Como pensionista que soy, esta violenta crisis nacional no sólo ha terminado afectando muy directamente a nuestra propia economía doméstica sino además a esa especie de código emocional y moral que, a pesar de todo, aún conservábamos indemne y que de una manera u otra nos permitía seguir capeando el temporal en la medida que los mil euros de mi pensión sumados a los otros tantos del sueldo de mi mujer nos parecían, hasta hace bien poco, suficientes como para subsistir moderadamente y sin agobios durante el resto de nuestros dias.
Ese código emocional y moral al que hago alusión y que particularmente se nos resiente se ha vuelto de pronto en contra de situaciones que hasta hoy se nos antojaban como normales o, si más no, como un capricho del destino al que por mucho que nos lo propusiéramos no podríamos en ningún caso manipular ni, bastante menos, cambiar.
Y ese contrasentido que representa la organización de un mundial de fútbol, -con lo que está cayendo-, donde a todos sus representantes, desde el guardameta menos eficaz hasta el no más eficaz máximo dirigente de un organismo como la FIFA, se les garantizan unas cantidades astronómicas de sueldos, primas, prebendas, etc., es lo que tanto contribuye a la ya mencionada alteración de nuestro pacífico código moral y emocional en el que nos hemos educado la mayoría de los representantes de nuestra generación.
Pero ya no sólo todo aquello que rodea al mundo del futbol nos afecta en la moral sino también aquello otro que envuelve al llamado mundo del toro. Y eso que estas dos disciplinas sólo son los dos paréntesis que encierran a todo un colectivo como el que puede ser la banca, la clase política corrupta que debiera bien representarnos y sectores del poder judicial que, asímismo, debieran bien defendernos.
Para acabar, sólo haré uso de una reflexión; ahora que el pais disfruta de una bien ganada democracia:
RECUERDO CUANDO NUESTRO PEOR ENEMIGO ESTABA FORMADO POR EL GRUESO DEL EJÉRCITO
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