lanzarote y Fuerteventura se llaman Mahoreros...” (Libro 1º, capítulo IX página 29) confirma nuestro aserto de que los Mahu-harias poblaron ambas islas.



    Asimismo, el nombre de Haría, raíz de la voz Mahu-Haria, demuestra la filiación que pretendemos establecer con las gentes que invadieron a Fuerteventura. Todos sabemos que Haría es el pueblo más septentrional de Lanzarote, que sería el punto extremo de las correrías de aquellos hombres, o por lo menos el postrer recinto fortificado de la isla.



    También hemos de hacer notar que el cabo o punto de Fariones, de Hario-nes, guarda similitud con las voces ya analizadas por nosotros, sin que pueda esto considerarse como meras casualidades, pues desde el punto de vista filológico están comprobados su origen como un hecho probado, si bien no se ha prestado a este estudio la importancia que merece.” (Buenaventura Bonnet y Reverón, 1925)



    Los canarios



    “De la costa africana partieron otros grupos o tribus que cayeron sobre las Canarias, saliendo del Cabo Juby en vez de efectuarlo por el de Non, punto aquel, el más meridional a que llegaron los arias en sus correrías.



    Esas tribus eran las de los Chahun harias, las cuales Plinio describe como sigue, hablando del Atlas: “Los que habitan los más cercanos montes llenos de elefantes y fieras y de todo género de serpientes, se llaman Canarios, porque el sustento es el mismo que el suyo y comparten con ellos la carne de las fieras”



    Aún cuando no opinemos de igual modo que el escritor latino acerca de la etimología de la voz canarios, su afirmación acerca de la existencia en el Atlas de esos hombres es de gran valor para nosotros.



    Desde aquellos montes, los Chahun- hanas o Kahun- hanas se fueron acercando a las costas de la Mauritania, hecho que acredita el geógrafo Ptolomeo al afirmar que existía en África un cabo llamado Chahun-haria extrema, o sea la última Canaria, cabo que corresponde exactamente con el actual juby, que debe su nuevo nombre al rey Juba; siendo este punto el más meridional de las excursiones arias, según hemos indicado, y confirma Plinio, al decir en el mismo capítulo citado: “Es cierto que está junto a éstos (los Canarios), la gente que los Etiopes que llaman Perorsos..., las denominaciones Mahu -.haría y Chahun-haria, designarían agrupaciones de tribus clasificadas por las posiciones geográficas que tenían en el territorio africano.



    Sabemos que el prefijo Mahu o T'mahu de la voz Mahu-haría, según los egípcios, significaba gente del Norte, en tanto que la voz, Chahun haria contiene asimismo un prefijo Cha o Ka que asimismo significa, lo más inferior, lo extremo, denominación que en el caso que estudiamos expresa claramente Gente del Sur o Meridional, como efectivamente lo eran los Chahun-harias con respecto a los Mahu. harias.

    Continurá:



    Imágenes:

    1.- Árbol genealógico de R. Cann, M. Stoneking y A. Willson.

    4.- Rey de Maxorata, Erbania (Fuerteventura)



    *De la Asociación Sociocultural Kebehi Benchomo

    Agosto de 2008.

    http://elguanche.net/Benchomo/arquitecturacanariapre3.htm

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  2. APOLOGISTAS DEL ESPAÑOLISMO EN EL FOLKLORE COLONIAL



    Eduardo Pedro García Rodríguez*



    De los programas de producción propia de la televisión supuestamente autonómica y no menos supuestamente canaria, que merecen alguna atención son los dedicados al folklore canario, uno de ellos Tenderete heredado de la TV2 española y que en sus orígenes fuera presentado por el inolvidable Nanino Díaz Cutillas con más de tres décadas en antena y que, en sus principios, alcanzó tal audiencia que alarmó al poder colonial siendo prohibida su emisión ante el temor de que dicho programa exaltara en exceso los sentimientos de canariedad. De hecho las noches en que se emitía Tenderete las calles quedaban prácticamente desiertas como bien recordamos las personas de cierta edad.



    Con el transcurso del tiempo, estos programas que, como he dicho, se supone que fueron concebidos para promocionar el folklore canario, poco a poco los han ido desnaturalizando convirtiéndolos en una muestra del folklore sur y centro americano e incluso de música pachanguera europea, siendo cada vez más reducidos los contenidos musicales folklóricos canarios. Si bien los canarios hemos sido siempre amantes de la música sudamericana, e incluso tenemos excelentes interpretes de la misma, entiendo que estas manifestaciones del folklore y de la música popular americana debe tener su propio espacio y no estar insertada en el contexto de la música folklórica canaria, aunque sea interpretada por grupos canarios generalmente subvencionados y por tanto, sujetos a ciertos servilismos.



