RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

viernes, 12 de septiembre de 2008

¿Oscuro objeto de deseo o cuerpo del delito?. (REALIDAD y VERDAD)

Si pretendiéramos hacer una, digamos, diagnosis de esta curiosa fotografía, seguramente nos llevaríamos alguna desagradable sorpresa dificil de precisar en el momento, porque el motivo puede parecer lo que no es o, por el contrario, el motivo no es lo que parece.
Me explico. Intentemos una disección lógica de los acontecimientos que me llevaron a pulsar el disparador y luego analicemos las causas de tal decisión y estoy completamente seguro que el resultado final no se ha ajustado a la verdad. Digo la verdad y no la realidad porque a partir de esta foto he llegado a comprender que realidad y verdad no tienen por qué parecer una misma cosa.

Comencemos:
Camino por S. Telmo y observo a este señor apoyado en un lugar donde suelen tomar el sol muchos bañistas, sobre todo, señoritas. Su bragueta permanece abierta sin que él le conceda la menor importancia o no se haya percatado aún de ello. Diré, además, que tiene la mala suerte de que una señorita en "top-less" esté tomando el sol en las proximidades, - detalle que le involucra indirectamente en la opinión negativa que la gente que pasea empieza ya a formarse sobre la actitud del personaje en cuestión- y, sobre todo, da la casualidad que yo paso por allí con mi cámara e inmortalizo la escena en una instantánea tal y como se aprecia en este Blog y que a la postre la bautizo con un nombre que le dá título: EL EXHIBICIONISTA.

Nada más lejos de la verdad que no de la realidad. Comencemos, pues, por la realidad:

1º. Personaje vestido, aunque con la bragueta abierta, en una zona para bañistas.
2º. Señorita en "top-less", tumbada en las proximidades sobre la arena.

La verdad era bien distinta a la intención con la que yo, como fotógrafo, había manipulado los elementos de la REALIDAD COMPOSITIVA para que ésta coincidiera con el título que yo ya había previsto para la escena: EL EXHIBICIONISTA

Ese caballero, aquejado de incontinencia, debido, supuestamente, a un serio problema de próstata, había estado orinando en el W.C. del Bar que justamente se encuentra enfrente, al otro lado de la calle, de donde él ahora espera. Afectado además de Altzehimer, ha olvidado abrocharse la bragueta y permanece al sol aguardando a su querida esposa que se ha detenido unos instantes en una tienda próxima a comprar unos souvenirs para sus nietos.

EPÍLOGO:

La presencia de la señorita en "top-less" no cabe duda que le ha complicado mucho la vida.

10 comentarios:

  1. ¿Qué es la realidad?


    Al hablar de LA realidad, nos referimos a una realidad absoluta. Pero MI realidad, la que yo percibo, no se parece en mucho a LA realidad. Yo me veo de una forma, otra gente me verá de otra forma diferente, y nunca me verán igual. Pero ninguna de estas formas es como soy en LA realidad. ¿Cual es la verdadera, si todas son ciertas? Todas son verdades, pero son todas diferentes. ¿Por qué? Porque cada verdad toma en cuenta diferentes secciones del universo. Entonces se podría decir que de un hecho cuaquiera hay tantas verdades como conjuntos hay en el universo, y mentiras muchas más (ya que dependiendo de qué conjunto tome yo como realidad, la verdad será distinta).

    ¿Pero cómo puedo estar seguro de que lo que percibo existe? No lo sé, tengo que confiar en mis sentidos, que no se equivoquen. Tengo que tener fe en ellos. Después de tener fe, puedo razonar lo que perciba. Si no tuviese esa fe (ya que no se puede comprobar de ninguna manera de que lo que percibo existe), no podría estar seguro de nada, y eso no me permitiría razonar.

    Pero de algo "creo" estar "seguro". Lo que percibimos no es LA realidad, ya que esta es infinita, y nosotros no. Esa es la causa de todos nuestros sufrimientos. Si pudiésemos comprender LA realidad, sabríamos perfectamente el porqué de las cosas (si es que tienen) y podríamos conocer de antemano los efectos de nuestras acciones. Pero también sería muy aburrido.

    Dede mi punto de vista, LA readidad es todo lo que no tiene contacto con nosotros, ya que nosotros, al percibirla, la distorsionamos por medio de nuestros sentidos, convirtiéndola en NUESTRA realidad. Es decir, que nunca percibiremos LA realidad tal como "es" (ya que no sabemos cómo es en realidad). Y si lo hacemos, ¿cómo podríamos saberlo? ¿Qué es más real: un día en la oficina, o la telenovela de las cinco? ¿Un viaje de heroína, o que "ganemos" el Mundial? ¿Un sueño de opio, o Siempre en Domingo? Francamente, no me atrevo a emitir juicios. Bueno, sí me atrevo, pero no tengo una manera de comprobarlos que no sea basándose en mi fe. Y la fe, ¿pertenece al LA realidad? ¿LA realidad abarca a NUESTRAS realidades? ¿Abarca nuestros sueños? ¿Pertenecemos a ella? Creo que las respuestas a estas preguntas también dependen de la fe de cada quién.

    Pero la realidad se define como todo lo que existe. ¿Existimos? También de define como lo verdadero. Si hay una verdad absoluta, esta sería la unión de todas las verdades posibles (aunque se contradigan, pobre Aristóteles) de un suceso (osease el número de conjuntos posibles en el universo (que es dos elevado a la número de partículas elementales que hay en el universo ( que no estoy seguro de que haya partículas elementales, y si las hay, no creo que sean finitas))). Pero esta verdad sería una verdad materialista. ¿Dónde quedó la razón? Si se pudiera explicar la mente en términos físicos, ya estuvo, pero ¿quién nos dice que lo podemos hacer? En LA realidad yo no puedo ver lo que veo en mi mente. ¿Existen las matemáticas, o son, como para algunos la pobreza, "un mito genial"? La fantasía, la ficción. Nosotros las vemos, pero, ¿podríamos aplicar el siguiente silogismo:?

    Nosotros existimos en la realidad.

    Las ideas existen en nosotros.

    Por lo tanto, las ideas existen en la realidad.

    Pues yo no estoy seguro siquiera de que existamos en la realidad.

    A fin de cuentas, creo que sólo cada quién puede definirse a LA realidad como mejor le convenga. Yo ya di la mía, y como buen libro de matemáticas, por obviedad: "La demostración se deja al lector" (sin pérdida de generalidad).

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  2. Realidad

    Realidad (del latín realitas y éste de res, «cosas») significa en el uso común «todo lo que existe». De un modo más preciso, el término incluye todo lo que es, sea o no perceptible, accesible o entendible por la ciencia y la filosofía o cualquier otro sistema de análisis.

    En el sentido estricto de la filosofía europea, en la tradición de Ludwig Wittgenstein, existen diferentes grados en la naturaleza y la concepción de la realidad. Estos niveles incluyen, del más subjetivo al más riguroso:

    * Realidad Fenomenológica
    * Verdad
    * Hecho
    * Axioma

    Lacan distingue realidad de Lo Real, siendo la primera el conjunto de las cosas tal cual son percibidas por el ser humano; la realidad sería fenomenológica -V.:fenómeno, y fenomenología-; mientras tanto, Lo Real es el conjunto de las cosas independientemente de que sean percibidas por el ser humano. Para tal importante diferenciación Lacan toma en cuenta algo ya observado, entre otros, por Kant:lo que se denomina usualmente 'realidad' está 'teñido' de subjetividad, y limitado a los medios de observación que el sujeto posee en su época. Ejemplo: Parecía realidad axiomática que el Sol y los astros giraban en torno a la Tierra porque así se percibía, filósofos habían tenido en Grecia, pocos siglos antes de Cristo, la "extravagante" idea según la cual la Tierra no era el el centro del Cosmos.

    Existen dos tipos de realidades "La realidad General" que es conformada por grupos de poder, estos son quienes dictaminan lo que es en "el mundo real". Por otra parte existe "la realidad subjetiva" que es la que se genera desde la mente del individuo.

    Para tal "extravagante" idea habían utilizado datos extraídos de forma fenomenológica aplicando el conocimiento y ciencia que tenían disponibles para justificar la idea más satisfactoria con formulaciones matemáticas. Pero durante el Renacimiento, la humanidad logró el instrumental que demostró la paralogía implícita en el geocentrismo, en este caso; el concepto de realidad se modificó, mientras que su soporte:Lo Real, era —es— algo absoluto. De este modo muchas veces la realidad se confunde con "Weltanschauungen" o cosmovisiones. Se demostró que para revelar que algo es real, se necesita de su estudio y posterior comprobación con instrumental apropiado.

    Aristarco de Samos y Nicolás Copérnico son ejemplos de cómo se puede usar la fenomenología con propiedad.

    Es frecuente el olvido, dentro de la cultura occidental, de que la realidad, en el sentido lacaniano, en verdad no tiene muchas posibilidades de sobrevivir estable. Si a nivel estadístico observamos todas las ideas que hoy en día consideramos erróneas y que en tiempos pretéritos se dieron por hecho como realidad, podemos deducir que, en tiempos futuros, la humanidad considerará errónea una buena parte de lo que hoy consideramos verdadero.

    Seguimos sin poder afirmar que Lo Real es que los planetas giren alrededor de las estrellas y éstas en torno al centro de sus galaxias, pero todos nuestros conocimientos como cultura indican que es así, tal como indicaron en otros tiempos que el sistema de traslación era rotundamente diferente —sin embargo, como sistema abstracto, parecido—.

    Recientes descubrimientos de la física demuestran que la realidad está inextricablemente ligada a la naturaleza de la conciencia humana, y que la creencia de que existe una única realidad verdadera ha dejado de tener validez y utilidad para el conocimiento. Los autores analizan la ciencia de nuestro tiempo y revelan las bases históricas, culturales y filosóficas que sostienen la interpretación tradicional de la realidad. En su estudio exponen las limitaciones propias de este enfoque científico cuando se aplica a áreas lejanas de las llamadas ciencias duras, tales como el arte, la música, la ética, las ciencias sociales y los fenómenos paranormales, ámbitos que se consideran pertenecientes al campo de la conciencia. La tesis de este libro es que la aplicación de criterios convencionales de realidad en este campo nos ha llevado a un bloqueo intelectual y científico que afecta seriamente las posibilidades de extender y ampliar los límites de la conciencia humana.


    Realidad fenomenológica [editar]

    En el nivel más extenso y subjetivo, las experiencias privadas, la curiosidad, investigación y selectividad involucrada en la interpretación personal de un evento, moldea la realidad vista por un individuo y por lo tanto es denominada fenomenológica.

    La realidad puede ser una acción individual o colectiva siendo la segunda la mas próxima a muchos individuos de nuestra sociedad quienes solo han estado parados en la tierra, atrapados en una red de pensamientos, ideologías, realidades basadas en la desinformación, encerrados por prejuicios que vendan sus ojos, en una sociedad donde la individualidad y la creatividad son castigada y marginada dentro de unos prejuicios poco escépticos debido a que no se ajustan al proyecto social de dominación y consumo.

    La realidad, la vida, lo individual y la creatividad [editar]

    Realidades hay varias, infinitas. La realidad no solo esta ahí frente a nosotros, es más que eso: es una construcción individual que conlleva a la colectividad para poder existir, pero que además de eso posee infinitas posibilidades para el desarrollo de una experiencia real. Es parte importante de nuestra vida pero muchas veces entendemos o representamos con prejuicios simples la complejidad de la vida afirmando o rechazando acciones individuales o colectivas de una manera muy simplista, (lo bueno o lo malo). Cuando en realidad nos encontramos ante un flujo de información caótica, procesos insospechados que salen a la luz y sólo podemos encasillarlos cada vez más.

    Es esta una acción típica de una sociedad conformista, donde sus miembros sólo saben lo que deben saber y es este conocimiento sobre la realidad lo que el sistema les brinda, lo demás esta fuera de ella, es loco, malo, prohibido, ilegal, pecado.

    Estas ideas nos las han metido en nuestras realidades dejando de lado espacios para la creatividad, para el desarrollo y la transformación de la identidad. Más que eso son paradigmas, códigos que se han construido gracias a la estrecha relación histórica entre la religión y la política aportando la moral y la ética respectivamente, siendo ellos constructores de realidades, de estilos de vida.

    La percepción de la realidad esta fuera de un pensamiento colectivo, para ésta se necesita un conocimiento espiritual del ser humano sólo alcanzado entre su cuerpo y su mente, un escepticismo propio y una observación activa y transgresora ante el flujo colectivo de la vida, de la sociedad, ya que la realidad no es igual para todos, forma parte de un desarrollo y unas habilidades propias de cada ser, de su mundo, de lo que su mente ha elaborado a partir de nuevos conocimientos y de la relación que ha tenido con éstos. Por lo tanto la realidad es construida entre todos, pero no influye de manera igual para todos, porque hay relaciones que no hemos experimentado y que además somos cobardes a la hora de elaborar un conocimiento profundo lo que nos lleva a estigmatizar perdiendo la percepción y dando paso a imposiciones sociales

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  3. la realidad

    * "Hay tantas realidades como puntos de vista."
    o José Ortega y Gasset
    * La realidad es eso que sigue estando aun cuando yo he dejado de creer en ella
    o Philip K. Dick, escritor estadounidense
    * "La realidad no debe ser más que un telón de fondo"
    o Oscar Wilde
    * "La realidad nos ha olvidado y lo malo es que uno no se muere de eso."
    o Alejandra Pizarnik
    * "Peor que ver la realidad negra, es el no verla"
    o Antonio Machado
    * "No estoy loco en relacion a la realidad, pero esta es todavía el único lugar para conseguir una comida decente."
    o Groucho Marx
    * "La realidad es simplemente una ilusión, aunque una muy persistente."
    o Albert Einstein

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  4. LA VERDAD

    El significado de la palabra verdad abarca desde la honestidad, la buena fe y la sinceridad en general, hasta el acuerdo de los conceptos con las cosas, los hechos o la realidad en particular.[1] El término no tiene una única definición en la que estén de acuerdo la mayoría de estudiosos y filósofos profesionales y las teorías sobre la verdad continúan siendo ampliamente debatidas. Hay posiciones diferentes acerca de cuestiones como qué es lo que constituye la verdad; cómo definirla e identificarla; si el ser humano posee conocimientos innatos o sólo puede adquirirlos; si existen las revelaciones o la verdad puede alcanzarse tan sólo mediante la razón; y si la verdad es subjetiva u objetiva, relativa o absoluta, o aún hasta qué grado pueden afirmarse cada una de dichas observaciones. Este artículo introduce las diversas perspectivas y posiciones, tanto en la actualidad como a lo largo de la historia.
    Contenido
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    * 1 ¿Qué es la verdad?
    * 2 Formas de buscar la verdad
    * 3 Teorías sobre la verdad
    o 3.1 Teorías robustas
    o 3.2 Teorías deflacionistas
    o 3.3 Definiciones formales
    + 3.3.1 Teorías semánticas de la verdad
    + 3.3.2 Teoría de la verdad de Kripke
    * 4 Tipos de verdad
    o 4.1 Subjetiva vs. objetiva
    o 4.2 Relativa vs. absoluta
    * 5 Véase también
    * 6 Notas
    * 7 Referencias
    * 8 Enlaces externos

    ¿Qué es la verdad? [editar]

    Esta pregunta es objeto de debate entre teólogos, filósofos y lógicos. Cuando una definición se cumple como verdadera, se suele decir que se ha cumplido de forma satisfactoria, colmando las expectativas del individuo, a tal grado que, al poner en práctica dicho conocimiento, produce cierto grado de felicidad o sensación de plenitud al ser consciente de los efectos prácticos de su trabajo.

    El hombre busca la verdad mediante el ejercicio de las facultades racionales, en un grado más o menos acertado.

    En lógica, una proposición es toda aquella afirmación a la que se le puede asignar un grado de certeza. Al ser procesada por las facultades racionales, ejecutadas por las facultades físicas y puestas a prueba según al criterio de la persona, esta puede tomar un valor verdadero o falso (véase valor de verdad). Así podremos tener proposiciones certeramente falsas y/o certeramente verdaderas, dependiendo de las conclusiones a las cuales nos encaminen las facultades racionales de nuestra mente y/o las herramientas fabricadas para tal fin, tales como ordenadores, ábacos o cualquier otro instrumento afín al modelo lógico/racional aceptado.

    Según la teoría de la adecuación, la verdad es la adecuación (no la identificación) entre las cosas y el entendimiento. Y tanto más verdadera será mi comprensión, cuanto más semejante sea a las cosas. Es una teoría de origen aristotélico-tomista.

    La Verdad suele definirse como la conformidad existente entre lo que se expresa y la situación real de algo o el concepto real que se tiene acerca de un tema.

    La verdad se hace evidente mediante un sistema de falsación que, llevado a sus últimas consecuencias, demuestra cómo las proposiciones que hemos tomado en cuenta y que nos motivaron en origen, son esenciales y necesarias para conocer si la firme convicción torna en verdad o no, dependiendo si el objetivo inicial se cumple en el acto final. Mientras las proposiciones no sean falsables, quedan dentro del ámbito de la lógica y la razón.

    Cuando alguien está de acuerdo sinceramente con una afirmación, puede o no puede reivindicar que es la verdad. Mientras que uno puede tener un buen sentido intuitivo de lo que tiene que ser verdad, dar una definición que consiga una amplia aceptación es difícil. Una razón es que a menudo la verdad es primero indicada como un objetivo y sólo después de que la gente empiece a razonar qué verdad es realmente. La verdad es buscada en la religión, la filosofía, las matemáticas, la abogacía y la ciencia; estos campos usan diferentes métodos e intentan llegar a la verdad para servir a diferentes objetivos. No con sorpresa, el uso compartido de una sola palabra en todos estos campos provoca con facilidad confusión y conflicto. Incluso la verdad, como la bondad y la belleza, es un tema perenne para la humanidad.

    Gran parte de este artículo trata de ideas filosóficas respecto a qué clase de cosas son llamadas verdad y el significado de la palabra verdad. Además, trata algunos usos particulares y peculiares de la verdad.

    Formas de buscar la verdad [editar]

    Las proposiciones, sentencias (lingüísticas), declaraciones y juicios se dice que son verdaderas, y son llamadas portadoras de verdad por muchos filósofos.

    Algunos de estos filósofos excluyen una o más de estas categorías, o argumentan que algunas de ellas son verdad sólo en un sentido derivado. Estas reivindicaciones están hechas sobre la base de teorías sobre la verdad como las tratadas más abajo.

    Por ejemplo, las proposiciones son a menudo pensadas para ser sólo cosas que son literalmente verdad. Una proposición es la entidad abstracta que es expresada en una sentencia, mantenidas en una creencia, afirmadas en una declaración o juicio. Todas esas cosas (que son parte de un lenguaje) son llamadas verdad sólo si expresan, mantienen o afirman proposiciones verdaderas. Así, sentencias verosímiles en diferentes lenguajes, como la frase española El cielo es azul y la inglesa The sky is blue son ambas verdad, porque expresan la misma proposición.


    Por otra parte, muchos filósofos han alegado que las proposiciones y similares entidades abstractas son misteriosas y proveen poca aclaración; las sentencias seguras, o incluso palabras de las sentencias, son más claras y portadoras de la verdad.

    Martin Heidegger se aparta de estas líneas de consideración de la verdad —aunque sin despreciarlas y comprendiendo su alcance (pero también sus límites)—, planteando que la verdad más originaria se encuentra en un plano previo a las proposiciones, sentencias, declaraciones, juicios. Tomar en cuenta eso podría llevar a un replanteamiento de la verdad de la proposición o la verdad del juicio, puesto que nos conduciría a movernos en las raíces de la verdad tal como ha sido habitualmente entendida, raíces que hasta ahora han sido insuficientemente atendidas. Para él, verdad, ser y hombre (Dasein) son inseparables. No es posible, en rigor, abordar un ingrediente de esta tríada sin abordar necesariamente los otros dos. Habitualmente, se conoce su interpretación de la verdad como la teoría de la verdad en tanto alétheia: des-encubrimiento. También la postura de José Ortega y Gasset podría ponerse bajo ese rótulo.

    Teorías sobre la verdad [editar]

    Muchos filósofos y lógicos han propuesto un gran número de extensas teorías sobre la verdad, que ahora son frecuentemente clasificadas en dos campos:

    Teorías robustas [editar]

    Se ha sugerido que este artículo o sección sea fusionado con Criterios de verdad. (Discusión).
    Una vez que hayas realizado la fusión de artículos, pide la fusión de historiales en WP:TAB/F.

    Algunas teorías sostienen en común que la verdad es un concepto robusto (a veces inflacionario). Todas esas teorías sostienen que la gramática superficial que parece predicar verdad o falsedad, como "que la nieve es blanca es verdad" pueden ser tomadas en serio. La verdad es una propiedad, tal como el rojo es una propiedad de un granero en la sentencia "el granero es rojo". La tarea, para tales teorías, es explicar la naturaleza de esa propiedad. Así pues, de acuerdo con esas teorías, la verdad necesita explicación y es algo sobre lo cual se pueden decir cosas significantes:

    * La teoría de la correspondencia de la verdad o adecuación

    También conocida por la teoría de la adaequatio y la noción más extendida de verdad (debida probablemente a la influencia de Tomás de Aquino en el pensamiento occidental): adaequatio rei et intellectus. La verdad se entiende como una relación de concordancia entre el lenguaje y su referente extralingüístico. Sin embargo, ¿puede ser el lenguaje una identidad equivalente a lo que se refiere (esto es, al mundo físico y material)? Eso mismo sostiene Wittgenstein en su legendario Tractatus logico-philosophicus: el lenguaje -como proposiciones lógicas- es una figura de la realidad. Y eso mismo se encarga el autor austriaco de desmantelar en su obra posterior: el lenguaje puede obtener diferentes significados y usos en un mismo hecho, porque no existe una conexión lógica (no tiene por qué haberla, al menos) entre lo que se propone y lo que es en realidad. El lenguaje puede intentar representar la realidad, pero tal intento, por muy bien construido que esté, es posible que no figure al mundo ni por asomo. Según la versión tomista de la adecuación, es el intelecto el que debe adecuarse a la realidad (asimetría adecuacionista): debemos pensar las cosas conforme con lo que son. Si bien nos enfrentamos a otro problema epistemológico: ¿qué son las cosas en sí?, pues si la verdad es lo único que nos puede dar a entender las cosas en sí, definir a aquélla con esto y esto con aquélla es un mero círculo vicioso.

    * La teoría de la coherencia ve la verdad como coherente con algún grupo específico de sentencias o, más a menudo, de creencias. Por ejemplo, una de las creencias de una persona sólo en caso de que sea coherente con todas o casi todas de sus otras creencias. Normalmente, la coherencia es tomada para implicar algo más fuerte que mera consistencia: la justificación, evidencia, y comprensión del conjunto de creencias son restricciones comunes.
    * La teoría del consenso sostiene que la verdad es cualquier cosas que es acordada, o en algunas versiones, que podría llegar a ser acordada, por algún grupo específico.
    * El Pragmatismo ve la verdad como el éxito de consecuencias prácticas de una idea, por ejemplo, su utilidad.
    * El constructivismo social sostiene que la verdad es construidad por procesos sociales, y que representa los esfuerzos de poder dentro de una sociedad.

    Teorías deflacionistas [editar]

    Otros filósofos rechazan la idea de que la verdad es un concepto robusto en este sentido. Desde este punto de vista, decir "2 + 2 = 4" es verdad es no decir más que 2 + 2 = 4, y no hay más que decir sobre la verdad que eso. Estas posiciones son abiertamente llamadas teorías deflacionistas de la verdad (porque el concepto ha perdido valor) o teorías "destextualizadoras" (para llamar la atención a la mera "desaparición" de las comillas de citación en casos como el del ejemplo de arriba). La teóricamente primaria preocupación de estas visiones es aclarar esos casos especiales donde parece que el concepto de la verdad tiene propiedades peculiares e interesantes. (mirar Paradoja semántica, y abajo).

    Desde este punto de vista (mirar Gottlob Frege y F. P. Ramsey), la verdad no es el nombre de alguna propiedad de las proposiciones — algo sobre lo que uno podría tener una teoría. La creencia de que la verdad es una propiedad es sólo una ilusión causada por el hecho de que tenemos que predicar "es verdad" en nuestro lenguaje. Como la gran parte de los predicados nombran propiedades, nosotros asumimos de forma natural que "es verdad" también lo es. Pero, los desinflatorios dicen, que las declaraciones que parecen decir la verdad realmente no hacen más que indicar estar de acuerdo con la declaración.

    Por ejemplo, la teoría redundante de la verdad sostiene que afirmar que una declaración es verdad es sólo afirmar la propia declaración. Así, decir que "La nieve es blanca" es verdad no es sino decir ni más ni menos que la nieve es blanca.

    La idea de que algunas declaraciones son más acciones que declaraciones comunicativas no es tan extraño como podría parecer. Considerar, por ejemplo, que cuando la novia dice "Sí, quiero" en el momento adecuado en una boda, está realizando el acto de tomar a ese hombre como esposo de por ley. No está describiéndose a sí misma como tomando a ese hombre.

    Un tercer tipo de teoría desinflacionista es la teoría de la descontextualicación que usa una variante del esquema de Tarski: Decir que '"P" es verdad' es decir que P. Una de las versiones más minuciosamente resueltas de esta perspectiva es la teoría pro-sentencial de la verdad, desarrollada por primera vez por Dorothy Grover, Joseph Camp, y Nuel Belnap como una elaboración de las alegaciones de Frank P. Ramsey. Ellos argumentan que afirmaciones como "Eso es verdad" son prosentencias (ver pro-forma), expresiones que sólo repiten el contenido de otras expresiones. De la misma forma que significa lo mismo que "mi perro en la oración Mi perro tenía hambre, así que le di de comer", "Eso es verdad" se supone que significa lo mismo que "Está lloviendo" si dices lo último y yo entonces digo lo primero.

    Definiciones formales [editar]

    Teorías semánticas de la verdad [editar]

    La teoría semántica de la verdad tiene como si caso general para un lenguaje dado:

    P' es verdad si y sólo si P

    donde 'P' es una referencia a la sentencia (el nombre de la sentencia), y P es sólo la sentencia en sí misma.

    Teoría de la verdad de Kripke [editar]

    Saul Kripke sostiene que un lenguaje natural puede de hecho contener su propio predicado sin ocasionar contradicción alguna. Él mostró cómo construir una tal y como sigue:

    * , para que entonces verdad quede definida para El granero es grande; después para ' El granero es grande es verdad'; y luego para "' El granero es grande es verdad' es verdad", y así sucesivamente.

    Nótese que verdad nunca es definida para oraciones como Esta oración es falsa, dado que no estaba en el subconjunto original y no predica verdad de ninguna oración en el subconjunto original ni en ninguno de los conjuntos subsecuentes. En palabras de Kripke, "no tienen base". Como a estas oraciones nunca se les asigna verdad o falsedad incluso si el proceso se repite infinitamente, la teoría de Kripke implica que algunas oraciones no son ni verdaderas ni falsas. Esto contradice el Principio de bivalencia: toda oración debe ser verdadera o falsa. Como este principio es una premisa clave para derivar la Paradoja del mentiroso, la paradoja se disuelve.

    Tipos de verdad [editar]

    Subjetiva vs. objetiva [editar]

    Las verdades subjetivas son aquellas con las cuales estamos más íntimamente familiarizados. Que a mi me guste el brócoli o que me duele el pie son ambas subjetivamente ciertas. El Subjetivismo metafísico sostiene que todo lo que tenemos son estas verdades. Esto es, que todo acerca de lo que podemos saber es, de una forma u otra, nuestras experiencias subjetivas. Esta visión no rechaza necesariamente el realismo. Pero al menos sostiene que no podemos tener conocimiento directo del mundo real.

    En contraste, las verdades objetivas pretenden ser de alguna manera independientes de nuestras creencias subjetivas y gustos. Dichas verdades no subsistirían en la mente pero si en el objeto externo. Esta verdad es demostrable científicamente ya que es un hecho o fenómeno que ocurre independientemente de la existencia del ser humano. Por Ejemplo, la ley de Gravedad existe, independientemente de la presencia o ausencia de seres humanos sobre la Tierra. Podría argumentarse que la ley no existiría si no hubiera humanos en la Tierra puesto que no habría personas que la formulasen, sin embargo, esto no evitaría que los cuerpos sean atraídos hacia la Tierra ya que la fuerza de gravedad existiría de todas maneras.

    Relativa vs. absoluta [editar]

    Las verdades relativas son aquellas ideas o proposiciones que únicamente son verdad en relación a alguna norma, convención o punto de vista. Usualmente, la norma mencionada son los principios de la propia cultura. Todo el mundo acuerda en que la veracidad o falsedad de algunas ideas es relativa: Si se dice que el tenedor se encuentra a la izquierda de la cuchara, ello depende de desde dónde uno esté viendo. Sin embargo, el Relativismo es la doctrina que señala que todas las verdades de un dominio particular(dígase moral o estética) son de esta forma, y el Relativismo implica que toda verdad sólo es en relación a la propia cultura. Por ejemplo, el Relativismo Moral es la perspectiva que apunta a que todas las verdades son socialmente inspiradas. Algunos problemas lógicos sobre el relativismo se explican en el artículo Falacia Relativista.

    Las verdades relativas pueden ser contrastadas con las verdades Absolutas pero no se puede olvidar porque se hace una ilusión. Estas últimas son ideas o proposiciones que son tomadas como verdaderas por todas las culturas y eras. Por ejemplo, para los musulmanes "Dios es Grande" expresa una verdad absoluta; para el microeconomista, que la ley de la oferta y demanda determina el valor de un bien consumible en una economía de mercado es verdad en toda situación; para el Kantiano, "actuar de manera que tu máxima se convierta en ley universal" constituye una verdad absoluta. Estas ideas frecuentemente son atribuidas a la misma naturaleza del universo, de Dios, la naturaleza humana o a alguna esencia fundamental o significación trascendental.

    Absolutismo en un dominio particular del pensamiento es la visión de que todas las premisas en tal dominio son absolutamente ciertas o absolutamente falsas: Ninguna es verdadera para una cultura o era mientras es falsa para otras. Por ejemplo, el absolutismo moral es la visión de que todos los clamos en lo moral como "El aborto está mal" o "La caridad es buena" son completamente verdaderas o falsas para todas las culturas en todas las eras.

    Es importante diferenciar la verdad de lo válido, la veracidad de la validez. Una cosa es verdadera cuando es corroborada en la práctica. En cambio, se dice que algo es válido cuando no tiene comprobación en nuestra la realidad, sólo en nuestra mente. Una teoría que no es comprobada en la realidad no puede tener el rango de verdad ni de falsedad.

    Véase también [editar]

    * Creencia
    * Epistemología
    * Honestidad
    * Conocimiento
    * Paradoja del mentiroso
    * Mentira
    * Objetividad
    * Relativismo
    * Unidad de la proposición
    * Alétheia
    * Desocultamiento

    Notas [editar]

    1. ↑ Véase la definición de ‘verdad’ en el Diccionario de la Lengua Española online de la R.A.E. (Consultado el 3 de julio de 2008.)

    Referencias [editar]

    Todo o parte de este artículo proviene de la traducción del artículo Truth de la Wikipedia en inglés, concretamente de su versión del 1/10/2005, bajo licencia GFDL.
    Consulte el historial de la página original para conocer la lista de sus autores.


