RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

lunes, 3 de septiembre de 2018

PLAZA DE TOROS "LA RUEDA" (Puerto de la Cruz)


Al otro lado de la carretera general, frente al barrio de San Antonio, este pequeño y modesto coso taurino que no plaza de toros propiamente dicha fue el primero y único que se construyó en el Puerto de la Cruz gracias a la iniciativa de un joven emprendedor holandés de nombre Frank que se establecería en los años 60 en la ciudad durante mucho tiempo para, posteriormente, asentarse en la Isla de la Gomera con el producto de los beneficios obtenidos con sus negocios en Tenerife.

Antigua calle de Las Damas, hoy Enrique Talg. Lugar donde se encontraba ubicado el Bar La Rueda


Frank había llegado al Puerto prácticamente con lo puesto y lo primero que hizo con sus pocos ahorros fue montar un bar que en aquel entonces tendría entre la juventud del lugar una repercusión y un éxito sin precedentes. Se trataba del Bar La Rueda, situado al final de una callejuela, conocida hoy como Enrique Talg, que merced a una empinada escalera desembocaba en  la calle La Hoya. Un discreto Bar cuyas paredes interiores estaban cubiertas de troncos de pino sin pulir así como las mesas y sillas. Al fondo una pequeña barra de las mismas características que el resto de la decoración y el mobiliario hacía las veces de bar, con una pequeña plancha donde cocinaba salchichas y huevos fritos amén de servir todo tipo de bebidas alcohólicas, desde cervezas hasta whiskys.

Seguiría siendo su propietario pero mucho más tarde lo arrendaría a un joven alemán de nombre Norbert que lo explotaría durante algunos años más.

Foto de Norbert, arrendatario del Bar LA RUEDA

Frank era un joven alto, simpático y atractivo a la par que inteligente. Casi siempre acompañado de dos magníficos perros, pastores alemanes ambos, que causaban tanto respeto como miedo. Mientras le conocí se mantuvo soltero aunque tuvo muchísimas amigas de muy distintos países. Sin embargo no era un gran gastador. Sus ahorros solía invertirlos en bolsa y en otro tipo de pequeños negocios que le aportaban por lo general pingües beneficios.

En ocasiones y como medida publicitaria, organizaba en su casa divertidos guateques a los que eran invitados sus clientes más asiduos, españoles y extranjeros,  y que solían durar hasta bien entrada la mañana siguiente.

Tuvo la visión de poder ofrecer al turista de entonces una experiencia taurina única a cambio del precio de una entrada. Montó el coso taurino en cuestión, contrató a un banderillero español de nombre Manolo y compró media docena de vaquillas a las que los cientos de asistentes pretendían torear por turnos bajo la protección del novillero. De cuando en cuando y tal como muestra la foto organizaba también novilladas con banderillas y sin picadores, para regocijo de un público que jamás había asistido a una corrida de toros ni a una vivencia semejante.

Salvando las distancias, el éxito obtenido con aquella primitiva idea taurina fue similar al éxito que despierta hoy en día la llevada a cabo por el propietario del LORO PARK.

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