RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

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sábado, 14 de abril de 2018

EL ZOCO del Puerto de la Cruz



En la hoy tan conocida plaza de Europa del Puerto de la Cruz y donde se ubica desde hace ya muchos años su Ayuntamiento, existió un emblemático y tradicional mercadillo marroquí que por aquel entonces, en ausencia de atracciones del estilo del Loro Parque o el lago de Martianez, etc., tuvo un protagonismo de especial interés para el turismo de los años 60-70 y que por su carácter exótico de zoco árabe en suelo español era visitado a diario por cientos de extranjeros. El Ayuntamiento de entonces había puesto a disposición de los comerciantes marroquíes interesados un solo modelo de puesto de venta de iguales dimensiones así como un horario común para todos ellos. 

Resultaba casi del todo imposible salir de allí sin poder evitar haber comprado algo útil; tal era la habilidad del vendedor marroquí para asegurar la venta, como mínimo, a su primer cliente interesado en alguno de sus variados artículos. Estos distintos productos iban desde el precioso puff de colores para tomar asiento hasta pequeños caimanes disecados con la boca abierta, pasando por chilabas de todo tipo, bolsos, cinturones, alfombras, bandejas metálicas, dagas en su funda, babuchas, etc., etc.

Aparte del colorido que ya de por sí estimulaba los sentidos, el intenso olor a cuero repujado que despedía el zoco era una de sus especiales características que además confirmaba la procedencia norteafricana de sus exóticos productos. 

Con la publicación de estas fotos deseo confirmar, entre otras cosas, lo muy difícil que resultaba escapar de aquel  concurrido lugar sin conseguir comprar nada que no pudiera, con su presión psicológica y  en ocasiones física, venderte el interesado marroquí.

viernes, 13 de abril de 2018

POLICÍA MUNICIPAL

Como en cualquier ciudad ordinaria de la década de los años 70, también el Puerto de la Cruz presumía de su Policía Municipal. 

Algunos de ellos patrullaban en moto y mantenían el orden circulatorio. Otros lo hacían a pie obligando a cumplir también las ordenanzas municipales vigentes pero todos ellos tenían en común la facultad de intentar agradar más que de sancionar o eso me parecía a mí durante los muchos años que viví allí. 

Si mal no recuerdo, la fotografía muestra un largo atardecer de fiesta local a lo largo de la Avenida de Colón (¿carnaval?). Después de una dura jornada de intenso trabajo, algunos policías se toman unos minutos de descanso para fumar un cigarrillo. Ni siquiera me han prohibido que les fotografiase y su actitud parece del todo benévola pero hoy que les vuelvo a ver me llama la atención su indumentaria de entonces, sobre todo los cascos y gafas de los motoristas que hoy prácticamente ya ni se usan.

Siento mucho no conocer sus nombres pues como podéis imaginar la confianza no llegaba a tanto, sin embargo, desde mi punto vista, la tolerancia para con los ciudadanos me parecía absoluta. 

lunes, 9 de abril de 2018

VUELOS CHÁRTER

Muchos años antes de que a principios de 1990 surgiera en Estados Unidos el término low-cost para referirse al bajo coste de los vuelos de determinadas compañías aéreas, en el sector turístico, sobre todo europeo, ya operaban con anterioridad, además de con diligencia, los llamados vuelos chárter que, por fin, permitía por vez primera a la clase trabajadora europea viajar a lugares paradisíacos próximos por un precio bastante asequible, coincidiendo además con el boom turístico que se manifestaba por aquellos años en España, incluida Canarias, a partir, sobre todo, de la década de los años sesenta.



Ello permitió un turismo de determinadas características, alejadas de aquellas otras de las que, a principios del siglo XX, sólo unos pocos podían permitirse y exhibir. Ese otro tipo de turismo, bastante alejado del clásico y elitista estilo inglés, terminó por invadir los núcleos vacacionales de entonces hasta convertirse en el paradigma de la industria turística española bajo aquel lema publicitario acuñado por Fraga Iribarne de SPAIN IS DIFERENT. No sólo España era entonces diferente, sino que también lo era el nuevo turismo europeo llegado de improviso, -con sus defectos estilísticos si los comparamos con el arquetipo de viajero británico-, y con los días contados, generalmente de no más de dos semanas a media pensión.