    * Jorge Acevedo Guerra: Verdad originaria como apertura en Heidegger. Una aproximación a sus doce tesis acerca de la verdad. En Revista de Ciencias Sociales Números 49/50, En recuerdo de Jorge Millas Jiménez, Valparaíso (Chile), 2005.
    * Jorge Acevedo Guerra: La verdad originaria —apertura—, y el concepto de valor. Heidegger. En: César Ojeda y Alejandro Ramírez (Editores): El sentimiento de lo humano en la ciencia, la filosofía y las artes. Homenaje a Félix Schwartzmann, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2004.
    * Blackburn, S and Simmons K. 1999. Truth. Oxford University Press. Una buena antología de artículos clásicos, incluyendo obras de James, Russell, Ramsey, Tarski y más recientes.
    * René Descartes: Discurso del método (Discours de la méthode pour bien conduire sa Raison et chercher la Vérité dans les Sciences), Editorial Aguilar, Buenos Aires, 1968. Trad. y Prólogo de Antonio Rodríguez Huéscar.
    * Field, H. 2001. Truth and the Absence of Fact, Oxford.
    * Hans-Georg Gadamer: Verdad y Método , Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977.
    * Hans-Georg Gadamer: Verdad y Método, II , Ediciones Sígueme, Salamanca, Quinta edición, 2002.
    * Diego Gracia Guillén: Voluntad de verdad, Ed. Labor, Madrid, 1986.
    * Grover, Dorothy. 1992. The Prosentential Theory of Truth, Princeton University Press.
    * Habermas, Jürgen. 2003. Truth and Justification. MIT Press.
    * Martin Heidegger: Lógica. Subtítulo: La pregunta por la verdad, Alianza Editorial, Madrid, 2004. Trad. de Joaquín Alberto Ciria Cosculluela.Título original:Gesamtausgabe: "Logik. Die Frage nach der Wahrheit". Curso de Marburgo, semestre de invierno de 1925-1926. Vittorio Klostermann, Frankfurt a. M. Edición de Walter Biemel (1976).
    * Martin Heidegger: De la esencia de la verdad. Sobre la parábola de la caverna y el Teeteto de Platón, Lecciones del semestre de invierno de 1931/32 en la Universidad de Friburgo. Editorial Herder, Barcelona, 2007. Trad. de Alberto Ciria. Páginas: 317. ISBN 84-254-2489-5.Título original: GA, 34: Vom Wesen der Wahrheit. Zu Platons Höhlengleisnis und Theätet, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1988; 2º ed., 1997. Edición de Herrmann Mörchen.
    * Martin Heidegger: Hitos, Alianza Editorial, Madrid, 2000. Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte. Título original: Gesamtausgabe (Edición integral), Volumen 9: "Wegmarken",1976. Edición de Friedrich-Wilhelm von Herrmann. Esta edición corrige y amplía con sus dos primeros ensayos y las anotaciones marginales del autor una edición anterior, del año 1967, también titulada "Wegmarken".
    * Martin Heidegger: De la esencia de la verdad (1943). En Ser, Verdad y Fundamento, Monte Ávila Editores, Caracas, 1968.Traducción de Eduardo García Belsunce. Ahora, también en Hitos (2000). Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte. Otra versión: "De la esencia de la verdad", Ediciones del Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile, Santiago, 2005. Traducción de Francisco Abalo. Edición de Jorge Acevedo Guerra.
    * Martin Heidegger: Preguntas fundamentales de la Filosofía. «Problemas» escogidos de la «Lógica», Ediciones del Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile (Colección Publicaciones Especiales), Santiago de Chile, 2004. Segunda edición, revisada, 2006. Trad. de Pablo Sandoval Villarroel. Edición de Jorge Acevedo Guerra.(Vierte desde la página 1 hasta la 190 del original indicado a continuación). Título original:“Grundfragen der Philosophie. Ausgewählte »Probleme« der »Logik«”; GA, 45. Freiburger Vorlesung Wintersemester 1937-1938. Edición de Friedrich-Wilhelm von Herrmann. V. Klostermann, Frankfurt a. M., 1984
    * Martin Heidegger: Introducción a la filosofía, Editorial Cátedra / Ediciones de la Universidad de Valencia, Madrid, segunda edición, 2001. Trad. de Manuel Jiménez Redondo. Título original: Einleitung in die Philosophie. Curso de Friburgo; primer semestre del curso 1928-1929. Edición de Ina Saame-Speidel (1996).
    * Martin Heidegger:Ser y Tiempo (Sein und Zeit); ha sido traducido al castellano por el filósofo español —discípulo de José Ortega y Gasset—, José Gaos (Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1951), y por el filósofo chileno —discípulo de Xavier Zubiri y de Hans-Georg Gadamer—, Jorge Eduardo Rivera Cruchaga (Ed. Universitaria, Santiago de Chile, 1997. Esta versión fue reeditada por la Ed. Trotta de Madrid en 2003).
    * Martin Heidegger: "Doctrina de la verdad según Platón". En "Doctrina de la verdad según Platón" y "Carta sobre el "humanismo" ", Ediciones de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, Colección Tradición y Tarea, dirigida por Ernesto Grassi. Santiago de Chile, 1956.Traducción de Juan David García Bacca. Ahora, también en Hitos, 2000. Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte.
    * Sendas perdidas o Caminos de bosque (1950), Editorial Losada, Buenos Aires, 1960. Traducción de José Rovira Armengol / Editorial Alianza, Madrid, 1995. Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte. Título original: Holzwege, V. Klostermann, Frankfurt a. M., 1950.
    * Horwich, P. Truth. Oxford.
    * Karl Jaspers:Von der Wahrheit, Piper & Co. Verlag, München, 1947
    * Kirkham, Richard 1992: Theories of Truth. Bradford Books. Un muy buen libro de referencia.
    * Kripke, Saul 1975: "An Outline of a Theory of Truth" Journal of Philosophy 72:690-716.
    * Nietzsche, Friedrich: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Editorial Tecnos, Madrid.
    * José Ortega y Gasset: Verdad y perspectiva (1916); en El Espectador - I. Obras Completas, Vol. II, Ed. Taurus, Madrid, 2004; pp. 159-164.
    * José Ortega y Gasset: El tema de nuestro tiempo (1923). Obras Completas, Vol. III, Ed. Taurus, Madrid, 2004.
    * Rescher, Nicholas, The Coherence Theory of Truth (Oxford: Clarendon Press, 1973). ISBN 0198244010.
    * Antonio Rodríguez Huéscar: Perspectiva y Verdad , Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 1966.
    * Jean-Paul Sartre: Verdad y existencia, Paidós I.C.E. / U.A.B., Barcelona, 1996. Trad. de Alicia Puleo. Revisión de la traducción, notas y títulos en los márgenes de Celia Amorós.
    * Williams, Bernard, Truth and Truthfulness (Princeton: Princeton University Press, 2004) ISBN 0691117918.
    * Xavier Zubiri: El hombre y la verdad (1966), Alianza Ed. / Fundación Xavier Zubiri, Madrid, 1999. Edición de Juan A. Nicolás.

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  5. LA VERDAD

    Citas

    * “Como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.
    o Cicerón

    * "Conocemos la verdad no solo por la razón, sino por el corazón."
    o Blaise Pascal

    * "Di alguna vez la verdad para que te crean cuando mientas."
    o Jules Renard

    * "Di la verdad aunque sea amarga. Di la verdad aun contra ti mismo."
    o Mahoma

    * ¿Dijiste media verdad?

    Dirán que mientes dos veces
    si dices la otra mitad.

    *
    o Antonio Machado

    * "El arte es la mentira que nos permite comprender la verdad."
    o Pablo Picasso

    * "El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer."
    o Mariano José de Larra

    * "El que quiera seriamente disponerse a la búsqueda de la verdad, deberá preparar, en primer lugar, su mente a amarla."
    o John Locke

    * "El que no conoce la verdad es simplemente un ignorante. Pero el que la conoce y la llama mentira, ¡ese es un criminal!..."
    o Bertrold Bretch

    * "Es que la verdad no se puede exagerar. En la verdad no puede haber matices. En la semiverdad o en la mentira, muchos."
    o Pío Baroja

    * "Es tan difícil decir la verdad como ocultarla."
    o Baltasar Gracián

    * "Hay que buscar la verdad y no la razón de las cosas. Y la verdad se busca con humildad"
    o Miguel de Unamuno

    * "He sido un niño pequeño que, jugando en la playa, encontraba de tarde en tarde un guijarro más fino o una concha más bonita de lo normal. El océano de la verdad se extendía, inexplorado, delante de mi."
    o Isaac Newton

    * "Hubiera dado el mundo por haber tenido valor para decir la verdad, para vivir la verdad."
    o Oscar Wilde

    * "La belleza es verdad y la verdad belleza, no hace falta saber más que esto en la tierra."
    o John Keats

    * "La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose."
    o Miguel de Cervantes

    * "La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre nada sobre la mentira como el aceite sobre el agua."
    o Miguel de Cervantes

    * "La verdad es como el sol. Lo hace ver todo y no se deja mirar."
    o Victor Hugo

    * "La verdad es como la luna: aunque algunos se empeñen en poseerla para sí, ésta siempre estará por encima de ellos y a la vista de todos."
    o José María Aznar

    * "La verdad es lo más valioso que tenemos, economicémosla."
    o Mark Twain

    * “La verdad está enterrada muy profundamente. [...] Nada cierto conocemos”.
    o Demócrito

    * "La verdad no hace tanto bien en el mundo como el daño que hacen sus apariencias."
    o François de La Rochefoucauld

    * "La verdad nunca triunfa, simplemente sus oponentes se van muriendo."
    o Max Planck

    * "La verdad puede eclipsarse pero no extinguirse."
    o Tito Livio

    * "La verdad solo opera en una sociedad en proporción directa a la madurez, civilización, entendimiento y grado de evolución de su gente."[ sin fuentes ]
    o George Vithoulkas

    * "La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad".
    o Epicteto

    * “Los científicos ortodoxos se muestran más preocupados por evitar un retorno a los excesos religiosos del pasado que por mirar cara a cara la verdad, [y esta preocupación] ha dominado el pensamiento científico a lo largo del siglo pasado”.
    o Fred Hoyle, astrofísico
    o Página 9 de su libro El Universo inteligente

    * "Nunca se alcanza la verdad total, ni nunca se está totalmente alejado de ella."
    o Aristóteles

    * "Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones."
    o Séneca

    * "Quien siempre dice la verdad, puede permitirse tener mala memoria."
    o Theodor Heuss

    * "Quienes buscan la verdad merecen el castigo de encontrarla."
    o Santiago Rusiñol

    * "Si no puede ganar la justicia, al menos que triunfe la verdad."
    o Fernando de la Rúa

    * “Señores, ¿por qué no me decís lo que queréis que diga?”.
    o Variante:No comí carne de cerdo porque me ponía enferma, señores. Es cuanto he hecho; suéltenme, y diré la

    verdad... Díganme solamente lo que he de decir * Se requieren información o referencias que muestren la relevancia de la cita

    *
    o Elvira del Campo, de Toledo torturada por la inquisición española.
    o Nota: fue acusada en 1568 por no comer carne de cerdo y por haberse puesto ropa limpia en sábado, lo que se consideraba prueba de la práctica secreta del judaísmo. Torturada sin piedad en el potro, imploró las anteriores palabras. En la segunda sesión de tortura tuvo que confesar que su repugnancia por la carne de cerdo no era un producto de la fragilidad de su estómago, sino un rito judío.

    * "¿Tu verdad? No, la Verdad,

    y ven conmigo a buscarla.
    La tuya, guárdatela".

    *
    o Antonio Machado

    * "Una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante."
    o Aldous Huxley

    Citas por autor

    Albert Camus

    * "Al principio de las catástrofes, y cuando han terminado, se hace siempre algo de retórica. En el primer caso, aún no se ha perdido la costumbre; en el segundo, se ha recuperado. Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se acostumbra a la verdad."
    * "He comprendido que hay dos verdades, una de las cuales jamás debe ser dicha".

    Thomas Carlyle

    * "La verdad es que el arte de escribir es la cosa más milagrosa de cuantas el hombre ha imaginado."
    * "Nadie piensa ni cree que sean verdad las cosas que pretende considerar como indiscutibles."
    * "No hay nada más espantoso que la elocuencia de un hombre que no dice la verdad."

    Salmos, La Biblia

    * "Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan; la Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia." Salmos 85:11
    * "Es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos juicios." Salmos 119:160
    * "Porque es fuerte su amor hacia nosotros, la verdad de Yahveh dura por siempre!" Salmos 117:2

    Joseph Goebbels

    * "Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad".
    * "Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil".

    Dune, de Frank Herbert

    * "Mi padre me dijo en una ocasión que el respeto por la verdad es casi el fundamento de toda moral. Nada puede surgir de la nada, dijo. Y esto es un profundo pensamiento si uno concibe hasta qué punto puede ser inestable la verdad."
    * "La verdad sufre cuando es sometida a un análisis excesivo"

    Jesús de Nazaret

    * "Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí"
    o Juan 15, 26

    * "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros."
    o Juan 14:15-17]

    * "Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad."
    o Juan 17, 17

    Rabindranath Tagore

    * "Si cierras la puerta a todos los errores, también la verdad se quedará fuera."
    * "La verdad no está de parte de quien grite más."
    * "Es fácil hablar claro cuando no va a decirse toda la verdad."

    Salomón

    * "Adquiere la verdad y no la vendas: la sabiduría, la instrucción, la inteligencia. El padre del justo rebosa de gozo, quien engendra un sabio por él se regocija." Proverbios 23:23,24
    * "Los labios sinceros permanecen por siempre, la lengua mentirosa dura un instante." Proverbios 12:19

    Pablo de Tarso

    * "Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad." Primera a Timoteo 2:3,4
    * "Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel distribuidor de la Palabra de la verdad." Segunda a Timoteo 2:15

    José Martí

    * "La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla."
    * "Las verdades elementales caben en el ala de un colibrí."

    Mahatma Gandhi

    * "La verdad es el objetivo, el amor el medio para llegar a ella."
    * "La verdad es totalmente interior. No hay que buscarla fuera de nosotros ni querer realizarla luchando con violencia con enemigos exteriores."
    * "La verdad jamás daña a una causa que es justa."

    Proverbios

    * "Amicus Plato, sed magis amica veritas."
    o Traducción: "Platón (es) amigo, pero más amiga (es) la verdad."
    o Proverbio en latín
    o Nota: Aparece, entre otras obras, en El Quijote.

    Proverbios en español

    * En la mucha necesidad dice el amigo la verdad.

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  6. DISCURSO DEL METODO

    René Descartes

    PRIMERA PARTE

    El buen sentido' es la cosa mejor repartida del mundo: pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él que incluso los que son más difíciles de contentar con cualquier otra cosa no están acostumbrados a desear más del que tienen. En lo que no es verosímil que todos se engañen, pero esto testimonia más bien que el poder de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que se denomina el buen sentido o la razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y así como la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros sino solamente de que conducimos nuestros pensamientos por diversas vías y no consideramos las mismas cosas. Pues no es suficiente tener buen ingenio2, sino lo principal es aplicarlo bien.



    1 Expresión que hay que entender como la facultad de distinguir lo verdadero de lo falso: es la razón o facultad de juzgar. Se liga también con la expresión luz natural, o luz natural de la inteligencia humana, para distinguirla de la otra luz, la Revelación, recibida de Dios. Un segundo sentido en otros contextos es el de sabiduría, equivalente al bona mens de los estoicos romanos. Y, "sentido" hace referencia a los órganos para recibir los objetos exteriores (vista, oído, olfato, etc.). Gilson, Commentaire. 81-82.

    2 Esprít bon. Esprit no se puede traducir automáticamente todas las veces por espíritu. Descartes la traduce del latín ingenwm que significa: cualidades naturales, temperamento, carácter, inteligencia, talento, genio- Entre los varios usos, se destaca principalmente el de espíritu opuesto a materia, a sustancia extensa, y en este sentido es equivalente a pensamiento.



    Las más grandes almas son capaces de los mayores vicios lo mismo que de las mayores virtudes; y los que sólo andan muy lentamente pueden avanzar mucho más si siguen siempre el camino recto, que los que corren y se alejan de él. Por mi parte, jamás he presumido que mi espíritu3 fuese más perfecto que los del común; incluso he deseado frecuentemente tener el pensamiento tan rápido, o la imaginación tan nítida y distinta o la memoria tan amplia, o tan presente, como algunos otros. Y no conozco otras cualidades sino éstas que sirvan a la perfección del espíritu; pues en relación con la razón, o el sentido, dado que ella es la única que nos hace hombres y nos distingue de los animales, quiero creer que está toda entera en cada uno, y seguir en esto la opinión común de los filósofos que dicen que sólo hay más y menos entre los accidentes, y no entre las formas4, o naturalezas de los individuos de una misma especie5.

    Pero no temeré decir que pienso haber sido muy afortunado por haberme encontrado, desde mi juventud, en ciertos caminos que me han conducido a consideraciones y máximas con las que he formado un método por el cual me parece que tengo medios para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco al más alto punto que la mediocridad de mi espíritu y la corta duración de mi vida le permitan alcanzar.



    3 Espíritu en un sentido más amplio que el de razón, provisto de memoria, voluntad e imaginación.

    4 Formas, esto es, formas sustanciales. Para la escolástica, la forma es aquello que es común a todos los individuos de una especie.

    5 La especie es un atributo universal predicable. Y es la forma la que define la especie numéricamente compuesta de individuos. El accidente es una cualidad que puede estar o no en un individuo.



    Pues ya he recogido de él tales frutos que aún con los juicios que hago de mí mismo trato siempre de inclinarme hacia el lado de la desconfianza más bien que hacia el de la presunción; y aunque mirando con ojo de filósofo las diversas acciones y empresas de todos los hombres, casi ninguna hay que no me parezca vana e inútil, no dejo de sentir una extrema satisfacción por el progreso que pienso haber hecho ya en la búsqueda de la verdad, y concebir tales esperanzas para el futuro que, sí entre las ocupaciones de los hombres puramente hombres hay alguna que sea sólidamente buena e importante, me atrevo a creer que es la que he escogido.

    Sin embargo, puede suceder que me equivoque, y lo que quizá no es más que un poco de cobre y de vidrio lo tome como de oro y diamantes. Sé cuánto estamos sujetos a equivocarnos en lo que nos concierne y cuánto también deben sernos sospechosos los juicios de nuestros amigos cuando lo son a nuestro favor. Pero me gustaría mucho hacer ver, en este discurso, cuáles son los caminos que he seguido, y representar en él mi vida como en un cuadro para que cada cual pueda juzgarla y conociendo por el rumor público las opiniones que haya, sea éste un nuevo medio de instruirme, que agregaré a los que ya acostumbro utilizar.

    Así, pues, mi propósito no es enseñar aquí el método que cada uno debe seguir para conducir bien su razón, sino solamente hacer ver de qué manera he tratado de conducir la mía. Los que tratan de dar preceptos deben estimarse más hábiles que aquellos a quienes los dan; y si fallan en la menor cosa son por ello censurables.

    Pero al proponer este escrito sólo como una historia o, si lo prefieren mejor, como una fábula en la cual, entre algunos ejemplos que se pueden imitar, se encontrarán acaso también muchos otros que con razón no deben seguirse, espero que será útil para algunos, sin ser nocivo para nadie, y que todos agradecerán mi franqueza.

    Desde mi infancia fui educado en las letras6, y puesto que me persuadían de que por medio de ellas se podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo lo que es útil para la vida, tenía un gran deseo de aprenderlas. Pero tan pronto acabé todo ese curso de estudios, al cabo del cual se acostumbra ser recibido en el rango de los doctos, cambié enteramente de opinión. Pues yo me encontraba confundido con tantas dudas y errores que me parecía no haber obtenido otro provecho, al tratar de instruirme, que el de descubrir cada vez más mi ignorancia.

    Y sin embargo yo estaba en una de las más célebres escuelas de Europa7 en donde pensaba que debía haber hombres sabios, si los había en algún lugar de la Tierra. Allí había aprendido todo lo que los otros aprendían; y no estando contento aún con las ciencias que nos enseñaban, había recorrido todos los libros que tratan de las que se consideran las [cosas] más curiosas y más raras que habían podido caer en mis manos8.



    6 Litterae humaniores. El conjunto de estudios humanísticos estaba integrado por la retórica, la gramática, ia historia y la poesía. Descartes iniciaría sus estudios a la edad de diez años.

    7 El colegio Henri IV, de La Fleche, fundado en 1604 junto al Loira, era dirigido por los jesuitas.

    8 Se trata aquí de la alquimia, la magia y la astrología.





    Con esto, conocía los juicios que los otros hacían de mí; y no veía que se me considerara inferior a mis condiscípulos, aunque ya hubiera entre ellos algunos destinados a ocupar los puestos de nuestros maestros. Y por último, nuestro siglo me parecía tan floreciente y tan fértil en buenos espíritus como cualquiera de los precedentes. Lo que me permitía tomar la libertad de juzgar por mí mismo a todos los demás y pensar que no había ninguna doctrina en el mundo que fuese tal como la que antes se me había prometido esperar.



    No dejaba, sin embargo, de apreciar los ejercicios de los que nos ocupamos en las escuelas. Sabía que las lenguas que allí se aprenden son necesarias para la comprensión de los libros antiguos; que el encanto de las fábulas despierta el espíritu; que las acciones memorables de las historias lo elevan y que leídas con discreción ayudan a formar el juicio; que la lectura de todos los buenos libros es como una conversación con las personas más íntegras de los siglos pasados, quienes han sido sus autores, e incluso una conversación estudiada en la cual sólo nos descubren lo mejor de sus pensamientos; que la elocuencia posee fuerzas y bellezas incomparables; que la poesía tiene delicadezas y dulzuras bien encantadoras; que las matemáticas tienen inventos muy sutiles y que pueden servir tanto para satisfacer a los curiosos como para facilitar todas las artes9 y disminuir el trabajo de los hombres; que los escritos que tratan de las costumbres contienen muchas enseñanzas y muchas exhortaciones a la virtud que son muy útiles; que la teología enseña a ganar el cielo; que la filosofía proporciona medios para hablar con verosimilitud de todas las cosas y hacerse admirar de los menos sabios10; que la jurisprudencia, la medicina y las otras ciencias aportan honores y riquezas a los que las cultivan; y, en fin, que es bueno haberlas examinado todas, incluso las más supersticiosas y las más falsas, con el fin de conocer su justo valor y cuidarse de ser engañado por ellas.



    9 Alusión a las matemáticas aplicadas, en particular la mecánica. "Artes"

    en el sentido de trabajo manual y en general de técnica. Por el contra-

    rio, las artes liberales requerían de un mayor ejercicio del espíritu.





    Creía, no obstante, haber dedicado ya suficiente tiempo a las lenguas e incluso también a la lectura de los libros antiguos, a sus historias y a sus fábulas. Pues es casi lo mismo conversar con los de otros siglos como viajar. Es bueno saber algo de las costumbres de los diversos pueblos para juzgar las nuestras con mayor sensatez y para que no pensemos que todo lo que está en contra de nuestras maneras de actuar sea ridículo y opuesto a la razón, así como tienen la costumbre de hacer los que no han visto nada. Pero cuando se emplea demasiado tiempo en viajar uno se vuelve finalmente extraño en su país; y cuando se es demasiado curioso de las cosas que se practicaban en los siglos pasados se queda uno por lo común muy ignorante de las que se practican en el presente.

    Además de que las fábulas hacen imaginar como posibles muchos acontecimientos que de ningún modo lo son y que incluso las historias más fieles, si no cambian ni aumentan el valor de las cosas para hacerlas más dignas de ser leídas, por lo menos omiten casi siempre las circunstancias más bajas y menos ilustres: de donde proviene que lo demás no parezca tal como es, y que los que regulan sus costumbres por los ejemplos sacados de ellas estén expuestos a caer en las extravagancias de los paladines de nuestras novelas y a concebir propósitos que superan sus fuerzas.



    10 Es una ironía contra la filosofía escolástica. Lo que entiende por filosofía y la utilidad de ésta, así como las condiciones del filosofar, se ve claramente en la Cana al abad Claude Picot o Prefacio a los Principios de la filosofia.





    Apreciaba mucho la elocuencia y estaba enamorado de la poesía, pero pensaba que una y otra eran dones del espíritu antes que frutos del estudio.



    Los que poseen un razonamiento más fuerte y digieren mejor sus pensamientos, a fin de hacerlos claros e inteligibles, pueden siempre persuadir mejor de lo que se proponen, aunque sólo hablaran el bajo bretón y nunca hubiesen aprendido retórica. Y los que tienen las invenciones más agradables y las saben expresar con el máximo adorno y suavidad no dejarían de ser los mejores poetas aunque el arte poético les fuera desconocido.

    Me agradaban sobre todo las matemáticas por la certeza y evidencia de sus razones, pero no advertía todavía su verdadero uso y, pensando que servían sólo a las artes mecánicas, me asombraba de que siendo sus fundamentos tan firmes y tan sólidos no se hubiera construido encima de ellos nada más elevado. Y al contrario, comparaba los escritos de los antiguos paganos que tratan de las costumbres, con palacios muy soberbios y magníficos, construidos sólo sobre arena y barro. Ellos elevan bien alto las virtudes y las hacen aparecer como estimables por encima de todas las cosas que hay en el mundo, pero no enseñan suficientemente a conocerlas, y frecuentemente lo que llaman con un nombre tan hermoso no es más que insensibilidad u orgullo, o desesperación o parricidio11.

    Reverenciaba nuestra teología y pretendía como cualquier otro ganar el cielo; pero habiendo aprendido como cosa bien segura que el camino no está menos abierto a los más ignorantes que a los más doctos y que las verdades reveladas que conducen a él están por encima de nuestra inteligencia, no me había atrevido a someterlas a la debilidad de mis razonamientos, y pensaba que para intentar examinarlas y lograrlo era necesario tener alguna asistencia extraordinaria del cielo y ser más que hombre.

    No diré nada de la filosofía sino que viendo que ha sido cultivada por los más excelentes espíritus que hayan vivido desde hace muchos siglos, y que sin embargo no se encuentra nada en ella que no sea objeto de discusión, y que por consiguiente no sea dudoso, no tenía bastante presunción como para esperar encontrar algo mejor que los demás; y considerando cuántas opiniones diversas puede haber respecto a una misma materia, sostenidas por gentes doctas, aun cuando jamás pueda existir más de una sola que sea verdadera, yo daba casi por falso todo lo que era más que verosímil.





    11 Pasaje inspirado en los principios morales del estoicismo. El sabio estoico vive de acuerdo con la naturaleza o sea de acuerdo con la razón pues todo en la naturaleza está impregnado de razón; "Usa la razón en los casos difíciles" aconsejaba Séneca. La insensibilidad o imperturbabilidad (ataraxia) hace que ei sabio no le tema a la muerte, al sufrimiento y al dolor; su felicidad es idenlificable con la de los dioses {orgullo). La desesperación es algo censurable y se liga con el suicidio, concretamente de Catón enUtica cuando ganó César (Cf. Séneca, Cartas morales II). Con el parricidio se evoca posiblemente el asesinato de César, padre adoptivo de Bruto. W. Shakespeare, en su obra dramática Julio César(1600), toma algunas de las preocupaciones de los estoicos como censura del suicidio, los presagios, obediencia de la naturaleza.



    Luego, para las otras ciencias12, en tanto toman sus principios de la filosofía, juzgaba que no se podía haber edificado nada que fuese sólido sobre cimientos tan poco firmes. Y ni el honor ni la ganancia que ellas prometen eran suficientes para convidarme a aprenderlas; pues no me sentía, gracias a Dios, en la condición que me obligaba a hacer de la ciencia un oficio para alivio de mi fortuna; y aunque no hiciese profesión de despreciar la gloria como un cínico13 sin embargo tenía en poca estima aquella que se adquiere sólo con falsos títulos. Y por último, respecto a las malas doctrinas creía conocer ya bastante lo que ellas valían como para no ser engañado, ni por las promesas de un alquimista, ni por las predicciones de un astrólogo, ni por las imposturas de un mago, ni por los artificios o la jactancia de alguno de quienes hacen alarde de saber más de lo que saben.

    Por lo cual, tan pronto como la edad me permitió salir de la sujeción de mis preceptores, abandoné enteramente el estudio de las letras. Y decidiéndome a no buscar otra ciencia que la que se podría encontrar en mí mismo, o bien en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, en ver cortes y ejércitos14, en frecuentar personas de diversos caracteres y condiciones, en recoger diversas experiencias, en probarme a mí mismo en las ocasiones que la fortuna me deparaba, y en hacer siempre tal reflexión sobre las cosas que se presentaban que pudiese sacar algún provecho de ellas.



    12 Se refiere a la jurisprudencia y a la medicina, que estudia en Poitiers

    1615-1616.

    13 "Cínico" toma el nombre de kynós = perro. En cuanto seguidores de

    Antístenes y Diógenes de Sínope consideraba poco imponanles o más

    bien indiferentes para la vida las riquezas, la belleza, la gloria-

    14 Pertenecería al ejército del principe Mauricio de Nassau y al de

    Maximiliano de Baviera. En 1619 estuvo en la coronación del empera-

    dor Femando II,



    Pues me parecía que podría encontrar mucha más verdad en los razonamientos que cada uno hace acerca de los asuntos que le interesan y cuyo desenlace será su castigo en seguida si ha juzgado mal, como en los que lleva a cabo un hombre de letras en su gabinete acerca de las especulaciones que no producen ningún efecto, y que no tienen otra consecuencia para él, sino que quizás sacará de esto más vanidad cuanto más alejadas estén del sentido común, porque habrá tenido que emplear tanto más el ingenio y la astucia para tratar de hacerlas verosímiles. Y siempre tenía un gran deseo de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso para ver claramente en mis acciones y caminar con seguridad en esta vida.

    Es cierto que mientras sólo consideraba las costumbres de los demás hombres casi no hallaba en qué afirmarme, y advertía casi tanta diversidad como antes entre las opiniones de los filósofos. De manera que el mayor provecho que obtenía de ellas era que, viendo muchas cosas que aunque nos parezcan muy extravagantes y ridiculas no dejan de ser comúnmente admitidas y aprobadas por otros grandes pueblos, yo aprendía a no creer muy firmemente en nada de lo que hubiera sido persuadido sólo por el ejemplo y la costumbre; y así me liberaba poco a poco de muchos errores que pueden ofuscar nuestra luz natural15 y hacemos menos capaces de en tender la razón. Pero después de que dediqué algunos años a estudiar así en el libro del mundo y a tratar de adquirir alguna experiencia, tomé un día la resolución de estudiar también en mí mismo y de emplear todas las fuerzas de mi espíritu en elegir los caminos que debía seguir. Lo que logré mucho mejor, me parece, que si no me hubiese alejado de mi país y de mis libros.



    15 Cfr. supra, nota 1.




    SEGUNDA PARTE



    Estaba entonces en Alemania en donde la circunstancia de unas guerras que todavía no han terminado16 me había llamado; y como volvía de la coronación del Emperador17 al ejército, el comienzo del invierno me detuvo en un cuartel donde no encontraba conversación alguna que me divirtiera y, por otra parte, no teniendo, por suerte, preocupaciones ni pasiones que me perturbaran permanecía solo, encerrado todo el día, junto a una estufa donde tenía todo el tiempo libre para dedicarme a mis pensamientos. Entre los cuales uno de los primeros fue que se me ocurriera considerar que a menudo no hay tanta perfección en las obras compuestas de muchas piezas y hechas con la mano de varios maestros, como en aquellas en las que uno solo ha trabajado.

    Así vemos que los edificios que un mismo arquitecto ha iniciado y acabado suelen ser más bellos y mejor ordenados que los que varios han tratado de recomponer, haciendo servir viejos muros que habían sido construidos para otros fines. Así como esas antiguas ciudades que al comienzo sólo fueron aldeas y se han convertido con el tiempo en grandes ciudades son por lo común tan mal acompasadas18, en comparación con esas plazas regulares, que un ingeniero traza en su fantasía en una llanura, y que, aunque considerando sus edificios por separado encontramos en ellos frecuentemente tanto o más arte que en los de las otras ciudades; sin embargo, al ver cómo están dispuestos, uno grande aquí, allá uno pequeño, y cómo se vuelven las calles curvas y desniveladas, se diría que es más bien la fortuna que la voluntad de algunos hombres que usan la razón la que los ha dispuesto de esa manera. Y si consideramos que aunque ha habido en todo tiempo personas encargadas de la función de cuidar los edificios de los particulares, para que sirvan al ornato público, se advertirá que es incómodo realizar cosas bien acabadas trabajando únicamente sobre las obras de los demás.



    16 Se refiere a la guerra de los Treinta Años que terminó con la paz de Wesífalia en 1648.

    17 Fernando II fue coronado en Francfort en 1619, tras haber recibido en años anteriores las coronas de Bohemia y Hungría. El ejército al que debía regresar Descartes era el de Maximiliano de Baviera.





    Así también imaginaba que los pueblos que eran antes semisalvajes y se han ido civilizando poco a poco hicieron sus leyes sólo a medida que la incomodidad de los crímenes y de las querellas los presionaban a ello, no podían estar tan bien ordenados como los que han observado las constituciones de algún prudente legislador desde el mismo momento en que se congregaron. Como es también cierto que el estado de la verdadera religión, cuyas ordenanzas Dios ha instituido, debe estar incomparablemente mejor dirigido que todos los demás.

