RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

miércoles, 10 de septiembre de 2008

IMELDO BELLO. Independiente


No me pondría de acuerdo conmigo mismo entre tener que elegir el término INDEPENDIENTE o AUTODIDACTA para referirme al rechazo académico de la enseñanza, en materia de arte, elegido por el propio IMELDO en su juventud a la hora de decidir abordar su ya larga singladura artística.
Prefiero aplicar los dos y aventurarme a equivocarme solo en un cincuenta por ciento. Por lo tanto, me apresuro a admitir que IMELDO BELLO es, al propio tiempo, un AUTODIDACTA INDEPENDIENTE.
La foto que aquí le retrata corresponde a una serie tomada en la terracita del apartamento que yo ocupaba por entonces en el Puerto de la Cruz. Imeldo se representa a si mismo como la encarnación del conocidísimo Dios Pan. Sus ojos están clavados en una partitura para guitarra del compositor cubano Leo Brower del que yo era un verdadero entusiasta y que, por aquel entonces, estaba tratando de estudiar.

3 comentarios:

  1. Imeldo Bello Baeza Padre

    El fotógrafo montañero

    Dory Tamajón

    Imeldo Bello Baeza fue un hombre extraordinario, cordial, generoso... pero ante todo, alguien que encontró en la naturaleza toda la grandeza de los Dioses. Las montañas, caminos, gentes y los paisajes de nuestras islas eran el templo de su adoración.

    Era tal su recogimiento ante tanta grandiosidad, que retenía el silencio para almacenar en cada latido de su cámara un trozo de espacio lleno de vida, sabiendo atrapar con su especial sensibilidad múltiples imágenes que llenaban su retina, dejándonos innumerables negativos que conforman su valioso legado artístico hecho ya historia, enriqueciendo así el Patrimonio Cultural de nuestra Comunidad Canaria.

    Fue también fiel notario de cuantos acontecimientos sociales, políticos y culturales registró el valle de La Orotava y sobre todo su Puerto de la Cruz durante varias décadas. El objetivo de su cámara enfocó el perfil de grandes personalidades que desfilaron por nuestra ciudad y también a personajes populares que, por una u otra razón, tuvieron que pasar por su estudio. Sus negativos retienen la evolución que se iba produciendo en su pueblo natal, el Puerto de sus amores, sin que escapara a su curiosidad el más mínimo detalle desde los inicios de nuestro siglo, porque de lo que no fue autor y testigo lo reconstruyó con la aportación de sus ascendentes artísticos, así como del material que reunió a lo largo de su creativa vida.


    Esperemos que algún día veamos hecho realidad el homenaje que se merece este hombre y su apellido, y que sea el punto de partida para la creación de la Fundación Baeza dedicada a la conservación, divulgación e investigación de tan valioso legado fotográfico.

    Imeldo Marcos Bello Baeza nació en el Puerto de la Cruz, el 16 de septiembre de 1916, hijo del sureño Marcos Bello Baeza, casado a los 17 años con Ramona Baeza Acosta, de 23 años, y nieto del famoso pintor, retratista y fotógrafo Marcos Baeza Carrillo.

    Se crió en un ambiente artístico y fotográfico por parte de su abuelo y su y su madre Ramona, mujer sensible y trabajadora, que al quedarse viuda, se dedicó a la fotografía, cuya técnica había aprendido de su padre Marcos Baeza Carrillo. Amaba la naturaleza y en sus ratos libres se iba a La Guancha, Icod, La Rambla y Santa Úrsula a fotografiar los paisajes y personajes que descubría en su caminar. También tenía dotes de pintora que por circunstancias de la vida no pudo desarrollar.

    Es así como cuenta Imeldo sus primeros pasos en la fotografía:

    "Mi padre regresaba de Cuba y murió a los 30 años, tenía yo trece o catorce años cuando mi tío Paco Gómez le dijo a mi madre: a Imeldo hay que ponerlo a aprender fotografía".

    Así, con una cámara en mano, comenzó su andadura artesanal y rudimentaria, como era la fotografía en aquella época. En un principio, el joven Baeza disparaba la cámara y en la película quedaba impresionada la realidad tal cual era. Pero, poco a poco, movido por la curiosidad, su tenacidad y por creer que detrás de la fotografía había algo más que la técnica de los encuadres, el campo de foco, el diafragma, los revelados...entró en juego la creatividad y la imaginación, la luz, la sombra, el contraste, el motivo, el instante y la magia personal y, de este modo, surgió este genial fotógrafo bajito, calvo, sonriente, socarrón, poco hablador en público y amigo de sus amigos.

    "Mi base cultural no ha sido muy amplia y cimentada. Mi padre murió cuando yo era muy joven y mi madre tuvo que mantenernos y todo eso me entorpeció un poco. En los primeros momentos de mi aprendizaje de la fotografía no me enseñaban, sino me esclavizaban... Luego, pasé a Foto Central (Foto Alemana) donde sí aprendía realmente. Pero me faltaban ciertas habilidades artísticas que se desarrollaron después, cuando fui a la casa Biquer, donde conocían a mi padre. Aquí amplié mis conocimientos sobre la fotografía y, posteriormente, mi gran maestro fue Adalberto Benítez."

    "Antes, hacer una foto era una aventura. Los aparatos y medios de aprendizaje eran muy rudimentarios, convirtiéndose en un trabajo muy complicado. Yo encuentro que hoy en día hay una evolución, en aquellos tiempos hacías una serie de cosas que no se valoraban, como el prepararte tus propios líquidos de revelado. Hoy se consigue con mucha más rapidez, obteniendo las copias al poco tiempo de haberlas sacado. Pero recuerdo que en mi época sacaba las fotos en la sociedad de Iriarte, iba a mi casa, revelaba la placa, sacaba las copias y volvía al baile; las tenía relativamente rápido. En general se trabajaba con procedimientos distintos a los de ahora. Muchas veces las fotos se exponían al sol, se hacían virajes con oro y la calidad de éstas se mantenían sesenta o setenta años después gracias a la cantidad de lavados que se le aplicaban."

    Baeza era por esta época sinónimo de calidad. Él lo tenía siempre presente, la fama de sus antepasados lo empujaba a superarse.

    "Ser el mejor costaba bastante y mucho sueño perdí por este motivo. Al Puerto llegaban muchos fotógrafos que se querían instalar, y con la disculpa de que los retratase, iban a ver realmente cómo trabajaba. La gente del Puerto era muy novelera, pues cambiaban de fotógrafo, pero yo iba mejorando y cada vez ofrecía cosas distintas. Al cabo del tiempo retornaban mis antiguos clientes. Por aquel entonces se vivía muy malamente de la fotografía y máxime yo, que tenía varias empleadas y al mismo tiempo debía mantener a mi familia.