Con ello y con todo, como fotógrafo, a mí se me abría un amplio y nuevo abanico de posibilidades artísticas ante la presencia de un turismo de masas con todas las peculiaridades que ofrecía en cuanto a variantes estilísticas se refiere no sólo en su atuendo, sino también en sus modales, sus aficiones, etc., etc. Prueba de ello y por simplificar al máximo mi ofrecimiento es el montaje fotográfico dedicado a este artículo de opinión en el que he logrado reunir cuatro ejemplos distintos de turistas en los años setenta en el Puerto de la Cruz y que por sus especiales características valía la pena reseñar. 

martes, 3 de abril de 2018

LAGO MARTIANEZ en OBRAS (Puerto de la Cruz-Tenerife)

El conocido Lago Martianez del Puerto de la Cruz (Tenerife), diseñado por el artista lanzaroteño, hoy fallecido, César Manrique, fue inaugurado oficialmente el 30 de Abril de 1977. Las obras habían empezado dos años antes, en 1975, según el proyecto y bajo la dirección de los ingenieros de caminos Juan Alfredo Amigó y José Luis Ocaña. Si se hacía caso omiso a los supuestos planos elaborados por dichos ingenieros hubiera parecido imposible que sobre aquellos puntiagudos bajíos donde muchos aprendimos a nadar, el arriesgado diseño de Cesar hubiera podido emerger con éxito del aquel accidentado fondo marino.

Durante los dos años que duraron las obras, éstas permanecieron cerradas al público en previsión, sobre todo, de accidentes que pudieran producirse aunque los avances bien podían ser contemplados desde una cota algo más alta, la Avenida de Colón.

Aprovechando el reportaje fotográfico que por aquellos años yo había hecho a dos excelentes músicos sudafricanos que actuaban en la discoteca Bali y en ocasiones en el Blue Note de Otto Harztmann, he querido traer hasta estas páginas una serie de instantáneas que demuestran fehacientemente que aquel idílico proyecto pudo perfectamente llegar a hacerse realidad gracias a la gran imaginación diseñadora de tan relevante artista como fue el malogrado lanzaroteño Cesar Manrique, Q.E.P.D. 

Podría decirse que estos dos excelentes artistas serían los únicos en haber actuado, anticipándose a las obras, en la sala Andrómeda mucho antes de que esta fuera definitivamente construida y abierta al público.

jueves, 29 de marzo de 2018

COSTALEROS


La Fe mueve montañas y así como en estas fechas de Semana Santa los distintos pasos de las también distintas cofradías no podrían salir a la calle sin el inmenso esfuerzo de los costaleros, lo mismo sucede en Canarias; en este caso concreto en el Puerto de la Cruz. Aunque todo hay que decirlo: no se tratan de costaleros de Semana Santa sino de aquellos otros que también procesionan duramente en Julio, a lo largo de las fiestas de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros.

Nunca faltan voluntarios, la mayoría devotos de sus santos preferidos pero siempre dispuestos al enorme esfuerzo que significa soportar durante horas, bajo un sol de justicia, un paso de tan considerable peso.

Como de costumbre, hoy he querido rendir un homenaje a todos aquellos que tuve oportunidad de fotografiar bajo un extraordinario esfuerzo que sólo con Fe es de la única manera de soportarlo.

jueves, 22 de marzo de 2018

PEPITO EL DE LAS FLORES

Allá por la década de los años setenta, en mi constante deambular entre la Plaza del Charco y la Avenida de Colón del Puerto de la Cruz, no había día en que no me cruzara con un vendedor de flores que a lo largo del mismo itinerario ofreciera a los turistas claveles blancos o rojos a cambio, claro está, de un precio más que razonable. Se trataba de Pepito el de las flores, llamado así porque había hecho de su incesante trabajo su propio apellido para todos aquellos que sólo le conocíamos de vista. A menudo le encontraba en el Paseo de San Telmo, con la tez muy morena a pesar de protegerse del sol con su inseparable sombrero negro. Como reclamo, vestía la mayoría de ocasiones el tradicional traje de mago, aunque, todo sea dicho, sin demasiada ortodoxia. 