    Y para hablar de cosas humanas, creo que si Esparta fue en el pasado muy floreciente no ha sido por la bondad de cada una de sus leyes en particular, dado que por lo común tan mal acompasadas18, en comparación con esas plazas regulares, que un ingeniero traza en su fantasía en una llanura, y que, aunque considerando sus edificios por separado encontramos en ellos frecuentemente tanto o más arte que en los de las otras ciudades; sin embargo, al ver cómo están dispuestos, uno grande aquí, allá uno pequeño, y cómo se vuelven las calles curvas y desniveladas, se diría que es más bien la fortuna que la voluntad de algunos hombres que usan la razón la que los ha dispuesto de esa manera. Y si consideramos que aunque ha habido en todo tiempo personas encargadas de la función de cuidar los edificios de los particulares, para que sirvan al ornato público, se advertirá que es incómodo realizar cosas bien acabadas trabajando únicamente sobre las obras de los demás.



    18 En contraste con las nuevas ciudades del XVI y comienzos del XV11

    con calles anchas y rectas trazadas con regla y compás (compassées).



    Y aún más pensaba que como todos hemos sido niños antes de ser hombres, y hemos tenido que ser gobernados mucho tiempo por nuestros apetitos y nuestros preceptores, que con frecuencia eran contrarios unos a otros y, que quizá ni los unos ni los otros nos aconsejaban siempre lo mejor, es casi imposible que nuestros juicios sean tan puros y tan sólidos como lo serían si hubiéramos utilizado enteramente nuestra razón desde nuestro nacimiento y no hubiésemos sido guiados jamás sino por ella.

    Es verdad que no vemos que se derriben todas las casas de una ciudad con el solo propósito de reconstruirlas de otra manera y hacer las calles más bellas; pero vemos que muchos derriban las suyas para reedificarlas e incluso a veces son obligados a ello cuando están en peligro de caerse y los cimientos no son tan firmes. Con este ejemplo me convencí de que no sería en verdad razonable que un particular se propusiera reformar un Estado, cambiando todo desde los cimientos y derribándolo para enderezarlo; ni tampoco reformar el cuerpo de las ciencias o el orden establecido en las escuelas para enseñarlas; pero en cuanto a las opiniones que había admitido hasta entonces en mi creencia no podía hacer nada mejor que emprender, de una vez por todas, suprimirlas a fin de sustituirlas después o colocar otras mejores, o bien las mismas cuando las hubiera ajustado al nivel de la razón. Y creí firmemente que por este medio lograría conducir mi vida mucho mejor que si yo construyese sobre viejos cimientos y me apoyase sobre los principios con que me había dejado persuadir en mi juventud sin haber examinado jamás si eran verdaderos. Pues aunque notase en esto diversas dificultades, sin embargo no eran irremediables ni comparables con las que se encuentran en la reforma de cosas menores referidas a lo público.

    Estos grandes cuerpos son muy difíciles de volver a levantar una vez derribados, o incluso de impedir que caigan una vez han tambaleado, y sus caídas siempre son muy duras. Por otra parte, en cuanto a sus imperfecciones, si las tienen, y como la sola diversidad entre ellos basta para asegurar que muchos las tienen, el uso las ha suavizado, sin lugar a dudas; e incluso ha evitado o corregido insensiblemente muchas que no podrían remediarse de igual manera por la prudencia. Y por último, son casi siempre más soportables que lo que sería su cambio: de la misma manera que los grandes caminos que serpentean entre montañas se vuelven poco a poco tan llanos y tan cómodos a fuerza de ser frecuentados, es mucho mejor seguirlos que intentar acortar el camino saltando por encima de las rocas y descendiendo hasta el fondo de los precipicios.

    Por eso no podría de ninguna manera aprobar esos caracteres desordenados e inquietos que no siendo llamados ni por nacimiento ni fortuna al manejo de los asuntos públicos, no dejan siempre de idear una nueva reforma. Y si pensara que hubo la menor cosa en este escrito por la que se pudiera sospechar semejante locura, me habría arrepentido de permitir que se hubiera publicado. Nunca mi propósito ha ido más allá de tratar de reformar mis propios pensamientos y de construir sobre un terreno completamente mío. Si al haberme gustado tanto mi obra les muestro aquí el modelo, esto no significa que quiera aconsejarle a alguien que la imite.

    Aquellos a quienes Dios favoreció con mejores dotes tendrán tal vez propósitos más elevados; pero mucho me temo que este propósito mío no resulte para muchos demasiado audaz. La sola resolución de deshacerse de todas las opiniones que uno ha recibido anteriormente en su creencia no es un ejemplo que cada uno deba seguir. Y el mundo está compuesto de dos clases de espíritus a los que esto no conviene en modo alguno. A saber, los que creyéndose más hábiles de lo que son no pueden impedir la precipitación de sus juicios, ni tener suficiente paciencia para conducir ordenadamente todos sus pensamientos: de donde proviene

    que si una vez hubieran tenido la libertad de dudar de los principios recibidos y apartarse del camino común, nunca podrían mantenerse en el sendero que es necesario tomar para avanzar más rectamente y permanecerían extraviados toda su vida. Y, de otros, que teniendo bastante razón o modestia para juzgar que son menos capaces de distinguir lo verdadero de lo falso que algunos otros, por quienes pueden ser instruidos, deben más bien contentarse con seguir las opiniones de éstos antes que buscar por ellos mismos otras mejores.

    Y por mí, habría estado sin duda en el número de estos últimos si no hubiera tenido más que un solo maestro, o si no hubiese conocido las diferencias que siempre han existido entre las opiniones de los más doctos. Pero habiendo aprendido desde el colegio que no se podía imaginar nada tan extraño y tan poco creíble que no hubiera sido dicho por alguno de los filósofos; y habiendo reconocido luego de viajar que todos los que tienen opiniones bien contrarias a las nuestras no son por esto bárbaros ni salvajes19, sino que muchos hacen uso, tanto o más que nosotros, de la razón; y habiendo considerado que un mismo hombre, con un espíritu idéntico, siendo criado desde su infancia entre franceses o alemanes, llega a ser diferente de lo que sería si hubiera vivido siempre entre chinos o caníbales20; y que hasta en las modas de nuestros vestidos, la misma cosa que nos gustó hace diez años y nos gustará quizá todavía dentro de diez, nos parece ahora extravagante y ridicula: de manera que es más la costumbre y el ejemplo los que nos persuaden, que un conocimiento cierto, y que sin embargo la pluralidad de voces no es una prueba que valga para las verdades un poco difíciles de descubrir, ya que es más verosímil que un hombre solo las haya encontrado que todo un pueblo: no podía yo elegir a alguien cuyas opiniones me parecieran preferibles a las de otros, y me encontré como constreñido a emprender por mí mismo la manera de conducirme.

    Pero, como un hombre que anda solo y en tinieblas, me resolví a caminar tan lentamente y a utilizar tanta circunspección en todo, que si yo avanzaba muy poco me cuidaría, al menos, de caer. Incluso no quise comenzar por rechazar completamente ninguna de las opiniones que en el pasado se habían podido deslizar

    en mi creencia sin haber sido introducidas allí por la razón, sin que antes hubiera empleado bastante tiempo en hacer el proyecto de la obra que emprendía y en buscar el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de las que fuera capaz mi espíritu.



    19 Se anuncia ya la oposición entre salvaje y civilizado que será posterior-

    mente desarrollada en Occidente.

    20 Descanes utiliza en su traducción latina la palabra americanos.



    Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica, entre las partes de la filosofía, el análisis de los geómetras y el álgebra entre las matemáticas, tres artes o ciencias que parecían tener que contribuir en algo a mi proyecto. Pero al examinarlas me previne en cuanto a la lógica, que sus silogismos y la mayoría de sus instrucciones sirven más bien para explicar a otro las cosas que uno conoce o, incluso, como el arte de Lulio21, para hablar sin juicio de las que se ignora que para aprenderlas. Y aunque en efecto contenga muchos preceptos muy verdaderos y muy buenos hay no obstante otros tantos, mezclados con ellos, que son tan dañinos o superficiales, que es casi tan difícil separarlos como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol que todavía no está esbozado.



    21 Raimundo Lulio, mallorquín (1235-1309). Su arte consistía en combi-

    nar los nombres que expresaran las ideas más abstractas y más genera-

    les con el fin de juzgar la exactitud de las proposiciones y descubrir

    nuevas verdades. Autor del Ar5 magna, dividido en trece partes: el

    alfabeto, las figuras, las definiciones, las reglas, etc. A su vez, el alfabe-

    to comprendía nueve letras y cada una admitía seis significados dife-

    rentes según representara un principio absoluto, uno relativo, una

    pregunta, un sujeto, una virtud, un vicio.



    Luego, en cuanto al análisis de los antiguos y el álgebra de los modernos, además de que no se extienden sino a materias muy abstractas y que no parecen de

    alguna utilidad, el primero está siempre tan restringido a la consideración de las figuras que no puede ejercitar el entendimiento sin fatigar mucho la imaginación; y en

    el álgebra está uno tan sometido a ciertas reglas y cifras que se ha hecho de ella un arte confuso y oscuro que enreda el espíritu en lugar de ser una ciencia que lo cultive. Eso hizo que yo pensara que era necesario buscar algún otro método que, reuniendo las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus defectos. Y como la multitud de leyes proporciona con frecuencia excusas a los vicios, de manera que un Estado está mucho mejor regido cuando teniendo muy pocas ellas son rigurosamente bien observadas; así, en lugar de ese gran número de preceptos de los que se compone la lógica, creía que eran suficientes los cuatro siguientes, con tal que tomara una firme y constante resolución de no dejar de observarlos una sola vez.

    El primero era no aceptar jamás ninguna cosa por verdadera que yo no conociese evidentemente como tal: es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención; y no incluir en mis juicios nada más que lo que se presentara a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviese ocasión alguna de ponerlo en duda.

    El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinara en tantas partes como se pudiera y se requiriera para resolverlas mejor.

    El tercero, en conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos; e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente unos de otros.

    Y el último, en hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que estuviese seguro de no omitir nada.

    Estas largas cadenas de razones muy simples y fáciles, de las que suelen servirse los geómetras para llegar a sus más difíciles demostraciones, me habían dado la ocasión para imaginar que todas las cosas que pueden caer bajo el conocimiento de los hombres se siguen unas a otras de igual manera, y que solamente con tal de que uno se abstenga de recibir por verdadera alguna que no lo sea, y se guarde siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber algunas tan alejadas que finalmente no lleguemos a ellas ni tan ocultas que no las descubramos.

    Y no hubo mucha dificultad en buscar por cuáles era necesario comenzar, pues sabía ya que era por las más simples y las más fáciles de conocer; y considerando que entre todos los que han buscado hasta ahora la verdad en las ciencias, sólo los matemáticos han podido encontrar algunas demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba de que debía empezar por las mismas que ellos han examinado; aunque no esperase ninguna otra utilidad sino que acostumbra rían mi espíritu a saciarse de verdades y a no contentarse con falsas razones.

    Pero no por esto tuve el propósito de intentar aprender todas esas ciencias particulares que comúnmente se llaman matemáticas; y viendo que aunque sus objetos sean diferentes, no dejan de concordar todas en que no consideran más que las diversas relaciones o proporciones que en ellos se encuentran, pensaba que más valía examinar solamente esas proporciones en general y suponiéndolas sólo en aquellos asuntos que servirían para hacerme más fácil el conocimiento, incluso también sin restringirlas de ningún modo, a fin de poder después aplicarlas tanto mejor a todos los demás a los cuales convendrían.

    Luego advertí que para conocerlas tendría a veces necesidad de considerarlas a cada una en particular, y otras veces sólo retenerlas en la memoria o comprender muchas a la vez, pensaba que para considerarlas mejor en particular debía suponerlas como líneas porque no encontraba nada más simple ni que pudiese representar más distintamente a mi imaginación y a mis sentidos; pero para recordarlas o para comprender varias a la vez era necesario que las explicase por medio de algunas cifras lo más breves que fuera posible; y por este medio tomaría todo lo mejor del análisis geométrico y del álgebra y corregiría todos los defectos de una por medio del otro.

    Y en efecto, me atrevo a decir que la exacta observación de los pocos preceptos que había escogido me proporcionó tanta facilidad para desenredar todas las cuestiones a las que se extienden estas dos ciencias que, en dos o tres meses que empleé en examinarlas, habiendo comenzado por las más simples y más generales, y siendo cada verdad que encontraba una regla que me servía después para encontrar otras, no sólo resolví muchas que antes había juzgado muy difíciles sino también me pareció, hacia el final, que podía determinar, incluso en las que ignoraba, por qué medios y hasta dónde era posible resolverlas. En lo cual no os pareciera quizá muy vanidoso, si consideráis que habiendo sólo una verdad en cada cosa, el que la encuentra sabe todo lo que se puede saber de ella; y que por ejemplo, un niño instruido en aritmética habiendo hecho una suma según sus reglas, se puede estar seguro que encontró, sobre la suma que examinaba, todo lo que el espíritu humano podría encontrar. Pues finalmente el método que enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar exactamente todas las circunstancias de lo que se busca contiene todo lo que da certeza a las reglas de la aritmética.

    Pero lo que más me agradaba de este método era que por él estaba seguro de utilizar en todo mi razón, si bien no perfectamente, al menos lo mejor que estuviera en mi poder; además de que sentía, al practicarlo, que mi espíritu se acostumbraba poco a poco a concebir los objetos más claramente y con mayor distinción, y que, no habiéndolo sometido a ninguna materia particular, me prometía aplicarlo tan útilmente a las dificultades de las demás ciencias como había hecho con las del álgebra. No es que por esto me atreviera a emprender primeramente el examen de todas las que se me presentaran, pues esto mismo hubiera sido contrario al orden que el método prescribe. Pero habiendo advertido que todos sus principios debían ser tomados de la filosofía, en la cual no encontraba todavía ninguno cierto, pensaba que era necesario ante todo que tratase de establecerlos en ella; y que siendo esto lo más importante del mundo y donde eran más de temer todavía la precipitación y la prevención, yo no debía intentar llevarlo a cabo antes de haber alcanzado una edad más madura que la de veintitrés años, que tenía entonces, y antes de que hubiera dedicado mucho más tiempo en prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu todas las malas opiniones recibidas hasta entonces, como juntando varias experiencias que fueran después materia de mis razonamientos, y ejercitándome siempre en el método que me había prescrito para afirmarme en él cada vez más.






    TERCERA PARTE



    En fin, como no es suficiente antes de comenzar a reconstruir la casa en que se habita derribarla y aprovisionarse de materiales y arquitectos, o ejercitarse uno mismo en la arquitectura y además de esto haber trazado cuidadosamente su plano, sino que también es necesario proveerse de alguna otra habitación en la que uno pueda estar alojado cómodamente durante el tiempo que dure el trabajo; así pues, para no permanecer indeciso en mis acciones, mientras la razón me obligaba a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir desde entonces lo más felizmente que pudiera, me formé una moral provisional que no consistía más que en tres o cuatro máximas que les quiero comunicar.

    La primera, era obedecer las leyes y las costumbres de mi país, manteniendo con constancia y firmeza la religión en la que Dios me concedió la gracia de ser instruido desde mi infancia, y gobernándome en todo lo demás según las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso, que fuesen comúnmente admitidas en la

    práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. Comenzando, pues, a partir de ese momento, a no contar en nada con las mías propias, porque quería someterlas todas a examen, estaba seguro de no poder hacer algo mejor que seguir las de los más sensatos. Y aunque hay acaso entre los persas y los chinos también sensatos como nosotros, me parecía que lo más útil era regirme según aquellos con quienes tendría que vivir, y que para saber cuáles eran en verdad sus opiniones debía prestar atención más bien a lo que ellos practicaban que a lo que decían; pues no solamente porque en la corrupción de nuestras costumbres hay pocas personas que quieran decir todo lo que creen sino también porque muchos lo ignoran ellos mismos; ya que siendo diferente la acción del pensamiento por la cual se cree una cosa de aquella por la que se conoce que se la cree, con frecuencia se dan la una sin la otra.

    Y entre muchas opiniones igualmente recibidas solo escogía las más moderadas, Lanío porque son siempre las más cómodas para la práctica y verosímilmente las mejores, pues todo exceso suele ser malo, como también con el fin de apartarme menos del verdadero camino en caso de equivocarme, sí, al haber escogido uno de los extremos era el otro el que hubiera sido necesario seguir. Y particularmente entre los excesos colocaba todas las promesas por las cuales se recorta algo de la propia libertad. No es que desaprobase las leyes que, para remediar la inconstancia de los espíritus débiles, permiten cuando se tiene algún buen propósito, o incluso, para la seguridad del comercio o algún propósito indiferente, que se hagan votos o contratos que obligan a perseverar en ellos. Pero como no veía en el mundo ninguna cosa que permaneciera siempre en el mismo estado y. como en mí caso particular, me prometía perfeccionar cada vez más mis juicios y no volverlos peores, hubiera pensado estar cometiendo una gran falta contra el buen sentido si, por aprobar entonces alguna cosa, me hubiese obligado a tomarla por buena aún después quizás de haber dejado de serlo o que yo hubiera dejado de juzgarla como tal.

    Mi segunda máxima era ser lo más firme y lo más resuelto que pudiera en mis acciones, y no seguir con menos constancia las opiniones más dudosas, una vez me hubiera determinado a ellas como si hubiesen sido muy seguras. Imitando en esto a los viajeros que encontrándose extraviados en algún bosque no deben errar dando vueltas de un lado para otro, ni menos todavía detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más recto posible hacia un mismo lado y no cambiarlo por débiles razones, aun cuando haya sido quizás al comienzo solo el azar el que les haya determinado a elegido: pues por este medio si no van exactamente a donde desean, llegarán por lo menos, finalmente, a alguna parte en donde de manera verosímil estarán mejor que en medio de un bosque. Y como las acciones de la vida no admiten con frecuencia ninguna demora, es una verdad muy cierta que cuando no está en nuestro poder discernir las opiniones más verdaderas debemos seguir las más probables; e incluso, aun cuando no advirtamos más probabilidad en unas que en otras debemos sin embargo decidimos por algunas, y considerarlas después no ya como dudosas en tanto se relacionan con la práctica sino como muy verdaderas y muy ciertas porque la razón que nos ha determinado a ello lo es.

    Y esto fue suficiente desde entonces para librarme de todos los arrepentimientos y remordimientos que suelen agitar las conciencias de esos espíritus débiles y vacilantes, que se dejan llevar con inconstancia a practicar como buenas las cosas que juzgan después que son malas.

    Mi tercera máxima era tratar siempre de vencerme a mí mismo más bien que a la fortuna, y de cambiar mis deseos más que el orden del mundo22; y en general, acostumbrarme a creer que no hay nada que esté absolutamente en nuestro poder como nuestros pensamientos, de suerte que después de haber hecho lo mejor respecto de las cosas que nos son exteriores, todo lo que nos falta por lograr es absolutamente imposible. Y esto solo me parecía suficiente para impedirme desear nada en el futuro que no pudiese alcanzar, y de esta manera sentirme contento.

    Porque como nuestra voluntad se inclina naturalmente a desear sólo las cosas que nuestro entendimiento le representa de alguna manera como posibles, es cierto que si consideramos todos los bienes que están fuera de nosotros como igualmente alejados de nuestro poder, no tendremos que lamentarnos de carecer de los que parecen deberse a nuestro nacimiento, cuando estemos privados de ellos sin culpa nuestra como no la tenemos por no poseer los reinos de la China o de México; y haciendo, como se dice, de la necesidad una virtud, ya no desearemos más estar sanos, cuando estemos enfermos, o ser libres estando en prisión, como ahora no deseamos tener cuerpos de una materia tan poco corruptible como los diamantes o alas para volar como los pájaros.



    22 Lus ecos de moral estoica son evidentes, Epicteto, en el Enquiridion

    (cap. VIII), recomendaba "aceptar de buen grado cuanto suceda", y en

    la Diatriba 11,14,7 "debe uno acomodar su voluntad a los aconteci-

    mientos". Por otra parte, era un principio fundamental para la libertad

    y la felicidad la distinción "entre lo que está en nuestro poder y lo que

    no" (cap. I) o la aclilud "ante las cosas que no están en nuestro poder o

    que no dependen de nosotros". (Diatriba I, 22,18).



    Pero confieso que se requiere un largo ejercicio y una meditación frecuentemente reiterada para acostumbrarse a mirar desde este sesgo todas las cosas; y creo que en esto consistía principalmente el secreto de esos filósofos23 que pudieron en otro tiempo sustraerse al imperio de la fortuna y, a pesar de los dolores y la pobreza, disputar la felicidad con sus dioses. Pues ocupándose sin cesar de considerar los límites que les eran prescritos por la naturaleza se convencían tan perfectamente de que nada estaba en su poder más que sus propios pensamientos, que esto sólo bastaba para impedirles tener afecto por otras cosas; y disponían de sus pensamientos tan absolutamente, que tenían en esto alguna razón de estimarse más ricos, más poderosos, más libres y más felices que ninguno de los demás hombres que, no poseyendo esta filosofía, por muy favorecidos que puedan estar por la naturaleza y la fortuna, nunca disponen de esta manera de todo lo que quieren.

    Finalmente, como conclusión de esta moral, se me ocurrió pasar revista a las diversas ocupaciones que tienen los hombres en esta vida para intentar elegir la mejor; y sin que nada quiera decir de las de los otros, pensaba que no podía hacer nada mejor que continuar en la misma en que me encontraba, es decir, emplear toda mi vida en cultivar mi razón y progresar cuanto pudiera en el conocimiento de la verdad, según el método que me había prescrito. Había experimentado satisfacciones tan extremas desde que comencé a servirme de este método, que no creía que se pudieran recibir otras más suaves e inocentes en esta vida; y descubriendo cada día por medio de él algunas verdades que me " Se refiere a los filósofos estoicos parecían bastante importantes, y comúnmente ignoradas por los demás hombres, la satisfacción que sentía por ello llenaba de tal manera mi espíritu que todo el resto no me importaba.



    23 Se refiere a los filósofos estoicos.



    Además, las tres máximas precedentes sólo estaban fundadas en el propósito que tenía de continuar instruyéndome, pues habiendo dado Dios a cada uno alguna luz para distinguir lo verdadero de lo falso, no hubiera creído tener que contentarme un solo momento con las opiniones de los demás, si no me hubiese propuesto emplear mi propio juicio en examinarlas a su debido tiempo; y siguiéndolas, no hubiese podido liberarme de escrúpulos si no hubiera esperado aprovechar toda ocasión para encontrar otras mejores, en el caso de que las hubiera. Y por último no hubiera podido limitar mis deseos ni estar satisfecho si no hubiese seguido un camino por el cual, pensando estar seguro de la adquisición de todos los conocimientos de que fuera capaz, y pensaba, estarlo, por el mismo medio, también de la adquisición de todos los verdaderos bienes que estuviesen en mi poder; puesto que nuestra voluntad no se inclina a seguir ni a huir de algo sino cuando nuestro entendimiento se lo representa como bueno o malo, basta con juzgar bien para actuar bien y juzgar lo mejor que se pueda para hacer también lo mejor, es decir, para adquirir todas las virtudes y conjuntamente todos los otros bienes que se puedan adquirir; y cuando se tiene la certeza de que eso es así no puede uno menos que estar contento.

    Después de haberme asegurado de estas máximas y ponerlas apañe de las verdades de la fe que siempre han sido las primeras en mi creencia, juzgué, con respecto al resto de mis opiniones, que podía libremente empezar a deshacerme de ellas. Y como esperaba poder conseguirlo mejor tanto hablando con los hombres como permaneciendo más tiempo encerrado en el cuarto donde había tenido todos esos pensamientos, aunque no había terminado el invierno me puse a viajar.

    Y en los nueve años siguientes no hice otra cosa que rodar por el mundo aquí y allá tratando de ser espectador más bien que actor en todas las comedias que en él sé representan24; y reflexionando particularmente en cada materia sobre aquello que pudiera hacerla sospechosa y damos ocasión para engañamos, arrancaba de raíz de mi espíritu, durante ese tiempo, todos los errores que antes se hubieran podido deslizar. No es que con esto imitase a los escépticos que sólo dudan por dudar y fingen estar siempre indecisos: pues, al contrario, todo mi propósito sólo tendía a afirmarme y descartar la tierra movediza y la arena para encontrar la roca o la arcilla. Lo que me parece que lograba bastante bien puesto que tratando de descubrir la falsedad o la incertidumbre de las proposiciones que examinaba, no por medio de débiles conjeturas sino por razonamientos claros y seguros, no hallaba nunca ninguna tan dudosa que no pudiese sacar siempre de ella alguna conclusión bastante más cierta como sólo fuese la de que no contenía nada cierto.

    Y así como cuando al derribar un viejo edificio se reservan ordinariamente las demoliciones para que sirvan en la edificación de uno nuevo, así al destruir todas aquellas opiniones mías que juzgaba mal fundadas, hacía diversas observaciones y adquiría muchas experiencias que después me han servido para establecer otras opiniones más ciertas aquellas opiniones mías que juzgaba mal fundadas, hacía diversas observaciones y adquiría muchas experiencias que después me han servido para establecer otras opiniones más ciertas.



    24 Para Epicieío "la vida es un drama en el que el hombre ha de represen-

    tar bien el papel que se le asigne", (Enquiridion, XV11); "acuérdate de

    que eres actor de un drama", insistía.



    Y también continuaba ejercitándome en el método que me había prescrito; pues además de que me preocupaba por conducir generalmente todos mis pensamientos según sus reglas, de vez en cuando reservaba algunas horas para practicarlo en las dificultades matemáticas o incluso también en algunas otras que yo podía hacer casi semejantes a las de las matemáticas, desligándolas de lodos los principios de las otras ciencias" que no encontraba suficientemente firmes, como verán que he hecho en muchas que se explican en este volumen.

    Y así, sin vivir, aparentemente, de manera diferente de los que no teniendo ninguna ocupación que la de pasar una vida suave e inocente se dedican a separar los placeres de los vicios, y que, para disfrutar de su tiempo libre sin aburrirse, utilizan todas las diversiones que son honestas, no dejaba de continuar en mi propósito y aprovechar en el conocimiento de la verdad, acaso más que si no hubiera hecho sino leer libros o frecuentar personas de letras.

    Sin embargo, esos nueve años se pasaron antes de que hubiese tomado algún partido sobre las dificultades que suelen ser discutidas entre los doctos, ni comenzado a buscar los fundamentos de alguna filosofía más cierta que la vulgar26. Y el ejemplo de muchos excelentes espíritus que habiendo tenido antes el mismo propósito no lo habían logrado, me hacía imaginar tantas dificultades que quizás no me hubiese atrevido a emprenderlo tan pronto si no hubiese visto que algunos hacían circular el rumor de que yo lo había llevado a término.



    25 A saber, los Meteoros, la Dióptrica y la Geometría que eran precedidos

    en el volumen por el Discurso del método, especie de introducción o

    prefacio.

    26 O sea la escolástica comúnmente enseñada,



    No podría decir sobre qué fundaban esa opinión; y si contribuía a ello en algo por mis discursos, debe haber sido por confesar con más ingenuidad lo que ignoraba, lo que no suelen hacer aquellos que han estudiado un poco, y quizá también por hacer ver las razones que tenía de dudar de muchas cosas que los demás estiman ciertas más que vanagloriarme de poseer alguna doctrina.

    Pero como tengo un corazón bastante orgulloso como para no querer que se me tome por otro del que soy, pensaba que era necesario tratar por todos los medios de hacerme digno de la reputación que me daban; y hace justamente ocho años que ese deseo hizo que me resolviera a alejarme de todos los lugares en donde podía tener conocimientos y a retirarme aquí en un país27 donde la larga duración de la guerra ha hecho que se establezcan tales reglamentos, que los ejércitos que se mantienen no parecen servir sino para hacer que se gocen los frutos de la paz con mayor seguridad, y donde entre la multitud de un gran pueblo bien activo, y más cuidadoso de sus propios asuntos que curioso de los de los demás, sin que me falte ninguna de las comodidades que están en las ciudades más frecuentadas, he podido

    vivir tan solitario y retirado como en los desiertos más apartados.



    27 Descartes hizo residencia en Holanda en el otoño de 1628 cuando co-

    mienza a escribir las Meditaciones metafísicas.




    CUARTA PARTE



    No sé si debo hablarles de las primeras meditaciones que hice allí pues son tan metafísicas28 y tan poco comunes que no serán quizá del agrado de todo el mundo. Y sin embargo, para que se pueda juzgar si los fundamentos que tomé son bastante firmes, me encuentro de alguna manera obligado a hablar de ellas.

    Desde hace mucho tiempo había observado, en relación con las costumbres, que es necesario a veces seguir las opiniones que sabemos son muy inciertas, como

    si fueran indudables, tal como se ha dicho antes; pero puesto que entonces deseaba dedicarme solamente a la búsqueda de la verdad, pensaba que era necesario hacer todo lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda para ver si después de esto quedaba algo en mi creencia que fuera enteramente indudable.

    Así, pues, como nuestros sentidos nos engañan a veces, quise suponer que no había ninguna cosa que fuese tal como ellos nos la hacen imaginar. Y puesto que hay hombres que se equivocan al razonar, incluso sobre los más simples temas de geometría y cometen paralogismos29, juzgando que estaba sujeto a equivocarme tanto como otro cualquiera, rechazaba como falsas todas las razones Y, en fin, considerando que los mismos pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos nos pueden sobrevenir también cuando dormimos, sin que haya ninguno, por tanto, que sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que habían entrado hasta entonces en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños.



    28 Se refiere e! autor a metafísica en el sentido de abstracto, apartado de

    lo que tiene que ver con e! mundo sensible.

    29 Razonamientos falsos cuya falsedad se consideraba de buena fe, y en

    este sentido, se oponía al sofisma.





    Pero inmediatamente después advertí que mientras quería pensar de este modo que todo era falso, era preciso necesariamente que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y notando que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura, que todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de modificarla, juzgaba que podía aceptarla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que buscaba.

    Luego, examinando con atención lo que yo era y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar alguno donde yo estuviese, pero que por esto no podía fingir que yo no era; y que al contrario, por lo mismo que pensaba en dudar de la verdad de las otras cosas se seguía muy evidentemente y muy ciertamente que yo era; mientras que si solo hubiese dejado de pensar, aunque fuera verdadero todo lo demás que había imaginado, no tenía ninguna razón para creer que hubiese existido; conocí por esto que yo era una sustancia cuya esencia toda o naturaleza consiste sólo en pensar, y que para ser no necesita de ningún lugar ni depende de ninguna cosa material. De manera que este yo, es decir, el alma30 por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo e incluso ella es más fácil de conocer que éste, y aunque él no existiera ella no dejaría de ser todo lo que es.



    30 En la versión en latín se encuentra la palabra mens, eso significa que

    Descartes se refiere al pensamiento puro, al alma racional.



    Después de esto consideré en general lo que se requiere de una proposición para que sea verdadera y cierta; pues ya que acababa de encontrar una que sabía que lo era, pensaba que debía también saber en qué consiste esa certeza. Y habiendo notado que en todo esto: pienso, luego soy, no hay nada que me asegure que digo la verdad, sino que veo muy claramente que para pensar hay que ser, juzgué que podía tomar por regla general que las cosas que concebimos muy clara y muy distintamente son todas verdaderas, pero que solamente hay alguna dificultad en notar bien cuáles son las que concebimos distintamente.

    A continuación, reflexionando sobre lo que dudaba y, por consiguiente, que mi ser no era completamente perfecto, pues veía claramente que era una mayor perfección conocer que dudar, quise indagar de dónde había aprendido a pensar en algo más perfecto que yo mismo; y conocí evidentemente que debía ser por alguna naturaleza que fuese en efecto más perfecta. En relación con los pensamientos que tenía de muchas otras cosas que están fuera de mí como el cielo, la tierra, la luz, el calor, y mil más, no estaba tan preocupado por saber de dónde venían porque, no observando nada en ellas que a mi parecer fueran superiores a mí, podía creer que, si fueran verdaderas, dependían de mi naturaleza en tanto ésta tenía alguna perfección, y si no lo eran era porque procedían de la nada, es decir, que estaban en mí porque yo tenía algún defecto. Pero no podía juzgar de la misma manera con la idea de un ser más perfecto que el mío, pues obtenerla de la nada era cosa manifiestamente imposible; y como no hay menos contradicción en que lo más perfecto sea consecuencia y dependencia de lo menos perfecto que en pensar que de la nada proceda alguna cosa, tampoco podía tenerla de mí mismo. De manera que sólo quedaba que hubiese sido puesta en mí por una naturaleza que verdaderamente fuera más perfecta de lo que yo era, e incluso que tuviera en sí todas las perfecciones de las que yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarme, en una sola palabra, que fuera Dios31. A esto agregué que puesto que conocía algunas perfecciones que no tenía, no era yo el único ser que existía (utilizaré aquí libremente, si me permitís, palabras de la Escuela32), sino que por necesidad tenía que haber existido otro más perfecto del cual yo dependiera y del que hubiese adquirido todo lo que tenía. Pues si yo hubiese sido sólo e independiente de cualquier otro, de manera que hubiese tenido, por mí mismo, todo lo poco en lo que participaba del ser perfecto, por la misma razón hubiera podido tener por mí mismo todo lo demás que sabía me faltaba, y ser así yo mismo infinito, eterno, inmutable, omnisciente, todopoderoso y, en fin, tener todas las perfecciones que podía advertir que están en Dios.