    Cuando una fotografía costaba aquí seis pesetas, en la Península costaba sesenta o más . Una vez me dijeron: ‘en la fotografía hay que incluir el vestuario, el coche, la educación de los hijos, tu posición... porque si no, los fotógrafos, nunca vamos a levantar cabeza’. En una ocasión le hice una foto a un cómico extranjero, que andaba por aquí, era para un periódico de Inglaterra, con tirada de un millón de ejemplares. Cuando me preguntaron lo que costaba, no les quise dar un precio, aunque pensé pedirles trescientas pesetas, y dejé a su voluntad lo que quisieran pagarme. Cuál fue mi sorpresa, al cabo del tiempo, cuando me enviaron nada menos que tres mil pesetas;
    ¡yo no me lo creía!" Como fotógrafo, Imeldo, no buscaba sólo la fotogenia sino que intentaba captar el alma de las personas.

    "Para mi siempre ha sido interesante coger a una chica que no fuera guapa y tras estudiarla, buscándole el ángulo que más le favoreciera, escudriñarle su interior. Las fotos de los niños era otra cosa distinta, porque siempre se muestran naturales, son ellos los que mandan y yo, lo único que tengo que hacer, es captar el instante. El niño cogía la tarta de cumpleaños y empezaba a comérsela manchándose los dedos ante el espanto de su madre, pero yo le decía: así son ellos y así hay que sacarlos."

    "Tenía una amiga a la que le gustaba mucho que le sacara fotografías, yo le decía que me dejara en paz, que tenía mucho trabajo en el laboratorio, pero me insistía: ‘Imeldo, ya estoy preparada.’ A mi, este tipo de fotos, me gustaba sacarla con los hombros descubiertos pero con una tela que cubriera el pecho. Una vez estaba fotografiando a una Miss de la Vera, y dicha tela se le cayó, entonces paré de hacer fotos, y ella comentó: ‘siga, siga don Imeldo’... y yo, seguí. Era una mujer muy guapa a la que se le podía sacar mucho partido, muy fotogénica".

    Aquí vemos cómo su creatividad e investigación le llevó por azar a descubrir el filtro difusor, "Tenía una lente que estaba en casa de mi madre, porque no sacaba las imágenes muy claras y me di cuenta que era porque había un error en el cristal; comencé a usarla en unas fotos como un difuminado donde apenas se veía la silueta, cosa que a las mujeres les encantaba, pues les daba la sensación de estar en el paraíso, en un sueño. Las fotos de boda, eran para mi una tragedia, porque, no sé qué mala suerte tenía, que siempre se me averiaba el flash. En ocasiones tuve que hablar con el cura para repetir alguna escena, especialmente cuando se casaban por poderes, en este caso la fotografía era testimonio de dicha unión".


    Imeldo, como cronista, es clave importante para seguir el desarrollo histórico del Puerto de la Cruz. Desde el punto de vista social encontramos decenas de fotos de familias que lo habían perdido todo y que vivían en “ciudadelas” (conventos, casas señoriales o empaquetados, que se malhabilitaban en la época de la posguerra), hacinadas en la más profunda miseria, de las cuales una de las más conocidas era la denominada El Convoy. Todo esto era captado por su objetivo, testimoniando la cruel realidad de esa gente. También reflejó en sus instantáneas fiestas, celebraciones y actos de familias distinguidas del valle de La Orotava.

    Como amante de la naturaleza captó ese surrealismo del que también se diera cuenta Bretón en su visita a Las Cañadas del Teide, donde sintió que el tiempo allí se había detenido para siempre, donde oía el latido de las lavas y de las retamas, donde se sintió transportado a otra realidad que nunca soñó pudiera sentir en algún otro rincón del planeta. Lugar al que llevó por primera vez al acuarelista Francisco Bonnín, el cual maravillado por tanta belleza y colorido, le dijo que su retina no podía captar tal espectáculo natural. En el mundo de la conservación de la naturaleza desempeñó un papel importante, no sólo porque presidió y dió nombre a una peña de montañeros, la Peña Baeza, cosa que no le gustaba, sino porque fue fedatario público con la máquina fotográfica, casi siempre en blanco y negro, de una etapa del antiguo Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza, ICONA, ya que acompañó durante años, por algunas de las Islas Canarias, como Tenerife, La Gomera y El Hierro, a un joven ingeniero de montes, Isidoro Sánchez, que se afincó en el Puerto de la Cruz y que, como Imeldo, presumía de ser un hombre del Valle. Dejó constancia de la serie de árboles históricos que, años atrás, describiera el recordado periodista tinerfeño Leoncio Rodríguez. Plasmó las esencias forestales de La Gomera, El Cedro y Meriga, Vallehermoso y Guadá, además de San Sebastián y sus monumentos colombinos. Fotografió a Valentina, la de Sabinosa, en recordadas excursiones por la Isla del meridiano, al igual que a José Padrón Machín, y de manera singular las sabinas de La Dehesa Comunal y el Árbol Santo o Garoé. Cuidó mucho las fotos en las que captó la experiencia hidráulica de Zósimo con la sabina de la Cruz de los Reyes. Sus vivencias como montañero junto a Telesforo Bravo, el “padre” Paco Ortiz, Vicente Jordán, Luis Espinosa, Celestino Padrón, Juan Pedro y otros, quedaron reflejadas en un libro singular, Tenerife a Pie, escrito por uno de sus miembros, Vicente Jordán, que además gustaba de caricaturizarle por la idoneidad de sus perfiles humanos. Disfrutaba mucho de los conciertos primaverales de los pájaros en libertad y se sentaba en los caminos a escucharlos y a remedar sus cantos. En cuanto podía, cambiaba los bártulos del taller fotográfico por la mochila, las botas y el pantalón corto. Su personalidad era otra. Fue una persona que rezumaba bondad, alegría, optimismo, sabiduría y modestia, casi nunca tenía prisa. En las excursiones marcaba su cadencia particular a la hora de caminar. Daba gusto ir a su lado. En el arte de la fotografía fue un profesional fuera de serie, plasmando el alma de nuestra naturaleza agreste y abrupta, los barrancos violentos, las cumbres blancas.

    Su generosidad fue tal que entregó una colección de sus fotos de la naturaleza, la mayoría en blanco y negro, al Centro Ecológico de La Laguna, en un acto sencillo presidido por el entonces jefe del Servicio Forestal, el ingeniero José Miguel González, quien le agradeció el detalle por la selecta colección de fotografías.

    Imeldo era un hombre lleno de anécdotas, no le gustaban los coches ni el asfalto, ni los ruidos en demasía, aunque por otro lado, roncaba de manera exagerada lo que le creó muchos problemas en los ratos de excursión. Gustaba de conversar con sus amigos, sobre todo con Sventenius, el botánico sueco que se afincó en El Puerto a principios de los años cuarenta, con el profesor Telesforo Bravo y el doctor Celestino González Padrón, con los que trataba de manera recurrente en las Cañadas y Masca. El patio de su casa, en la calle Valois, se convertía en una tertulia singular.

    Participó en la política municipal, como su abuelo Marcos Baeza, fue concejal de jardines y barrancos del Ayuntamiento portuense y se preocupó de la promoción turística de El Puerto de la Cruz. Apuntó como idea motor la construcción de un monumento a la temperatura, pendiente aún de ejecución, representando las cuatro estaciones del año entrelazadas, idea que plasmó en una acuarela su amigo el pintor Teodoro Ríos, por cuanto entendía que era el elemento climático que había propiciado la divulgación turística del municipio por parte de los europeos. Importó de Venezuela, con ocasión de una visita que hiciera a su recordada hija María Elvira, algunas matas de uveros que fueron plantadas en los paseos de las playas del municipio portuense. Era amigo de la obra de César Manrique y de los artesanos del valle, a quienes fotografió en los primeros momentos de las ferias locales. Sobre todo de la zona de La Florida y Pinolere, adonde acudía en contadas ocasiones para disfrutar del campo. Amó como pocos a su pueblo natal, el Puerto de la Cruz.


    Desde el punto de vista arquitectónico denunció los desastres que se hicieron en el Puerto de la Cruz en los años 60 a causa del "boom turístico". Luchó por conservar la belleza de numerosos rincones y casonas antiguas que caracterizaban al casco viejo de la población y que los turistas apreciaban.

    Fue durante mucho tiempo corresponsal gráfico de El Día y La Tarde, y no quedó ningún personaje que pisara la Isla que no fuera retratado por él.

    Solía decir que la amistad es una cosa muy seria. Que tenía muchos conocidos, pero amigos unos cuantos. Quien lo conoció le cogió afecto. Sacaba optimismo de los sinsabores para presentar siempre un rostro alegre y amistoso. El único defecto que se le conoció fue que nunca salía en sus fotografías.

    MOSAICO DE FOTOS

    http://www.rinconesdelatlantico.com/num3/imeldo/mosaico.pdf

    FOTOGRAFIAS Y TEXTO

    http://www.rinconesdelatlantico.com/num3/1_imeldo_baeza.html

    ANTONIO PEDRO DORTA MARTÍN
    10 de septiembre de 2008 8:25
    Antonio Dorta dijo...

    El fotógrafo montañero

    IMELDO BELLO BAEZA

    Dory Tamajón

    Imeldo Bello Baeza fue un hombre extraordinario, cordial, generoso... pero ante todo, alguien que encontró en la naturaleza toda la grandeza de los Dioses. Las montañas, caminos, gentes y los paisajes de nuestras islas eran el templo de su adoración.

    Era tal su recogimiento ante tanta grandiosidad, que retenía el silencio para almacenar en cada latido de su cámara un trozo de espacio lleno de vida, sabiendo atrapar con su especial sensibilidad múltiples imágenes que llenaban su retina, dejándonos innumerables negativos que conforman su valioso legado artístico hecho ya historia, enriqueciendo así el Patrimonio Cultural de nuestra Comunidad Canaria.

    Fue también fiel notario de cuantos acontecimientos sociales, políticos y culturales registró el valle de La Orotava y sobre todo su Puerto de la Cruz durante varias décadas. El objetivo de su cámara enfocó el perfil de grandes personalidades que desfilaron por nuestra ciudad y también a personajes populares que, por una u otra razón, tuvieron que pasar por su estudio. Sus negativos retienen la evolución que se iba produciendo en su pueblo natal, el Puerto de sus amores, sin que escapara a su curiosidad el más mínimo detalle desde los inicios de nuestro siglo, porque de lo que no fue autor y testigo lo reconstruyó con la aportación de sus ascendentes artísticos, así como del material que reunió a lo largo de su creativa vida.


    Esperemos que algún día veamos hecho realidad el homenaje que se merece este hombre y su apellido, y que sea el punto de partida para la creación de la Fundación Baeza dedicada a la conservación, divulgación e investigación de tan valioso legado fotográfico.

    Imeldo Marcos Bello Baeza nació en el Puerto de la Cruz, el 16 de septiembre de 1916, hijo del sureño Marcos Bello Baeza, casado a los 17 años con Ramona Baeza Acosta, de 23 años, y nieto del famoso pintor, retratista y fotógrafo Marcos Baeza Carrillo.

    Se crió en un ambiente artístico y fotográfico por parte de su abuelo y su y su madre Ramona, mujer sensible y trabajadora, que al quedarse viuda, se dedicó a la fotografía, cuya técnica había aprendido de su padre Marcos Baeza Carrillo. Amaba la naturaleza y en sus ratos libres se iba a La Guancha, Icod, La Rambla y Santa Úrsula a fotografiar los paisajes y personajes que descubría en su caminar. También tenía dotes de pintora que por circunstancias de la vida no pudo desarrollar.

    Es así como cuenta Imeldo sus primeros pasos en la fotografía:

    "Mi padre regresaba de Cuba y murió a los 30 años, tenía yo trece o catorce años cuando mi tío Paco Gómez le dijo a mi madre: a Imeldo hay que ponerlo a aprender fotografía".

    Así, con una cámara en mano, comenzó su andadura artesanal y rudimentaria, como era la fotografía en aquella época. En un principio, el joven Baeza disparaba la cámara y en la película quedaba impresionada la realidad tal cual era. Pero, poco a poco, movido por la curiosidad, su tenacidad y por creer que detrás de la fotografía había algo más que la técnica de los encuadres, el campo de foco, el diafragma, los revelados...entró en juego la creatividad y la imaginación, la luz, la sombra, el contraste, el motivo, el instante y la magia personal y, de este modo, surgió este genial fotógrafo bajito, calvo, sonriente, socarrón, poco hablador en público y amigo de sus amigos.

    "Mi base cultural no ha sido muy amplia y cimentada. Mi padre murió cuando yo era muy joven y mi madre tuvo que mantenernos y todo eso me entorpeció un poco. En los primeros momentos de mi aprendizaje de la fotografía no me enseñaban, sino me esclavizaban... Luego, pasé a Foto Central (Foto Alemana) donde sí aprendía realmente. Pero me faltaban ciertas habilidades artísticas que se desarrollaron después, cuando fui a la casa Biquer, donde conocían a mi padre. Aquí amplié mis conocimientos sobre la fotografía y, posteriormente, mi gran maestro fue Adalberto Benítez."