De su carácter prefiero no opinar porque yo albergaba serias dudas de que le cayera simpático pero, sin embargo, debo reconocer que parecía ser muy trabajador aunque llegué a sospechar que no soportaba demasiado bien su aparente ambigüedad sexual. No obstante, era una época en que el Puerto de la Cruz no se sostenía sin los muchos protagonistas populares que, por una u otras razones, formaban parte del cotidiano paisaje urbano que se abría entre los curiosos que, como yo mismo, íbamos por ahí recogiendo testimonios gráficos del diario acontecer de una ciudad que apenas dormía.

LA PUNTA DEL VIENTO

La Punta del Viento que yo conocí era entonces la consecuencia natural de una coincidencia urbanística popular y espontánea; en el caso del Puerto de la Cruz, en contacto directo con el mar y eso también tenía su encanto por su autenticidad, donde el concepto de hábitat se hallaba muy por encima del diseño urbano que vendría años más tarde de la mano de arquitectos municipales coincidiendo con el masivo flujo turístico que invadía el municipio.

En aquel rincón rocoso que formaba el agreste litoral del norte, confluían todas las olas imaginables e irrepetibles posibles. Rompían de manera arbitraria en una secuencia única de tiempo y espacio. Un espacio húmedo de salitre que invitaba a los sentidos a disfrutar de la naturaleza virgen desatada de espuma y graves ecos sonoros de advertencia.

Todo visitante, antes de continuar por el paseo de San Telmo, se detenía invariablemente en aquel preciso lugar conteniendo la respiración frente al espectáculo abierto hasta el horizonte. Por allí pasaba todo el mundo cada día y hoy hubiera sido el lugar más apropiado para eso que llaman hacerse un selfie. En cualquier caso, sí que existían las máquinas fotográficas analógicas cuyos propietarios inmortalizaban el lugar sobre el celuloide en color o blanco y negro antes de regresar a sus países de origen.

La Punta del Viento y San Telmo, a los que dediqué durante años mi  innato instinto fotográfico, me ha permitido asomarme hoy de nuevo al origen de mi devoción absoluta por el Puerto de la Cruz y compartir con todos ustedes el fruto de tamaña experiencia vivida.

lunes, 19 de febrero de 2018

SUEÑOS DE NIÑO

La despiadada realidad termina siempre por volverse contra uno cuando con toda la ilusión del mundo, mientras fuimos niños, esperábamos ansiosos que nuestros sueños de toda la vida se cumplieran tarde o temprano tal y como tan a menudo habíamos previsto a lo largo de nuestra infancia, durante las benignas noches de estío refrescadas por los alisios.

Conducíamos vehículos transparentes, fabricados con alambre, por senderos de sueños posibles, sostenidos por esa ingenuidad infantil del que se sabe ganador, del que, en el futuro, se sentirá orgulloso y seguro de sí mismo a bordo de uno de verdad. 

Pero lo cierto es que la realidad suele superar con creces nuestras más insignificantes expectativas de futuro, por lo que siempre será preferible mantener la ilusión infinita que te proporcionan los sueños aparentemente posibles, mientras tu humilde cochecito de alambre aguarda junto a tu cama con la mínima esperanza de que tus sueños no se hagan nunca realidad en cada amanecer.

Aquella realidad que siempre esperabas sobrepasará con mucho tus más modestas ambiciones. Sin embargo, habrás necesitado sentarte sobre aquel sueño niquelado de tu vida a sabiendas de que nunca podrás verlo realizado porque, precisamente, ese tan esperado anhelo tuyo se habrá convertido con el tiempo en una  verdad tan contundente que ya jamás podrás alcanzar pero que, sin embargo, si que te permitirá, a pesar de todo,  la ocasión de acariciarla cuando, cuanto y cómo quieras.

Y siguiendo la costumbre, ahí estuve yo, frente a ti, haciendo casi realidad aquello con lo que casi siempre soñaste.