    31 Es la primera prueba de la existencia de Dios por la idea que el hombre

    tiene de Él, esto es, como idea innata. Vendrán inmediatamente luego

    la segunda prueba por la imperfección del hombre, y la tercera llama-

    da "ontológica" desde Kant, en la que la existencia es un atribulo nece-

    sario de la idea de Dios o la idea de un ser perfecto. Argumento que

    guarda semejanzas con el de San Anselmo: Deus est id quo majus

    cogitan non potest.

    32 Palabras de origen escolástico.



    Pues siguiendo los razonamientos que acabo de hacer, para conocer la naturaleza de Dios en cuanto la mía era capaz de ello, no tenía más que considerar todas las cosas de las que encontraba en mí alguna idea, si era perfección o no poseerlas, y estaba seguro de que ninguna de las que indicaban alguna imperfección estaba en él, pero que todas las otras sí lo estaban. De esta manera veía que la duda, la inconstancia, la tristeza y cosas semejantes no podían estar en Él, dado que yo mismo me hubiese sentido mejor sin ellas. Además de esto tenía ideas de muchas cosas sensibles y corporales, y aunque supusiera que estaba soñando y que todo lo que veía o imaginaba era falso, no podía negar, sin embargo, que las ideas estuviesen verdaderamente en mi pensamiento; mas habiendo conocido ya en mí muy claramente que la naturaleza inteligente es distinta de la corporal, consideraba que toda composición es testimonio de dependencia y que la dependencia es manifiestamente un defecto, juzgaba de ahí que no podía ser una perfección en Dios el estar compuesto de esas dos naturalezas, y que por consiguiente, no lo estaba; pero que si en el mundo había algunos cuerpos o algunas inteligencias, u otras naturalezas que no fuesen del todo perfectas, el ser de éstas debía depender de su poder de tal manera que no podían subsistir sin Dios un solo momento.

    Después de esto quise buscar otras verdades y, habiéndome propuesto el objeto de los geómetras, que yo concebía como un cuerpo continuo, o un espacio indefinidamente extenso en longitud, ancho y altura o profundidad, divisible en diversas partes, que podían tener varias figuras y magnitudes y ser movidas o trasladadas en todos los sentidos; porque los geómetras suponen todo esto en su objeto, recorrí algunas de sus más simples demostraciones. Y habiendo advertido que toda esa gran certeza que todo el mundo les atribuye sólo está fundada en que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla ya mencionada, también advertí que no había absolutamente nada en ellas que me asegurara la existencia de su objeto. Por ejemplo, yo veía bien que, suponiendo un triángulo, era necesario que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero no veía con esto nada que me asegurara que ha habido en el mundo triángulo alguno. Mientras que al volver a examinar la idea que tenía de un Ser perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en ella de la misma manera que en la idea de triángulo está comprendido que sus tres ángulos son iguales a dos rectos, o en la idea de una esfera, el que todas sus partes son igualmente distantes de su centro, o incluso con mayor evidencia. Y que, por consiguiente, es por lo menos también cierto que Dios, que es ese Ser perfecto, es o existe, como ninguna demostración de la geometría podría serlo.

    Pero lo que hace que haya muchos que se persuaden de que hay dificultades para conocerlo e incluso también para conocer lo que es su propia alma, es que no elevan nunca su espíritu más allá de las cosas sensibles, y están tan acostumbrados a no considerar nada sino imaginándolo, lo que es una manera particular de pensar para las cosas materiales, por lo que todo aquello que no es imaginable les parece que no es inteligible. Lo cual se manifiesta suficientemente incluso en lo que los filósofos tienen por máxima en las escuelas, que no hay nada en el entendimiento que no haya estado primeramente en el sentido33, donde, sin embargo, es cierto que las ideas de Dios y del alma nunca han estado. Y me parece que los que quieran utilizar su imaginación para comprenderlas obran lo mismo que si para oír los sonidos, o sentir los olores quisieran servirse de sus ojos: pero es que incluso hay además esta diferencia, y es que el sentido de la vista no nos da menos seguridad de la realidad de sus objetos que la que nos dan el olfato o el oído de los suyos; mientras que ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos nunca podrían asegurarnos nada si nuestro entendimiento no interviene.



    33 Nihi! est in iniellectu quod prius non fuerit in 5f:nsu, decían los esco-

    lásticos con su célebre fórmula.



    Dios y del alma nunca han estado. Y me parece que los que quieran utilizar su imaginación para comprender las obran lo mismo que si para oír los sonidos, o sentir los olores quisieran servirse de sus ojos: pero es que incluso hay además esta diferencia, y es que el sentido de la vista no nos da menos seguridad de la realidad de sus objetos que la que nos dan el olfato o el oído de los suyos; mientras que ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos nunca podrían asegurarnos nada si nuestro entendimiento no interviene.

    Por último, si todavía hay hombres que no estén suficientemente persuadidos de la existencia de Dios y de sus almas, con las razones ya presentadas, quiero que sepan que todas las demás cosas, de las cuales se creen quizá más seguros como tener un cuerpo, de que hay astros y una Tierra, y de cosas semejantes, son menos ciertas. Pues aunque se tenga tal seguridad moral de estas cosas, que parezca, a menos de ser extravagante, que no se las puede poner en duda, sin embargo también, a menos de estar privado de la razón, cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea suficiente motivo para no estar completamente seguro de ellas el haber advertido que del mismo modo podemos imaginar, mientras dormimos, que tenemos otro cuerpo, y que vemos otros astros y otra tierra, sin que nada de eso sea así.

    Pues ¿de dónde sabemos que los pensamientos que sobrevienen en el sueño son más falsos que los otros, dado que con frecuencia no son menos vivos y nítidos?

    Y por más que los mejores espíritus estudien esto cuanto les plazca, no creo que puedan dar alguna razón que sea suficiente para quitar esa duda, si no se presupone

    la existencia de Dios. Pues, en primer lugar, esto mismo que antes tomé por una regla, a saber, que las cosas que concebimos muy clara y muy distintamente son todas verdaderas, sólo es segura porque Dios es o existe, y es un ser perfecto, y todo lo que está en nosotros viene de Él. De donde se sigue que siendo cosas reales nuestras ideas o nociones, y que vienen de Dios en cuanto son claras y distintas, no pueden ser en esto más que verdaderas. De suerte que si con bastante frecuencia tenemos ideas que contienen falsedad, sólo puedan ser aquellas que tienen algo confuso y oscuro, porque en esto ellas participan de la nada, es decir, ellas son confusas en nosotros porque no somos completamente perfectos. Y es evidente que no hay menos contradicción en admitir que la falsedad o la imperfección en cuanto tal proceda de Dios, que la que hay en que la verdad o la perfección procedan de la nada.

    Pero si no supiéramos que todo lo que hay en nosotros de real y verdadero viene de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos ninguna razón que nos asegurara que tienen la perfección de ser verdaderas.

    Ahora bien, después de que el conocimiento de Dios y del alma nos ha dado la certeza de esta regla, es bien fácil conocer que los ensueños que imaginamos estando dormidos, de ninguna manera deben hacemos dudar de la verdad de los pensamientos que tenemos estando despiertos. Pues si sucediera incluso, cuando dormimos, que tuviésemos alguna idea muy distinta, como por ejemplo que un geómetra inventaba alguna nueva demostración, su sueño no le impediría que ella fuera verdadera. Y. en cuanto al error más corriente de nuestros sueños que consiste en que nos representan diferentes objetos de la misma manera como lo hacen nuestros sentidos exteriores, no importa que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad de tales ideas, porque también ellas pueden engañamos con bastante frecuencia sin que durmamos: como cuando los que tienen ictericia ven todo de color amarillo o que los astros u otros cuerpos bien alejados nos parecen mucho más pequeños de lo que son34. Pues finalmente, sea que estemos despiertos, sea que durmamos, no debemos nunca dejamos convencer sino por la evidencia de nuestra razón. Y es de observar que digo, de nuestra razón, y no de nuestra imaginación ni de nuestros sentidos. Así, aunque veamos el Sol muy claramente, no debemos juzgar por esto que sea del tamaño que lo vemos; y bien podemos imaginar distintamente una cabeza de león pegada al cuerpo de una cabra sin que sea necesario concluir por esto que en el mundo haya una quimera: pues la razón no nos dice que lo que vemos o imaginamos de esa manera sea verdadero. Pero sí nos dice muy bien que todas nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad; porque no sería posible que Dios, que es todo perfecto y todo verdadero, las haya puesto en nosotros sin esa cualidad. Y puesto que nuestros razonamientos nunca son tan evidentes ni tan completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque a veces nuestras imaginaciones sean entonces tanto o más fuertes y nítidas, la razón también nos dice que nuestros pensamientos, no pudiendo ser verdaderos porque no somos completamente perfectos, lo que tienen de verdad debe encontrarse infaliblemente en los que tenemos estando despiertos, más bien que en nuestros sueños.





    QUINTA PARTE



    Me agradaría continuar aquí haciendo ver todo el encadenamiento de las demás verdades que he deducido de estas primeras. Pero como para esto necesitaría ahora

    hablar de muchas cuestiones que están en controversia entre los doctos, con los cuales no quiero disgustarme, creo que será mejor que me abstenga de ello y que diga solamente en general cuáles son, para dejar juzgar a los más sabios si sería útil que el público estuviera más detalladamente informado de ellas. Siempre he permanecido firme en la resolución que había tomado de no suponer ningún otro principio que el que acabo de servirme para demostrar la existencia de Dios y del alma. Y de no admitir como verdadera ninguna cosa que no me pareciera más clara y más cierta que lo que hasta entonces habían sido las demostraciones de los geómetras. Y sin embargo, me atrevo a decir que no solo he encontrado el medio de satisfacerme en poco tiempo en lo referente a las principales dificultades que se acostumbra tratar en filosofía sino que también he indicado ciertas leyes que Dios ha establecido de tal manera en la naturaleza y cuyas nociones ha impreso en nuestras almas que, después de haber reflexionado bastante sobre ello, no podríamos dudar de que son observadas exactamente en todo lo que hay o acontece en el mundo. Después, considerando la serie de esas leyes, me parece haber descubierto muchas verdades más útiles y más importantes que todo lo que antes había aprendido o, incluso, esperado aprender.





    34 Es la tesis reiterada de que los sentidos nos engañan o, aun, que nos

    impiden tener una representación exacta. El Sol nos parece una bola

    pequeñita, las torres vistas de lejos parecen redondas pero de cerca

    aparecen cuadradas (sexta Meditación),





    Pero como he intentado explicar las principales de ellas en un tratado35, que algunas consideraciones me impiden publicar, no las podría hacer conocer mejor que diciendo aquí sumariamente lo que contiene. Tuve el proyecto de abarcar en él todo lo que pensaba saber, antes de escribirlo, referente a la naturaleza de las cosas materiales. Pero del mismo modo que los pintores, al no poder representar igualmente bien en un cuadro plano todas las diferentes caras de un cuerpo sólido, escogen una de las principales que colocan sola hacia la luz y, dejando en la sombra a las demás, no las hacen aparecer sino en cuanto se las puede ver al mirar aquella: así, temiendo no poder poner en mi discurso todo lo que tenía en el pensamiento, me propuse exponer en él con bastante amplitud solamente lo que concebía de la luz; luego, en su momento, agregar algo del Sol y de las estrellas fijas, porque de ellas procede casi toda la luz; de los cielos que la transmiten; de los planetas, los cometas y la Tierra, que la reflejan; y en particular de todos los cuerpos que están sobre la Tierra porque son coloreados, transparentes o luminosos; y por último, del hombre que es su espectador.





    35 Le monde, ou Trai!é de la lamiere. (.El mundo o tratado de la luz).

    Terminado en 1634, no pudo publicarlo por la condenación a Galíleo

    el año inmediatamente anterior. Obra postuma publicada en 1664.

    Esta quinta parte del método es una especie de resumen.



    Incluso, para dejar un poco en la sombra todas esas cosas y poder decir más libremente lo que pensaba, sin estar obligado a seguir ni refutar las opiniones que son admitidas entre los doctos, resolví dejar este mundo a sus disputas y hablar solamente de lo que sucedería en uno nuevo, si Dios creara ahora en alguna parte, en los espacios imaginarios, materia suficiente para componerlo y agitara de diversas maneras y sin orden las diversas partes de esa materia, de manera que compusiera con ello un caos tan confuso como pueden fingirlo los poetas, y que después no hiciera otra cosa sino prestar su concurso ordinario a la naturaleza y dejarla actuar siguiendo las leyes que ha establecido.

    Así, primeramente describí esa materia y traté de representarla de tal manera que no hay nada en el mundo, me parece, más claro y más inteligible, con excepción de lo que antes he dicho de Dios y del alma: pues hasta supuse expresamente que en ella no había ninguna de esas formas o cualidades de las que se discute en las escuelas, ni en general ninguna cosa cuyo conocimiento no fuese tan natural para nuestras almas que ni siquiera se pudiese fingir que se ignora. Además, hice ver cuáles eran las leyes de la naturaleza; y sin apoyar mis razones en ningún otro principio más que en las perfecciones infinitas de Dios, trataba de demostrar todas aquellas leyes en las que pudiera haber alguna duda, y de hacer ver que son tales que, aunque Dios hubiera creado muchos mundos, no podría haber ninguno donde ellas dejaran de ser observadas. Después de esto, mostraba cómo la mayor parte de la materia de ese caos, como consecuencia de esas leyes, debía disponerse y ordenarse de cierta manera que la hiciera semejante a nuestros cielos; y cómo, sin embargo, algunas de sus partes debían componer una tierra, otras, planetas y cometas, y algunas otras, un sol y estrellas fijas. Y aquí, al extenderme al tema de la luz, expliqué detalladamente cuál era la que debía encontrarse en el Sol y las estrellas, y cómo desde allí atravesaba en un instante los inmensos espacios celestes y cómo se reflejaba desde los planetas y los cometas hacia la Tierra. Añadía también allí muchas cosas relacionadas con la sustancia, la situación, los movimientos y todas las diversas cualidades de esos cielos y de esos astros; de manera que pensaba decir de ellos bastante para que se conociera que no se observa nada en los de este mundo que no deba, o al menos que no pueda parecer completamente semejante a los del mundo que describía. De allí pasé a hablar en particular de la Tierra: cómo, aunque hubiese supuesto expresamente que Dios no había puesto ninguna gravedad en la materia de que está compuesta, todas sus partes no dejan de tender exactamente hacia su centro; cómo, habiendo en ella agua y aire en su superficie, la disposición de las cielos y de los astros, principalmente de la Luna, debía causar un flujo y reflujo, que fuera semejante en todas sus circunstancias al que se observa en nuestros mares; y además de esto, una cierta corriente tanto de agua como de aire, del naciente hacia el poniente, tal como la que se observa en los trópicos; cómo las montañas, los mares, los manantiales y los ríos podían formarse naturalmente, y producirse los metales en las minas, y las plantas crecer en los campos, y en general engendrarse allí todos los cuerpos que se llaman mixtos o compuestos. Y entre otras cosas, como además de los astros no conocía nada en el mundo que produzca luz sino el fuego, me apliqué a hacer comprender bien claramente todo lo que pertenece a su naturaleza, cómo se produce y cómo se alimenta; cómo a veces hay calor sin luz y, otras, luz sin calor; cómo puede introducir diversos colores en diversos cuerpos, y otras diversas cualidades; cómo funde a unos y endurece a otros; cómo puede consumirlos a casi todos o convertirlos en cenizas y en humo; y, finalmente, cómo de esas cenizas, por la sola violencia de su acción, forma el vidrio; puesto que esta transmutación de cenizas en vidrio me parecía tan admirable como ninguna otra de las que suceden en la naturaleza tuve un particular agrado en describirla.

    Sin embargo, no quería inferir de todas estas cosas que este mundo hubiese sido creado de la manera como yo proponía, pues es más verosímil que Dios, desde el comienzo, lo haya hecho tal como debía ser. Pues es cierto, y es una opinión comúnmente admitida entre los teólogos, que la acción por la cual ahora Dios conserva el mundo es completamente la misma que aquella por la cual lo ha creado; de manera que, aunque no le hubiera dado al principio otra forma que la del caos, con haber establecido las leyes de la naturaleza y haberle prestado su concurso para que actuara como ella acostumbra, se puede creer, sin desconocer el milagro de la creación, que sólo por esto todas las cosas que son puramente materiales hubieran podido con el tiempo llegar a ser tales como las vemos ahora. Y su naturaleza es mucho más fácil de concebir cuando se las ve nacer poco a poco de esta manera, que cuando se las considera ya hechas completamente.





    De la descripción de los cuerpos inanimados y de las plantas pasé a la de los animales y particularmente a la de los hombres. Pero como todavía no tenía suficiente conocimiento para hablar de estas cosas con el mismo estilo que del resto, esto es, demostrando los efectos por las causas y haciendo ver de qué semillas y de qué manera la naturaleza debe producirlos, me contenté con suponer que Dios formó el cuerpo de un hombre completamente semejante a uno de los nuestros, tanto en la figura exterior de sus miembros como en la conformación interior de sus órganos, sin componerlo de otra materia que la que había descrito, y sin colocarle, al principio, ningún alma racional, ni ninguna otra cosa que le pudiera servir de alma vegetativa o

    sensitiva36, sino que había excitado en su corazón uno de esos fuegos sin luz, que ya he explicado, y que concebía de naturaleza semejante al que calienta el heno cuando se lo ha encerrado antes de estar seco, o que hace hervir los vinos jóvenes cuando se dejan fermentar con el hollejo. Pues examinando las funciones que podían estar en este cuerpo como consecuencia de esto, encontraba que eran exactamente las mismas que pueden estar en nosotros sin que pensáramos en ellas y sin que, por tanto, contribuya en nada nuestra alma, es decir, esa parte distinta del cuerpo de la que ya se ha dicho que su naturaleza es solamente pensar, con lo cual se puede decir que los animales desprovistos de razón se nos parecen: sin que por esto se pueda encontrar en ese cuerpo ninguna de las que siendo dependientes del pensamiento son las únicas que nos pertenecen en cuanto hombres, mientras que todas esas las encontraba yo en seguida cuando suponía que Dios había creado un alma racional y la había unido a ese cuerpo de cierta manera que yo describía.



    36 Aristóteles distinguía en los seres vivos la facultad de pensar, la sensi-

    tiva y la nutritiva o función vegetativa de crecimiento y nutrición (Del

    alma, II, 4). Distinción retomada por la escolástica. Es claro para Des-

    cartes que sí la esencia o naturaleza del alma es pensar no puede tener

    ninguna función fisiológica.



    Pero a fin de que se pueda ver de qué manera trataba esta materia, quiero introducir aquí la explicación del movimiento del corazón y de las arterias, pues siendo lo primero y lo más general que se observa en los animales, fácilmente se juzgará por él lo que se deba pensar de todos los demás. Y con el fin de que haya menos dificultad en comprender lo que voy a decir, quisiera que los que no son versados en anatomía se tomen el trabajo, antes de leer esto, de hacer cortar ante ellos el corazón de algún animal grande que tenga pulmones. Porque en todo es muy semejante al del hombre, y que se hagan mostrar las dos cámaras o concavidades37 que hay allí. Primero la que está en su lado derecho, a la cual corresponden dos tubos muy anchos, a saber, la vena cava, que es el principal receptáculo de la sangre y como el tronco del árbol cuyas ramas son todas las otras venas del cuerpo, y la vena arterial38 que ha sido así mal llamada, porque es en realidad una arteria, que teniendo su origen en el corazón, se divide, después de haber salido de él en muchas ramas que van a repartirse por todas partes en los pulmones. Luego la que está a su lado izquierdo, a la cual



    37 Los dos ventrículos.

    38 La artería pulmonar,





    Luego la que está a su lado izquierdo, a la cual corresponden de la misma manera dos tubos que son tanto o más anchos que los anteriores, a saber, la arteria venosa, también mal llamada así, ya que no es otra cosa que una vena que viene de los pulmones, donde está dividida en varias ramas entrelazadas con las de la vena arterial y las de ese conducto llamado garganta39, por donde entra el aire de la respiración y la gran arteria40, que sale del corazón y envía sus ramas por todo el cuerpo. Quisiera también que se mostraran cuidadosamente las once pielecitas41 que como otras tantas puertecillas abren y cierran las cuatro aberturas que hay en esas dos concavidades, a saber, tres a la entrada de la vena cava, donde están dispuestas de tal forma que no pueden impedir de ninguna manera que la sangre contenida en la vena entre en la concavidad derecha del corazón, pero sí que salga de allí; tres a la entrada de la vena arterial42, que estando dispuestas de un modo enteramente contrario permiten que la sangre que está en esa concavidad pase a los pulmones pero no que la que está en los pulmones retome a aquélla; otras dos43 a la entrada de la arteria venosa, que dejan pasar la sangre de los pulmones hacia la concavidad izquierda del corazón, pero se oponen a su retomo; y tres a la entrada de la gran arteria44, que permiten que la sangre salga del corazón, pero que le impiden volver a él.



    39 Siffiet corrieniemente se traduce por silbato. En el francés familiar del

    siglo XVI significa garganta. Corresponde al conducto que lleva el aire

    a los pulmones (la tráquea).

    40 La arteria aorta.

    41 Las válvulas.

    42 Las tres válvulas sigmoides de la arteria pulmonar.

    43 Válvula mitral.

    44 Las tres sigmoides de la arteria aorta.







    Y no es necesario buscar otra razón al número de esas pieles sino que siendo ovalada la abertura de la arteria venosa por el lugar en que se encuentra, puede cerrarse cómodamente con dos, mientras que las otras, siendo redondas, lo pueden hacer mejor con tres. Quisiera además hacerles considerar que la gran arteria y la vena arterial son de una composición mucho más dura y más firme que la arteria venosa y la vena cava; estas dos últimas se ensanchan antes de entrar al corazón y forman allí como dos bolsas, llamadas las orejas del corazón, compuestas de una carne semejante a la de éste; que hay siempre más calor en el corazón que en ningún otro lugar del cuerpo; y en fin, que ese calor es capaz de hacer que si entra alguna gota de sangre en sus concavidades, ésta se hincha rápidamente y se dilata como sucede generalmente con todos los líquidos cuando se les deja caer gota a gota en algún vaso que está muy caliente.

    Después de esto no necesito decir otra cosa para explicar el movimiento del corazón, sino que, cuando sus cavidades no están llenas de sangre, ésta corre necesariamente de la vena cava a la concavidad derecha y de la arteria venosa a la izquierda, pues estos dos vasos que siempre están llenos y sus orificios que miran al corazón no pueden entonces taparse; pero tan pronto como de ese modo han entrado dos gotas de sangre, una en cada concavidad, estas gotas, que tienen que ser muy gruesas porque los orificios por donde entran son muy anchos y los vasos de donde proceden están muy llenos de sangre, se expanden y se dilatan por el calor que encuentran allí, con lo cual, al hacer inflar todo el corazón, empujan y cierran las cinco puertecillas que están a las entradas de los dos vasos de donde vienen, impidiendo así que baje más sangre al corazón; y al continuar enrareciéndose cada vez más impulsan y abren las otras seis puertecillas que están a las entradas de los otros dos vasos por donde salen, haciendo hinchar por este medio todas las ramas de la vena arterial y de la gran arteria, casi al mismo instante que e! corazón, el cual inmediatamente después se desinfla como también estas arterias, porque la sangre que entró allí se enfría y sus seis puertecillas se vuelven a cerrrar, y las cinco de la vena cava y de la arteria venosa se vuelven a abrir y dan paso a otras dos gotas de sangre que hacen inflar otra vez el corazón y las arterias, lo mismo que las precedentes. Y como la sangre que entra así al corazón pasa por esas dos bolsas que se llaman sus orejas, de ahí proviene que el movimiento de éstas sea contrario al suyo y que éstas se desinflen cuando él se infla. Por lo demás, para los que no conocen la fuerza de las demostraciones matemáticas y no se han acostumbrado a distinguir las verdaderas razones de las verosímiles, no se arriesguen a negar esto sin examinarlo, quiero advertirles que este movimiento que acabo de explicar se sigue necesariamente de la sola disposición de los órganos que se puede apreciar a simple vista en el corazón, y del calor que se puede sentir en él con los dedos, y de la naturaleza de la sangre que puede conocerse por experiencia, así como el movimiento de un reloj se explica por la fuerza, la situación y la figura de sus contrapesos y ruedas.

    Pero si alguien pregunta cómo no se agota la sangre de las venas al estar corriendo así continuamente en el corazón, y cómo las arterias no se llenan demasiado, ya que toda la que pasa por el corazón y vuelve a ellas, no necesito responder otra cosa que lo que ha sido ya escrito por un médico de Inglaterra415 (Hervaeus, de motu cordis), a quien hay que alabar por haber roto el hielo en esta cuestión, y ser el primero en enseñar que hay muchos pasajes pequeños en las extremidades de las arterias, por donde la sangre que reciben del corazón entra en las pequeñas ramificaciones de las venas, de donde vuelve a dirigirse otra vez al corazón, de manera que su curso no es otra cosa que una perpetua circulación. Lo que él prueba muy bien por la experiencia ordinaria de los cirujanos quienes, al atar el brazo con mediana fuerza por encima del lugar por donde abren ta vena, hacen que la sangre salga más abundantemente que si no lo hubiesen atado. Y ocurriría todo lo contrario si lo ataran por debajo, entre la mano y la incisión, o bien lo ligaran por encima muy fuertemente. Pues es claro que la atadura muy poco apretada puede impedir que la sangre que está ya en el brazo se vuelva al corazón por las venas, pero no impide por esto que siempre siga llegando sangre por las arterias porque están situadas debajo de las venas, y siendo sus pieles más duras son menos fáciles de apretar, y también porque la sangre que viene del corazón tiende con más fuerza a pasar por las arterias hacia la mano que al volver de allí al corazón por las venas. Y como esta sangre sale del brazo por la incisión hecha en una de las venas, necesariamente debe haber algunos pasos por debajo de la atadura, es decir, hacia las extremidades del brazo, por donde la sangre pueda venir de las arterias.



    45 William Harvey (1578- 1658), autor de la obra Exercitatio anatómica

    de motu cordis et sanguinis in animalibus, Francfort, 1628. Hervaeus

    como Descartes lo menciona también en Las pasiones del alma, prime-

    ra pane, Art.7.





    También prueba muy bien lo que dice acerca del curso de la sangre, por algunas pielecitas dispuestas de tal manera en diversos lugares a lo largo de las venas que no le permiten a la sangre pasar de la mitad del cuerpo a las extremidades sino solamente volver de las extremidades al corazón; y además la experiencia muestra que toda la sangre que hay en el cuerpo puede salir de él en poco tiempo por una sola arteria cuando se la corta, aun cuando se la ligue estrechamente muy cerca del corazón y se la haya cortado entre éste y la ligadura, de manera que no haya ocasión de imaginar que la sangre vertida pueda venir de otra parte.

    Pero hay muchas otras cosas que atestiguan que la verdadera causa de este movimiento de la sangre es la que acabo de decir. En primer lugar, la diferencia que se observa entre la que sale de las venas y la que sale de las arterias que sólo puede provenir de que habiéndose rarificado y como destilado, al pasar por el corazón, es más sutil, viva y más caliente inmediatamente sale de allí, es decir, cuando está en las arterias, que poco antes de entrar allí, o sea cuando está en las venas. Y si se observa cuidadosamente, se encontrará que esta diferencia no aparece del todo sino alrededor del corazón y no tanto en los lugares más alejados de él. Además, la dureza de las pieles con las que está compuesta la vena arteriosa y la gran arteria muestra bien que la sangre golpea contra ellas con más fuerza que contra las venas. Y, ¿por qué la concavidad izquierda del corazón y la gran arteria habían de ser más amplias y anchas que la concavidad derecha y la vena arterial? Si no fuera porque la sangre de la arteria venosa, al no haber estado sino en los pulmones desde que ha pasado por el corazón, es más sutil y se rarifica con más fuerza y más fácilmente que la que viene inmediatamente de la vena cava. Y ¿qué es lo que los médicos pueden adivinar, tomando el pulso, si no saben que, según cambie de naturaleza la sangre, ella puede ser enrarecida por el calor del corazón con más o menos fuerza y más o menos rapidez que antes? Y si examinamos cómo se comunica ese calor a los otros miembros no es necesario acaso confesar que es por medio de la sangre, que al pasar por el corazón, se recalienta y se esparce desde allí por todo el cuerpo. De donde proviene que si se quita sangre de alguna parte, del mismo modo se le quita calor; y aun cuando el corazón estuviera tan ardiente como un hierro al rojo, no bastaría para calentar los pies y las manos, como lo hace, si no estuviera enviando continuamente sangre de nuevo. También por esto se conoce que la verdadera utilidad de la respiración consiste en traer al pulmón el aire fresco necesario para hacer que la sangre, que viene de la concavidad derecha del corazón, donde ha sido enrarecida y como cambiada en vapores, se vuelva espesa y se convierta de nuevo en sangre antes de volver a caer en la concavidad izquierda, sin lo cual no podría servir de alimento al fuego que hay en dicha concavidad- Lo cual se confirma cuando vemos que los animales que no tienen pulmones no poseen más que una sola concavidad en el corazón, y que los niños, como no pueden usar sus pulmones mientras están en el vientre de la madre, tienen un orificio por donde pasa sangre de la vena cava a la concavidad izquierda del corazón, y un conducto por donde pasa de la vena arterial a la gran arteria sin pasar por el pulmón. Además, ¿cómo se haría la digestión en el estómago si el corazón no le enviara calor por medio de las arterias, y con esto algunas de las partes más fluidas de la sangre que ayudan a disolver los alimentos depositados allí? Y la acción que convierte el jugo de esos alimentos en sangre ¿acaso no es fácil de conocer, si se considera que al pasar y volver a pasar por el corazón se destila quizá más de cien o doscientas veces por día? ¿Y qué otra cosa necesitamos para explicar la nutrición y la producción de los diversos humores46 que hay en el cuerpo sino diciendo que la fuerza, con la que la sangre al rarificarse pasa del corazón hacia las extremidades de las arterias, hace que algunas de sus partes se detengan entre las de los miembros en donde se encuentran y ocupen allí el lugar de otras que expulsan; y que de acuerdo con la situación o la figura o la pequeñez de los poros que encuentran, unas van a ciertos lugares antes que a otros, del mismo modo que cada uno puede haber visto cómo diversas cribas que agujereadas de diversa manera sirven para separar unos de otros los diversos granos? Y por último, lo más notable en todo esto es la generación de los espíritus animales47 que son como un viento muy sutil o, más bien, como una llama muy pura y muy viva que subiendo continuamente y con gran abundancia desde el corazón al cerebro, va de allí por los nervios a los músculos y le otorga movimiento a todos los miembros; sin que haya que imaginar otra causa que haga que las partes de la sangre, que por ser las más agitadas y las más penetrantes, son las más apropiadas para componer esos espíritus, se dirijan hacia el cerebro más bien que a otra parte, sino que las arterias que las conducen allí son las que vienen del corazón en la línea más recta de todas, y que, según las reglas de la mecánica48 que son las mismas de la naturaleza, cuando varias cosas tienden a moverse simultáneamente hacia un mismo lado donde no hay suficiente lugar para todas, como sucede con las partes de la sangre que salen de la concavidad izquierda del corazón y tienden hacia el cerebro, las más débiles y menos agitadas deben ser desplazadas por las más fuertes, que son las únicas que llegan allí por ese medio.



    46 Se refiere al sudor, la saliva y la orina.

    47 En la Edad Media "los espíritus animales" en cuanto eran una especie

    de fluidos derivados de la sangre, unos corpúsculos puramente mate-

    riales, servían para explicar los movimientos vitales. Sobre ellos vuelve

    constantemente Descartes en especial en el Tratado del hombre. Las

    pasiones del alma, Diópiríca (Discurso IV, De los sentidos en general).



