RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

martes, 25 de agosto de 2009

LUIS GÓMEZ SANTACREU

CLUB BALONCESTO SAN ISIDRO de la OROTAVA. (foto cedida por BRUNO JUAN).
Siento mucho no poseer ninguna otra foto de Luis con la que ilustrar esta crónica.

Nunca pensé que un joven tan sumamente delgado como era Luis entonces fuera poseedor de una resistencia física tal que pudiera soportar lo que de larga duración tiene un partido de baloncesto de la liga nacional.

Yo, sin embargo, crecí en La Cuesta envuelto en esa nube de polvo que se desprende del suelo cuando uno regatea descalzo al declinar la tarde, con una pelota de trapo entre los pies, al borde de un área totalmente rural, frente a la raya imaginaria de una portería limitada en sus extremos por dos pedruscos vertiginosos.

Luis posiblemente se habría curtido de niño sobre las duras canchas de cemento en los colegios mayores de Tenerife que otros tanto envidiábamos hasta llegar a alcanzar con posterioridad el merecido prestigio deportivo del que se hizo acreedor, -cosechado con notable éxito-, al militar durante tantos años en las filas del mítico Club Náutico.

Yo me retiraría definitivamente de la práctica del futbol amateur sin haber conseguido salir jamás de segunda regional: en La Cuesta con el Club Deportivo Arguijón y, posteriormente, ya vecino del Puerto de la Cruz, en el Porteño Club de Futbol.

Reconozco que por entonces yo no sentía ningún respeto por un deporte cuya máxima finalidad consistía en introducir una pelota excesivamente grande en una cestita extraordinariamente pequeña. Pero el apellido Santacreu ya era acreedor de una gran popularidad como deportista cuyos ecos llegaban con total nitidez, incluso, a oidos de la mayoría de futbolistas.

Como podrá comprobarse, en lo deportivo, por no decir en todo lo demás, nuestras vidas discurrían por senderos muy divergentes.

En aquel tiempo, por lo general, las vidas de la inmensa mayoría de jóvenes de la misma generación habrían de converger obligatoriamente en un mismo e insólito lugar: Hoya Fría. Y fue precisamente allí donde me encontré por primera vez con Luis quién, con suma paciencia, no solo me enseñó a introducir una pelota tan grande en una canasta tan pequeña sino también a respetar y amar un deporte al que yo había descalificado prematuramente sin haberme tomado nunca siquiera la molestia de intentar comprenderlo.

Una vez licenciados, nuestro contacto se mantuvo siempre, como ya he manifestado en alguna otra ocasión, estrechamente ligado a la música. Y , precisamente, de esa época datan unos maravillosos versos que aún conservo, compuestos por Luis y que yo me atreví a cantar a ritmo de malagueñas en un pequeño recital organizado, hace ya muchísimos años, por el Instituto de Estudios Hispánicos del Puerto de la Cruz. Es probable que pueda jactarme incluso de haber sido el primero en interpretarlos en público aunque me consta que algunos de esos versos forman parte de la letra de una de las canciones contenidas en un disco editado posteriormente por Caco Senante.

Los versos dicen así:

Yo nací en una prisión
Y también naciste tú
Hay quién dice que es fortuna
Porque la celda es azul
Y los barrotes de espuma

ESTRIBILLO

Que no sea mi canto flor de madrugada
Y anide en mis islas desafortunadas
Que crezca en el viento
Y crezca en el mar
Pero no se quede en puro cantar

Para terminar, sólo citaré como ejemplo un pequeño detalle que pone de manifiesto la gran talla moral y humana que aglutina Luis Gomez Santacreu en su persona.

En el barracón de la novena compañía del CIR en la que fuimos alojados durante el periodo de instrucción militar, yo ejercía de oficinista en el pequeño despacho destinado a tal efecto y a las órdenes directas del capitán Pax Pons y de un teniente grancanario del que no recuerdo su nombre pero sí su magnanimidad.

Cierto día, el teniente, visiblemente nervioso, me preguntó si conocia al recluta Luis Gómez Santacreu y si yo sabía que fuera hijo del general Gómez. Creo recordar que yo ignoraba por completo que Luis fuese hijo de militar y así se lo hice saber al oficial. Este me ordenó rebajarlo de inmediato de todo servicio que implicara trabajos mecánicos dada la condición de militar de su padre. Luego me pidió que lo hiciera acudir a su presencia para comunicárselo personalmente. Yo no escuché entonces la conversación mantenida entre ámbos en privado. Sólo sé que Luis se negó rotundamente a lo que él consideraba un trato de favor respecto del resto de compañeros y exigió no ser rebajado de cualquier servicio que le pudiera afectar por su condición de recluta. De modo que Luis fregó el piso como cualquiera, hizo servicios de cocina como el que más y montó guardias siempre que lo reclamaron los turnos.

Ese es el sensacional Luis Gómez Santacreu que yo conocí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario