RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

viernes, 27 de enero de 2017

LOS ATAQUES SIEMPRE VINIERON DE FUERA

Aparte de colaborar en él, suelo leer también los interesantes artículos de opinión de mis otros distintos colegas que edita asiduamente el PERIÓDICO de TENERIFE y que pone de manifiesto el interés que despiertan sus comentarios entre sus asiduos lectores. Hace unos días me llamó mucho la atención uno de ellos (un artículo, me refiero) que bajo el título de LOS ATAQUES NO VIENEN SÓLO DE FUERA firmaba el Sr. Ricardo Peytavi. Como que soy canario y residente en Catalunya algo más de treinta años no dejé de sentirme directamente aludido por cuanto la preservación de la lengua de un pueblo, -que por otro lado los canarios (díganse güanches) fueron despojados brutalmente de ella durante la conquista-, es considerado el patrimonio más rico que pueda desear, -además de sus tradiciones-, cualquier etnia por muy primitiva que sea. Para cuidar de ella, en ocasiones no basta sólo con hablarla y escribirla sino que también han de verse obligados a ampararla, tomando medidas y decisiones del todo incomprensibles para muchos otros, como, por ejemplo, para el que fuera inepto ministro de educación del gobierno del PP llamado WERT que mediante una desacertada decisión ministerial quiso “españolizar a los niños catalanes” valiéndose de la enseñanza en las escuelas primarias catalanas.
Las islas en general, en todos los mares u océanos del mundo, simbolizan el estado perfecto de libertad, de tranquilidad, de sosiego, de paz, etc., etc. En particular, las Canarias así también lo parecían en aquel ya lejano pasado pero el océano que las circunda las convirtió entonces en una paradisiaca prisión de donde los aborígenes no pudieron jamás escapar para, huyendo del invasor, refugiarse en cualquier otro lugar del mundo y conservar de, espaldas a la guerra, su lengua materna y sus tradiciones. Me vienen a la memoria unos versos de mi querido amigo Luis Santacreu que me recuerdan aquello de “Yo naci en una prisión………………donde la celda es azul y los barrotes de espuma”.
Estudiando Hª del Arte en la Universidad de Barcelona, me matriculé en dos asignaturas de las llamadas de libre elección: latín y catalán. Pues bien, el lingüista y catedrático de catalán, hoy ya fallecido, no era otro que el Sr. Juan Solà, con el que no sólo aprendí lengua catalana sino que también me enseñó el dramático significado que suponía para un pueblo no poseer lengua propia por haberle sido arrebatada por terceros. Ni que decir tiene que el Sr. Solà conocía las islas y su historia perfectamente por haberse dedicado gran parte de su vida, aparte de a la docencia en sí, también al senderismo y montañismo no sólo en Catalunya sino en las zonas más rurales de la Isla de Tenerife.
Es curioso constatar como aquí en Cataluña no te preguntan, -cuando te lo preguntan,- si hablas español. Lo normal es que te pregunten si hablas castellano. La palabra español es un topónimo que a los catalanes se les antoja relativamente moderno por cuanto la Península Ibérica, en su día, la constituían una serie de reconocidos reinos como el de León, Castilla, Aragón y, por abreviar, después de la unificación posterior y, sobre todo, con la expulsión de árabes y judíos se oficializó y se impuso el castellano, -que no el español-,-como lengua oficial.
Quiero terminar diciendo o, tal vez, afirmando que a pesar de haber nacido en Tenerife el topónimo de “canario” me crea un sentimiento lejano de culpa rayando el síndrome porque lo único que de verdad he merecido, -por no hablar en plural-, es el apelativo de “criollo” con todo lo que ello significa en relación con el azaroso pasado colonizador de aquella España de entonces.

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