    Había explicado muy detalladamente todas estas cosas en el tratado que había proyectado publicar49. Y después había mostrado cuál debe ser la estructura de los nervios y de los músculos del cuerpo humano, para conseguir que los espíritus animales que al estar dentro tengan la fuerza para hacer mover sus miembros: así como vemos cuando las cabezas, un poco después de ser cortadas, todavía se mueven y muerden la tierra, no obstante que ya no están animadas; qué cambios deben darse en el cerebro para producir la vigilia y el sueño, y los ensueños; cómo la luz, los sonidos, los olores, los sabores, el calor y todas las otras cualidades de los objetos exteriores pueden imprimir en él diversas ideas por medio de los sentidos; cómo el hambre, la sed y las otras pasiones interiores pueden también enviar las suyas; qué debe ser entendido por sentido común50 en el cual esas ideas son recibidas; por la memoria, que las conserva; y por la fantasía, que las puede cambiar de diversa manera y componer así otras nuevas, y por este mismo medio, al distribuir

    los espíritus animales en los músculos, hacer mover los miembros de ese cuerpo en otras tantas maneras diversas, y tan a propósito de los objetos que se presentan a sus sentidos y de las pasiones interiores51 que están en él, cómo se pueden mover nuestros miembros sin que la voluntad los conduzca.



    48 Que las arterias se dirijan en línea recta desde el corazón es para Des-

    cartes deducible de la ley de la naturaleza: "Todos los cuerpos en mo-

    vimiento tienden en lo posible a continuar su movimiento en línea

    recta" (Tratado del hombre, 58), segunda ley de la naturaleza en Los

    principios de la filosofía.

    49 En el Tratado de! hombre, escrito en 1648 y publicado por el abogado

    Clerselier en 1664, Inicialmente formaba parte de la obra El tratado de

    la luz o el mundo.



    Lo que de ninguna manera parecerá extraño a los que conociendo cuántos diversos autómatas o máquinas movientes puede hacer la ingeniosidad humana empleando muy pocas piezas, en comparación con la gran cantidad de huesos, músculos, nervios, arterias, venas y todas las otras partes que están en el cuerpo de cada animal, considerarán a este cuerpo como una máquina que, habiendo sido hecha por las manos de Dios, está incomparablemente mejor ordenada y posee en sí movimientos más admirables que ninguna de las que pueden ser inventadas por los hombres.





    50 Para Aristóteles, De/ Alma III, 1, además de los cinco sentidos que

    perciben cada uno su objeto propio hay un sentido común, especie de

    sentido inlerno, pues aprehende los sensibles comunes (movimiento,

    reposo, figura, magnitud, el número, la unidad), unifica los sentidos y

    hace consciente la sensación; en síntesis, es una función esencial del

    alma. Tomás de Aquíno hace la distinción entre sensibilia propia (los

    de los cinco sentidos) y sensibilia communia (tamaño, forma, canti-

    dad, movimiento, reposo). Para Descartes el sentido común estaba si-

    tuado en la glándula pineal o epífisis: "es el alma la que siente y no el

    cuerpo, que está en el cerebro en donde ejerce esa facultad que llaman

    sentido común", Diópiríca, Disc. IV. Cf. Tratado del hombre, Las pa-

    siones del alma. I, 32, y Regla XII.

    51 El entusiasmo, la tristeza, la alegría, el odio. Las pasiones son causadas

    por el movimiento de los espíritus animales y son "percepciones" o

    "sentimientos" o "emociones" del alma. Spinoza y Malebranche tam-

    bién les dedican una atención especial.



    Y me detuve aquí particularmente para hacer ver que si hubiera tales máquinas que tuviesen los órganos y la figura de un mono o de algún otro animal desprovisto de razón, no tendríamos ningún medio para reconocer que ellas no eran en todo de la misma naturaleza que esos animales; mientras que si hubiera algunas que tuviesen semejanza con nuestros cuerpos e imitasen nuestras acciones tanto como fuera posible moralmente, tendríamos siempre dos medios muy seguros para reconocer que no por eso serían verdaderos hombres. El primero de ellos es que nunca podrían usar palabras ni otros signos, componiéndolos como hacemos nosotros, para declarar a los demás nuestros pensamientos. Porque se puede concebir muy bien que una máquina sea hecha de tal manera que profiera palabras, e incluso que profiera algunas a propósito de las acciones corporales que causen algún cambio en sus órganos: por ejemplo, si se la toca en algún lugar, que ella pregunte lo que se le quiere decir; si en otro, que grite porque se le está haciendo daño, y otras cosas semejantes; pero no que ella las ordene de muchas maneras diferentes para responder al sentido de todo lo que se diga en su presencia, de la manera como los hombres más estúpidos pueden hacerlo. Y el segundo consiste en que, aunque hiciesen muchas cosas también o quizás mejor que alguno de nosotros, infaliblemente fallarían en algunas otras, por las cuales se descubriría que no obran por conocimiento sino solamente por la disposición de sus órganos. Porque, mientras que la razón es un instrumento universal que puede servir en toda clase de situaciones, esos órganos necesitan de una disposición especial para cada acción particular; de donde se sigue que es moralmente imposible que haya en una máquina suficiente diversidad como para hacerla actuar en todas las ocasiones de la vida de la misma manera en que nuestra razón nos hace obrar.

    Ahora bien, con estos dos medios se puede conocer también la diferencia que hay entre los hombres y los animales. Pues es algo bien notable que no haya hombres, tan estúpidos y brutos, sin exceptuar incluso a los insensatos, que no sean capaces de ordenar un conjunto de diversas palabras y de componer con ellas un discurso por el cual den a entender sus pensamientos; y que al contrario, no haya otro animal, por perfecto y felizmente bien nacido que sea, que haga nada semejante. Lo que no ocurre por falta de órganos, pues vemos que la urraca y los loros pueden proferir palabras así como nosotros, y aun así no pueden hablar como nosotros, es decir, dando testimonio de que piensan lo que dicen; mientras que los hombres que han nacido sordos y mudos, están privados de los órganos que le sirven a los demás para hablar, tanto o más que los animales suelen inventar por sí mismos algunos signos que les permiten hacerse entender con los que, por estar ordinariamente con ellos, tienen tiempo para aprender su lengua.

    Y esto no solamente demuestra que los animales tienen menos razón que los hombres sino que no la tienen en absoluto. Pues se ve que sólo se necesita muy poca para saber hablar; y así como se nota desigualdad entre los animales de una misma especie, como también entre los hombres, y que unos son más fáciles de domesticar que los otros, no se puede creer que un mono o un loro, aunque fueran de los más perfectos de su especie, no igualaran en esto a un niño de los más estúpidos, o al menos a un niño que tuviera el cerebro perturbado, si el alma de ellos no fuera de una naturaleza completamente diferente de la nuestra. Y no se deben confundir las palabras con los movimientos naturales que dan testimonio de las pasiones y pueden ser imitados por las máquinas como por los animales; ni tampoco pensar como algunos antiguos, que los animales hablan aunque no les entendamos su lenguaje; pues si eso fuera verdad, ya que poseen varios órganos que se corresponden con los nuestros, ellos podrían también hacerse entender de nosotros como de sus semejantes. Es también algo bien notable que, aunque haya muchos animales que muestran más destreza que nosotros en algunas de sus acciones, sin embargo vemos que los mismos no manifiestan ninguna en muchas otras: de manera que lo que hacen mejor que nosotros no prueba que tienen espíritu; pues en este caso tendrían mucho más que alguno de nosotros y obrarían mejor en todo; sino más bien que no lo tienen y que es la naturaleza la que obra en ellos de acuerdo con la disposición de sus órganos: así vemos que un reloj que sólo está compuesto de ruedas y de resortes, puede contar las horas y medir el tiempo con mayor exactitud que nosotros con toda nuestra prudencia.



    Después de esto yo había descrito el alma racional y mostrado que de ninguna manera puede ser sacada de la potencia de la materia así como las otras cosas de las que he hablado, sino que expresamente debe haber sido creada; y como no basta que esté alojada en el cuerpo humano como un piloto en su navio52, a no ser acaso para mover sus miembros, sino que es necesario que esté junta y unida más estrechamente al cuerpo para, además de esto, tener sentimientos y apetitos semejantes a los nuestros, y componer así un verdadero hombre. Por lo demás, me he extendido aquí un poco sobre el tema del alma porque es uno de los más importantes; pues después del error de los que niegan a Dios, error que pienso haber refutado ya suficientemente, no hay nada que aleje más a los espíritus débiles del recto camino de la virtud que imaginar que el alma de los animales es de la misma naturaleza que la nuestra, y por consiguiente, que no tenemos nada para temer ni para esperar después de esta vida, igual que las moscas y las hormigas; mientras que cuando se sabe cuandiferentes son de nosotros, se comprenden mucho mejor las razones que prueban que la nuestra es de una naturaleza enteramente independiente del cuerpo y, por lo tanto que no está sujeta a morir con él; y puesto que no vemos otras causas que puedan destruirla, nos inclinamos naturalmente a juzgar por todo esto que es inmortal.



    52 El alma por ser sustancia, completa en sí, no actúa en el cuerpo, su

    esencia es el pensamiento; el cuerpo también es algo completo, su esen-

    cia es la extensión. Tratándose de dos realidades completas en sí mis-

    mas, su unión es bien problemática pues si el hombre es una unidad,

    hablamos de una unión sustancial y no de una unidad de tipo acciden-

    tal. Es el problema del dualismo cartesiano. En la sexta Meditación

    volverá sobre la misma comparación del navegante en el barco.


    SEXTA PARTE



    Ahora bien, hace ahora tres años que llegué al término del tratado que contiene todas estas cosas, y empezaba a revisarlo para dejarlo en manos de un impresor, cuando supe que personas a quienes profeso deferencia y cuya autoridad sobre mis actos no es menor que la de mi propia razón sobre mis pensamientos, habían desaprobado una opinión de física53, publicada un poco antes por otro, de la cual no quiero decir que yo fuese de esa opinión sino sólo que nada había advertido en ella, antes de su censura, que pudiese imaginar perjudicial ni para la religión, ni para el Estado, ni nada, por consiguiente, que me hubiese impedido escribirlo, si la razón me hubiera persuadido; y esto me hizo temer que entre mis opiniones se encontrara igualmente alguna en la que me hubiese equivocado, no obstante el gran cuidado que siempre he tenido de no dar crédito o admitir opiniones nuevas de las que no tuviese demostraciones muy ciertas, y de no escribir ninguna que se pudiera volver en perjuicio de alguien. Lo que ha sido suficiente para obligarme a cambiar la resolución que había tenido de publicarla. Pues, aunque las razones por las cuales la había tomado antes fueran muy fuertes, mi inclinación, que siempre me ha hecho odiar el oficio de hacer libros, me hizo inmediatamente encontrar otras para excusarme de ello. Y estas razones en uno y otro sentido son tales que no sólo tengo interés por decirlas sino que quizá también al público le interese conocerlas.



    53 La Inquisición había condenado a Galileo en 1633 por afirmar el mo-

    vimiento de la Tierra, en su obra Diálogos sobre desgranaos sistemas

    de/munrfo(1632).



    Nunca le he dado mucha importancia a las cosas que venían de mi espíritu, y durante mucho tiempo no he recogido otros frutos del método que uso, sino que me he satisfecho explicándome algunas dificultades que pertenecen a las ciencias especulativas, o bien tratando de ordenar mis costumbres por medio de las razones que el método me enseñaba, sin embargo no me creí obligado a escribir nada. Pues en relación con las costumbres, cada uno abunda tanto en su propia opinión que se podrían encontrar tantos reformadores como cabezas54, si fuera permitido dedicarse a modificarlas en algo a otros diferentes de los que Dios estableció como los soberanos de sus pueblos, o a los que ha dado la gracia y el celo suficientes para ser profetas; y aunque mis especulaciones me agradasen mucho, he creído que los demás tenían también las suyas que quizá les agradaban más. Pero tan pronto como adquirí algunas nociones generales sobre la física y, comenzando a ponerlas a prueba en diversas dificultades particulares, noté hasta dónde pueden conducir y cuánto difieren de los principios que se han utilizado hasta ahora, creí que no podía mantenerlas ocultas, sin pecar grandemente contra la ley que nos obliga a procurar el bien general de todos los hombres en tanto esté a nuestro alcance.



    54 Alusión al adagio latino Quot capita, tot sensus (Cuantas cabezas, tan-

    tas opiniones),



    Pues estas nociones me han mostrado que es posible llegar a conocimientos muy útiles para la vida y que, en lugar de esa filosofía especulativa que se enseña en las escuelas, es posible encontrar una práctica por medio de la cual, conociendo el poder y las acciones del fuego, del agua, del aire. de los astros, de los cielos y de todos los otros cuerpos que nos rodean, con tanta distinción como conocemos los diversos oficios de nuestros artesanos, de la misma manera podríamos emplearlos para todos los usos en los cuales sean apropiadas y de esta manera convertimos en dueños y poseedores de la naturaleza. Lo cual no solamente es de desear para la invención de una infinidad de artificios, que nos permitirían disfrutar sin ningún traba-

    jo de los frutos de la tierra y de todas las comodidades que en ella se encuentran, sino principalmente también para la conservación de la salud que es sin duda el primer bien y el fundamento de todos los otros bienes en esta vida; pues incluso el espíritu depende tan fuertemente del temperamento y de la disposición de los órganos del cuerpo que, si es posible encontrar algún medio que vuelva a los hombres comúnmente más sabios y más hábiles de lo que han sido hasta ahora, creo que es en la medicina donde hay que buscarlo. Es cierto que la que ahora se usa contiene pocas cosas cuya utilidad sea tan notable; pero sin que tenga ningún propósito de despreciarla, estoy seguro de que no hay nadie, incluso los que tienen esta profesión, que no confiese que todo lo que se sabe de ella es casi nada en comparación con lo que queda por saber, y que podríamos libramos de una infinidad de enfermedades, tanto del cuerpo como del espíritu, e incluso quizás también del debilitamiento de la vejez, si tuviéramos suficientes conocimientos de sus causas y de todos los remedios de los que nos ha provisto la naturaleza.

    Ahora bien, como había concebido el proyecto de emplear toda mi vida en la búsqueda de una ciencia tan necesaria y había encontrado un camino que me parecía tal que siguiéndolo infaliblemente se la debía encontrar, a menos que lo impidieran la brevedad de la vida o la falta de experiencias, juzgaba que no había mejor remedio contra estos dos impedimentos que comunicar fielmente al público todo lo poco que hubiera encontrado e invitar a los buenos espíritus a tratar de ir más lejos, contribuyendo cada uno, según su inclinación y su capacidad, a las experiencias que hubiera que hacer, y comunicando también al público todo cuanto aprendieran, a fin de que comenzando los últimos por donde los primeros hubieran terminado, y así reuniendo las vidas y los trabajos de muchos, avanzáramos todos juntos mucho más lejos de donde puede llegar cada uno en particular.

    Incluso observaba que las experiencias" son tanto más necesarias cuanto más se haya avanzado en el conocimiento. Porque al comienzo es preferible servirse solamente de las que se presentan por sí mismas a nuestros sentidos y que no podríamos ignorar por poca reflexión que hagamos, que buscar otras más raras y embrolladas, por la razón de que éstas más raras con frecuencia engañan cuando no se conocen todavía las causas de las más comunes, y las circunstancias de que dependen son casi siempre tan particulares y tan pequeñas que es muy difícil notarlas.



    55 Quizá se ha subestimado el papel de la experiencia en Descartes. En

    esta última parte, influenciado notablemente por Bacon, distingue dos

    clases y retoma la distinción entre la simple observación y la experi-

    mentación científica o experiencias dirigidas.







    Pero el orden que he tenido en esto es el siguiente: primeramente he tratado e hallar en general los principios o primeras causas de todo lo que en el mundo es o puede ser, sin considerar nada más ello que a Dios sólo que lo ha creado, ni sacarlos de otra parte que de ciertas semillas de verdades56 que están naturalmente en nuestras almas. Después de esto examiné cuáles eran los efectos primeros y más comunes que se podían deducir de esas causas, y me parece que por este medio encontré cielos, astros, una tierra, e incluso sobre la tierra, agua, aire, fuego, minerales, y otras cosas que son las más comunes y más simples de todas y por consiguiente las más fáciles de conocer. Luego cuando quise descender a las más particulares, se me presentaron tantas y tan diversas que no pude creer que fuera posible para el espíritu humano distinguir las formas o especies de cuerpos que hay en la Tierra, de otra infinidad que podría estar allí si la voluntad de Dios hubiera sido colocarlas, ni por lo tanto, relacionarlas con nuestra utilización a no ser que salgamos al encuentro de las causas por los efectos y utilicemos varias experiencias particulares.

    Luego de esto. al repasar en mi espíritu todos los objetos que ya se habían presentado a mis sentidos, me atrevo a decir que no advertí allí ninguna cosa que no

    pudiera explicar con suficiente comodidad por medio de los principios que había encontrado. Pero también es necesario confesar que el poder de la naturaleza es tan amplio y tan vasto, y que sus principios son tan simples y tan generales, que casi no observo ningún efecto particular sin que sepa de antemano que puede ser deducido de diversas maneras, y que mi mayor dificultad es por lo regular encontrar en cuál de esas maneras depende de los principios.





    56 Expresión que designa los principios innatos de las matemáticas sobre

    los que reposa completamente la geometría. Gilson, Commentaire, 453.

    "Semillas de verdad" está presente ya en la tradición estoica y leológica-

    La toma nuevamente en la Regla IV.



    Pues en esto no conozco otro medio que el de buscar de nuevo algunas experiencias que sean tales que su resultado no sea el mismo si hay que explicarlo en una de esas maneras o en otra. Por lo demás, he llegado a un punto tal que veo bastante bien, me parece, qué perspectiva se debe tomar para realizar la mayoría de experiencias que pueden servir para ese efecto; pero veo también que son tales y en tan gran número que ni mis manos, ni mi fortuna, podrían ser suficientes para hacerlas todas, aunque tuviese mil veces más de lo que tengo; de manera que según disponga en adelante de la comodidad para hacerlas más o menos, así también avanzaré más o menos en el conocimiento de la naturaleza. Todo esto me proponía hacer conocer en el tratado que había escrito, mostrando en él tan claramente la utilidad que el público puede recibir de ello, que yo obligaría a todos los que desean en general el bien de los hombres, es decir, a todos los que son realmente virtuosos y no por apariencia ni solo por opinión, a comunicarme tanto las experiencias que ya han hecho, como a ayudarme en la búsqueda de aquellas que quedan por hacer.

    Pero desde ese tiempo he tenido otras razones que me han hecho cambiar de opinión y pensar que debía en verdad continuar escribiendo todas las cosas que juzgaba de alguna importancia, en la medida en que descubriera su verdad, y poner en ello el mismo cuidado como si las quisiera hacer imprimir: tanto para tener más ocasión de examinarlas bien, pues sin duda cuando miramos siempre con más atención lo que se cree que tiene que ser visto por muchos, que lo que uno hace únicamente para sí mismo, y frecuentemente las cosas que me han parecido verdaderas cuando comencé a concebirlas, me han parecido falsas cuando quise ponerlas sobre el papel; como para no perder ninguna ocasión de servir al público, si soy capaz de esto, y que si mis escritos valen algo, los que los posean después de mi muerte pueden utilizarlos de la manera más conveniente; pero de ninguna manera podía consentir que fuesen publicados durante mi vida, para que ni las oposiciones y controversias a las que acaso estarían sujetos, ni incluso la reputación que pudiera ganar, me dieran ocasión alguna de perder el tiempo que yo proyectaba utilizar en instruirme. Pues aunque sea verdad que cada hombre está obligado a procurar el bien de los otros, en tanto está en sus manos, y que propiamente no vale nada quien

    no es útil a nadie, sin embargo es también cierto que nuestras preocupaciones deben extenderse más allá del tiempo presente, y que es bueno omitir las cosas que quizás aportarían algún provecho a los que viven, cuando se tiene el propósito de hacer otras que le aporten más a nuestros descendientes.

    Como en efecto quiero que se sepa que lo poco que hasta aquí he aprendido no es casi nada en comparación con lo que ignoro, y que no me desespero por poder aprender; pues sucede casi lo mismo con quienes descubren poco a poco la verdad en las ciencias y los que comienzan a hacerse ricos, que tienen menos dificultad para hacer grandes adquisiciones que la que tenían antes, cuando eran más pobres, para hacer otras muchas menores. O se les puede comparar con los jefes del ejército, cuyas fuerzas suelen crecer habitualmente en proporción con sus victorias, y que necesitan dar pruebas de habilidad para sostenerse después de una derrota más de la que emplean para tomar ciudades y provincias, después de haber ganado la batalla; Porque verdaderamente librar batallas es como tratar de vencer todas las dificultades y los errores que nos permiten llegar al conocimiento de la verdad, y perder una es como admitir alguna opinión falsa acerca de una materia algo general e importante; hace falta después una mayor destreza para reponerse en el mismo estado en que se estaba antes que para hacer grandes progresos cuando ya se tienen principios seguros. En cuanto a mí, si en lo que viene he encontrado algunas verdades en las ciencias (y espero que las cosas que están contenidas en este volumen permitirán juzgar que he encontrado algunas) puedo decir que no son más que consecuencias de las cinco o seis dificultades principales que he superado y que cuento como otras tantas batallas en que la fortuna ha estado de mi lado. No temería incluso afirmar que pienso no tener necesidad de ganar más que otras dos o tres semejantes para llegar completamente al término de mis proyectos; y que mi edad no está tan avanzada57 como para que, según el curso ordinario de la naturaleza, no pueda tener todavía suficiente tiempo para este efecto. Pero por esto mismo creo sentirme más obligado a organizar el tiempo que me queda porque tengo la esperanza de poder emplearlo bien; y tendría sin duda muchas ocasiones de perderlo si publicara los fundamentos de mi física. Pues aunque son casi todos tan evidentes que no me hace falta más que escucharlos para creerlos, y



    57 Para la época de publicación del Discurso tenía 41 años.



    Pues aunque son casi todos tan evidentes que no me hace falta más que escucharlos para creerlos, y como no hay ninguno del que no crea poder dar demostraciones, sin embargo, como es imposible que concuerden con todas las diversas opiniones de los demás hombres, preveo que suscitarían oposiciones que a menudo me distraerían de mis trabajos.

    Se puede decir que esas oposiciones serían útiles, tanto para hacerme conocer mis fallas como para que los demás, si tengo algo bueno, lograran con este medio una mejor comprensión de ello; y como muchos pueden ver más que un hombre solo, si comenzaran de inmediato a servirse de mis principios me ayudarían también con sus inventos. Pero aunque me reconozca como muy expuesto a errar, y casi nunca me fíe de los primeros pensamientos que me vienen, sin embargo la experiencia que tengo de tas objeciones que me pueden hacer me impide tener la esperanza de algún provecho: pues a menudo ya he experimentado los juicios, tanto de los que he tenido por mis amigos, como de otros a quienes pensaba ser indiferente, y aun también de algunos otros cuya malignidad y envidia yo sabía que tratarían de descubrir lo que el afecto ocultaría a mis amigos; pero raramente ha sucedido que me hayan objetado algo que no hubiese previsto completamente, a no ser que fuese alguna cosa muy alejada de mi tema; de suerte que casi nunca he encontrado ningún censor de mis opiniones que no me pareciera o menos riguroso o menos equitativo que yo mismo.



    58 En la Edad Media el método que seguían los filósofos era el de las

    disputas (dispulaliones): se defendía una tesis y a ella se le hacían ob-

    jeciones o contraposición de opiniones divergentes a la manera de dos

    bandos en combate.



    Y tampoco nunca he notado que por medio de las disputas58 que se practican en las es cuelas se haya descubierto alguna verdad que antes era ignorada; pues mientras cada cual trate de vencer al adversario, se ejercita mucho más en hacer valer lo verosímil que en pesar las razones de una y otra parte; y los que han sido mucho tiempo buenos abogados, no son por esto mismo, después, los mejores jueces.

    Respecto de la utilidad que los demás puedan recibir de esta comunicación de mis pensamientos, tampoco podría ser muy grande, ya que no los he llevado todavía tan lejos que no sea necesario agregar muchas cosas antes de ponerlos en la práctica. Y pienso poder decir, sin ninguna vanidad, que si hay alguien que sea capaz de ello, debo ser yo mismo más que ningún otro: y no porque no pueda haber en el mundo muchos espíritus incomparablemente mejores que el mío, sino porque no se puede concebir tan bien una cosa y hacerla suya cuando ha sido aprendida de otro, como cuando uno mismo la inventa. Lo cual es tan verdadero, en esta materia, que aunque con frecuencia haya explicado alguna de mis opiniones a personas de muy buen talento y que mientras yo les hablaba parecían entenderlas muy bien, sin embargo cuando las repetían observaba que casi siempre las habían cambiado, de tal suerte que ya no podía reconocerlas como mías. Ocasión que aprovecho con gusto para rogarle aquí a la posteridad que nunca crean que proceden de mí las cosas que otros les digan, mientras yo mismo no las haya divulgado. Y de ninguna manera me sorprenden las extravagancias que se atribuyen a esos antiguos filósofos cuyos escritos no poseemos, ni juzgo por esto que sus pensamientos hayan sido muy poco razonables, puesto que estaban entre los mejores talentos de su tiempo, sino solamente que sus opiniones nos han sido mal difundidas. Como también se ve que nunca ha ocurrido que alguno de sus seguidores los haya superado; y tengo por seguro que los más apasionados de los que ahora siguen a Aristóteles se creerían felices si tuvieran tanto conocimiento de la naturaleza como él, aunque fuese a condición de que nunca adquirieran más. Son como la hiedra, que no tiende a subir más alto que los árboles en que se enreda y hasta con frecuencia vuelve a bajar después de haber llegado hasta su copa; pues me parece que, quienes no contentos con saber todo lo que se les ha explicado de manera inteligible sobre el autor, quieren además de esto encontrar ahí la solución de muchas dificultades de las que no habla y en las cuales quizá nunca pensó, también descienden, es decir, se vuelven de alguna manera menos sabios como si dejaran de estudiar. Sin embargo es muy cómoda su manera de filosofar para quienes poseen un talento mediocre pues la oscuridad de las distinciones y de los principios de que se sirven les permite

    hablar de todo con tanta osadía como si lo supieran, y sostener todo lo que dicen contra los más sutiles y los más hábiles, sin que haya algún medio de convencerlos. En esto me parecen semejantes a un ciego que para pelearse sin desventaja contra, uno que ve, lo hubiera llevado al fondo de una cueva bien oscura; y puedo afirmar que éstos están interesados en que me abstenga de publicar los principios de la filosofía de los que me sirvo pues siendo tan simples y tan evidentes, como sin duda lo son, al publicarlos haría casi lo mismo que si abriera algunas ventanas e hiciera entrar luz en esa cueva a donde han bajado para pelear. Pero incluso ni los mejores espíritus pueden desear conocerlos, pues si lo que quieren es saber hablar de todas las cosas y adquirir fama de doctos, más fácilmente lo conseguirán contentándose con lo verosímil, que puede encontrarse sin gran trabajo en toda clase de materias, que buscando la verdad que solo se descubre poco a poco en algunas y que, cuando se trata de hablar de otros temas, obliga a confesar con franqueza que se los ignora.

    Pero si prefieren el conocimiento de un poco de verdades a la vanidad de aparentar que no se ignora nada, como sin duda es muy preferible, y si quieren seguir un propósito semejante al mío, no necesitan para ello que les diga algo más de lo que ya dije en este discurso. Pues si son capaces de ir más lejos de lo que he hecho, también con mayor razón lo serán de hallar por sí mismos todo lo que pienso haber encontrado. Tanto más que como nunca he examinado todo ordenadamente, es cierto que lo que todavía me queda por descubrir es de suyo más difícil y más oculto que lo que he podido encontrar hasta ahora, y por lo tanto experimentarán mucho menos placer en aprenderlo de mí que por ellos mismos; además de que el hábito que van a adquirir, buscando primero las cosas fáciles y pasando poco a poco por grados a otras más difíciles, les servirá más que lo que podrían hacerlo mis instrucciones. Como estoy persuadido, por parte mía, de que si me hubieran enseñado desde mi juventud todas las verdades cuyas demostraciones tuve que buscar después y no me hubiese costado ningún trabajo aprenderlas, quizá nunca hubiera podido llegar a saber otras y al menos no habría adquirido nunca el hábito y la facilidad que creo tener para encontrar siempre otras nuevas en la medida en que me dedique a buscarlas. En una palabra, si hay alguna obra en el mundo que nadie pueda terminar tan bien como el mismo que la comenzó, es ésta en la que trabajo.

    Como es verdad que respecto de las experiencias que pueden servir para llevarla a cabo, un hombre solo no sería suficiente para hacerlas todas, pero tampoco tendría que emplear con utilidad otras manos diferentes a las suyas como no sean las de los artesanos o las de aquellas personas a las que pueda pagar, y a quienes la esperanza de una ganancia, que es un medio muy eficaz, les hará realizar con exactitud todas las cosas que les ordenen. Pues en cuanto a los voluntarios que se ofreciesen acaso a ayudarle, por curiosidad o deseo de aprender, además de que por lo común tienen más promesas que eficacia y sólo hacen bellas proposiciones que nunca logran realizar, desearían con toda seguridad ser pagados con la explicación de algunas dificultades, o al menos con cumplidos y conversaciones inútiles, las cuales así le costaran tan poco de su tiempo son una pérdida. Y, en cuanto a las experiencias que han realizado ya los demás, aunque quisieran comunicarlas, lo que nunca harían los que las llaman secretas, están compuestas en su mayoría de tantas circunstancias o de ingredientes superfluos que le sería muy difícil descifrar su verdad; sin contar además con que las encontraría a todas tan mal explicadas o incluso tan falsas, por haberse esforzado sus autores en hacerlas aparecer conformes a sus principios, que si hubiera algunas que le sirviesen, no podrían valer el tiempo que sería necesario para escogerlas. De manera que si hubiera alguien en el mundo de quien se supiese con seguridad que es capaz de encontrar las cosas que pueda haber más grandes y más útiles para el público y que por esto los demás hombres se esforzaran por todos los medios en ayudarlo a realizar sus propósitos, no veo que pudieran hacer por él otra cosa diferente a la de contribuir a los gastos de las experiencias que necesite y, por lo demás, impedir que su tiempo libre le sea arrebatado por la impertinencia de alguien. Pero además de que no tengo tanta presunción como para prometer algo extraordinario, ni me siento tan lleno de pensamientos tan vanos como para imaginarme que el público deba interesarse mucho en mis proyectos, tampoco tengo el alma tan baja como para querer aceptar de nadie ningún favor que pudiera creerse que no merezco.



    Todas estas consideraciones en su conjunto fueron la causa, hace tres años, de que no quisiera divulgar el tratado que tenía en mis manos, e incluso de que tomara la decisión de no hacer conocer, durante mi vida, ningún otro que fuese tan general ni que por él se pudieran entender los fundamentos de mi física. Pero tuve luego otras dos razones, que me obligaron a incluir aquí algunos ensayos particulares y a dar cuenta al público de mis acciones y proyectos. La primera es que, si no lo hacía, muchas personas que han conocido la intención que tenía de hacer imprimir algunos escritos podrían imaginarse que las causas por las cuales me abstengo serían para mí más desfavorables de lo que realmente son. Pues aunque no me guste la gloria excesivamente, o incluso me atrevo a decir que la odio, en cuanto la juzgo contraria al reposo, al que aprecio sobre todas las cosas, tampoco he tratado jamás de ocultar mis acciones como si fueran crímenes, ni he tomado muchas precauciones por permanecer desconocido; y esto, no tanto porque creyera hacerme daño a mí mismo como porque me habría dado alguna especie de inquietud, contraria al perfecto reposo de espíritu que busco. Y porque siempre me mantuve indiferente entre la preocupación por ser conocido o no serlo, no pude impedir, con todo, adquirir una cierta clase de reputación, he pensado que debía hacer lo mejor que estuviera a mi alcance para evitar al menos que fuera mala. La otra razón que me obligó a escribir fue que, viendo todos los días cada vez más el retraso que sufre mi propósito de instruirme por una infinidad de experiencias que tengo necesidad de hacer y que es imposible que yo haga sin la ayuda de otro, aunque no me jacte tanto de esperar que el público participe mucho de mis intereses, sin embargo no quiero fallar yo mismo como para dar motivo a los que me sobrevivan de reprocharme algún día que hubiera podido dejarles cosas mejores si no hubiese descuidado demasiado hacerles entender en qué podían ellos contribuir a mis proyectos.

    Y pensé que me era fácil escoger algunas materias que, sin estar sometidas a muchas controversias, y sin obligarme a declarar mis principios más de lo que yo deseo, no dejarían de mostrar con mucha claridad lo que puedo o lo que no puedo en las ciencias. En esto no podría decir si lo he logrado, ni quiero tampoco anticipar juicios a nadie hablando de mis escritos yo mismo; pero me gustaría que se los examine; y para que se tenga mayor ocasión de hacerlo les ruego a todos los que tengan objeciones para hacer que se tomen la molestia de enviarlas a mi librero59 quien me las trasmitirá, y yo trataré al mismo tiempo de darle respuesta a estas inquietudes; de esta manera los lectores, viendo conjuntamente unas y otras juzgarán más fácilmente la verdad.