N.R. El Rolls Royce de la foto perteneció, si mal no recuerdo, a Austin Baillón, comprador en su día de la Casa de la Aduana del Puerto de la Cruz y el niño pudo haber sido uno de los muchos del barrio de La Ranilla 

CON FALDAS Y A LO LOCO


En los años 70 no parecía necesario enseñar tanta carne con el fin de reivindicar un derecho perseguido como el de la libertad sexual de cada uno. Sin embargo, durante los carnavales del Puerto de la Cruz, esta reivindicación se conseguía a menudo con una exquisita elegancia no exenta de aquel glamour en boga de los años 60 del pasado siglo y que nos trae a la memoria a aquella mítica película de 1959 dirigida por Billy Wilder e interpretada entre otros por la inolvidable Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon  titulada CON FALDAS Y A LO LOCO.

Quizás no estuvieran entonces reivindicando sólo el derecho al que hemos hecho alusión al principio sino también denunciando el drama que supone para cualquiera la explotación sexual indiscriminada a cargo del proxeneta de turno representado en este caso por el caballero del bigote.

Aunque no recuerdo sus nombres, todos ellos, en aquellos años, estaban directamente vinculados al Puerto de la Cruz en el sector de la hostelería aunque nunca desdeñaron la magnífica ocasión que se les presentaba cada año de participar, a su manera, en aquel divertido desfile de carnaval a lo largo de la avenida de Colón. De manera que el llamado hoy día del ORGULLO GAY algunos ya lo celebraban entonces sin ambages de ningún tipo.

ROLES FEMENINOS



Aunque lo imaginamos, a ciencia cierta nunca sabremos del todo que será lo que le mueve a un varón para, aunque sea durante unas horas, jugar el pacífico rol de mujer.

Será menester consultar a Freud o escrutar por nuestra cuenta en las profundidades del alma humana para tratar de comprender el fenómeno.

En muchos casos y tratándose de Carnaval se me antoja que un puñado de novios o maridos, respectivamente, lo que tratan es ridiculizar o poner en tela de juicio las torpezas, manías o debilidades de  sus respectivas cónyuges.

Durante los carnavales del Puerto de la Cruz tuve ocasión de fotografiar este fenómeno, por otra parte, tan arraigado en el seno de estas particulares fiestas que anteceden a la celebración de la Cuaresma. En las fotos podremos distinguir a distintos ciudadanos del pueblo jugando en plenas condiciones físicas y mentales el rol de, con toda posibilidad, de sus auténticas parejas sentimentales. Algunos de ellos los recuerdo. De izquierda a derecha y de arriba abajo puedo citar a algunos:
Superior izquierda: uno de los hermanos Galindo, a continuación Jorge Bittar

Centro: primera foto. Un joven muy conocido que durante casi toda su juventud trabajó en el supermercado de Gundemaro. A continuación un popular y conocido vecino de la Orotava que trabajó en la parada de las Guaguas. Es el mismo de la última foto inferior.

ANTONIO PLASENCIA, ALIAS "EL PIRULÍ"

A Antonio Plasencia, el primero por la derecha en la foto, se le conocía por el alias de El Pirulí y vivió en el callejón de La Pirulina, en la calle Mequinez. Fue figura clave durante años en las fiestas patronales del Puerto de la Cruz como organizador y animador de los concursos infantiles de pesca. Estuvo durante casi toda su vida vinculado también al futbol infantil. Según algunos testigos hoy ya mayores, Antonio se dedicó en su día a la compra de chatarra, razón por la cual muchos niños de entonces acudían a él para venderle algunos metales, musgo seco y botellas vacías a cambio de algún dinero que ellos agradecían profundamente.

Se consideraba un gran devoto de la Virgen del Carmen y de ello dan testimonio hoy su mujer Manuela y sus hijos Pedro, Toño, Meli y Cándido.

Mario “El Ruso”, a quién aprecio en particular, me ha referido una vieja anécdota que merece la pena contarla aunque sólo sea por la popularidad manifiesta de sus personajes:

“En un tiempo en que el popular, adinerado y, sin embargo, tacaño Piqui Fernández jugaba de lateral derecho en el Puerto Cruz, El Pirulí era  por entonces el encargado, entre otras muchas cosas, de limpiar y repararle las botas, de hacerle una infusión de té con limón y mucha azúcar antes de los partidos, etc., etc.