    Por otra parte, no deja de ser sospechoso el desmesurado interés mostrado por los presentadores de estos programas en resaltar de manera machacona la presencia en los mismos entre el público invitado, de ciudadanos españoles o de otras naciones de Europa, al lisonjearles con aduladoras y rebuscadas expresiones que, pretendiendo ser corteses, rayan en el servilismo cuando no en el ridículo, situación que se hace extensiva a la lecturas de los posibles comunicados de reconocimiento recibidos en dichos programas.



    Otro de los aspectos en que estos presentadores ponen especial interés es en resaltar el supuesto origen español-colonial del folklore canario y muy especialmente de las malagueñas, cantos mediante el que expresamos nuestros más sensibles, íntimos y profundo sentimientos. De hecho, cuando las escuchamos nos cambia el semblante y es frecuente ver como se deslizan alguna lágrimas por el rostro, tanto a hombre como a mujeres, consecuencia lógica de nuestra herencia biológica.



    Cuando estos presentadores folkloristas ponen especial énfasis en resaltar la supuesta españolidad de la malagueña, un estilo de copla derivada del fandango, manifiestan su endofobia al obviar el verdadero origen de estas manifestaciones culturales, las cuales hunde sus raíces en las más antiguas expresiones folklóricas imazighen (béreberes), cuna también del folklore canario no colonial. Aún sabiendo de antemano que no va a servir de mucho, pues españolista viejo no aprende historia, me permito adjuntarles algunas notas relativas a las verdiales o malagueñas, quizás estas les ayude a comprender el porqué los canarios nos emocionamos tanto al escucharlas y al interpretarlas.



    Según parece, estos presentadores-folkloristas y especialmente los guionistas de los mencionados programas, desconocen que los árabes e imazighen llamados también con el nombre peyorativo de moros, penetraron en la Península Ibérica en el año 711 de nuestra era por las costas de Andalucía o Bética, provenientes de territorios del norte de África, derrotando a los visigodos que estuvieron en Iberia desde el año 476 hasta la fecha antes citada. También parecen desconocer que, si bien las élites dirigentes que penetraron en dicha península eran en su mayoría árabes, tanto las tropas como los posteriores pobladores, agricultores y artesanos eran de origen imazighen (beréber) y fueron los verdaderos artífices de la cultura que engrandeció a los pueblos de la Península Ibérica hasta cotas que jamás habían alcanzado anteriormente, especialmente en la agricultura, medicina, sanidad, música, urbanismo etc., prueba de este aporte cultural es la existencia en actualidad de una riquísima toponimia de origen imazighen que frecuentemente es confundida con la árabe.



    El legado moro fue muy importante, igual o tal vez superior que el de los fenicios, griegos o romanos, por su permanencia en la Península Ibérica durante 781 años que dejaron, sin duda, uno de los más importantes legados lingüísticos que ha tenido Iberia.



    En el año 1492, los reyes de Aragón, Fernando II, y la reina de Castilla Isabel I, tras su alianza matrimonial y religiosa, en su política de expansión imperialista invaden y conquistan Granada, último bastión de la defensa árabe en Andalucía, iniciándose el proceso de expulsión de los moros de la Península Ibérica, terminando así con casi ocho siglos de cultura árabe-imazighen en Iberia (=tierra de conejos).

    El fandango se hallaba extendido por toda la Península Ibérica desde siglos antes de que surgieran las primeras formas folklóricas flamencas.

    Aparte de la mención etimológica de fellah mengu, hay otros indicios que hacen pensar a muchos flamencólogos que hay mucho de morisco en la cultura flamenca. Para empezar, a partir de la conquista castellana de Granada, a finales del siglo XV, se produce un proceso de repoblación de la Alta Andalucía que permite no obstante la permanencia de cientos de miles de moriscos, habitantes del antiguo reino de Granada y herederos de toda la cultura hispano-romana y andalusí del sur peninsular ibérico y, por tanto, vehículo de los anteriores substratos.

    Se acepta su origen árabe y su difusión desde Andalucía por toda la Península Ibérica adquiriendo perfiles propios en cada zona. Algunos autores, entre ellos José María Caballero Bonald, insisten en las permanencias de formas arcaicas y moriscas en el Verdial.