    59 De nombre Jean Maire.



    Pues no prometo dar jamás largas respuestas sino solamente confesar mis fallas con mucha franqueza si las conozco bien; si no las puedo percibir, decir simplemente lo que crea que se requiere para la defensa de las cosas que he escrito, sin añadirles la explicación de ninguna nueva materia a fin de no comprometerme indefinidamente pasando de una a otra.

    Si alguna de las cosas de que hablo al principio de la Dióptríca y de los Meteoros son ante todo chocantes porque las llamo suposiciones60 y no parezco dispuesto a probarlas, que tengan la paciencia de leerlo todo cuidadosamente y espero que sientan satisfacción con ello. Pues me parece que las razones se ligan de tal manera que, como las últimas son demostradas por las primeras, que son sus causas, estas primeras lo son recíprocamente por las últimas, que son sus efectos. Y no hay que imaginar que cometo en esto la falta que los lógicos llaman círculo61; pues como la experiencia muestra que la mayoría de estos efectos son muy ciertos, las causas de los que los deduzco no sirven tanto para probarlos como para explicarlos; pero, por el contrario, son las causas.



    60 "Suposiciones"; en latín hipotheses. La Dióptríca tiene que ver funda-

    mentalmente con la fabricación de lentes. La luz, la refracción, el ojo, los

    sentidos en general, las imágenes que se forman en el fondo del ojo, la

    visión y los medios para perfeccionarla, la descripción de los lentes, son

    temas de los 10 discursos en que se divide la obra. Los Meteoros, tam-

    bién dividida en discursos, trata de la naturaleza de los cuerpos terres-

    tres, vapores, vientos, el arco iris, la lluvia, la tempestad, las nubes.

    61 En el sentido de círculo vicioso, cuando se usa como argumento de la

    demostración una tesis demostrada a partir de la misma tesis que sé

    quiere demostrar.



    Y no hay que imaginar que cometo en esto la falta que los lógicos llaman círculo61; pues como la experiencia muestra que la mayoría de estos efectos son muy ciertos, las causas de los que los deduzco no sirven tanto para probarlos como para explicarlos; pero, por el contrario, son las causas las que son probadas por ellos. Y las he llamado suposiciones para que se sepa que pienso poder deducirlas de esas primeras verdades que ya expliqué antes, pero que he querido expresamente no hacerlo para impedir que ciertos espíritus que se imaginan que saben en un día todo lo que otro ha pensado en veinte años, tan pronto se les han dicho solamente dos o tres palabras, y que están tanto más sujetos a errar y son menos capaces de la verdad, cuanto más penetrantes y vivaces, no puedan aprovechar la ocasión para construir alguna filosofía extravagante sobre lo que creen que son mis principios, y luego me atribuyen la falta. Pues en lo que respecta a las opiniones enteramente mías, no las defiendo como nuevas, tanto más cuanto que si se examinan bien las razones estoy seguro de encontrarlas tan simples y tan conformes al sentido común, que parecerán menos extraordinarias y menos extrañas que algunas otras que se puedan encontrar sobre los mismos temas. Y tampoco me halago de ser el primer inventor de ninguna de ellas sino solamente de no haberlas admitido nunca, ni porque habían sido afirmadas por otros, ni porque no lo habían sido, sino solamente porque la razón me ha persuadido de su verdad.

    Si los artesanos no puedan en seguida ejecutar el invento que está explicado en la Dióptrica62, no creo que por esto se pueda decir que sea malo: pues así como se necesita tanta destreza y hábito para hacer y para ajusfar las máquinas que he descrito sin que falte ningún detalle, no me sorprendería menos si acertaran con el primer in tentó, como si alguien pudiera aprender, en un día, a tocar el laúd perfectamente por el solo hecho de que se le hubiera dado una buena partitura.



    62 En el último discurso titulado precisamente "De la manera de tallar los

    lentes".



    Y si escribo en francés63, que es la lengua de mi país, más que en latín, que es la de mis preceptores, es porque espero que los que sólo se sirven de su razón natural completamente pura juzgarán mejor mis opiniones que los que solo creen en los libros antiguos. En cuanto a los que unen buen sentido con estudio, los únicos a quienes deseo como mis jueces, no serán, y de esto estoy seguro, tan parciales en favor del latín que no quieran entender mis razones porque las explico en lengua vulgar.

    Por lo demás, no quiero hablar aquí en particular de los progresos que tengo la esperanza de hacer en el futuro en las ciencias, ni comprometerme con el público con alguna promesa que no esté seguro de cumplir; pero diré tan sólo que he decidido emplear el tiempo que me queda de vida en otra cosa que en tratar de adquirir un conocimiento tal de la naturaleza, que se puedan sacar de él reglas para la medicina más seguras de las que se han tenido hasta el presente, y que mi inclinación me aleja con tanta fuerza de cualquier clase de propósitos diferentes, principalmente de los que no pueden ser útiles a unos sino a costa de dañar a otros, que si algunas circunstancias me obligaran a dedicarme a ellos no creo que sea capaz de lograrlos.



    63 Declaración de Descartes que es una justificación sobre la utilización

    de una lengua natural como reserva del pensamiento, Derrida hace

    ver en un extenso comentario que su justificación es bien problemáti-

    ca pues incluye un doble presente, constativo y performativo a la vez,

    con repercusiones en la traducción y las relaciones entre lengua y

    discurso filosófico (El lenguaje y las instituciones filosóficas. Paidós).



    Para lo cual esta declaración que hago aquí, sé bien que no puede servir para volverme famoso en el mundo, pero tampoco tengo deseo de serlo; y siempre me sentiré más obligado con los que con su favor disfrutaré sin impedimentos mi tiempo libre, pero no lo haría con los que me ofrezcan los más honrosos empleos de la Tierra

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  7. Friedrich Nietzsche

    Sobre verdad y mentira en sentido extramoral

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    En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la �Historia Universal�: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo. Pero, si pudiéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída de ese mismo pathos, y se siente el centro volante de este mundo. Nada hay en la naturaleza, por despreciable e insignificante que sea, que, al más pequeño soplo de aquel poder del conocimiento, no se infle inmediatamente como un odre; y del mismo modo que cualquier mozo de cuerda quiere tener su admirador, el más soberbio de los hombres, el filósofo, está completamente convencido de que, desde todas partes, los ojos del universo tienen telescópicamente puesta su mirada en sus obras y pensamientos.

    Es digno de nota que sea el intelecto quien así obre, él que, sin embargo, sólo ha sido añadido precisamente como un recurso de los seres más infelices, delicados y efímeros, para conservarlos un minuto en la existencia, de la cual, por el contrario, sin ese aditamento tendrían toda clase de motivos para huir tan rápidamente como el hijo de Lessing. Ese orgullo, ligado al conocimiento y a la sensación, niebla cegadora colocada sobre los ojos y los sentidos de los hombres, los hace engañarse sobre el valor de la existencia, puesto que aquél proporciona la más aduladora valoración sobre el conocimiento mismo. Su efecto más general es el engaño �pero también los efectos más particulares llevan consigo algo del mismo carácter�.

    El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que éste es el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña. En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad. Se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibe �formas�, su sensación no conduce en ningún caso a la verdad, sino que se contenta con recibir estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas. Además, durante toda una vida, el hombre se deja engañar por la noche en el sueño, sin que su sentido moral haya tratado nunca de impedirlo, mientras que parece que ha habido hombres que, a fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos. En realidad, ¿qué sabe el hombre de sí mismo? ¿Sería capaz de percibirse a sí mismo, aunque sólo fuese por una vez, como si estuviese tendido en una vitrina iluminada? ¿Acaso no le oculta la naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso su propio cuerpo, de modo que, al margen de las circunvoluciones de sus intestinos, del rápido flujo de su circulación sanguínea, de las complejas vibraciones de sus fibras, quede desterrado y enredado en una conciencia soberbia e ilusa? Ella ha tirado la llave, y ¡ay de la funesta curiosidad que pudiese mirar fuera a través de una hendidura del cuarto de la conciencia y vislumbrase entonces que el hombre descansa sobre la crueldad, la codicia, la insaciabilidad, el asesinato, en la indiferencia de su ignorancia y, por así decirlo, pendiente en sus sueños del lomo de un tigre! ¿De dónde procede en el mundo entero, en esta constelación, el impulso hacia la verdad?

    En un estado natural de las cosas, el individuo, en la medida en que se quiere mantener frente a los demás individuos, utiliza el intelecto y la mayor parte de las veces solamente para fingir, pero, puesto que el hombre, tanto por la necesidad como por hastío, desea existir en sociedad y gregariamente, precisa de un tratado de paz y, de acuerdo con este, procura que, al menos, desaparezca de su mundo el más grande bellum omnium contra omnes. Este tratado de paz conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese misterioso impulso hacia la verdad. En este mismo momento se fija lo que a partir de entonces ha de ser �verdad�, es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira. El mentiroso utiliza las designaciones válidas, las palabras, para hacer aparecer lo irreal como real; dice, por ejemplo, �soy rico� cuando la designación correcta para su estado sería justamente �pobre�. Abusa de las convenciones consolidadas haciendo cambios discrecionales, cuando no invirtiendo los nombres. Si hace esto de manera interesada y que además ocasione perjuicios, la sociedad no confiará ya más en él y, por este motivo, lo expulsará de su seno. Por eso los hombres no huyen tanto de ser engañados como de ser perjudicados mediante el engaño; en este estadio tampoco detestan en rigor el embuste, sino las consecuencias perniciosas, hostiles, de ciertas clases de embustes. El hombre nada más que desea la verdad en un sentido análogamente limitado: ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida; es indiferente al conocimiento puro y sin consecuencias e incluso hostil frente a las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o destructivos. Y, además, ¿qué sucede con esas convenciones del lenguaje? ¿Son quizá productos del conocimiento, del sentido de la verdad? ¿Concuerdan las designaciones y las cosas? ¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las realidades?

    Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una �verdad� en el grado que se acaba de señalar. Si no se contenta con la verdad en forma de tautología, es decir, con conchas vacías, entonces trocará continuamente ilusiones por verdades. ¿Qué es una palabra? La reproducción en sonidos de un impulso nervioso. Pero inferir además a partir del impulso nervioso la existencia de una causa fuera de nosotros, es ya el resultado de un uso falso e injustificado del principio de razón. ¡Cómo podríamos decir legítimamente, si la verdad fuese lo único decisivo en la génesis del lenguaje, si el punto de vista de la certeza lo fuese también respecto a las designaciones, cómo, no obstante, podríamos decir legítimamente: la piedra es dura, como si además captásemos lo �duro� de otra manera y no solamente como una excitación completamente subjetiva! Dividimos las cosas en géneros, caracterizamos el árbol como masculino y la planta como femenino: ¡qué extrapolación tan arbitraria! ¡A qué altura volamos por encima del canon de la certeza! Hablamos de una �serpiente�: la designación cubre solamente el hecho de retorcerse; podría, por tanto, atribuírsele también al gusano. ¡Qué arbitrariedad en las delimitaciones! ¡Qué parcialidad en las preferencias, unas veces de una propiedad de una cosa, otras veces de otra! Los diferentes lenguajes, comparados unos con otros, ponen en evidencia que con las palabras jamás se llega a la verdad ni a una expresión adecuada pues, en caso contrario, no habría tantos lenguajes. La �cosa en sí� (esto sería justamente la verdad pura, sin consecuencias) es totalmente inalcanzable y no es deseable en absoluto para el creador del lenguaje. Éste se limita a designar las relaciones de las cosas con respecto a los hombres y para expresarlas apela a las metáforas más audaces. ¡En primer lugar, un impulso nervioso extrapolado en una imagen! Primera metáfora. ¡La imagen transformada de nuevo en un sonido! Segunda metáfora. Y, en cada caso, un salto total desde una esfera a otra completamente distinta. Se podría pensar en un hombre que fuese completamente sordo y jamás hubiera tenido ninguna sensación sonora ni musical; del mismo modo que un hombre de estas características se queda atónito ante las figuras acústicas de Chladni en la arena, descubre su causa en las vibraciones de la cuerda y jurará entonces que, en adelante, no se puede ignorar lo que los hombres llaman �sonido�, así nos sucede a todos nosotros con el lenguaje. Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores y no poseemos, sin embargo, más que metáforas de las cosas que no corresponden en absoluto a las esencias primitivas. Del mismo modo que el sonido configurado en la arena, la enigmática x de la cosa en sí se presenta en principio como impulso nervioso, después como figura, finalmente como sonido. Por tanto, en cualquier caso, el origen del lenguaje no sigue un proceso lógico, y todo el material sobre el que, y a partir del cual, trabaja y construye el hombre de la verdad, el investigador, el filósofo, procede, si no de las nubes, en ningún caso de la esencia de las cosas.

    Pero pensemos especialmente en la formación de los conceptos. Toda palabra se convierte de manera inmediata en concepto en tanto que justamente no ha de servir para la experiencia singular y completamente individualizada a la que debe su origen, por ejemplo, como recuerdo, sino que debe encajar al mismo tiempo con innumerables experiencias, por así decirlo, más o menos similares, jamás idénticas estrictamente hablando; en suma, con casos puramente diferentes. Todo concepto se forma por equiparación de casos no iguales. Del mismo modo que es cierto que una hoja no es igual a otra, también es cierto que el concepto hoja se ha formado al abandonar de manera arbitraria esas diferencias individuales, al olvidar las notas distintivas, con lo cual se suscita entonces la representación, como si en la naturaleza hubiese algo separado de las hojas que fuese la �hoja�, una especie de arquetipo primigenio a partir del cual todas las hojas habrían sido tejidas, diseñadas, calibradas, coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manos tan torpes, que ningún ejemplar resultase ser correcto y fidedigno como copia fiel del arquetipo. Decimos que un hombre es �honesto�. ¿Por qué ha obrado hoy tan honestamente?, preguntamos. Nuestra respuesta suele ser así: a causa de su honestidad. ¡La honestidad! Esto significa a su vez: la hoja es la causa de las hojas. Ciertamente no sabemos nada en absoluto de una cualidad esencial, denominada �honestidad�, pero sí de una serie numerosa de acciones individuales, por lo tanto desemejantes, que igualamos olvidando las desemejanzas, y, entonces, las denominamos acciones honestas; al final formulamos a partir de ellas una qualitas occulta con el nombre de �honestidad�.

    La omisión de lo individual y de lo real nos proporciona el concepto del mismo modo que también nos proporciona la forma, mientras que la naturaleza no conoce formas ni conceptos, así como tampoco ningún tipo de géneros, sino solamente una x que es para nosotros inaccesible e indefinible. También la oposición que hacemos entre individuo y especie es antropomórfica y no procede de la esencia de las cosas, aun cuando tampoco nos aventuramos a decir que no le corresponde: en efecto, sería una afirmación dogmática y, en cuanto tal, tan demostrable como su contraria.

    ¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.

    No sabemos todavía de dónde procede el impulso hacia la verdad, pues hasta ahora solamente hemos prestado atención al compromiso que la sociedad establece para existir: ser veraz, es decir, utilizar las metáforas usuales; por tanto, solamente hemos prestado atención, dicho en términos morales, al compromiso de mentir de acuerdo con una convención firme, mentir borreguilmente, de acuerdo con un estilo vinculante para todos. Ciertamente, el hombre se olvida de que su situación es ésta; por tanto, miente de la manera señalada inconscientemente y en virtud de hábitos seculares �y precisamente en virtud de esta inconsciencia, precisamente en virtud de este olvido, adquiere el sentimiento de la verdad�. A partir del sentimiento de estar comprometido a designar una cosa como �roja�, otra como �fría� y una tercera como �muda�, se despierta un movimiento moral hacia la verdad; a partir del contraste del mentiroso, en quien nadie confía y a quien todo el mundo excluye, el hombre se demuestra a sí mismo lo honesto, lo fiable y lo provechoso de la verdad. En ese instante, el hombre pone sus actos como ser racional bajo el dominio de las abstracciones; ya no tolera más el ser arrastrado por las impresiones repentinas, por las intuiciones; generaliza en primer lugar todas esas impresiones en conceptos más descoloridos, más fríos, para uncirlos al carro de su vida y de su acción. Todo lo que eleva al hombre por encima del animal depende de esa capacidad de volatilizar las metáforas intuitivas en un esquema; en suma, de la capacidad de disolver una figura en un concepto. En el ámbito de esos esquemas es posible algo que jamás podría conseguirse bajo las primitivas impresiones intuitivas: construir un orden piramidal por castas y grados; instituir un mundo nuevo de leyes, privilegios, subordinaciones y delimitaciones, que ahora se contrapone al otro mundo de las primitivas impresiones intuitivas como lo más firme, lo más general, lo mejor conocido y lo más humano y, por tanto, como una instancia reguladora e imperativa. Mientras que toda metáfora intuitiva es individual y no tiene otra idéntica y, por tanto, sabe siempre ponerse a salvo de toda clasificación, el gran edificio de los conceptos ostenta la rígida regularidad de un columbarium romano e insufla en la lógica el rigor y la frialdad peculiares de la matemática. Aquel a quien envuelve el hálito de esa frialdad, se resiste a creer que también el concepto, óseo y octogonal como un dado y, como tal, versátil, no sea más que el residuo de una metáfora, y que la ilusión de la extrapolación artística de un impulso nervioso en imágenes es, si no la madre, sí sin embargo la abuela de cualquier concepto. Ahora bien, dentro de ese juego de dados de los conceptos se denomina �verdad� al uso de cada dado según su designación; contar exactamente sus puntos, formar las clasificaciones correctas y no violar en ningún caso el orden de las castas ni la sucesión jerárquica. Así como los romanos y los etruscos dividían el cielo mediante rígidas líneas matemáticas y conjuraban en ese espacio así delimitado, como en un templum, a un dios, cada pueblo tiene sobre él un cielo conceptual semejante matemáticamente repartido y en esas circunstancias entiende por mor de la verdad, que todo dios conceptual ha de buscarse solamente en su propia esfera. Cabe admirar en este caso al hombre como poderoso genio constructor, que acierta a levantar sobre cimientos inestables y, por así decirlo, sobre agua en movimiento una catedral de conceptos infinitamente compleja: ciertamente, para encontrar apoyo en tales cimientos debe tratarse de un edificio hecho como de telarañas, suficientemente liviano para ser transportado por las olas, suficientemente firme para no desintegrarse ante cualquier soplo de viento. Como genio de la arquitectura el hombre se eleva muy por encima de la abeja: ésta construye con la cera que recoge de la naturaleza; aquél, con la materia bastante más delicada de los conceptos que, desde el principio, tiene que fabricar por sí mismo. Aquí él es acreedor de admiración profunda �pero no ciertamente por su inclinación a la verdad, al conocimiento puro de las cosas�. Si alguien esconde una cosa detrás de un matorral, a continuación la busca en ese mismo sitio y, además, la encuentra, no hay mucho de qué vanagloriarse en esa búsqueda y ese descubrimiento; sin embargo, esto es lo que sucede con la búsqueda y descubrimiento de la �verdad� dentro del recinto de la razón. Si doy la definición de mamífero y a continuación, después de haber examinado un camello, declaro: �he aquí un mamífero�, no cabe duda de que con ello se ha traído a la luz una nueva verdad, pero es de valor limitado; quiero decir; es antropomórfica de cabo a rabo y no contiene un solo punto que sea �verdadero en sí�, real y universal, prescindiendo de los hombres. El que busca tales verdades en el fondo solamente busca la metamorfosis del mundo en los hombres; aspira a una comprensión del mundo en tanto que cosa humanizada y consigue, en el mejor de los casos, el sentimiento de una asimilación. Del mismo modo que el astrólogo considera a las estrellas al servicio de los hombres y en conexión con su felicidad y con su desgracia, así también un investigador tal considera que el mundo en su totalidad está ligado a los hombres; como el eco infinitamente repetido de un sonido original, el hombre; como la imagen multiplicada de un arquetipo, el hombre. Su procedimiento consiste en tomar al hombre como medida de todas las cosas; pero entonces parte del error de creer que tiene estas cosas ante sí de manera inmediata,como objetos puros. Por tanto, olvida que las metáforas intuitivas originales no son más que metáforas y las toma por las cosas mismas.

    Sólo mediante el olvido de este mundo primitivo de metáforas, sólo mediante el endurecimiento y petrificación de un fogoso torrente primordial compuesto por una masa de imágenes que surgen de la capacidad originaria de la fantasía humana, sólo mediante la invencible creencia en que este sol, esta ventana, esta mesa son una verdad en sí, en resumen: gracias solamente al hecho de que el hombre se olvida de sí mismo como sujeto y, por cierto, como sujeto artísticamente creador, vive con cierta calma, seguridad y consecuencia; si pudiera salir, aunque sólo fuese un instante, fuera de los muros de esa creencia que lo tiene prisionero, se terminaría en el acto su �conciencia de sí mismo�. Le cuesta trabajo reconocer ante sí mismo que el insecto o el pájaro perciben otro mundo completamente diferente al del hombre y que la cuestión de cuál de las dos percepciones del mundo es la correcta carece totalmente de sentido, ya que para decidir sobre ello tendríamos que medir con la medida de la percepción correcta, es decir, con una medida de la que no se dispone. Pero, por lo demás, la �percepción correcta� �es decir, la expresión adecuada de un objeto en el sujeto� me parece un absurdo lleno de contradicciones, puesto que entre dos esferas absolutamente distintas, como lo son el sujeto y el objeto, no hay ninguna causalidad, ninguna exactitud, ninguna expresión, sino, a lo sumo, una conducta estética, quiero decir: un extrapolar alusivo, un traducir balbuciente a un lenguaje completamente extraño, para lo que, en todo caso, se necesita una esfera intermedia y una fuerza mediadora, libres ambas para poetizar e inventar. La palabra �fenómeno� encierra muchas seducciones, por lo que, en lo posible, procuro evitarla, puesto que no es cierto que la esencia de las cosas se manifieste en el mundo empírico. Un pintor que careciese de manos y quisiera expresar por medio del canto el cuadro que ha concebido, revelará siempre, en ese paso de una esfera a otra, mucho más sobre la esencia de las cosas que en el mundo empírico. La misma relación de un impulso nervioso con la imagen producida no es, en sí, necesaria; pero cuando la misma imagen se ha producido millones de veces y se ha transmitido hereditariamente a través de muchas generaciones de hombres, apareciendo finalmente en toda la humanidad como consecuencia cada vez del mismo motivo, acaba por llegar a tener para el hombre el mismo significado que si fuese la única imagen necesaria, como si la relación del impulso nervioso original con la imagen producida fuese una relación de causalidad estricta; del mismo modo que un sueño eternamente repetido sería percibido y juzgado como algo absolutamente real. Pero el endurecimiento y la petrificación de una metáfora no garantizan para nada en absoluto la necesidad y la legitimación exclusiva de esta metáfora.

    Sin duda, todo hombre que esté familiarizado con tales consideraciones ha sentido una profunda desconfianza hacia todo idealismo de este tipo, cada vez que se ha convencido con la claridad necesaria de la consecuencia, ubicuidad e infalibilidad de las leyes de la naturaleza; y ha sacado esta conclusión: aquí, cuanto alcanzamos en las alturas del mundo telescópico y en los abismos del mundo microscópico, todo es tan seguro, tan elaborado, tan infinito, tan regular, tan exento de lagunas; la ciencia cavará eternamente con éxito en estos pozos, y todo lo que encuentre habrá de concordar entre sí y no se contradirá. Qué poco se asemeja esto a un producto de la imaginación; si lo fuese, tendría que quedar al descubierto en alguna parte de la apariencia y la irrealidad. Al contrario, cabe decir por lo pronto que, si cada uno de nosotros tuviese una percepción sensorial diferente, podríamos percibir unas veces como pájaros, otras como gusanos, otras como plantas, o si alguno de nosotros viese el mismo estímulo como rojo, otro como azul e incluso un tercero lo percibiese como un sonido, entonces nadie hablaría de tal regularidad de la naturaleza, sino que solamente se la concebiría como una creación altamente subjetiva. Entonces, ¿qué es, en suma, para nosotros una ley de la naturaleza? No nos es conocida en sí, sino solamente por sus efectos, es decir, en sus relaciones con otras leyes de la naturaleza que, a su vez, sólo nos son conocidas como sumas de relaciones. Por consiguiente, todas esas relaciones no hacen más que remitir continuamente unas a otras y nos resultan completamente incomprensibles en su esencia; en realidad sólo conocemos de ellas lo que nosotros aportamos: el tiempo, el espacio, por tanto las relaciones de sucesión y los números. Pero todo lo maravilloso, lo que precisamente nos asombra de las leyes de la naturaleza, lo que reclama nuestra explicación y lo que podría introducir en nosotros la desconfianza respecto al idealismo, reside única y exclusivamente en el rigor matemático y en la inviolabilidad de las representaciones del espacio y del tiempo. Sin embargo, esas nociones las producimos en nosotros y a partir de nosotros con la misma necesidad que la araña teje su tela; si estamos obligados a concebir todas las cosas solamente bajo esas formas, entonces no es ninguna maravilla el que, a decir verdad, sólo captemos en todas las cosas precisamente esas formas, puesto que todas ellas deben llevar consigo las leyes del número, y el número es precisamente lo más asombroso de las cosas. Toda la regularidad de las órbitas de los astros y de los procesos químicos, regularidad que tanto respeto nos infunde, coincide en el fondo con aquellas propiedades que nosotros introducimos en las cosas, de modo que, con esto, nos infundimos respeto a nosotros mismos. En efecto, de aquí resulta que esta producción artística de metáforas con la que comienza en nosotros toda percepción, supone ya esas formas y, por tanto, se realizará en ellas; sólo por la sólida persistencia de esas formas primigenias resulta posible explicar el que más tarde haya podido construirse sobre las metáforas mismas el edificio de los conceptos. Este edificio es, efectivamente, una imitación, sobre la base de las metáforas, de las relaciones de espacio, tiempo y número.



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    Como hemos visto, en la construcción de los conceptos trabaja originariamente el lenguaje; más tarde la ciencia. Así como la abeja construye las celdas y, simultáneamente, las rellena de miel, del mismo modo la ciencia trabaja inconteniblemente en ese gran columbarium de los conceptos, necrópolis de las intuiciones; construye sin cesar nuevas y más elevadas plantas, apuntala, limpia y renueva las celdas viejas y, sobre todo, se esfuerza en llenar ese colosal andamiaje que desmesuradamente ha apilado y en ordenar dentro de él todo el mundo empírico, es decir, el mundo antropomórfico. Si ya el hombre de acción ata su vida a la razón y a los conceptos para no verse arrastrado y no perderse a sí mismo, el investigador construye su choza junto a la torre de la ciencia para que pueda servirle de ayuda y encontrar él mismo protección bajo ese baluarte ya existente. De hecho necesita protección, puesto que existen fuerzas terribles que constantemente le amenazan y que oponen a la verdad científica �verdades� de un tipo completamente diferente con las más diversas etiquetas.

    Ese impulso hacia la construcción de metáforas, ese impulso fundamental del hombre del que no se puede prescindir ni un solo instante, pues si así se hiciese se prescindiría del hombre mismo, no queda en verdad sujeto y apenas si domado por el hecho de que con sus evanescentes productos, los conceptos, resulta construido un nuevo mundo regular y rígido que le sirve de fortaleza. Busca un nuevo campo para su actividad y otro cauce y lo encuentra en el mito y, sobre todo, en el arte. Confunde sin cesar las rúbricas y las celdas de los conceptos introduciendo de esta manera nuevas extrapolaciones, metáforas y metonimias; continuamente muestra el afán de configurar el mundo existente del hombre despierto, haciéndolo tan abigarradamente irregular, tan inconsecuente, tan inconexo, tan encantador y eternamente nuevo, como lo es el mundo de los sueños. En sí, ciertamente, el hombre despierto solamente adquiere conciencia de que está despierto por medio del rígido y regular tejido de los conceptos y, justamente por eso, cuando en alguna ocasión un tejido de conceptos es desgarrado de repente por el arte llega a creer que sueña. Tenía razón Pascal cuando afirmaba que, si todas las noches nos sobreviniese el mismo sueño, nos ocuparíamos tanto de él como de las cosas que vemos cada día: �Si un artesano estuviese seguro de que sueña cada noche, durante doce horas completas, que es rey, creo �dice Pascal� que sería tan dichoso como un rey que soñase todas las noches durante doce horas que es artesano�. La diurna vigilia de un pueblo míticamente excitado, como el de los antiguos griegos, es, de hecho, merced al milagro que se opera de continuo, tal y como el mito supone, más parecida al sueño que a la vigilia del pensador científicamente desilusionado. Si cada árbol puede hablar como una ninfa, o si un dios, bajo la apariencia de un toro, puede raptar doncellas, si de pronto la misma diosa Atenea puede ser vista en compañía de Pisístrato recorriendo las plazas de Atenas en un hermoso tiro �y esto el honrado ateniense lo creía�, entonces, en cada momento, como en sueños, todo es posible y la naturaleza entera revolotea alrededor del hombre como si solamente se tratase de una mascarada de los dioses, para quienes no constituiría más que una broma el engañar a los hombres bajo todas las figuras.

    Pero el hombre mismo tiene una invencible inclinación a dejarse engañar y está como hechizado por la felicidad cuando el rapsoda le narra cuentos épicos como si fuesen verdades, o cuando en una obra de teatro el cómico, haciendo el papel de rey, actúa más regiamente que un rey en la realidad. El intelecto, ese maestro del fingir, se encuentra libre y relevado de su esclavitud habitual tanto tiempo como puede engañar sin causar daño, y en esos momentos celebra sus Saturnales. Jamás es tan exuberante, tan rico, tan soberbio, tan ágil y tan audaz: poseído de placer creador, arroja las metáforas sin orden alguno y remueve los mojones de las abstracciones de tal manera que, por ejemplo, designa el río como el camino en movimiento que lleva al hombre allí donde habitualmente va. Ahora ha arrojado de sí el signo de la servidumbre; mientras que antes se esforzaba con triste solicitud en mostrar el camino y las herramientas a un pobre individuo que ansía la existencia y se lanza, como un siervo, en buscar de presa y botín para su señor, ahora se ha convertido en señor y puede borrar de su semblante la expresión de indigencia. Todo lo que él hace ahora conlleva, en comparación con sus acciones anteriores, el fingimiento, lo mismo que las anteriores conllevaban la distorsión. Copia la vida del hombre, pero la toma como una cosa buena y parece darse por satisfecho con ella. Ese enorme entramado y andamiaje de los conceptos al que de por vida se aferra el hombre indigente para salvarse, es solamente un armazón para el intelecto liberado y un juguete para sus más audaces obras de arte y, cuando lo destruye, lo mezcla desordenadamente y lo vuelve a juntar irónicamente, uniendo lo más diverso y separando lo más afín, pone de manifiesto que no necesita de aquellos recursos de la indigencia y que ahora no se guía por conceptos, sino por intuiciones. No existe ningún camino regular que conduzca desde esas intuiciones a la región de los esquemas espectrales, las abstracciones; la palabra no está hecha para ellas, el hombre enmudece al verlas o habla en metáforas rigurosamente prohibidas o mediante concatenaciones conceptuales jamás oídas, para corresponder de un modo creador, aunque sólo sea mediante la destrucción y el escarnio de los antiguos límites conceptuales, a la impresión de la poderosa intuición actual.