Cierto día, el mentado Piqui necesitó, al parecer, un especial favor de El Pirulí a cambio de un saco de papas traído por el millonario desde su finca. Antonio cumplió sin dudar su compromiso pero el saco de patatas prometido nunca apareció.
A partir de aquel momento, siempre que Piqui Fernández le pedía un nuevo favor, El Pirulí, desconfiado, respondía muy serio: cuando me traigas el saco de papas”

EL MALECÓN DEL MUELLE (Puerto de la Cruz)

Bajo la oscura superficie de sus aguas, el Atlántico que baña el Puerto esconde también un cielo límpido y profundo que cada noche el mar se ocupa en arrojar sobre la superficie desgarrada del malecón en forma de húmedas láminas de color azul donde los niños, luego a sus anchas, navegarán durante todo el día en cortas singladuras de ida y vuelta a bordo de frágiles embarcaciones de hojalata con fechas de caducidad siempre determinadas por el destino.

En realidad navegarán sobre el trozo de cielo mojado que les tocó en suerte ese día, en la misma ciudad que les vio nacer, siguiendo el probable incierto rumbo que diseñaran para ellos sus padres antes de su nacimiento. Se sentirán seguros del gobierno de sus naves y nada hará presagiar un inminente y fatal naufragio pero tal vez, por su todavía escasa experiencia, no sabrán aún que, desgraciadamente, cuentan con un soberbio, peligroso y encendido enemigo de excepción: el Sol.

Con el paso del tiempo y el ascenso de las temperaturas, aquel trozo de cielo húmedo mil veces surcado a diario en singladuras de ida y vuelta, irá evaporándose lentamente hasta desaparecer por completo durante el curso de unos cuantos días y sus expectativas de avezados patrones marineros tendrán que posponerse para jornadas más aciagas, cuando el mar embravecido vuelva a arrojar de improviso, sobre la misma desgarrada superficie del malecón, nuevas láminas de firmamento impávido que facilite otra vez una feliz travesía por unos días.

En el futuro, debidamente formados como patrones, no dispondrán ya de la suficiente imaginación necesaria como para para cruzar un charco con una lata. Será entonces cuando decidan surcar los mares, precisamente, bajo aquel otro cielo que el Atlántico, mientras fueron niños, como un regalo, les arrojara a trozos durante la noche sobre la siempre desgarrada superficie del malecón del muelle donde hoy atracan seguras sus grandes embarcaciones.


martes, 13 de febrero de 2018

CAMADA PORTUENSE



Estos otros ya no son tan niños  pero en común sienten lo que todos los amigos de cualquier pueblo marinero practican a esa edad, el amor por la mar y las relaciones de fraternal amistad.

Se trata de adolescentes que han sido sorprendidos en comandita por el objetivo de mi cámara. Yo diría que se encuentran en su medio ambiente natural. Siempre les envidié esa familiaridad con la mar que yo nunca tuve de niño. Mi infancia transcurrió a más de ocho kilómetros del litoral de Santa Cruz, en La Cuesta.

Esta numerosa camada es probable que sí rebase hoy los sesenta años pero la pretensión de mi objetivo, trayéndolos aquí, es que intenten reconocerse a si mismos, a esa edad, cuando todo parecía tremendamente fácil, supuestamente posible.

Desde Alemania, un ranillero de pro conocido como Zamorita ha creído reconocer a algunos de los que también fueron sus compañeros de infancia: al “7 pajas”, Cadeo, Ruben y Pepeche y sentado el 3º por la izquierda, Alex Pagés. 

MARGARITA RODRÍGUEZ ESPINOSA

Cuando en el año 1962 me matriculé de 5º de Bachillerato en el Colegio de Segunda Enseñanza del Puerto de la Cruz, yo ignoraba por completo que la que habría de ser, entre muchos otros, nueva compañera de curso hubiera sido elegida el año anterior Reina de las Fiestas del Puerto de la Cruz. Estoy refiriéndome a Margarita Rodríguez Espinosa.