    Baile antes que cante, y de origen morisco, su importancia es tal dentro del flamenco que Andrade de Silva lo sitúa como “el nódulo primigenio y nutricio de todos los cantes que se agrupan dentro del común enunciado de estilos malagueños”.

    Por toda la península ibérica se cantaba y bailaba el fandango morisco que, con el pasar de los años, se transformó en jotas, alboradas, muñeiras, boleros, malhaos, etc.

    Otra versión del fandango es el denominado tarifeño o chacarrá, que como los anteriores procede del primitivo fandango arábigo-andaluz interpretado por los moriscos que quedaron escondidos en las Alpujarras y Montes de Málaga; principalmente y por su específica modalidad del acompañamiento al baile, al de la zona oriental de la capital malagueña (La Axarquía, Cómpeta, Chilches, Comares, etc). Y decimos que proceden y no que nacen a la vez, porque cuando Tarifa era zona ya de “cristianos viejos”, que se empleaban a mediados del siglo XVI en repoblar zonas moriscas, el fandango y las zambras eran interpretadas por estos moriscos que habitaban por las zonas y montes limítrofes a Málaga, con los instrumentos que lo hacen hoy excepto el violín que fue sustituto del rabel morisco y el laud que solo es empleado en Comares.

    Según flamencólogos como Hipólito Rossy (Teoría del Cante Jondo.- Credsa, Barcelona, 1998) y José Luque Navajas (Málaga en el cante.-El Guadalorce.-Málaga, 1965) los verdiales son, como poco, la más primitiva forma de fandango malagueño y, casi con seguridad, puede que del andaluz en su conjunto. Alfredo Arrebola (Doctor en Filosofía, flamencólogo y cantaor) llega a afirmar que “el fandango más antiguo que registra la historia flamenca es, exactamente, el de Málaga” con sus dos formas “verdiales y fandangos abandolaos, siendo los más viejos los primeros, incluso anteriores al mismo flamenco” (V Congreso de Folclore Andaluz).

    El Verdial es una manifestación propia de la cultura popular malagueña, privativa de determinados puntos geográficos en la provincia de Málaga en Andalucía, España, en las comarcas de la Axarquuía, valle del Guadalhorce y Montes de Málaga, y constituida por un particular estilo de cante y baile ejecutados con el acompañamiento de una rondalla compuesta por un violín, de dos a cuatro guitarras, un pandero, dos o más crótalos (platillos), castañuelas (chácaras) caracola y, en algunos de sus estilos, un laúd o bandurria.

    Las pandas


    Los verdiales son interpretados por grupos de músicos conocidos como pandas, si bien dicha denominación solo se les aplicaba antiguamente durante los días de la Pascua. Es durante la Pascua, cuando el fiestero se reviste de autoridad. Y para testimoniarlo, luce el principal emblema de la misma: La corona; simbolizada por un abigarrado sombrero cuajado de flores y abalorios, que constituyen las joyas de esa corona mimética que portan como lo que son: reyes, tontos y locos, si, pero reyes. Lazos, que significan las ínfulas que penden de la corona y le confiere un carácter casi sagrado. Lazos multicolores bordados por las amorosas manos de las madre, abuela, esposa o novia del fiestero. Espejos que les otorgan el poder luminoso del Dios Sol cuando este se mira en ellos, Dios que se venera en este tiempo de su renacer y cuyos rayos reflejan. (Pepe Molina, 2007)

    La primera vez que se ve y se escucha una panda de verdiales queda prendida en la memoria como una de las experiencias más desconcertantes del folclorista. ¿Qué tiene que ver esta deslumbrante y monótona algarabía con los tópicos del andalucismo? Nada, absolutamente nada.

    Delicada cuestión. Algo tendrá que ver su rebeldía a los intentos de ser “bautizada”, y su coincidencia con la época navideña, o precisamente por eso. De entre las muchas fiestas antiguas que celebraban el solsticio de invierno (también ésta reaparece en el de estío), la brillante eclosión de los Montes de Málaga ha conseguido lo que otras no: repeler todo intento de cristianización.

    No es raro, por tanto, que el pensamiento oficialista haya ido esquivando este rito de aspecto solar, y bien pagano, hasta que no ha podido hacer otra cosa que sumarse como ha podido. (El País)

    * De la Asociación Sociocultural Kebehi Benchomo.

    Julio de 2008.

    Fuentes consultadas:



    Aurelio Gurrea Chalé

    En: Revista Aljaranda Núm. 4 marzo de 1992.

    www.elpais.com/articulo/andalucia/Verdiales/tierra/malaguena/elpepuespand/20020102elpand_25/Tes.

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