    "Antes, hacer una foto era una aventura. Los aparatos y medios de aprendizaje eran muy rudimentarios, convirtiéndose en un trabajo muy complicado. Yo encuentro que hoy en día hay una evolución, en aquellos tiempos hacías una serie de cosas que no se valoraban, como el prepararte tus propios líquidos de revelado. Hoy se consigue con mucha más rapidez, obteniendo las copias al poco tiempo de haberlas sacado. Pero recuerdo que en mi época sacaba las fotos en la sociedad de Iriarte, iba a mi casa, revelaba la placa, sacaba las copias y volvía al baile; las tenía relativamente rápido. En general se trabajaba con procedimientos distintos a los de ahora. Muchas veces las fotos se exponían al sol, se hacían virajes con oro y la calidad de éstas se mantenían sesenta o setenta años después gracias a la cantidad de lavados que se le aplicaban."

    Baeza era por esta época sinónimo de calidad. Él lo tenía siempre presente, la fama de sus antepasados lo empujaba a superarse.

    "Ser el mejor costaba bastante y mucho sueño perdí por este motivo. Al Puerto llegaban muchos fotógrafos que se querían instalar, y con la disculpa de que los retratase, iban a ver realmente cómo trabajaba. La gente del Puerto era muy novelera, pues cambiaban de fotógrafo, pero yo iba mejorando y cada vez ofrecía cosas distintas. Al cabo del tiempo retornaban mis antiguos clientes. Por aquel entonces se vivía muy malamente de la fotografía y máxime yo, que tenía varias empleadas y al mismo tiempo debía mantener a mi familia.

    Cuando una fotografía costaba aquí seis pesetas, en la Península costaba sesenta o más . Una vez me dijeron: ‘en la fotografía hay que incluir el vestuario, el coche, la educación de los hijos, tu posición... porque si no, los fotógrafos, nunca vamos a levantar cabeza’. En una ocasión le hice una foto a un cómico extranjero, que andaba por aquí, era para un periódico de Inglaterra, con tirada de un millón de ejemplares. Cuando me preguntaron lo que costaba, no les quise dar un precio, aunque pensé pedirles trescientas pesetas, y dejé a su voluntad lo que quisieran pagarme. Cuál fue mi sorpresa, al cabo del tiempo, cuando me enviaron nada menos que tres mil pesetas;
    ¡yo no me lo creía!" Como fotógrafo, Imeldo, no buscaba sólo la fotogenia sino que intentaba captar el alma de las personas.

    "Para mi siempre ha sido interesante coger a una chica que no fuera guapa y tras estudiarla, buscándole el ángulo que más le favoreciera, escudriñarle su interior. Las fotos de los niños era otra cosa distinta, porque siempre se muestran naturales, son ellos los que mandan y yo, lo único que tengo que hacer, es captar el instante. El niño cogía la tarta de cumpleaños y empezaba a comérsela manchándose los dedos ante el espanto de su madre, pero yo le decía: así son ellos y así hay que sacarlos."

    "Tenía una amiga a la que le gustaba mucho que le sacara fotografías, yo le decía que me dejara en paz, que tenía mucho trabajo en el laboratorio, pero me insistía: ‘Imeldo, ya estoy preparada.’ A mi, este tipo de fotos, me gustaba sacarla con los hombros descubiertos pero con una tela que cubriera el pecho. Una vez estaba fotografiando a una Miss de la Vera, y dicha tela se le cayó, entonces paré de hacer fotos, y ella comentó: ‘siga, siga don Imeldo’... y yo, seguí. Era una mujer muy guapa a la que se le podía sacar mucho partido, muy fotogénica".

    Aquí vemos cómo su creatividad e investigación le llevó por azar a descubrir el filtro difusor, "Tenía una lente que estaba en casa de mi madre, porque no sacaba las imágenes muy claras y me di cuenta que era porque había un error en el cristal; comencé a usarla en unas fotos como un difuminado donde apenas se veía la silueta, cosa que a las mujeres les encantaba, pues les daba la sensación de estar en el paraíso, en un sueño. Las fotos de boda, eran para mi una tragedia, porque, no sé qué mala suerte tenía, que siempre se me averiaba el flash. En ocasiones tuve que hablar con el cura para repetir alguna escena, especialmente cuando se casaban por poderes, en este caso la fotografía era testimonio de dicha unión".


    Imeldo, como cronista, es clave importante para seguir el desarrollo histórico del Puerto de la Cruz. Desde el punto de vista social encontramos decenas de fotos de familias que lo habían perdido todo y que vivían en “ciudadelas” (conventos, casas señoriales o empaquetados, que se malhabilitaban en la época de la posguerra), hacinadas en la más profunda miseria, de las cuales una de las más conocidas era la denominada El Convoy. Todo esto era captado por su objetivo, testimoniando la cruel realidad de esa gente. También reflejó en sus instantáneas fiestas, celebraciones y actos de familias distinguidas del valle de La Orotava.

    Como amante de la naturaleza captó ese surrealismo del que también se diera cuenta Bretón en su visita a Las Cañadas del Teide, donde sintió que el tiempo allí se había detenido para siempre, donde oía el latido de las lavas y de las retamas, donde se sintió transportado a otra realidad que nunca soñó pudiera sentir en algún otro rincón del planeta. Lugar al que llevó por primera vez al acuarelista Francisco Bonnín, el cual maravillado por tanta belleza y colorido, le dijo que su retina no podía captar tal espectáculo natural. En el mundo de la conservación de la naturaleza desempeñó un papel importante, no sólo porque presidió y dió nombre a una peña de montañeros, la Peña Baeza, cosa que no le gustaba, sino porque fue fedatario público con la máquina fotográfica, casi siempre en blanco y negro, de una etapa del antiguo Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza, ICONA, ya que acompañó durante años, por algunas de las Islas Canarias, como Tenerife, La Gomera y El Hierro, a un joven ingeniero de montes, Isidoro Sánchez, que se afincó en el Puerto de la Cruz y que, como Imeldo, presumía de ser un hombre del Valle. Dejó constancia de la serie de árboles históricos que, años atrás, describiera el recordado periodista tinerfeño Leoncio Rodríguez. Plasmó las esencias forestales de La Gomera, El Cedro y Meriga, Vallehermoso y Guadá, además de San Sebastián y sus monumentos colombinos. Fotografió a Valentina, la de Sabinosa, en recordadas excursiones por la Isla del meridiano, al igual que a José Padrón Machín, y de manera singular las sabinas de La Dehesa Comunal y el Árbol Santo o Garoé. Cuidó mucho las fotos en las que captó la experiencia hidráulica de Zósimo con la sabina de la Cruz de los Reyes. Sus vivencias como montañero junto a Telesforo Bravo, el “padre” Paco Ortiz, Vicente Jordán, Luis Espinosa, Celestino Padrón, Juan Pedro y otros, quedaron reflejadas en un libro singular, Tenerife a Pie, escrito por uno de sus miembros, Vicente Jordán, que además gustaba de caricaturizarle por la idoneidad de sus perfiles humanos. Disfrutaba mucho de los conciertos primaverales de los pájaros en libertad y se sentaba en los caminos a escucharlos y a remedar sus cantos. En cuanto podía, cambiaba los bártulos del taller fotográfico por la mochila, las botas y el pantalón corto. Su personalidad era otra. Fue una persona que rezumaba bondad, alegría, optimismo, sabiduría y modestia, casi nunca tenía prisa. En las excursiones marcaba su cadencia particular a la hora de caminar. Daba gusto ir a su lado. En el arte de la fotografía fue un profesional fuera de serie, plasmando el alma de nuestra naturaleza agreste y abrupta, los barrancos violentos, las cumbres blancas.