Una vez recién llegado al Puerto, fue en las aulas de aquel entrañable colegio, hoy clausurado, donde hice mis primeros amigos y debo decir, en honor a la verdad, que guardo un recuerdo inolvidable de todos y cada uno de ellos: de los hermanos Figueroa, Jesús, Layo, Rafa Cobiella, Silvia, Carmita, Carmen Rosa Torrents, etc., etc. y, por supuesto, de Margarita Rodríguez, con la que aún hoy mantengo una sincera y profunda amistad a pesar de la distancia que nos separa.

Nunca pareció Margarita ser consciente de su propia belleza y quizá precisamente por ello jamás la explotó en su exclusivo favor pero para todos nosotros resultaba obvio su atractivo. De modo que a la manera filosófica de Platón, las características de la suya resultaba ser la belleza combinada de elementos psíquicos y sociales. Una belleza basada en la virtud, la verdad y no sólo en lo estético sino en valores morales y cognoscitivos. En definitiva, Margarita se convertiría sin proponérselo en la novia ideal que cualquiera de todos nosotros hubiera deseado. mismo.

Éramos muy jóvenes pero por encima de todos nosotros y a pesar de su todavía discreta edad destacaba en especial la sólida madurez de Margarita. Su carisma resultaba incuestionable, hasta el punto de que a menudo acudíamos a ella para solicitarle consejo u opinión sobre todo aquello que en materia escolar, social o incluso filosófica resultaba motivo de preocupación para cualquiera. Recuerdo en especial las diatribas filosóficas compartidas con Tomás Méndez a las que yo me sumaba sólo como convidado de piedra dada la profundidad con que para nuestra edad trataban el tema.

Sin pretenderlo siquiera, Margarita se había convertido o, -más bien diría que en nuestro propio beneficio,- la habíamos convertido en líder de aquella todavía inocente cruzada juvenil necesitada de urgencia  de una filosofía de vida que aún estaba gestándose en las aulas de aquel colegio de secundaria  mientras continuábamos estudiando pero que ya en Margarita daba muestras de una solidez fuera de lo común.

Su solidaridad, su siempre acertado criterio y sobre todo su interés por intentar resolver los problemas sociales más acuciantes de la sociedad que nos tocaba vivir entonces no habían sido aprendidos únicamente al amparo de las aulas del colegio sino que también era fruto de una educación familiar generosa de la que su padre, Don José Rodríguez, resultaba principal artífice por cuanto su militancia política, que tantos problemas le había causado durante la dictadura, defendía unos valores éticos y morales que terminarían por calar profundamente en las almas de cada uno de sus hijos.

La influencia también ejercida por su tío Agustín Espinosa García, vinculado a los movimientos de vanguardias europeos a través de su obra literaria surrealista y la de su primo el Dr. Luis Espinosa García-Estrada así como la del historiador José Agustín Álvarez Rixo, acabaría conformando una personalidad de extraordinaria madurez que hoy le resulta indispensable y sumamente valiosa para explorar e investigar sin complejos en la obra literaria de cada uno de ellos.

A estas alturas del texto, no me gustaría que pasaran inadvertidas dos distintas características de la personalidad incuestionable de Margarita Rodríguez: su finísimo sentido del humor y su también finísimo oído musical. Del primero es muy difícil poner ejemplos de forma literaria pero del segundo, del musical, sí que puedo hacerlo por haberlo vivido y disfrutado personalmente cuando en una fiesta de fin de curso celebrada nada menos que en el Teatro Tophan, Margarita y Carmen Rosa Torrents deleitaron a todos los asistentes con un fantástico recital a dos voces con acompañamiento de guitarras. Aquel mismo día, dirigida entonces por Don Jesús “El maestro” y muy decentemente interpretada, entre otros, por los alumnos Jesús y Layo, fue representada con gran éxito de público y crítica la obra teatral de Molière, “El enfermo imaginario”.

En Julio de 2008 seguí con suma atención su alocución del pregón que le fue encargado por el Ayuntamiento para las Fiestas patronales del Puerto de la Cruz de aquel año. En él ya ponía de manifiesto su vivo interés por mejorar la educación de los jóvenes dando también a conocer su serio compromiso social en favor de la mujer trabajadora.

En esporádicos encuentros mantenidos a lo largo de los años en Barcelona en presencia de su hermano José, también gran amigo mío, hemos hablado largo y tendido sobre la eficacia de la influencia ejercida de aquellas primeras enseñanzas durante nuestros primeros años de estudiantes en plena dictadura y las repercusiones que éstas habrán podido tener hoy en nuestra educación y compromiso social.

