RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

domingo, 30 de agosto de 2015

CHIQUITO DE LA CALZADA y el DIA DE ACCIÓN DE GRACIAS (Ficción rigurosa)

 Este relato está dedicado a mi buen amigo Salvador García Llanos


Conocí al Dr. GRIJANDER durante el transcurso de una entrañable recepción celebrada en Madrid y organizada por el embajador de EE.UU. JAMES COSTOS en los hermosos jardines de su residencia particular con motivo del día de Acción de Gracias durante el pasado mes de Noviembre de 2014. A ella asistian como invitados distintas personalidades pertenecientes al mundo de la cultura, los negocios, la banca, la política, el cuerpo diplomático, etc., así como un puñado de antiguos miembros relacionados con el ámbito de la Investigación científica española entre los cuales  se encontraba, precisamente, el mencionado doctor GRIJANDER.

Mi asistencia estaba suficientemente justificada como miembro representante, en calidad de jubilado, elegido entre  la mayoría silenciosa de este pais y escogido mediante un sorteo global organizado por el Instituto Nacional de Estadistica en colaboración con el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.

Aunque no dejaba de ser  un acto informal, no oficial, la mayoría de invitados asistíamos sin nuestros respectivos cónyuges y vestidos de riguroso chaquet a pesar de que la sombra que proyectaban los esbeltos flamboyanes del jardín no bastaba del todo para disipar el sofocante calor reinante a esa hora del día pese a ser Noviembre, máxime ataviados como nos encontrábamos de manera tan extrema.

En un momento dado, el Dr. GRIJANDER, al que no tenía el gusto de conocer hasta entonces, me tomó delicadamente del brazo y presentándose me dijo:

Chiquito de la Calzada en el Puerto de la Cruz

-CHIQUITO DE LA CALZADA me ha hablado muy bien de Vd.
-¡Encantado de conocerle, Dr.! Me llamo Zoilo López y soy algo parecido a lo que se entiende hoy en día en España por un artista.
-Lo sé -me dijo tuteándome ahora- Poseo un cuadro tuyo comprado a tu galerista en Barcelona, aconsejado precisamente por CHIQUITO.
-Lo recuerdo -mentí- Me lo confirmó en su día mi representante. Espero que lo disfrute

En principio, GRIJANDER, podría haber sido confundido con un extranjero de los muchos que acuden con frecuencia a las embajadas, dada su descomunal estatura y corpulencia y, sobre todo, merced a su abundante y rubio cabello  pero a medida que le oía hablar me daba perfecta cuenta de que, con toda seguridad, no dejaba de ser lo que hoy reconocemos como un robusto y apuesto rubio nacido probablemente en el seno de una familia de Valladolid, traicionado con descaro por la correcta vocalización y esmerada  pronunciación de su discurso en un ampuloso y clásico castellano como con el que se dirigía a mi en aquel momento.

-¿De modo -le pregunté en tono coloquial- que CHIQUITO anda también por aquí?
-Ya lo creo -contestó- no tardará mucho en hacer acto de presencia.

Y así fue. Mientras el Dr. GRIJANDER se molestaba en mostrarme una diminuta conderación de oro prendida del ojal de la solapa del chaquet por la que yo me había interesado vivamente, aparecieron de pronto por entre la espesura de la frondosa vegetación del jardín el Sr. Embajador y CHIQUITO DE LA CALZADA en animada y risueña charla.

El primero se había tomado la extravagante libertad, a la que el resto no nos habíamos atrevido:  vestir un sencillo pero bien cortado traje de lino color crema y calzado con mocasines de color beige; bajo la americana, una camisa blanca de hilo sin corbata. CHIQUITO, como el resto de invitados, con chaquet aunque el suyo de color gris marengo. Nos sorprendió gratamente ver aproximarse al cómico abanicándose perezosamente con un modesto y sin embargo elegante pai-pai de color rosa.

Mi asombro resultó mayúsculo al comprobar como JAMES COSTOS, el joven embajador, se dirigía a mi por mi nombre propio, como si me conociera de toda la vida.

El padre del hoy embajador de EE.UU. en España fotografiado en la década de los 70 en el Puerto de la Cruz


-¡Hombre, Zoilo! ¡Cuanto tiempo sin noticias tuyas! Yo fingí conocerlo también, disimulando mi total incertidumbre hasta que, sin él pretenderlo, me ofreció la esperada oportunidad que precisamente necesitaba para eludir el ridículo más bochornoso: una valiosa pista que yo atrapé al vuelo en mi propio auxilio y beneficio.

-¡Que década tan prodigiosa aquella de los 70-80 en el Puerto de la Cruz! ¿La recuerdas? -dijo mostrando una blanca dentadura de la que sólo los americanos de origen griego como él se atreven a ostentar.