    Su generosidad fue tal que entregó una colección de sus fotos de la naturaleza, la mayoría en blanco y negro, al Centro Ecológico de La Laguna, en un acto sencillo presidido por el entonces jefe del Servicio Forestal, el ingeniero José Miguel González, quien le agradeció el detalle por la selecta colección de fotografías.

    Imeldo era un hombre lleno de anécdotas, no le gustaban los coches ni el asfalto, ni los ruidos en demasía, aunque por otro lado, roncaba de manera exagerada lo que le creó muchos problemas en los ratos de excursión. Gustaba de conversar con sus amigos, sobre todo con Sventenius, el botánico sueco que se afincó en El Puerto a principios de los años cuarenta, con el profesor Telesforo Bravo y el doctor Celestino González Padrón, con los que trataba de manera recurrente en las Cañadas y Masca. El patio de su casa, en la calle Valois, se convertía en una tertulia singular.

    Participó en la política municipal, como su abuelo Marcos Baeza, fue concejal de jardines y barrancos del Ayuntamiento portuense y se preocupó de la promoción turística de El Puerto de la Cruz. Apuntó como idea motor la construcción de un monumento a la temperatura, pendiente aún de ejecución, representando las cuatro estaciones del año entrelazadas, idea que plasmó en una acuarela su amigo el pintor Teodoro Ríos, por cuanto entendía que era el elemento climático que había propiciado la divulgación turística del municipio por parte de los europeos. Importó de Venezuela, con ocasión de una visita que hiciera a su recordada hija María Elvira, algunas matas de uveros que fueron plantadas en los paseos de las playas del municipio portuense. Era amigo de la obra de César Manrique y de los artesanos del valle, a quienes fotografió en los primeros momentos de las ferias locales. Sobre todo de la zona de La Florida y Pinolere, adonde acudía en contadas ocasiones para disfrutar del campo. Amó como pocos a su pueblo natal, el Puerto de la Cruz.


    Desde el punto de vista arquitectónico denunció los desastres que se hicieron en el Puerto de la Cruz en los años 60 a causa del "boom turístico". Luchó por conservar la belleza de numerosos rincones y casonas antiguas que caracterizaban al casco viejo de la población y que los turistas apreciaban.

    Fue durante mucho tiempo corresponsal gráfico de El Día y La Tarde, y no quedó ningún personaje que pisara la Isla que no fuera retratado por él.

    Solía decir que la amistad es una cosa muy seria. Que tenía muchos conocidos, pero amigos unos cuantos. Quien lo conoció le cogió afecto. Sacaba optimismo de los sinsabores para presentar siempre un rostro alegre y amistoso. El único defecto que se le conoció fue que nunca salía en sus fotografías.

    MOSAICO DE FOTOS

    http://www.rinconesdelatlantico.com/num3/imeldo/mosaico.pdf

    FOTOGRAFIAS Y TEXTO

    http://www.rinconesdelatlantico.com/num3/1_imeldo_baeza.html

    ANTONIO PEDRO DORTA MARTÍN
    10 de septiembre de 2008 8:26
    Antonio Dorta dijo...

    El Club de Leones del Puerto de la Cruz pierde a Marcos Bello


    ¡CÓMO SE PASA el tiempo!... Amigo Marcos, cuando el miércoles en EL DÍA, tu periódico de tantísimos años, donde eran frecuentes tus enjundiosas cartas, bajo el epígrafe: "Puerto de la Cruz, cosas de mi pueblo"... donde analizabas deficiencias, olvidos, suciedad, abandono de jardines, y un largo etc., buscamos en nuestro archivo lo que creíamos habíamos escrito hacía muy poco, y hete aquí la sorpresa, ¡no hacía tan poco! - valga la redundancia - , aquel artículo nuestro en "Jornada deportiva" se publicó el sábado 10 de octubre de 1998 y página 73 de Opinión, "El sueño de Imeldo Bello Baeza, pronto se hará realidad"; al leer en la Prensa, al fin, se iba a considerar el erigir aquel bello monumento a la temperatura "del que ya hacía años, 1969, habíamos dado noticias desde EL DÍA, con gráficas de temperatura y el boceto que para Imeldo hiciera otro gran amigo, Teodoro Ríos, 1966, el notable pintor de la figura humana que inmortalizara en sus lienzos a las más bellas mujeres de Tenerife, Cuba y Venezuela. Sin embargo, el tiempo vuela que es una barbaridad y vemos consternados que han pasado tres largos años ¡y nada se ha vuelto a saber de tal proyecto!, del que, por cierto, hasta se apuntaba su posible localización en la bella Plaza de Europa, frente a las Casas Consistoriales.

    Hoy, al releer nuestro artículo, y hacer lo propio con tu cariñosa contestación, al regreso de un viaje por las Rías Bajas gallegas en compañía de tu encantadora esposa - una gran domadora del Club - , María Remedios; contestación, repito, que apareciera en EL DÍA del domingo 15 de noviembre de 1998, en su habitual Sección "Los lectores mandan", te hacías eco de mis alegrías y recordabas la ubicaciones a las que era más proclive tu recordado y dilecto amigo mío Imeldo, la confluencia de San Juan, con Quintana, haciendo referencia también a su abuelo, Marcos Baeza Carrillo, de quien sus retratos y pinturas se pasearon por toda Europa desde mediados del siglo XIX y parte del XX y del que tampoco el Puerto de la Cruz se había ocupado en consonancia con su quehacer.