En cualquier caso, aparte de otros muchos, sí que me consta el absoluto compromiso social contraído por Margarita en su madurez. Prueba de ello es la Presidencia ostentada en AMALGAMA (Asociación de mujeres del Pto. De la Cruz) además del trabajo realizado en favor de la Biblioteca que  en Los Realejos hoy lleva su propio nombre.

La Profesora de Lengua y Literatura, Catedrática de Enseñanzas Medias en esta especialidad, Margarita Rodríguez Espinosa, amiga felizmente jubilada, no creo que hoy día hubiera aceptado de buen grado aquella propuesta de candidata a  Reina de las Fiestas del Puerto de la Cruz de 1961 con la que abro este artículo dedicado a su persona. El contexto resulta bien diferente. 

jueves, 24 de agosto de 2017

AZUL-VICTORIA (SEVERÍN)

Como quiera que durante mis vacaciones en el Puerto de la Cruz necesitara sellos de correos para la península, el quiosquero de la Plaza del Charco a quién le había comprado las postales me sugirió la posibilidad de encontrarlos en la tienda de Severín, frente al muelle. Se trataba de una especie de mini bazar cuya puerta exhibía un logo de CORREOS sobre el que rezaba la palabra TIMBRES pero  dónde también se podía comprar desde una sencilla navaja plateada hasta una plancha eléctrica de última generación. El local no resultaba más grande que un ring de boxeo y desde el centro del cuadrilátero me recibió el propio Severín; de unos setenta años, impoluto, educado y amable.

Sr. Severín, -pregunté-: ¿Tiene Vd. sellos de correos para la Península?

Al escuchar su propio nombre en boca de un extraño, desde el centro mismo del ring me lanzó la primera andanada sobre el plexo solar. Me sugirió el nuevo sello con la imagen del monarca Felipe VI del que dijo haber tenido mucho éxito entre los coleccionistas extranjeros. Destacó la prestancia de Su majestad y el diseño y colores del propio sello del que personalmente se sentía muy orgulloso. Sin capacidad suficiente todavía para reaccionar, lo que no recuerdo con exactitud es como acabamos hablando no sólo de la guerra civil española sino además de la División Azul y su intervención en la Unión Soviética. Empezaba yo a notar que el señor Severín resultaba un verdadero entusiasta de los componentes de aquella división dirigida por el General Agustín Muñoz Grande cuando, -acorralado yo contra las cuerdas-, recibí una primera serie de golpes al hígado que me dejaron del todo aturdido. El señor Severín afirmaba con total rotundidad que los combatientes españoles, -a juicio de los propios mandos alemanes-, resultaban mucho más eficaces que sus propios colegas: soportaban el frío y el hambre mucho mejor que el resto hasta el  punto de que “nosotros éramos mucho más temidos por los soviéticos en el campo de batalla que los teutones”

No hizo falta tirar la toalla. Me encontraba ya a punto del K.O. en el último asalto cuando la campana sonó milagrosamente en mi auxilio con la entrada de un nuevo cliente al cuadrilátero. 

Tras la derrota finalmente sufrida, después de despedirme del Sr. Severín y una vez ya en la calle, eché un nuevo vistazo a la fachada de su comercio tratando de descubrir algún signo visible que pudiera revelar su todavía desmedida simpatía no sólo por los componentes de la División Azul sino también por la Falange. Y claro que lo encontré. Se trataba del curioso nombre de su Bazar: AZUL VICTORIA-SEVERÍN (ver foto adjunta).

Inmediatamente recordé que, entonces, explotar un ESTANCO no se le permitía a cualquiera sino, sobre todo, a las viudas de aquellos oficiales Caídos por Dios y por España 

miércoles, 12 de julio de 2017

GENERACIÓN PORTUENSE (En la muerte de SUSO YANES)



Hoy me ha llegado la triste noticia de la muerte de SUSO YANES, -que aparece en la foto que ilustra el comentario-, uno de los hijos del que fuera conocido constructor en el Puerto D. MANUEL YANES BARRETO, propietario del HOTEL MARTINA en la Avenida de Colón, frente a Martianez.