-¡Ya lo creo! -presumí también yo de haber vivido la misma década aunque no así de poseer la misma dentadura. Sin embargo, para mis adentros, resultaba dificil creer que una persona nacida en 1963 pudiera haber asistido o participado de los prodigios que para la juventud del Puerto significaron aquellos ilustres años.Y así se lo hice saber.

-Todo lo que sé de tí se lo debo a mi padre que sí la vivió, -respondió con tristeza- y quién, por supuesto, también te conoció personalmente. No sólo me hablaba de tí siendo yo todavía un niño sino que en su amena autobiografía, editada recientemente en USA, menciona a un joven fotógrafo por el que sentía especial afecto y del que aún guarda un magnífico reportaje fotográfico que le sirvio para ilustrar los capítulos más interesantes del libro. Si a todo ello le añadimos la entrañable amistad que te une al simpático CHIQUITO DE LA CALZADA a quién tuve oportunidad de conocer a través del ilustre Dr. GRIJANDER, digamos que, por lo que a mí respecta, se cierra por completo este estrecho círculo.

JAMES COSTOS hablaba un castellano muy fluido mientras sonreía todo el rato haciendo siempre gala de su sana y blanca dentadura que en secreto despertaba mi total envidia pero, a pesar de todo, yo continuaba sin saber aún quién podría haber sido su padre de entre todos aquellos jóvenes extranjeros que conocí y fotografié durante tan larga y   prodigiosa década. Al final, como si él mismo no se creyera lo que trataba de decirme, añadió muy despacio y después de una larga y misteriosa pausa que me obligó a memorizar en segundos todo el contenido de mi archivo fotográfico de entonces.

-Mi padre fue uno de los componentes del dúo que durante muchos meses amenizaron en directo las inolvidables noches en la DISCOTECA BALI sita, en aquel entonces y como bien sabrás, en la Avenida de Venezuela del Puerto de la Cruz.

 JAMES sostiene la guitarra. JULES a la izquierda

Como un fugaz relámpago acudieron a mi maltrecha memoria no sólo las estilizadas figuras de dos jóvenes y excelentes músicos americanos sino además sus cortos nombres respectivos: JAMES Y JULES. De pronto, el embajador, esbozando una leve sonriza de complicidad, se fue alejando de la escena llevándose a CHIQUITO cogido del brazo quién, a medida que se distanciaban, me observaba risueño por encima del hombro mientras, indolente y ceremonioso,  se iba dando aire con su inseparable pai-pai de color rosa dejándonos a nuestra propia merced al Dr. GRIJANDER y a mí. 

Al tiempo que COSTOS y CHIQUITO se distanciaban de nosotros, desde alguna parte del jardín que  yo aún no había visitado, no sólo empezaron a sonar los ágiles compases de AMERICAN PATROL en una conocida aunque discutida versión de GLENN MILLER y su orquesta sino que, además, un suave aroma llegaba ahora hasta nosotros envuelto en los acordes de la primitiva marcha militar. Un inconfundible aroma a deliciosa mermelada de arándanos y a suave pavo asado, presumiblemente relleno de frescas manzanas

En cuanto el Dr. GRIJANDER olfateó en el aire de aquella espléndida mañana el aroma tan peculiar y propio del DIA DE ACCIÓN DE GRACIAS, con una rápida excusa que a mí me pareció estúpida y que no le hacía justícia alguna, decidió abandonarme por el momento, dejándome de nuevo completamente sólo bajo la fresca sombra que proyectaban los siempre elegantes flamboyanes de aquel hermoso jardín particular.

Para cerrar definitivamente mi propio círculo y admitir a la vez la dimensión indirecta que me unía a aquellos ilustres caballeros en un jardín privado, bajo el cielo goyesco del Madrid de los Austria, en pleno siglo XXI, hube de remontarme muchísimos años atrás en el espacio y el tiempo y trasladarme mentalmente hasta la Calle del Lomo en el Puerto de la Cruz y tratar de entrar  en LA CUEVA GITANA, un diminuto pero muy popular "tablao" flamenco donde, cada noche, en la década de los 60, CHIQUITO DE LA CALZADA actuaba a diario como "cantaor", formando parte de una pequeña compañía de baile de escaso éxito y cuyo nombre, con el paso del tiempo, ya he olvidado por completo. De aquel entonces proviene nuestra sincera y cordial amistad, mantenida hasta hoy a buen recaudo, con una total y firme discreción y que la mayoría de nuestros coetáneos  desconocía hasta el presente.

Y, de pronto,  comenzó a sonar el himno de Estados Unidos


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