    Recuerdo que, al leer tu carta de hace tres años, en la que por dos ocasiones mencionaba "cuando lo vea lo creo"..., nos produjera una gran pena; más hoy veo con asombro ¡qué razón tenías! se han pasado tres largos años y ¡nada! Amigo, Salvador García Llanos, alcalde presidente del Puerto de la Cruz, ¿hasta cuándo nos vas a privar de poder contemplar, foráneos y nativos, el bello "monumento a la temperatura", sueño de Imeldo y de su hermano, Marcos Bello Baeza, recientemente fallecido, el que un día 15 de noviembre de 1998 nos decía, amigo Alfonso, cuando lo vea lo creo?...

    Espero y deseo, entrañable Salvador, que no eches en saco roto esta petición a la que estoy seguro se unirán las fuerzas políticas de la oposición, como un solo hombre, en favor de hacer realidad el sueño de dos portuenses, que amaron y veneraron a su pueblo como pocos y cuyas fotografías y artículos en los que se mencionaba dicho monumento recorrieron el mundo entero. ¡Es de justicia!...


    http://www.eldia.es/2001-12-22/gente/gente5.htm

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  2. Hablamos con...Michael Horst Ostroswski (Micki), fotógrafo

    "Con la luz de dos velas me basta para tomar una fotografía"

    Michael Horst Ostroswski, conocido en el Puerto de la Cruz, con el sobrenombre profesional Micky, se ha convertido, por derecho propio, en un referente de la fotografía de las Islas como arte, ciencia y como oficio, durante más de 40 años de trabajo en Tenerife, donde echó sus raíces. En la cumbre de su carrera artística y profesional nos deleita con sus colecciones en su estudio de la calle Pérez Zamora, y, meses atrás con una exposición en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, que exhibió sus impresiones y motivos sobre la ciudad en formato de 360 grados y en soporte lienzo.


    El reputado fotógrafo portuense forma parte de prestigiosas instituciones profesionales de la fotografía como el Instituto Británico de Fotografía Profesional (BIPP) y Asociación de Fotógrafos de Boda y Portrait Internacional (WIPPI), de Estados Unidos. Su pasión por la fotografía, que ha impregnado su vida desde su juventud hasta ahora, la heredó de su madre que trabajaba este arte en Alemania.

    –¿Cómo se le ocurrió montar la exposición de fotografías en 360 grados?

    –“Motivos” es el resultado de la inspiración que me produjo una exposición artística en Estados Unidos, para ello fue necesario construir una cabeza especial para el trípode donde se apoya la cámara y se sincroniza con el objetivo para efectuar las diferentes tomas que conlleva la obtención de una imagen en 360 grados. La exposición será presentada por el profesor Nicolás Barroso.

    –Comentaba que su dedicación a la fotografía como profesión y como arte lo heredó de su madre, que era fotógrafa.

    –Mi madre era fotógrafa y eso explica, en gran parte, mi vocación profesional. Luego cursé estudios de fotografía en Munich de 1962 a 1965. Cuando acabé mi formación inicie en una tienda de fotografía en esa ciudad alemana y en 1966 vine a Tenerife para trabajar en Foto Alemana y en 1974 abrimos nuestra primera tienda en la calle Quintana. Posteriormente, me hice cargo de Foto Baeza, que alquilamos durante dos años, hasta que pasamos a la calle San Juan con un estudio propio, para luego trasladarnos a Pérez Zamora.

    –¿Con qué cámara se inició en la fotografía?

    –Tuve una gran suerte que mi madre fuera fotógrafa, en mi casa siempre había Rólex Flex, y empecé con ese modelo, que en su día fue el Roll Royce de la fotografía. Después tuve varias marcas y, por último he optado por la réflex de Fuji. El valor o la utilidad de la máquina fotográfica viene dada por la calidad de la lente. La fotografía es arte, es luz, pero no todo el mundo tiene la misma percepción de la luz. Con una vela o un bombillo en la oscuridad veo muchas cosas que otros, posiblemente, no capten. Con la luz de una vela puedo tomar una fotografía.

    –¿En qué se ha especializado?

    -Siento predilección por la fotografía social, la arquitectura y el retrato.

    –¿Qué cualidades debe reunir un buen fotógrafo?

    –Un fotógrafo tiene que ver la realidad en otras dimensiones. A mí me gusta mucho trabajar la luz, ver la luz, entrar en la luz en si. Para la fotografía hay que tener tranquilidad sobre todo, ser espontáneo al otro lado de la cámara, y ver las diferentes perspectivas que ofrece la vida cotidiana.

    –¿En qué consiste la aplicación del formato de 360 grados?

    –Es un procedimiento simple, que requiere la sincronización de la base de un trípode con la cámara, con la búsqueda del punto exacto de la fijación de la lente en el eje del trípode. Algunos fabricantes de lentes lo denominan el punto nodal que precisa el lugar en el que está la lente en ese punto. El resultado final de una fotografía de 360 grados corresponde al ordenador, colocar las ocho fotografías.

    –¿Ha sentido atracción por el fotoperiodismo?

    –La vida del reportero de prensa es muy castigada y sacrificada. Resulta difícil a veces conciliar esa profesión con la familia, incluso hay situaciones en que tales fotógrafos pasan hambre, a veces. Un reportero de prensa es mejor que viva sólo porque difícilmente puede prestar atención a la familia, porque debe estar dedicado a su trabajo las 24 horas y esto a mí me frenó bastante.

    –Lo analógico versus digital.

    –Las máquinas digitales de nueva generación se han impuesto a las convencionales o analógicas, pero todavía se precisa de las emulsiones o películas para obtener fotografías de alta resolución, como las que se emplean en carteles o vallas publicitarias. Para esas dimensiones la película supera al sistema digital. Sin embargo, para un reportaje fotográfico de una boda no se precisa tanta resolución.

    –¿Fotografía en blanco y negro o color?

    –Me gustan ambas modalidades. El blanco negro es muy interesante para el retrato, porque se puede extraer más expresión que en una foto en color. Los paisajes con temporales en blanco y negro pueden ser más expresivos.

    –La asistencia a seminarios y convenciones sobre imagen le ha permitido contrastar tendencias artísticas aplicables a la captura gráfica de hechos sociales.

    –He participado en seminarios de fotografía en Estados Unidos y Gran Bretaña. Sin embargo, mi país, Alemania, nunca despertó mi interés ni me llamó la atención. Allí los fotógrafos tienen una visión muy seca o cuadriculada de lo que captan. Todos los colegas españoles tienen una visión más vital que el europeo que tiende hacia el Norte.

    –¿Qué impresión le merece la fotografía que se hace y expone en Canarias?

