RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

jueves, 9 de febrero de 2017

VERGÜENZA AJENA

Existen muchos varones que después de pasar casi media hora sentado en el wáter haciendo sus más sucias necesidades en silencio y en privado, suelen salir inmediatamente después a la calle con la sana intención de comerse por completo el mundo con la conciencia bien tranquila. Pero, ¿dónde vas, muchacho?, ¿con la cantidad de porquería que has almacenado durante tantos días en el intestino y aun así insistes en salir con hambre?

En mi caso particular, antes de salir definitivamente, me siento un buen rato en el bidet. Esos minutos de aseo íntimo me sirven casi siempre de antesala para la reflexión a la espera de las sorpresas que más tarde pueda depararme el día una vez ya en el exterior; o ahí fuera, -como suelen decir algunos protagonistas de las malas películas americanas-.

Como hombres nuevos nos enfrentamos al cada día en cuerpo y alma: limpios de cuerpo y mente; el alma, -en lo que a mí respecta-, impecable. En cualquier caso, impolutos, sin ninguna sospecha de haber salido hace un momento del wáter donde escondíamos a hurtadillas la porquería y convencidos además de que pasará mucho tiempo antes de que no nos tengamos que sentar de nuevo con el pantalón hasta los tobillos, el culo completamente al aire y la conciencia muy tranquila.

Sólo con verme en situación semejante, me hace sentir mucho más tolerante si cabe con los demás, más comprensivo, más humano también, aunque igual de convencido de mis otras muchas limitaciones como persona.

Por todo ello, casi me atrevería a afirmar que soy muy frugal en las comidas como para no verme en el delicado trance de tener que visitar el wáter mucho más veces de las que son estrictamente imprescindibles, y mantener así  mi intestino a buen recaudo y lo suficientemente alejado de su capacidad máxima de almacenamiento aunque sí con la tolerancia mínima suficiente como para que no me preocupe hasta el extremo de que no me permita presumir, entre mis semejantes más allegados, de mis buenas y apacibles intenciones para con los demás.

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