    Hay períodos en los que el hombre racional y el hombre intuitivo caminan juntos; el uno angustiado ante la intuición, el otro mofándose de la abstracción; es tan irracional el último como poco artístico el primero. Ambos ansían dominar la vida: éste sabiendo afrontar las necesidades más imperiosas mediante previsión, prudencia y regularidad; aquél sin ver, como �héroe desbordante de alegría�, esas necesidades y tomando como real solamente la vida disfrazada de apariencia y belleza. Allí donde el hombre intuitivo, como en la Grecia antigua, maneja sus armas de manera más potente y victoriosa que su adversario, puede, si las circunstancias son favorables, configurar una cultura y establecer el dominio del arte sobre la vida; ese fingir, ese rechazo de la indigencia, ese brillo de las intuiciones metafóricas y, en suma, esa inmediatez del engaño acompañan todas las manifestaciones de una vida de esa especie. Ni la casa, ni el paso, ni la indumentaria, ni la tinaja de barro descubren que ha sido la necesidad la que los ha concebido: parece como si en todos ellos hubiera de expresarse una felicidad sublime y una serenidad olímpica y, en cierto modo, un juego con la seriedad. Mientras que el hombre guiado por conceptos y abstracciones solamente conjura la desgracia mediante ellas, sin extraer de las abstracciones mismas algún tipo de felicidad; mientras que aspira a liberarse de los dolores lo más posible, el hombre intuitivo, aposentado en medio de una cultura, consigue ya, gracias a sus intuiciones, además de conjurar los males, un flujo constante de claridad, animación y liberación. Es cierto que sufre con más vehemencia cuando sufre; incluso sufre más a menudo porque no sabe aprender de la experiencia y tropieza una y otra vez en la misma piedra en la que ya ha tropezado anteriormente. Es tan irracional en el sufrimiento como en la felicidad, se desgañita y no encuentra consuelo. ¡Cuán distintamente se comporta el hombre estoico ante las mismas desgracias, instruido por la experiencia y autocontrolado a través de los conceptos! Él, que sólo busca habitualmente sinceridad, verdad, emanciparse de los engaños y protegerse de las incursiones seductoras, representa ahora, en la desgracia, como aquél, en la felicidad, la obra maestra del fingimiento; no presenta un rostro humano, palpitante y expresivo, sino una especie de máscara de facciones dignas y proporcionadas; no grita y ni siquiera altera su voz; cuando todo un nublado descarga sobre él, se envuelve en su manto y se marcha caminando lentamente bajo la tormenta.

    Nietzsche: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Tecnos, Madrid.

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  8. SOBRE LA VERDAD ENCONTRÉ ESTE ARTÍCULO. ME HUBIERA GUSTADO SER MASÓN, PERO NUNCA SUPE COMO LLEGAR A SERLO.

    CREO QUE HUBIERA SIDO UN BUEN MASÓN.

    ME GUSTA LA MASONERÍA Y ENCONTRÉ ESTE ARTÍCULO SOBRE LA VERDAD QUE REPRODUZCO AQUÍ.


    ¿QUE ES LA MASONERÍA?

    La masonería es una escuela filosófica, ecléctica, impersonal y constructiva, como camino individual hacia la verdad, como doctrina y factor de armonía y de progreso para cada hombre y mujer, particularmente para la sociedad y el medio en que se encuentra y desarrolla y para toda la humanidad.

    La masonería tiene tres únicos principios: LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD. La forma concreta de entender y aplicar esos principios no está marcada, y cada masón debe buscarla y realizarla personalmente. Esta exigencia no es puesta en práctica mediante un examen o confesión de un masón a otros, sino que se lleva adelante en la conciencia de cada uno.

    La masonería es una sociedad iniciática en la que se encuentran las diferentes escuelas de pensamiento y concepciones de la vida. En primer lugar, el carácter iniciático significa que el ingreso en masonería, el paso a los diferentes grados y el trabajo masónico en general, obedece a unos rituales o ceremonias precisas que tienen un significado simbólico. El efecto, la vivencia de cada masón, será diferente ante la misma ceremonia, y eso es precisamente lo que se pretende: que cada cual reflexione y estudie según su estilo, aportando su versión para el conocimiento de los demás. El carácter iniciático de las enseñanzas es tan antiguo como la humanidad, y la masonería mantiene esas viejas tradiciones.

    La declaración de principios de la masonería señala, que la nuestra, "es una institución universal, fundamentalmente filosófica, destinada a trabajar por el advenimiento de la justicia, de la solidaridad y de la paz en la humanidad".

    El trabajo masónico tiene dos vertientes, una filosófico-simbólica y otra social, ambas necesarias. Puede ser que un masón concreto prefiera inclinarse más por un aspecto que por otro, pero cada cual es libre de aportar los trabajos que prefiera.

    La masonería está formada por hombres libres, que trabajan por su perfeccionamiento espiritual, no es una secta ni es un partido político y estima que las concepciones metafísicas son del dominio exclusivo de la consciencia.

    Al profano o profana, se le exige, para entrar en la masonería ser "libre y de buenas costumbres". Esta vieja fórmula debe ser entendida como derecho y deber al desarrollar las propias condiciones e ideas -sea cuales sean- y ser coherente con uno mismo desarrollando esas condiciones e ideas de forma tal que mejoren aquella parte del universo que le rodea, empezando por él mismo. No se trata de guardar una moral determinada, sino de cada uno. El masón puede, por supuesto, aceptar unos principios morales establecidos, pero como ser libre, honrado y responsable, debe tener fundamentados en su conciencia dichos principios, y nunca aceptarlos por rutina o por presión social.

    La masonería acepta los postulados de Libertad, Igualdad Y Fraternidad, combate los privilegios y la intolerancia, mediante el estudio de la ciencia, la investigación de la verdad, la práctica de la virtud y el ejercicio de la filantropía, trabaja por la paz y la justicia, por el progreso moral, intelectual y material del hombre y a través suyo, por el de la sociedad.

    La masonería es, a la luz de sus principios universales, un instituto de perfeccionamiento ético al servicio del hombre y una institución destinada a extender los valores de solidaridad y tolerancia, en una sociedad que se debate entre la incertidumbre y la inestabilidad, atrapada entre la pobreza y la corrupción, entre el fundamentalismo étnico y religioso y las fuerzas de regímenes brutales y totalitarios.

    En este principio de siglo, los problemas estremecen la consciencia de los hombres y mujeres libres, las economías están en crisis y los problemas sociales y ecológicos amenazan con extender sus perfiles destructores, mientras los hombres y mujeres buscan desesperadamente la felicidad y el bienestar que no llega.

    El número de hombres y mujeres que viven en sociedades libres ha disminuido, aumenta la tendencia a violar los derechos humanos y el desempleo y la pobreza, la corrupción y el terrorismo, crecen, comprometiendo la estabilidad política de buena parte de la sociedad de hoy.

    Cuando la sociedad ve esta confusión, cuando los grupos religiosos se enfrentan despiadadamente y cuando las angustias del hombre y la mujer crecen sin ser atendidas, la masonería es o debe de ser, una esperanza, un sitio de reflexión y un lugar de encuentro para los hombres y mujeres de buena voluntad, que buscan afanosamente la libertad y la justicia.

    Podemos pasar revista a la interminable lista de personajes que han dejado profunda huella en los escenarios sociales, humanistas, filosóficos, científicos, técnicos: desde reyes hasta soldados, desde maestros hasta filósofos, desde rudos obreros hasta encumbrados estadistas, desde humildes picapedreros pre-medievales hasta protagonistas de la era espacial, han recibido grandes influencias y han dejado a su vez excepcionales contribuciones, que en ocasiones han permanecido vigentes por generaciones y que a veces han desbordado el ámbito de nuestra institución para esparcirse sobre toda la humanidad.

    Como vemos, en masonería no caben dogmas, estando abierta a todas las actitudes respetuosas con las formas de pensar ajenas.

    En masonería existe una vieja fórmula que propugna no tratar de política o religión, salvo para esclarecer a los demás. Esto significa que la masonería es apartidista y que en ella no se pueden dar "consignas", no se puede tratar de "imponer" ideas, sino "exponer" las mismas. Sería un error considerar que la masonería es una organización en la que unas conclusiones mayoritarias obligan a actuar social y políticamente a todos, y mucho menos, en la directriz de una autoridad imponga un camino a seguir. Esta forma de actuar sería antimasónica.

    Sin embargo, nuestra historia y nuestro mundo están impregnados de realizaciones de inspiración masónica. De ahí deducen los críticos de nuestra organización su peso político y su papel como fuente de directrices concretas. Lo que ha ocurrido, lo que ocurre, es que los hombres y mujeres que trabajan con los ideales de Libertad, Igualdad Y Fraternidad, llevan, cada uno de una forma libre e individual, esas actitudes y principios a su mundo familiar, social, político, laboral, etcétera. Lo hacen en la forma en que voluntariamente deseen, y con los aspectos concretos que en conciencia decidan. Si, por ejemplo, la fraternidad universal es un principio masónico, no será extraño que la mayoría de los masones se hayan encontrado en primera fila de la constitución de organismos internacionales, de la unidad europea, etcétera. El masón es un ser humano comprometido, las más de las veces, en un proyecto político, social, intelectual, filosófico, etcétera, porque debe ser un ser consciente y responsable al que no le dejan indiferente los demás.

    La masonería no es una religión, pero trabajamos en un templo físico, donde llevamos a cabo nuestros rituales, para fabricar un templo simbólico, que es el templo de nuestra personalidad.

    Un templo es algo consagrado principalmente por la reverencia, el respeto y la disposición que personalmente ponemos al asistir a él.

    El masón, por el solo hecho de serlo, está obligado a velar por la integridad de su patria, a obedecer las leyes del país donde viva, a consagrar la inviolabilidad de la vida y a combatir la tiranía y el fanatismo en todas sus formas.

    La masonería es una institución iniciática, lo que implica que ineludiblemente, quien ingresa a ella debe pasar por una iniciación, proceso este que tiene por finalidad, llevar al subconsciente lo que a la razón le es difícil interpretar y que consiste en una serie de pruebas y rituales simbólicos.

    En la institución se trata de que cada estudiante alcance a plenitud, el conceptualizar la libertad máxima, el libre albedrío, con todo lo que ello implica, el tener libertad implica necesariamente, tener responsabilidad por sus acciones, por el cumplimiento de sus compromisos y por alcanzar sus propias metas, libertad y responsabilidad por los actos que aquella inspire.

    En lo exotérico, el objetivo básico, es tener la capacidad de adaptar la propia potencialidad, a lo que la sociedad requiere para conducirla a unas mejores condiciones, en pos de las marcas señeras de "LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD".

    En lo esotérico, la idea es reintegrar la condición del ser humano a su estado primordial, en el que formaba parte intrínseca del principio eterno del universo.

    Todo lo que se puede obtener de esta institución está en proporción directa con el esfuerzo invertido en el estudio, con la perseverancia manifestada tras los objetivos y con la asunción del compromiso contraído.

    La masonería es una actividad emprendida por hombres y mujeres íntimamente unidos que, empleando formas simbólicas sacadas principalmente del oficio de albañil y de la arquitectura, trabajan por el bienestar de la humanidad, esforzándose por mejorarse a sí mismos y mejorar a los demás con objeto de construir una liga universal de la humanidad, de la cual creen ser actualmente una pequeña representación.

    Tal es la masonería, que une todos estos elevados intereses y aporta a su servicio una gran fraternidad de hombres y mujeres libres y abnegados, constituida sobre los cimientos de la fe espiritual y del idealismo moral, cuya misión es hacer amigos a los hombres y mujeres, refinar y exaltar sus vidas, intensificar su fe y purificar sus sueños, para que rindan homenaje a la verdad, a la belleza, a la justicia y al carácter.

    Su esencia, es la filantropía o sea, la cualidad humana y humanística que se distingue por el amor a los semejantes y por las obras en bien de la comunidad.

    Su objeto, la investigación de la verdad, tanto la verdad científica y positiva como la verdad trascendental.

    Igualmente tiene como objeto, el estudio y práctica de la moral en su acepción más amplia y muy especialmente, la moral laica.

    De la misma manera la solidaridad entre los congéneres, el mejoramiento espiritual y material de la humanidad y el perfeccionamiento individual y social del hombre.

    La masonería tiene como principios, la tolerancia mutua, el respeto de los demás y de sí mismo y la libertad absoluta de conciencia.

    El sistema de diferentes grados dentro de la masonería, que llegan al 33º en el Rito Escocés Antiguo Y Aceptado, también utilizado por "El Derecho Humano" no desmiente la igualdad de los masones. En el sentido iniciático ya descrito, se considera que el acceso a nuevas capacidades de reflexión y actitud masónica debe ser marcado por el paso a un nuevo grado, marcado por un ritual especifico. El grado superior tiene nuevos derechos, pero también y sobre todo nuevos deberes, dentro del trabajo masónico. De esta forma, se avanza gradualmente en el conocimiento simbólico y filosófico. Pero no hay que olvidar que la iniciación es obra de la vida entera, y que todo francmasón continua siendo, simbólicamente, un aprendiz, abierto a todo y a todos.

    El funcionamiento interno de la masonería es democrático, como lo fue durante siglos, aún antes de que la democracia llegara a la vida política. El sufragio libre y secreto se aplica en las elecciones anuales para todos los cargos, en la admisión de nuevos masones, en los congresos generales de cada obediencia, en la toma de decisión sobre cuestiones administrativas, etcétera. Cada masón conoce sus derechos y deberes por la constitución, estatutos y reglamentos de su obediencia, federación o jurisdicción, o logia.

    Lo que la masonería ofrece al individuo está condicionado, en forma directamente proporcional a lo que invierta en esfuerzo de estudio y aprendizaje.

    La masonería es una sociedad fraternal que está basada en doctrinas morales y espirituales.

    Las doctrinas morales son el amor fraternal, la ayuda mutua, la verdad sobre todo, la práctica de las virtudes: temperancia, fortaleza, prudencia y justicia, su doctrina espiritual se fundamenta en la convicción de sus miembros en la existencia de un ser supremo y en la inmortalidad del alma.

    La masonería es también una organización formativa, educativa, benevolente, social, tolerante y filantrópica.

    Es formativa, porque persigue los propósitos de formar el carácter moral de sus miembros y enfatiza la búsqueda de la armonía con el universo interior y el orden en la vida personal, el desarrollo de la consciencia y el estado que ésta genera.

    Emplea el convincente método de la deducción y no de la inducción, basándose en simbolismos y alegorías y en la práctica de rituales y ceremonias para comunicar milenarios conceptos de orden y verdad a sus miembros y les invita a practicarlos cotidianamente para elevar su condición humana.

    Es educativa porque enseña, medianamente ceremonias y rituales, sus preceptos de moralidad y fraternidad basados en las enseñanzas del libro de la ley.

    Enfatiza la obligación de sus miembros de interesarse por el mundo que los rodea, por descubrir su relación con el universo interior, por desarrollar sus habilidades intelectuales, por ser justos, por seguir los preceptos de su consciencia, por ejercitar al auto control de sus actos, por ser perseverantes, honestos y sinceros.

    Las logias masónicas, sus templos, sus sesiones de trabajo y el estudio en sus bibliotecas son elementos sustanciales de esta tarea educativa.

    Es benevolente, porque no tiene fines de lucro, establece para sus miembros la obligación de interesarse, sin egoísmos, en la solución de los problemas de los demás, especialmente de sus miembros necesitados.

    Es tolerante, porque aun cuando exige la creencia en un ser supremo, origen de la existencia de todo lo creado, al cual se dedican todos sus actos y ceremonias, la masonería no apoya ni predica ningún credo o teología, invita a sus miembros a que practiquen sus creencias sin dogma ni prejuicio.

    Cada logia tiene un altar en su templo y durante sus trabajos, sobre este descansa el libro de la ley, que en nuestro país es generalmente la Sagrada Biblia, aunque también encontramos en ese altar: La Tora y El Coran, entre otros libros sagrados.

    La masonería es filantrópica, aun cuando no hace pública esta actividad.

    Esto no se realiza como sociedad de beneficencia, sino como una actividad de conciencia en toda la extensión de su significado.

    Qué gran sensación el ser parte de una filosofía y un modo de vida en el que cada hombre y mujer, al ingresar como masón o masona a la orden, llegan a comprender que nunca debe estar conforme con lo que es, en el que por convicción interior dedica su tiempo a perseverar, buscando el desarrollo de su consciencia y evalúa a su condición como ser humano, asumiendo sus responsabilidades ante el ser supremo, ante sus semejantes y ante sí mismo.

    La satisfacción de tan elevados ideales solo se encuentra en la masonería, ahí se encuentra la síntesis de la vida, nada escapa a ella.

    Es la única institución que ha podido vivir a través de los siglos, de las pasiones y de las tragedias humanas, desde que el hombre comenzó su existencia inteligente en el mundo.

    El papel de la masonería en el mundo sigue siendo el mismo, sus objetivos no han cambiado, pero sí pueden y deben cambiar los medios que utiliza para alcanzarlos.

    La masonería sigue siendo actual, puede y debe cumplir una función insustituible en la sociedad contemporánea, promoviendo la tolerancia, la educación, la libertad de conciencia y todos los derechos humanos proclamados por nuestros antepasados masones.

    Tenemos la esperanza de un futuro promisorio, si sólo sabremos afrontarlo con decisión, con esfuerzo, con el espíritu en alto, con responsabilidad, conscientes que somos los hijos de la luz y que las fuerzas oscuras de la ignorancia, la ambición y la envidia jamás, jamás podrán extinguir la llama eterna de la verdad.

    Por todos los conceptos aquí vertidos, porque nos identificamos con ellos, estamos orgullosos de ser masones.

    Entonces y resumiendo, ¿Por qué somos masones? ¿Que buscamos en la masonería? En una palabra queremos ser felices, queremos una felicidad que sea la retribución de haber cumplido con nuestro deber en lo esotérico y en lo exotérico, queremos que nuestros hijos tengan la posibilidad de ser felices y que puedan conseguir personas adecuadas con quien compartir la felicidad.

    Confiamos haber aclarado dudas, confusiones o puntos oscuros. No pretendemos con ello otra cosa que ser más conocidos en nuestros objetivos y formas de trabajar. Para terminar, te recordamos algo que con frecuencia se dice en masonería: hay muchos masones sin mandil; es decir, personas que nunca han ingresado en una logia, pero cuyos principios y actuaciones extienden día a día ese mundo más fraternal, más justo, más tolerante y más libre que también nosotros perseguimos.

    En resumen, el templo que pretendemos construir está siempre inacabado, y cada generación de masones aporta una piedra más a la obra común, adecuada a su época y su marco geográfico.

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  9. HISTORIA DE LA MASONERÍA UNIVERSAL

    EL ORIGEN ANTIGUO DE LA FRANCMASONERÍA

    LA CADENA DE LOS MISTERIOS

    En cuanto a la Francmasonería Iniciática, sus orígenes se pierden en la noche del tiempo, muchos historiadores la consideran nacida de una asociación de albañiles formada al construirse la Catedral de Estrasburgo en el s. XII, otros la atribuyen a Oliverio Cromwell (1.579 - 1.658) Lord Protector de Inglaterra en el s. XVI, y hasta se ha llegado a afirmar que proviene de una continuación de los Jesuitas. Es una idea muy expandida que los Masones Operativos de la Edad Media tenían una leyenda relacionada con el Templo de Salomón y poseían un cuerpo de tradiciones derivadas de los antiguos misterios que les fueron legados por los Colegios Romanos y las enseñanzas aprendidas por los Templarios en el cercano oriente. Puede añadirse sin embargo que los misterios y ritos de la Francmasonería proceden de transmisiones regulares de los Misterios del mundo Antiguo Egipcios - Griegos - Romanos, de las enseñanzas Cristianas, de los Cabalistas de la Edad Media, de la Escuela de Alejandría, Rosa-Cruces, Hermetistas del Renacimiento y del siglo XVIII. Empleando un axioma histórico: el cuerpo de la Masonería nace en la Edad Media, pero su espíritu se remonta hasta los orígenes mismos de la civilización, lo que hace a los Masones herederos y custodios de las tradiciones de los Patriarcas de la Humanidad.




    LA TRADICION HINDU O DE LOS BRACMANES



    Los Misterios de la India son de una antigüedad tan remota que Buret de Long-Champs, supone haber sido fundados cincuenta siglos antes de la era vulgar y hace derivar de ellos la historia general del mundo.



    La doctrina de estos misterios era toda teogónica y sus aplicaciones a la física, se aproximaban según Vassal, a la Masonería actual. La teogonía de los Bracmanes se halla consignada en el Schasta o Vedan, escrito en sánscrito hace unos 4.960 años. Existe un principio divino impersonal BRAHM, que se manifiesta con múltiples reencarnaciones de las cuales las más importantes son Brahma, Vishnú y Shiva, que conforman la trinidad de la religión Hindú. Brahma es el Dios supremo, emanación de Brahm y creador del mundo, de los dioses y de los seres, Vishnú desempeña el papel de preservador del mundo, alma universal presente en todo y para todo, y Shiva dios destructor y fecundador, que si bien es de carácter mitológico, es conforme a la de los hebreos. Los misterios de los Bracmanes tendían, sobre todo, a la instrucción de la clase sacerdotal. Al parecer, fueron según Voltaire los primeros teólogos, filósofos y legisladores del mundo, y para ellos el sacerdocio era la magistratura, y su religión la justicia.



    Conocían las doctrinas de la iniciación primitiva de los magos, y para ellos los misterios de la India era puramente religiosos. Para ingresar en su orden se debía ser un Brahmán de nacimiento, esto es pertenecer a la casta más alta de todas las que forman la raza india, durante su instrucción debían permanecer en el más profundo silencio. Por espacio de treinta y siete años su vida era dura, se alimentaban de hierbas y raíces, vestían de forma muy simple, ayunaban y oraban constantemente y permanecían horas de pié con los brazos levantados tratando de ver una pequeña llama azul sobre su nariz.



    Pregonaban que el mundo había sido creado por una inteligencia suprema, cuya providencia lo gobierna y lo conserva todo; que el alma no muere nunca, sino que pasa de un cuerpo a otro a merced de la metempsicosis, y que va recibiendo en las sucesivas vidas las penas o recompensas a las que se haya hecho acreedora en las anteriores, la Ley del Karma, enseñaban que el universo estaba sujeto a corromperse y a ser destruido; decían que la vida es un estado de concepción y la muerte un verdadero nacimiento y tenían un profundo respeto por todas las formas vivientes. No admiten diferencia entre al alma de un hombre y la de un animal, según sus doctrinas las almas existen desde la eternidad, y fueron distribuidas entre todos los seres vivientes.



    Fueron los Bracmanes quienes enseñaron a los Egipcios las primeras ideas de los Misterios.




    LA TRADICION EGIPCIA



    Quizás el más antiguo pueblo que ha ejercido una mayor influencia en las culturas de todos los tiempos fue el Antiguo Egipto, tierra de grandes iniciados, considerada como la cuna de los misterios, donde la verdad fue cubierta con el velo de la alegoría y en donde los dogmas de la religión fueron comunicados por primera vez en forma símbolos. La antigua historia de Egipto parte de la primera Dinastía, fundada por Manú o Mena unos 5.000 años A.C. Pero la historia antigua de Egipto se extiende más allá, a la era de los Reyes Divinos de las Dinastías Atlantes que gobernaron ese país durante miles de años y de los cuales nos han llegado tradiciones, en forma de mitos y leyendas que ya eran antiguas a la llegada de Mena. Fue en este pueblo donde el Gran Maestro del Mundo llegó de la Gran Logia Blanca, usando el nombre de Tehuti o Thoth, cuyo nombre helenizado nos ha llegado como HERMES, EL TRIMEGISTO (el tres veces sabio).



    La iniciación de los Egipcios, conocidos con el nombre de Misterios de Isis y de Osiris según Vasal se remontan a uno 2.900 a.C, fueron grandes instituciones publicas sostenidas por el Estado, su enseñanza comprendía todas la Artes y Ciencias del Oriente. El centro principal de los trabajos estaba en la ciudad de Menphis, cerca de la Gran Pirámide. Esta pirámide fue construida basándose en elevados cálculos matemáticos y astronómicos, de manera que ella representaba el Universo, y los iniciados estuvieron dedicados simbólicamente a su construcción, tal como los Masones modernos están dedicados a la construcción del Templo de Salomón. Los Misterios estaban agrupados en menores y mayores divididos en tres grados y era impartida a los iniciados bajo solemnes juramentos de secretos, su instrucción estaba envuelta en los rituales de Iniciación, Paso y Elevación y es básicamente de esta forma como han llegado a la Masonería de Grados, correspondiendo cada uno de ellos a un tipo de iniciación o paso de grado así se tenían.



    Los Misterios Menores correspondía a los Misterios de Isis, y se asimila al de Aprendiz Masón, eran ceremonias preparativas para los superiores, donde el iniciado recibía instrucciones en las leyes físicas de la naturaleza, la necesidad de la purificación moral.



    Los Misterios Mayores correspondían al segundo y tercer grado. El segundo grado lo constituyen los Misterios de Serapis, en estos se impartía instrucciones practicas sobre el desarrollo del cuerpo mental y seguramente se relacionaba con la muerte de Osiris.



    El tercer grado era llamado los Misterios de Osiris, y correspondería al Grado de Maestro Masón, el ritual era muy impresionante, en el cual el candidato debía pasar por una representación simbólica de la muerte, la búsqueda del cuerpo y la resurrección de Osiris.



    La síntesis egipcia deja aparecer varios signos que la tradición occidental tomara a su favor:



    v Una teología de resurrección aportada por el mito de Osiris.

    v La practica de ciencias sagradas destinadas a mantener la comunicación entre los diversos mundos humano y divino.

    v La idea de un verbo creador y la revelación de secretos.

    v Una cosmografía orientada y ordenada alrededor de un centro, el Templo.



    En esta ultima parte la imagen del templo entretendrá las ensoñaciones de todos los esoterismos cuyo simbolismo reposa en la Arquitectura llamada Arte Real. El templo egipcio obedece a una cosmografía, esta orientado sobre cálculos astronómicos y su fundación a ritos precisos, bajo la autoridad de Thot. Casa de Dios construida con las herramientas sagradas del numero, de la geometría, edificada con materiales elegidos, el simbolismo se complementa con los jeroglíficos que ornan sus paredes. Esta idea será tomada mas adelante por los Judíos en la construcción del Templo de Salmón.




    LOS MISTERIOS DE GRECIA



    Parece haber sido Grecia el Templo verdadero de todos los misterios antiguos y de donde se han transmitido a los tiempos modernos. El fundador de los Misterios Griegos fue Orfeo, poeta y príncipe de Sicyonios en Tracia, quien después de haber adquirido los conocimientos científicos del Colegio de Menfis, viajó por Grecia, hacia el año 1.330 a.C, donde regularizo los Misterios de Eleusis y destruyó los errores que hasta entonces habían servido de base a los Misterios de la Diosa Ceres. Orfeo enseñó por medio de la música, por medio del sonido, Él obró sobre el cuerpo astral y mental de sus discípulos, purificándolos y engrandeciéndolos, les mostró imágenes vivientes, creadas por medio de la música y enseño que el sonido era imanente en todas las cosas, y que si un hombre estaba en armonía consigo mismo, entonces la Divina Armonía se manifestaría en el.




    LOS MISTERIOS DE CERES O DE ELEUSIS



    Orfeo dividió los misterios en dos grados: el primero llamado Isotérica (publica) estos desenvolvían la Teogonía Egipcia por medio de sus emblemas y moral, y el segundo llamado Esotérica (particular a los iniciados) donde se enseñaba no solo el sistema físico de la naturaleza, sino también todos aquellos conocimientos que pudieran influir directamente en la civilización de los pueblos. El control de los Misterios de Eleusis en los tiempos clásicos quedó en manos de dos familias: los Eumólpidas, de donde se elegía el Oficial en Jefe o Hierofante y los Keryces o Heraldos o portador de la doble antorcha , quien era el segundo en el rango llamado Dadoukós, el tercer oficial era el Hieroceryx o Haraldo Sagrado elegido de entre los Keryces, que tenía el cuidado general del templo, y tenía a su cargo a los aspirantes durante las pruebas de la iniciación. Un cuarto oficial era el Epibomus o Servidor del Altar que dirigía los sacrificios.



    Los Misterios estaban divididos en dos grados, los Menores y los Mayores. En los Menores, celebrados en el templo de Demeter y Cora en Agra cerca de Atenas, allí se enseñaba sobre la vida después de la muerte en el mundo intermedio o astral, la ceremonia era celebrada por el Hierofante asistidos por los oficiales, y los iniciados en este grado eran llamados Mystae, que denota cerrar los ojos, y significaba que estaba aun ciego para las verdades que se rebelarían mas adelante, y como en Egipto eran sometidos a duras pruebas y a un severo entrenamiento para el desarrollo de los sentidos del plano astral y su objetivo era preparar el neófito para su recepción en los mayores.



    Los Misterios Mayores, se celebraban en Eleusis durante el mes de Septiembre y duraban nueve días, en honor a las Diosas Demeter y Persephone. El Templo de Eleusis se dividía en tres partes: El megarón o santuario, correspondiente al lugar sagrado del Templo de Salomón, el anactorón, o santo de los santos, y el departamento subterráneo bajo el templo. La regiones infernales, y el castigo del no iniciado impío era simbólicamente representado en este subterráneo, y era un episodio del drama de Demeter, Persephone y Plutón. En ellos la enseñanza de la vida después de la muerte era extendida hasta el mundo celestial, y se continuaba con el estudio de la Cosmogénesis y Antropogénesis, en ella los iniciados eran llamados Adoptae y significa el que contempla.



    La lección, el dogma, el método de instrucción representado por símbolos, el vinculo secreto de la fraternidad, dieron importancia a estos misterios que perduraron hasta la caída del Imperio Romano. El Orfismo influirá en los primeros cristianos, después de haber encontrado el pensamiento Pitagórico. Será asimilado en algunos de sus principios esotéricos por grupos iniciáticos serios en la Edad Media como el rosacrucismo y la masonería. Si bien nosotros en Masonería no heredamos la sucesión de Eleusis directamente, algo de su inspiración fue recibida en nuestros ritos, los cuales tienen el mismo propósito, simbolizan los mismos mundos invisibles y su tarea es preparar al candidato para la augusta tarea que se encuentra detrás de todos los misterios.




    LA ESCUELA PITAGÓRICA



    La Escuela Pitagórica, fue creada por el filosofo Pitágoras, nacido en Samos en el año 582 A.C. Durante su juventud viajó por muchos países del Mediterráneo donde fue iniciado en los ritos: Egipcios, Eleusinos, Kabirícos y Caldeos, en la India conoció a Buda. Es así como en la escuela Pitagórica convergieron muchas tradiciones y se fundieron en una enseñanza comprensiva acerca del lado oculto de la vida, la metafísica Pitagórica reposa sobre un monoteísmo, sobre la idea de que Dios se encuentra en el origen de todo y sobre la especulación filosófica y científica resultante de la Teoría del Numero. Parte de sus enseñanzas quedaron plasmadas en los Versos de Oro. Pitágoras impuso una férrea disciplina física y mental, enseñaba a pensar, impuso la regla del ejercicio y la concentración. La iniciación en la comunidad comprendía varias fases, el iniciado era sometido a pruebas físicas y de oratoria, aislamiento en una celda donde aprendía las practica las virtudes el silencio y del ayuno. Pitágoras enseño los principios esotéricos de las matemáticas y la geometría. En esas escuelas los alumnos estaban divididos en tres grados:



    Los Akoustikoi u oyentes, de tres a cinco años donde no tomaban parte en las discusiones y recibían enseñanzas de un maestro. El segundo grado Los Matematikoi quienes coordinaban el estudio de la Matemáticas - Geometría - Música y las correspondencia entre ellas. El tercer grado Los Phisikoi dedicados a estudiar la vida interna. La tradición Pitagórica pasó a las escuelas Neoplatónicas, de donde mucho de sus enseñanzas pasaron a manos cristianas como modelo de sus instituciones monásticas, con las cuales la Francmasonería de la Edad Media se relacionó íntimamente en su carácter activo. No es extraño que los antiguos Masones llamaran a Pitágoras "su antiguo amigo y hermano".




    LA TRADICION JUDIA



    La tradición Egipcia pasó al pueblo judío con Moisés, quien fue iniciado en los Altos Misterios por los sacerdotes egipcios, quien después transmitió estas enseñanzas a la clase sacerdotal de los Israelitas. En el Antiguo Testamento (Samuel XIX-20 y Reyes II-2,5) se menciona que al parecer existían escuelas iniciáticas en Naioth bajo la dirección del Profeta Samuel y otras en Bethel y Jericó. Los misterios egipcios fueron transmitidos de generación en generación hasta el momento en que el Rey Salomón subió al trono de su padre David.



    El Rey Salomón, quien gobernó entre 976 y 926 a.C., se dedicó a la unificación de su pueblo y con tal fin erigió el Templo de Jerusalén para que fuera centro de veneración religiosa y símbolo de la unidad nacional. El Templo era un edificio completamente simbólico, su plano, sus construcciones y ornamento representaban la síntesis de todas las ciencias, era el Universo, era la filosofía, era el cielo, representaba el Macrocosmo y los hombres al Microcosmos. Salomón lo había concebido e Hiran Abiff Arquitecto y decorador de la ciudad de Tiro lo había construido con elevada inteligencia. Para el mejor desarrollo de la obra dividió a los trabajadores, de acuerdo a la labor que realizaban, en Maestros, Compañeros y Aprendices, estructura que los masones han tomado como forma de organización.



    Ahora Salomón quien había sido iniciado en los Misterios de Eleusis, deseaba darle forma Judía a los misterios, que desde Moisés eran aun Egipcios. Para ello junto con el Rey Hiran de Tiro, convocó a una Asamblea del consejo de Jerusalén y se dedicaron de inmediato a la adaptación de los rituales. De esta manera se unen cuatro corrientes, la egipcia aportada por los Sacerdotes , la Griega aportada por Salomón, la Caldea basada en las enseñanzas de Zoroastro que mantuvo el Rey Hiran, la cual aportó entre otras: los nombres del alfabeto judío y de los ángeles, y una cuarta corriente extraña a las otras basada en el rito de Tammuz que aportó Hiran Abiff quien era Fenicio. La iniciación de Salomón tenía un triple fin: la tolerancia, la filantropía y la civilización de los Israelitas. La Mística Judía induce en primer lugar a una comunión directa con la divinidad trascendente, de igual modo la cosmología simbólica vinculada al templo entra en el campo del esoterismo.



    El simbolismo del Templo corresponde al cosmos y está dividido en tres partes que corresponden al cielo, al mar y a la tierra. Telas y ornamentos interiores evocan los cuatro elementos, las siete ramas del candelabro remiten a los siete planetas, las doce columnas interiores a los doce signos de zodiaco. La orden inciática y esotérica de la Francmasonería se inspirará en este simbolismo cósmico para la disposición y el orden, para la orientación y forma de la logia.



    Los Francmasones quieren reedificar el Templo de Salomón sobre las bases de la jerarquía inteligente y de la iniciación progresiva.



    La experiencia mística judía de los primeros siglos de nuestra era aporto a la génesis del esoterismo occidental su propia contribución, se mezcló con las corrientes griegas y latinas, y así llegó a crear nuevas orientaciones. La originalidad de la mística hebraica reside en la asombrosa asociación de los elementos que la componen: práctica religiosa, metafísica, ética, teosofía, alegorías, preceptos proféticos y leyes. Se estima que la Torah o Libro de la Ley está prácticamente terminado en el s. V a.C, y está formada por los cinco libros del Pentateuco, pero a esta ley escrita dictada por Dios a Moisés se agrega una ley oral igualmente dictada por Dios y transcrita hacia el año 218 d.C, especialmente por Rabí Yehuda Hakadoch, y se le llama Mishna, al cuerpo de comentarios de la Mishna se le llama Ghemara, estos dos libros se reunieron en uno solo llamado Talmud (en hebreo Doctrina). En opinión de autorizados ritualistas, el tercer grado de Maestro está clasificado como bíblico, también varias tradiciones y leyendas de los grados superiores de la Masonería, se encuentran en el Talmud. Se puede ver que forma Judaica de los Misterios es la que mayor influencia ha tenido en la moderna masonería aportando entre otras: los tres grados, las palabras sagradas de los mismos, la estructura jerárquica, el calendario, el simbolismo de los rituales.




    LOS MISTERIOS DE MITRA



    Otra corriente esotérica que influyeron en el desarrollo de la filosofía masónica fueron los Misterios Mitraicos, del griego MEITHRAS, célebre reformador nacido en la Medo-Persa hacia el año 2.250 a.C., regeneró y moralizó el sistema de los magos, fundando un culto mas austero, fue considerado mas tarde como el Dios supremo de toda Persia, creado por el mismo Ormuz, adorando en el los principios de la fecundidad y la regeneración universal. Instituidos por Zoroastro, como la iniciación en los misterios de la religión que había fundado en la antigua Persia floreció especialmente entre los puestos militares y rutas de comercio del cercano oriente, y con el tiempo se extendieron por Europa, hasta perderse su huella en el s. IV d.C. Fue esencialmente una religión de soldados, su sacramento consistía en pan , vino y sal que era consagrado al dios Mitra, era un ritual cargado de fuerza, pureza y valentía que ayudaba a solidarizar a los miembros de la confraternidad. Este rito presenta muchas analogías con el Cristianismo: se identifica con la luz y el sol, insiste en la conducta moral de sus adeptos, hace énfasis en la abstinencia y el autocontrol, así como en la lucha entre el bien y el mal y en el triunfo del primero por la intermediación del Logos, creen en la inmortalidad el alma.



    En cuanto a la iniciación se sabe que estaba escalonada en siete grados, cada uno representado por un metal y consagrado a un planeta, acorde con el conocimiento cada vez mas amplio de los iniciados:



    GRADOS ESCALONES PLANETAS

    1 MILES (Soldado) Plomo Saturno

    2 LEO (León) Estaño Venus

    3 CORAX (Cuervos) Cobre Júpiter

    4 PERSES (Persas) Hierro Mercurio

    5 CRYPTIUS (Oculto) Amalgama Marte

    6 HELIACOS (Soles) Plata Luna

    7 PATRICOS (Padres) Oro Sol



    Solamente los iniciados que habían alcanzado el 4to. grado podían participar de modo total en los misterios, después del 7mo. grado se hallaban los siete Pater Sacrorum (Padres encargados de lo Sacrificios).



    El aspirante al principio experimentaba una serie de pruebas, donde era introducido en cavernas donde los métodos de excitar el asombro y el temor variaban ingeniosamente, se simulaban ruidos de animales feroces, truenos, relámpagos, azotes con varas, se le hacia nadar por ríos de fuertes corrientes, que tenían por objeto la purificación por el agua, por el fuego, y por el ayuno, pruebas que duraban entre veinticuatro y ochenta días, según diferentes autores, después de las cuales era introducido en una caverna, llamada spelaeas, del griego spélaion que significa caverna. Las spelaeas, eran de pequeñas dimensiones y representaban al mundo, el doble movimiento de los planetas y el paso de las almas por las esferas celestes, sus muros y techos estaban dibujados con signos celestiales. Una vez en la cueva se le llevaba a una sala llamada pronaos, allí se le sometía a una especie de bautismo y se le preparaba para las siete enseñas de la iniciación que estaba próximo a cruzar. Para figurar los siete planetas se le enseñaba al iniciado una escalera, a lo largo de la cual se encontraban siete puertas, cada una de un metal diferente simbolizando los atributos del planta correspondiente. Esta escalera fue tomada por los Judíos, en la visión de la Escalera del sueño de Jacob, y figura también de emblema en muchos Grados Masónicos.




    LOS COLEGIOS ROMANOS



    Las tradiciones Judaicas y la corriente Pitagórica fueron asimiladas por los Colegios de Arquitectos asignados a las Legiones Romanas que estuvieron acantonadas en el Medio Oriente. Estos Colegios fueron fundados por el Rey Numa Pompilio en el s. VII a.C, quien en su afán de acabar con los elementos rivales dentro del reino, estableció una religión común y dividió a los ciudadanos en curias y tribus, lo mismo hizo con los artesanos a quienes agrupó en corporaciones bajo el nombre de COLLEGIA O COLEGIOS (Collegia Artificum), a cada colegio le fueron asignados los artesanos de una profesión particular, a la cabeza de ellos estaba os Colegios de Arquitectos (Collegia Fabrorum). El Rey Numa quien era un profundo conocedor de las leyes divinas adaptó los ritos Egipcios, Griegos y Caldeos a la forma Romana de Dionisio o Baco, dándole a los Colegios un culto y una organización que les eran propias . Esta asociaciones gozaban del derecho de formarse sus reglamentos propios y de concluir contratos seculares y religiosos, disfrutaban la inmunidad de las contribuciones, franquicia que se extendió durante la Edad Media dando origen a la denominación de masones libres o francmasones. Se dedicaban a las construcciones de fortalezas, carreteras, acueductos, templos y casas en todo el imperio.



    La organización de los Colegios era muy similar a la de nuestras Logias: Tres Faciunt Collegium, Tres hacen un Colegio, este era regido por un Magíster o Maestro , los oficiales inmediatos eran dos Decuriones o Guardianes, análogos a los Vigilantes Masónicos pues cada Decurio presidía una sección del Colegio. Habían otros oficiales tales como: Un Escriba o Secretario quien llevaba el registro de sus procedimientos, un Thesaurensis o Tesorero quien tenía a su cargo el fono de la comunidad, un Tabularios o Archivista, como en estos colegios se combinaban la adoración religiosa con las labores del oficio en cada uno había un Sacerdos o Sacerdote que dirigía las ceremonias religiosas. Otra analogía con la organización masónica era que los miembros de un Colegio estaban divididos en Seniores o Superiores directores del oficio equivalente a los Maestros, y en Jornaleros y Aprendices, análogos a los Compañeros y Aprendices Masones. En sus archivos se ha encontrado que tenían ritos semi-religiosos adscribían interpretaciones simbólicas a sus herramientas de trabajo, como la escuadra el compás, el nivel y la plomada.



    Las colonizaciones Romanas fueron llevadas a cabo por las Legiones del ejercito, a cada Legión de agregaba un Colegio, a la que acompañaba en sus campañas, cuando colonizaba permanecía en la colonia para sembrar la semilla de la civilización romana, construyendo caminos, acueductos, cuarteles, casas y templos. Los miembros de los Colegios trabajaban sus ritos y con el transcurrir del tiempo fueron iniciando a militares, llegando a ser el teatro de todas las iniciaciones secretas y demás doctrinas secretas, mezclándose así su ritos con los hebreos de Palestina y ritos Mitraicos que los soldados de Tito y Vespaciano que habían aprendido mientras estuvieron acantonados en Persia. Por conducto de los Colegios es que la Masonería fue introducida en Europa, al regreso de las Legiones a Roma. Luego de la caída de Imperio.




    EL ESOTERISMO CRISTIANO



    Con la definitiva supremacía de la Iglesia Católica una nueva corriente filosófica viene a agregarse a los misterios es el Esoterismo Cristiano. Aunque negado por la mayoría de los jerarcas de la iglesia, la existencias de misterios puede encontrarse en los Textos Primitivos, se trata pues de ver en los Evangelios un exoterismo yuxtapuesto a un esoterismo. El evangelio de Marcos, el de Juan y algunas epístolas de Pablo testimonian un esoterismo, una palabra revelada cuya inteligibilidad y comprensión necesitan grados, desde la simple alegoría hasta una interpretación que acerca el alma a los misterios divinos, que penetra en el sentido místico de los textos.



    En tres grandes principios estribaba la doctrina de los Misterios del Cristianismo primitivo: la unidad de Dios, la libertad del hombre y la igualdad entre todos hombres. Cristo había puesto en práctica las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Empezaba por recomendar el amor al prójimo, estimulaba a sus hermanos el trabajo y al estudio de las ciencias, y prometía una vida mejor cuando los buenos resultados de su doctrina y la fe mutua entre los hombres, hayan proporcionado a estos la felicidad suprema que su autor espera. Son los primeros padres de la iglesia como Clemente de Alejandría (160 - 215 d.C) y Orígenes (185 - 254 d.C) quienes inician el camino del esoterismo cristiano, en dos de sus obras Stromas y el Pedagogo, Clemente rechaza el divorcio entre el conocimiento Hermético proveniente de Grecia y el transmitido por la revelación Cristiana, con este acercamiento trata de promover una gnosis definiéndola como un apetito conjugado de la Fe y el Saber. Dice Clemente: quien ha sido purificado en el bautismo y luego iniciado en los Misterios Menores (es decir ha adquirido los hábitos de la reflexión y el autocontrol) queda maduro para los Misterios Mayores o Gnosis o sea el conocimiento científico de Dios; También dijo no está permitido por la ley revelar a los profanos los Misterios del Logos. En cuanto a Orígenes (185 - 254 d.C) aun mas que Clemente llega a casar el neoplatonismo con el pensamiento cristiano. Asegura la existencia de la enseñanza secreta de la Iglesia, habla de la fe popular irracional, que conduce a lo que llama el Cristianismo Somático, o la simple forma física de la religión y la fe superior y razonable basada en el conocimiento ofrecido por la sabiduría o gnosis que conduce al Cristianismo Espiritual. En su obras La Homilía sobre el Génesis, De principiis, Contra Celsun, se verán repetidas referencias a la enseñanza oculta, inmensamente más grandiosa y que eleva a quien la estudia a un nivel mucho más elevado que lo que enseña la ortodoxia. San Agustín (354 - 430) aunque no es un pensador esoterista, su pensamiento será invocando por largo tiempo por los sostenedores el Hermetismo Cristiano en los largos debates con los dogmáticos de la iglesia.



    En su obra Confesiones o De Civitae Dei, hace una referencia a los Hermética , y será considerada como la preservación de esta unidad, Agustín rechaza la teurgia y la magia, pero elabora una doctrina en la que el Alma es razonable y servida por un cuerpo terrestre. La naturaleza no es rechazada y ciertas correspondencias rigen las relaciones entre el alma y el cuerpo. Otro pensador clave que interesa al esoterismo es Boecio (470 - 525 d.C), su obra mas leída es De consolatione philosophiae cuyo esplendor perdurara en los medios masónicos hasta el s. XVIII. Hace intervenir la cosmología platónica, la teoría de las correspondencias y principios de dualidad dinámica entre polos contradictorios, varias de las fórmulas empleadas en la Consolación se encontraran rituales masónicos, como aquella "Alejaos pues del vicio y practicad la virtud". En varias Epístolas de San Pablo se puede entrever este Esoterismo, en la Epístola a los Galatas pone acento sobre la Jerusalén Celeste, evocada en el Apocalipsis de San Juan. Otra enseñanza de Pablo es la que define las cuatro dimensiones del Hombre Interior: largo, ancho, altura y profundidad, donde se verifican las reminiscencias de las dimensiones de Dios en el Libro de Job.




    OTRAS CORRIENTES DE TRADICION


    Los Misterios Druidas



    Los Druidas eran una orden de sacerdotes que existieron en Bretaña y las Galias. La palabra Gaélica Druish significa hombre sabio o sagrado y en otro término mago. Este rito vino de originalmente desde Grecia a través de Escandinavia, el Druidismo se dividía en tres ordenes que comenzaban con los bardos, quienes eran los poetas que componían himnos y cantaban en las ceremonias del culto, los Profetas o Eubages eran los augures o adivinos, tenían a su cargo el gobierno civil y la agricultura, y los Druidas o Vates quienes eran los depositarios de los dogmas de la religión y la filosofía, llenaban las funciones de sacerdotes y jueces. Los sitios de adoración eran también de iniciación, generalmente eran circulares porque esa era la forma del universo, y no tenían techo por cuanto consideraban absurdo reducir al Omnipotente a la permanencia bajo un techo común, entre otros instrumentos se sabe que tenían un altar triangular, la espada de Belino y un cofre sagrado.



    Se dice que sus ceremonias de iniciación requerían mucha purificación física y preparación mental, en el Primer Grado se representaba la muerte simbólica del aspirante, culminando en el tercero con su regeneración, donde este era colocado dentro de un bote. Sus doctrinas eran similares a las de Pitágoras, sostenían la creencia en un Ser Supremo, la reencarnación, el estado futuro de las recompensas y los castigos, la inmortalidad del alma. El objetivo de sus ritos místicos era comunicar estas doctrinas empleando un lenguaje simbólico.



    Muchas leyendas señalan que el cristianismo fue introducido en Inglaterra en los primeros años de la era cristiana, mucho antes que las misiones de san Patricio y San Agustín. Algunos historiadores cristianos como Clemente de Roma y Eusebio confirman que San Pablo y otros Apóstoles visitaron las Islas Británicas. Lo cierto es que no fue sino hasta el s. XII cuando la Cristiandad Céltica fue puesta de acuerdo con los usos del Cristianismo Romano. Se cuenta que la antigua Iglesia Británica poseía una profunda y mística forma de cristianismo derivada de fuentes orientales provenientes de los Essenios, quienes estaban muy vinculados a Jesús por haber sido uno de sus miembros. Además de los sacramentos cristianos se practicaban ritos de línea Mitraica, también usados por los Essenios y puede que haya habido alguna sucesión de Misterios Judíos, no vinculados con los Colegios Romanos. Estas varias líneas de tradición fueron retocados con los locales Misterios Druidas. Así los Culdeos de York amalgamaron el misticismo cristiano con los ritos nativos, eslabonándolos a la Masonería Moderna.




    Los Caballeros Templarios



    La Orden de los Caballeros Templarios, llamada también los Caballeros Pobres de Cristo y del Templo del Rey Salmón, fue fundada en 1.118 por Hugues de Payes Caballero de Borgoña y Godfroid de San Omer Caballero del Norte de Francia, con el fin de proteger a los peregrinos en Tierra Santa. La Orden del Temple aparece como referencia insoslayable en la historia del esoterismo occidental. En efecto el mito ha superado la realidad histórica y religiosa, la leyenda lo ha llevado sobre la veracidad de los hechos y este perdurará sobre todo en la Francmasonería Templaría del s. XVIII. Para el s. XIII la Orden estaba en su máximo esplendor, se cree que eran unos 20.000 caballeros diseminados por toda Europa y el cercano Oriente. Un aspecto importante acerca del esoterismo lo constituía la Tierra Santa, mas entidades físico-geográficas eran entidades espirituales, los lugares Santos eran la expresión del microcosmos humano, de una iniciación mística y de una revelación, en tanto Jerusalén representa un centro donde el cielo y la tierra se encuentran. Los Caballeros Templarios trajeron del oriente un conjunto de ceremonias y símbolos pertenecientes a la tradición Masónica, poseían ciertos conocimientos que hoy se imparten en Grado 18 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, lo que llamamos el Sapientísimo Soberano era un obispo o presbítero ordenado, estableciendo un amalgamamiento entre los sacramentos egipcios y cristianos. Es cosa conocida que los Templarios formaban una rama de Gnosticismo y que habían adoptado las doctrinas de los Ofitas, un símbolo común en sus ceremonias era una cabeza barbuda que representaba al Dios eterno y creador, y que llamaban Baphometus o Bafomet, palabra griega que significa Bautismo de Sabiduría. Todo el simbolismo de la Orden evoca la doble noción temporal espiritual, el famoso Beauseant o pendón de guerra era mitad blanco para figurar la lealtad a los amigos, y mitad negro el terror de los enemigos. La cruz de ocho puntas sobre el manto blanco, agregaba a la significación de la cruz, el simbolismo mediador de número ocho, y se unía al blanco del Conocimiento y al rojo (color de la capa) del Santo Amor, invocado en su grito de guerra.



    La iniciación templaria constaba de tres grados: Novicio, Caballero y Profeso. En el año de 1.307 la Orden fue suprimida y todos sus miembros arrestados y muchos ajusticiados por la Inquisición. La destrucción de la Orden del Templo no significó el final de los misterios, algunos Templarios franceses se refugiaron con sus hermanos del Templo de Escocia, donde el mandato de disolución de la Orden no llegó a promulgarse, y en ese país sus tradiciones llegaron a fundirse con los antiguos ritos celtas de Heredón formando así una de las corrientes que dará origen al Rito Escocés. De esta manera las tradiciones de venganza contra el trío formado por el Papa, el Rey y el Traidor, se entretejió con la tradición egipcia de la Masonería Negra, culminando con lo que hoy se llama grado 30.




    La Camaradería



    Otra sobrevivencia de los Colegios fue la Camaradería Francesa o Compañerismo en francés Compagnonnage, con este nombre se conoce a ciertas organizaciones místicas formadas entre obreros del mismo oficio, cuyo objeto es proporcionarse ayuda mutua. Según la tradición se cree que la voz Compagnonnage es de origen hebreo, habiendo provenido del Templo de Salomón. El término apareció hacia el s. XII, en las corporaciones de obreros; estos para proteger el arte de su trabajo percibieron la necesidad de formar entre sus miembros confraternidades, cuya protección debía acompañarlos en sus excursiones laboriosas, y proporcionarles ayuda fraternal y empleo en las ciudades desconocidas. Los Compagnons de la Tour, tienen sus leyendas y al igual que los Francmasones hacen llegar su origen al Templo de Salomón, existen tres líneas en el Compañerismo cada una de ellas basadas en un precursor diferente: la más antigua era la de Los Hijos de Salomón originalmente compuesta por constructores de piedra (Stonemasons) solamente; la segunda la de los Hijos de Maitre Jacque (Maestro Santiago) quienes admitían miembros de otros oficios como talabarteros, afiladores, zapateros, sastres; y la tercera seguía a Maitre Soubise originalmente formada por carpinteros. Las tres corrientes estaban organizadas de acuerdo al grado de conocimiento de sus miembros en : Aprendices, Compañeros y Maestros. Tenían un sistema de iniciación y para alcanzar un grado superior debía presentar un examen o revelación del conocimiento de su oficio, para ellos el Templo de Salomón era la cumbre de la sabiduría y consideraban que los maestros que habían intervenido en su construcción eran iniciados por la Divinidad.



    Otras corrientes de tradición sobrevivieron en Europa fueron: Los Constructores de Piedra que se estas se desarrollaron durante el s. XII en Alemania, estas originan de dos corrientes una Inglesa a través de los monjes Celtas y otra Italiana por medio de San Bonifacio,. En Inglaterra las primeras Logias (Logges, Luges, Lodges) aparecen después de la conquista Normanda en el s. XI, entre los picapedreros y albañiles que construyeron las catedrales de York, Canterbury, etc. Tres líneas de tradición confluyen en la Masonería de las Uniones Inglesas: una línea fue conservada de los misterios Celtas y Druidas, una segunda provino de los Colegios Romanos y una tercera que llegó con al conquista Normanda bajo el patrocinio de Arzobispo Lanfranc.





    Si desea profundizar en este tema léase también ORIGENES DE LA MASONERIA del Q:. H:. José Schlosser

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  10. ¿QUE NO ES LA MASONERÍA?



    La masonería no es una religión, la institución alberga por igual a judíos, musulmanes, cristianos, católicos, cuáqueros, librepensadores o de cualquier otro credo, solo se exige al individuo admitir la existencia de un Ser Supremo, con la denominación que se le quiera dar.

    La masonería no es una religión, ni una secta, pues no tiene dogmas, carece de cuerpo doctrinal al cual se llegue a través de la fe. La masonería respeta todas las creencias.

    No es una religión, pero trabajamos en un templo físico, donde llevamos a cabo nuestros rituales, para fabricar un templo simbólico, que es el templo de nuestra personalidad.

    En masonería no se le rinde culto al diablo, tal como se acusó en numerosas ocasiones por algunos enemigos de la orden y de la humanidad. Un masón puede, de acuerdo con sus ideas, rendir culto a los principios religiosos en los que crea. En ese sentido, la antigua formula masónica de "Gran Arquitecto Del Universo" no debe ser entendido necesariamente como un dios personalizado, sino que simboliza la energía, armonía, fuerza de la vida u origen del universo que se desee.

    En los rituales masónicos no hay nada de magia o de irracionalidad, tienen un significado básico que se explica a los iniciados, y a partir de esa base cada uno enriquece o desarrolla las diferentes aplicaciones que desee. El trabajo masónico intenta provocar en sus participantes una toma de conciencia de los problemas y cuestiones que se plantean, en todos los órdenes del mundo. A continuación les pide honda reflexión acerca de lo que cada uno entiende como soluciones o conclusiones, tratando de verlas desde diferentes concepciones o puntos de vista. Se trata de fomentar el libre análisis y el desarrollo de la propia conciencia.

    La masonería no pasa a una acción inmediata -salvo cuando se trata de una ayuda o acto de fraternidad concreto-, sino que cada masón, aporta su progresivo enriquecimiento al medio en el que se desenvuelve. Por eso, el ritmo de trabajo masónico tiene unas pautas de reflexión y lentitud que facilitan el análisis y buscan causas profundas.

    La masonería no es anticristiana, pues muchas iglesias de esa religión la apoyan y promueven, perteneciendo sus obispos y pastores a ella, de forma abierta. Tampoco cabe decir que la masonería sea anticatólica, toda vez que en su seno se respetan todas las creencias. Lo que sí ha ocurrido históricamente es el enfrentamiento de la iglesia católica con la masonería. La mayor virulencia se da en el siglo XIX, cuando los diferentes estados italianos se unifican en uno, y El Papa ve amenazada su posición como rey de Roma; en ese momento la Santa Sede reacciona con dureza frente a todas las corrientes que, directa o indirectamente, propugnen los ideales bajo los que se unifica Italia: estado liberal, sociedades patrióticas -carbonarios, anilleros, librepensamiento, etcétera. Una de las condenas más duras contra la masonería, es la que la acusa de pretender la separación de la iglesia y el estado -que defenderá el Concilio Vaticano II en el siglo XX-. Las calumnias a la masonería fueron conscientemente alimentadas con las obras del estafador Leo Taxil (que terminó reconociendo públicamente su impostura), en las que se hablan desde apariciones demoníacas hasta banquetes en los que se devoran niños.

    Cualquier católico puede, desde el punto de vista de la masonería, ingresar en ella. Se le exige lo mismo que a las personas de otras creencias o ideologías: tolerancia, fraternidad y desarrollo continúo de si mismo en beneficio de los demás.

    De lo dicho hasta ahora no cabe deducir que la masonería pretenda una vuelta atrás, a doctrinas elaboradas en el siglo XVIII. El gran valor de la masonería radica en que cada masón, cada generación de masones, reelabora la continua y progresiva aplicación de los principios de Libertad, Igualdad Y Fraternidad, que no significan lo mismo en el siglo XVIII que en el XXI. Nada de cuanto es humano nos es ajeno, nada de cuanto es universo nos es ajeno, por estar el hombre inmerso en ese universo como parte consciente y valiosísima del mismo, capaz de comprender y ayudar a mantener la armonía del conjunto.

    No somos retrógrados cuando tratamos de mantener y estudiar las raíces de nuestra tradición, pues no se puede pretender entender el presente ni construir el futuro ignorando los origines.

    La masonería no es ocultista, es profundamente esotérica, en la medida que le dan los símbolos que estudia y los rituales que practica, pero también es profundamente racional y práctica en su desenvolvimiento y actividades y de acuerdo a los antiguos usos y costumbres, no niega ni pone reparos a ningún método moral para estudiar, investigar y encontrar la verdad.

    La masonería no tiene un código dogmático, pero si enaltece y fomenta las buenas costumbres, de tal manera, que entre los requisitos para ingresar, además de admitir la existencia de un ser supremo, se exige al aspirante la ineludible condición de "SER UN HOMBRE, LIBRE Y DE BUENAS COSTUMBRES".

    No es una organización absorbente o que exige una disponibilidad de tiempo completo a sus miembros, las logias tienen una reunión semanal o quincenal, y pueden haber actividades adicionales, alguna que otra vez al mes, pero el verdadero compromiso del masón no tiene horario, ni día de la semana, la dimensión del compromiso del masón alcanza para el resto de su vida, constantemente debe tratar de ser el mejor esposo o esposa, el mejor padre o madre, el mejor hijo o hija, el mejor amigo o amiga, el mejor vecino o vecina, el mejor trabajador o trabajadora, el mejor conductor o conductora, el mejor jefe o jefa, el más dedicado o dedicada profesor o profesora, el más honesto o honesta comerciante, el más justo juez o jueza, etc.

    No es una organización secreta, ya que nos ven entrar y salir constantemente de un edificio llamado templo masónico, que está en una vía pública en muchísimas ciudades de muchísimos países, la masonería solamente es discreta en cuanto a los modos de reconocimiento entre los hermanos, pero en cuanto a su filosofía, doctrina, código moral y su trabajo sobre el individuo y sobre su entorno, está en disposición de publicitarlo, el mejor ejemplo esta en el contenido de esta pagina Web.

    Debe quedar claro que no somos una sociedad secreta, sino una sociedad discreta, con finalidades eminentemente morales, que posee ciertos secretos, no ocultamos nuestra membresía, nuestros templos están claramente identificados en sus fachadas y listados en los directorios de las ciudades en que existen, los masones usan emblemas y otros medios de reconocimiento a la vista de todos, no nos reunimos secretamente sino en nuestros templos, que están identificados con los símbolos de nuestra orden.

    Las diferentes obediencias masónicas de nuestro país se hallan legalizadas. Esto es así porque son conocidos nuestro principio, estatutos y objetivos. En lo que si se mantiene el secreto es en los rituales y formas de trabajar. El significado de este secreto, que por otra parte se encuentra publicado en numerosos libros de acceso a cualquiera, es el símbolo de que la obra de transformación y perfeccionamiento humano debe ser llevado a cabo en el interior, en la reflexión y conciencia. Por otra parte también son "secretas" las reuniones de consejos de administración de empresas, de órganos de dirección de partidos políticos, etcétera. Que después de sus reuniones estas entidades celebren ruedas de prensa no significa que se cuente efectivamente todo lo ocurrido y planeado.

    Ningún masón está obligado a guardar secreto de su pertenencia a la masonería, pero tampoco está obligado a reconocerlo si es interpelado, pudiendo negarlo si así lo estima conveniente o lo prefiere. Lo que no debe hacer ningún masón es contestar a decir si otra persona lo es, por respeto a la libre decisión de cada uno a afirmarlo o desmentirlo.

    La institución, de acuerdo con tradicionales y sanas costumbres, no se entromete en lo que entendemos usualmente por política, pero forma al hombre para que cumpla con su deber y al inducir al individuo a ser consecuente con sus propios convencimientos, se deduce que la vigilancia constante del acontecer público es inherente a sus actividades, por ello, aunque no es una institución para enseñar moralidad ni patriotismo, exige a quien aspire a ingresar, el demostrar una sólida base moral y una alta disposición para entender los problemas de la comunidad.

    La masonería no exige a sus miembros el pertenecer a ninguna denominación o confesión religiosa, el ser miembro de alguna iglesia o religión no es obstáculo para ser admitido en sus filas, no existe ninguna contravención que impida el ingreso a un católico romano, cristiano, judío, musulmán, budista, mormón, protestante o miembro de cualquier organización religiosa, mientras manifieste su creencia en un ser supremo.

    Tampoco hay limitación por raza u origen étnico, ni por convicciones políticas, las discusiones sectarias sobre religión, raza o política están prohibidas en las logias, los individuos son libres de involucrarse en actividades políticas o religiosas, siempre que no las lleven al interior de esta, la masonería invita a sus miembros a ser activos en su religión y en los asuntos políticos de sus comunidad.

    La masonería no pretende sustituir a otros grupos (partidos políticos, sindicatos, asociaciones de todo tipo), que cumplen su misión y entendemos necesarias para la vida colectiva. En ningún caso se produce una antítesis, siendo plenamente complementarias unas con otras. Si acaso, suele ser bastante enriquecedor para el masón el poder aportar visiones más globales, o aspectos distintos en una cuestión, al llevar adelante su papel en partidos, sindicatos o asociaciones.

    Otro punto que debe aclararse es la cuestión vertida sobre nosotros de ostentar un poder secreto mediante la mutua ayuda entre masones. En primer lugar, conviene señalar que el deber de todo masón a prestar ayuda y solidaridad a todos los demás, y no solo a los demás masones. Si con éstos le une un especial vínculo de fraternidad, que da al trabajar en el mismo sentido y con los mismos objetivos, ese vínculo debe tener un límite en el sentido de justicia y equidad. Ningún masón está obligado a prestar una ayuda que, en su conciencia, suponga una injusticia o un favoritismo. Por lo tanto, dependerá de su sentido de justicia, y éste debe ser muy alto en alguien que se dice francmasón.

    Otra cuestión que debe ser aclarada es que nadie está obligado, en masonería, a dar ayuda si con ello se priva de lo que es necesario para si y su familia. Recordamos que nadie puede dar si previamente no tiene, tanto en el sentido espiritual como en el material.

    La masonería no es elitista. Entre nosotros se cuentan personas de diferentes procedencias, niveles, formación y profesión. Partimos de la base de la radical igualdad de todos los seres humanos, de su múltiple variedad que nos enriquece y equilibra. El elitismo social está proscrito en masonería, y ello se muestra incluso a nivel simbólico en determinadas ceremonias, recordando la igualdad de todos los francmasones, aún ostentando diferentes grados.

    En masonería no deben juzgarse las opiniones, que son libres, sino las actitudes: éstas deben ser abiertas, carentes -en lo posible- de prejuicios, fruto de una reflexión y una intuición propias. Debe abordarse la vida buscando lo que une antes de lo que separa, y saber manifestar las diferencias con sinceridad para con uno mismo y con respecto a los demás. Esto no significa que el masón no defiende sus ideas y creencias, ya que en ese caso no sería coherente consigo mismo, sino que esa defensa debe ser realizada de forma abierta, tolerante y fraternal, huyendo de la concepción de ser el único portador de la verdad absoluta.

    Buscamos el progreso del universo y el progreso de la humanidad inserta en él, y llamamos a ese progreso luz, entendiéndolo no solo en el sentido material -importante y presente en nuestras preocupaciones- sino también en el sentido espiritual, moral o filosófico.

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