    –Hay excelentes fotógrafos en las Islas, cuando vine a Tenerife, siempre despertó mi admiración el maestro Imeldo Bello Baeza por la calidad de sus retratos. Se conservan obras fuera de serie, en las que se trabaja siempre la luz. En el estudio, con dos bombillos, ese hombre hacía maravillas.

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  3. Historia


    Los Comienzos

    La Etapa Nacional

    El Retorno a Primera

    Los Años Dorados

    Regreso a la Oscuridad
    Los Comienzos

    Según datan los archivos, el 6 de agosto de 1922 se produce la reunión definitiva para crear un club de fútbol en Tenerife, si bien hasta el 8 de agosto no quedó oficialmente constituido el CD Tenerife. Se arrendó el campo del Sporting Club Tenerife, y se disputó el primer encuentro contra un "Segundo Tenerife", venciendo este. Desde su supuesta fundación (existen hoy por hoy ciertas dudas sobre el año), el CD Tenerife jugó durante 31 años en el entorno de Canarias. Esto redujo sus rivales clásicos a equipos del archipiélago, como los tinerfeños Iberia o Nivaria, y sobre todo el Hespérides. El Marino de Gran Canaria fue también asiduo de el club blanquiazul, y merced a los desplazamientos de otros equipos nacionales y extranjeros, se pudo disfrutar aquí del Espanyol de Zamora, del Real Madrid, Athlétic de Bilbao, Atlético de Madrid, o Everton, Marítimo de Funchal o Wien Österreich (el actual Austria Vienna). En 1924 se emitieron obligaciones administrativas para acometer la construcción de un nuevo estadio, y ya en 1925 quedó inaugurado el Stadium, que son el tiempo se convertiría en nuestro Heliodoro Rodríguez López. El nivel futbolístico del CD Tenerife parecía ser destacado incluso entonces, y las crónicas señalan sus grandes actuaciones, que nos proporcionaron incluso la primera internacionalidad: la de Arocha, en 1931, en 1931, se convierte en el primer internacional tinerfeño. Se venció consecutivamente todos los Campeonatos de Canarias desde 1940 a 1943, y se participó en la primera liga de ascenso a Segunda División en 1949, fracasando en el intento.

    En 1945 se declaró un incendio en la sede del club, y se perdieron los trofeos y documentos del club (de ahí las dudas sobre la exactitud de la fecha de inauguración). Al año siguiente sería elegido como presidente Heliodoro Rodríguez López, y cuatro años más tarde, fallecería, no pudiendo contemplar el intento de ascenso del club, tras haber conseguido ser el representante de la isla en esta competición.

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    La Etapa Nacional

    En 1952, con la llegada de un nuevo presidente, Imeldo Bello Alonso, el Tenerife decide fichar a jugadores que militan en equipos peninsulares, y un año más tarde opta de nuevo a la promoción a 2ª División, y tras vencer al Orihuela de Murcia, el C.D. Tenerife asciende a 2ª División. El 12 de septiembre debuta en 2ª División, quedando clasificado en 6º lugar, a las puertas de la liguilla de ascenso a 1ª División. Durante ocho temporadas, el Tenerife se mantiene en Segunda, e incluso roza la posibilidad del ascenso en varias ocasiones, aunque también la del descenso. El 1959 se produce un paso importante en la descapitalización del club, al decidirse por abrumadora mayoría la venta del Stadium, ante la frágil situación económica del club. A la vez, se compuso por los "Huaracheros" el himno del club, que inspiró premonitoriamente el ascenso blanquiazul a la Primera División. Con Heriberto Herrera de entrenador, y nombres como José Juan, Ñito, Santos, Correa, etc, la temporada 61-62 marcó el primer acercamiento a la élite.

    Tras un año poco exitoso, en la que apenas pudo reforzarse, el Tenerife regresa a las sombras de la Segunda División. La situación económica, marcada por años de política "populista" de fichajes, había pasado factura, y lo seguiría haciendo. No sólo resulta complicado incorporar a jugadores de garantías, sino que llegan a tener que dar la baja a 14 en una sola temporada, ante la imposibilidad de satisfacer sus requerimientos económicos. En una situación que debería hacernos reflexionar, pues no difiere demasiado de la actual, el Tenerife acabó en Tercera División, con el único recuerdo meritorio de los cuartos de final de la Copa del Rey, eliminando previamente al Real Madrid, en 1976. Este descenso, en la temporada 67-68, se vio acelerado por la reducción a un solo grupo de la Segunda División, que contaba hasta entonces con dos. Se logra el ascenso pronto, pero en 1986 vuelve a descender, esta vez a una recientemente creada Segunda División B. Es en este momento en el que accede a la presidencia Javier Pérez y Pérez, bajo cuya dirección se recupera la paupérrima economía chicharrera. El club asciende a Segunda, y bajo la dirección de Benito Joanet queda tercero, accediendo a la promoción por el ascenso, frente al Betis. Aquel Tenerife de Rommel, Guina, El-Garef, vence al club sevillano y reingresa en la división de oro.

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    El Retorno a Primera

    El Tenerife, tras una primera dura temporada, en la que estuvo a punto regresar a Segunda, y en la que se salvo en la promoción ante un aún modesto Deportivo de la Coruña, gracias a un gol de Eduardo en Riazor, protagonizó un fulgurante crecimiento futbolístico. En plena época de auge televisivo y, como consecuencia, económico, el Tenerife realizó campañas memorables. Tras varios entrenadores (Miera, Azkargorta, Solari, etc, llegó al banquillo una puesta arriesgada: Jorge Valdano, internacional argentino y ex-jugador de Alavés y Real Madrid, que hasta entonces sólo había entrenado al Castilla, filial madridista. Valdano llegó a final de la temporada 91-92, y salvó al club del descenso en pocas jornadas, apostando por el fútbol ofensivo y alegre. Para concluir la liga, un partido con el casi campeón Real Madrid, que había liderado la competición durante gran parte de la misma, y que al final había perdido gran parte de su ventaja. El Tenerife, tras haber vencido a equipos importantes como el Valencia y el Barcelona, había asegurado su permanencia en la penúltima jornada ante el Sporting, y ya no se jugaba nada. La presencia de varios ex-madrilistas, como el propio Valdano, el portero Agustín, el defensa Julio Llorente, etc, parecía dejar clara la poca combatividad que ofrecería el Tenerife, o al menos así se quería ver en los medios nacionales. El Barcelona necesitaba vencer y que el Madrid perdiera para ganar la Liga, pero el equipo de Hagi, Michel o Butragueño se adelantó por 0-2 en el marcador. Todo tinerfeño recuerda como continuó el partido, con el gol de Quique Estebaranz antes del descanso, el autogol de Rocha frente a la presión de Pizzi, y por último el famoso gol de Pier. El Tenerife remontó el partido, el Madrid perdió la Liga, y el Barcelona jaleó el nombre del Tenerife durante días.

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    Los Años Dorados

    La temporada 92-93 fue aún mejor. La dupla de técnicos argentinos, Valdano-Cappa, liderando un equipo atrevido, en el que militaban Fernando Redondo, Felipe Miñambres, Pizzi, Ezequiel Castillo, César Gómez, Antonio Mata, Chano, Dertycia, Manolo López, etc, sorprendió a medio fútbol español, y alcanzó la clasificación para la UEFA. Lo más sorprendente es que esto se produciría en el último partido de Liga, que volvería a enfrentar (caprichos del destino) a Tenerife y Real Madrid, de nuevo con el Barcelona de Cruyff al acecho. Jugándose esta vez una histórica clasificación, el Tenerife venció de nuevo al Madrid por 2-0, con tantos de Dertycia y Chano, y se ganó el derecho a jugar en Europa, mientras el Barcelona festejaba incrédulo su nuevo título, y coreaba aquello de "Amigos para siempre" (falso, como se comprobaría después). En su segunda temporada completa a cargo del club, el Tenerife de Valdano alcanzó la tercera ronda de la UEFA, tras eliminar a Auxerre y Olympiakos, cayendo frente a la Juventus de Turín. El club no pudo mantener el mismo nivel en la liga (pese a llegar a semifinales en la Copa del Rey), con una plantilla corta para esas pretensiones, pero se decidió que el ciclo de Valdano-Cappa había llegado a su fin. Ambos técnicos abandonaron el club, y Valdano marchó al fin al Madrid, club "de sus amores".

    Tras un año mediocre, con Cantatore en el banquillo, llegaron Heynckes y Lienen al Tenerife. El alemán había dejado gran sabor de boca en cuando entrenaba al Athletic de Bilbao, y lo confirmó con el Tenerife. Con el club convertido ya en Sociedad Anónima, lo profesionalizaron, promovieron la mejora de las instalaciones, y lo clasificaron para la UEFA por delante del Real Madrid, que quedaría por primera vez en muchos años fuera de Europa. Con un juego equilibrado, demoledor a veces, el Tenerife demostró la siguiente campaña su potencial en la UEFA alcanzando las semifinales. Con Pizzi convertido en máximo goleador de la Liga, y Bota de Oro europea junto a Shearer, el club dio cuenta de Maccabi, Lazio, Feyenoord y Bronbdy, antes de perder ante el futuro campeón, el Schalke 04. De nuevo la temporada liguera no fue brillante, acabando fuera de las posiciones que permitieran repetir viajes europeos, y como el club comenzaba a sufrir "delirios de grandeza", se determinó que de nuevo era hora de cambiar de técnicos. Heynckes fue también al Madrid, y a Lienen se le consideró "con poco caché" para ascender a primer entrenador, y marchó al Hansa Rostock.

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    Regreso a la Oscuridad

    Luego, años de malos (y caros) fichajes, de impaciencia (como cuando se despidió a Víctor Fernández con apenas un cuarto de liga cubierto), de decisiones caprichosas por parte de la directiva, pues con la marcha del secretario técnico, Santiago Llorente, se fue tal vez la única persona en la que Javier Pérez ha sabido delegar funciones. El resultado, el descenso, tras haberlo bordeado ya la temporada anterior, la 97-98, que se produjo con una plantilla plagada de grandes nombres (Emerson, Makaay, Pablo Paz, Lussenhoff..).

    El CD Tenerife tardó dos años en salir del pozo de Segunda División. Tras un año de nuevo fracaso, en el que un plantel de categoría de primera se paseaba por los campos de segunda sin plasmar lo que se esperaba de él, se "limpió" la plantilla, incorporando jugadores desconocidos pero con rendimiento contrastado, jóvenes con ganas de triunfar, etc, así como una apuesta interesante con el entrenador Rafa Benítez. El carisma y sistema de trabajo del técnico madrileño junto a la prácticamente nueva plantilla En la jornada 10, tras derrotar al Badajoz, se instaló en la primera posición. Desde entonces no abandonó nunca los lugares de ascenso de un campeonato en el que figuraban equipos como el Betis, Sevilla y Atlético de Madrid. Barata inhabilitado por pasaporte falso, ataques del presidente del Betis, Lopera, enfrentamientos de últimas jornadas con el Atlético, desesperado ante la posibilidad de no ascender (como sucedería finalmente..). Todo quedó resuelto en junio de 2001, cuando el gol de Huguito en Butarque, frente al Leganés, devolvía al Tenerife a Primera ( y los que escriben lo celebraron con la plantilla en Barajas:)). Una alegría desbordante que nos impidió apreciar nuestros fallos: una directiva que se negaba a renovar a Benítez durante gran parte de la liga, pese a sus manifestaciones sobre su deseo de permanecer, "hasta que se asegure la permanencia"; las críticas de la afición, que le consideraba "poco atrevido" (a Valdano se le tachó de "demasiado ofensivo", a Heynckes de lo contrario....) y que parecía olvidar que 8 meses antes el plantel del club era un puñado de nombres desconocidos.... El resultado, Benítez firmó por el Valencia antes de final de temporada, al que hizo campeón de liga tras décadas de espera.

    Por nuestra parte, tras perder a parte de la plantilla ( Mista y Curro Torres al Valencia, Barata inhabilitado), se apostó de nuevo por un entrenador con poca experiencia, Pepe Mel, algo que había dado buenos resultados en otras ocasiones. Se trataba de un entrenador atrevido, atacante, como había demostrado en su gran temporada en el Murcia. Sin embargo, la conjunción con la plantilla no resultó provechosa. Los fichajes no siempre fueron acertados (Ania o Bichi), y a pasada la primera vuelta se despide a Mel y se ficha a Clemente. Si bien mejora el promedio y se mantienen las esperanzas hasta el último partido, el descenso se consuma, arrastrando con nosotros a una UD Las Palmas que realizó un incomprensiblemente pobre final de liga. Muchos decían que la plantilla del Tenerife en primera había sido peor que la del año del ascenso, y por lo visto, puede que tuvieran razón. Lo peor es que no sólo se perdió caché futbolístico, también se perdió imagen pública (el incidente con Marioni y Lussenhoff, con pedradas incluídas..) y capacidad económica.

    Este año, poco dinero, entrenador nuevo, plantilla renovada, y mucha ilusión, deben ser los ingredientes necesarios para el éxito.

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    Fuente: El Día; Diario de Avisos; www.cdtenerife.com; Dragones Blanquiazules

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