En su día, hubo en el Puerto de la Cruz una generación completa de jóvenes a quienes el fenómeno turístico encandiló de manera muy especial. Me refiero a esa generación cuyos miembros habíamos nacido en las décadas comprendidas entre los años 50 y 60 del siglo XX y que, en mi modesta opinión, quedamos absolutamente atrapados por el oropel que suponía tanta modernidad inesperada en una ciudad nueva, que nunca dormía y que cuando nosotros lo hacíamos  era después de desayunar un bocadillo de caballa, a las seis de la mañana, en el minúsculo establecimiento de Juanito, puerta con puerta con el Bar Cayaya, frente al mar, sentados en los escalones de piedra, observando el flujo de las madrugadoras mareas después de una ejemplar noche de amor propio capaz de hacer cambiar el destino de nuestras rutinarias vidas y de olvidar las ancestrales costumbres como los lutos, las procesiones, los rezos para los empachos o el mal de ojo, etc. Los turistas ya no arribaban en barco; lo hacían en avión, en los llamados vuelos charter  y traían nuevas y atractivas costumbres con las que sorprendernos pero siempre el mismo destino preferido: PUERTO DE LA CRUZ.

Sólo allí se daba esa dicotomía tan severa y a la vez tan paradójica: por un lado la libertad que representaba el fenómeno turístico, venidos, la mayoría, de países con una sólida democracia ya plenamente arraigada en Europa; por el otro, el establecimiento a perpetuidad de una dictadura que se jactaba de una sobriedad religiosa y moral que ponía en entredicho las libertades conseguidas por aquellos que ahora no reparaban en gastos en viajar hasta nuestras costas de vacaciones y que aquella generación a la que me refiero y en la que me incluyo veía como paradigma de una España futura y mejor.

Es en este contexto concreto en el que se habrá que indagar debidamente para tratar de dilucidar como este fenómeno turístico afectaría, años más tarde, al futuro de una generación confundida, desorientada, perdida, -diría yo-, y cuyos valores quedaron en entredicho al enfrentarse violentamente a una colisión cultural para la que no estábamos debidamente preparados; ni social, ni moral, ni psicológicamente.

lunes, 20 de marzo de 2017

OTRA VEZ, EUCALIPTOS

Todo el mundo en el Puerto de la Cruz es perfectamente consciente de que un rumor propagado de forma accidental por cualquiera de sus muchos vecinos puede convertirse rápidamente en algo muy aproximado a una verdad sin paliativos. No en vano, antes de pasar a ser, durante muchos años, vecino de aquella hermosa ciudad turística, ya me advertían en Santa Cruz, no sin cierta  ironía, de que tomara severas precauciones ante la legendaria y amenazante costumbre de sus ciudadanos: “…..en lenguas del Puerto te veas”.

Después de algunos años ausente de la isla, al regresar por primera vez de vacaciones al Puerto,  un rumor en boga entonces, casi certificaba la enorme dimensión económica que había alcanzado la empresa del Loro Parque y, con ella, el rápido enriquecimiento de su propietario para que el Ayuntamiento de la ciudad, acuciado por la severa crisis de aquellos años, se viera en la obligación de recurrir y solicitar al propietario de aquella entidad,  dinero prestado para pagar las nóminas atrasadas de sus empleados municipales.


¿Qué había de cierto en aquel rumor? Yo no lo sé. Lo que sí puedo asegurar es que, de ser cierto, no cabe duda que determinados favores como el que se supone del propietario del Loro Parque al Ayuntamiento, tendría como consecuencia última una simbólica y justa compensación que, tal vez, tardaría años en verse del todo cumplida. No quisiera con esta sutil insinuación justificar el intento de rapto, por así decirlo, de los eucaliptos de la vega lagunera que tanto han dado que hablar éstas últimas semanas, sino manifestar públicamente que determinados favores concedidos, de ser ciertos, conducen a situaciones en las que se da por hecho que una forma de pago por los servicios, otrora prestados, podría corresponder esta vez al Ayuntamiento de La Laguna en forma de unos árboles centenarios que han llegado a preservarse por pura casualidad en su medio ambiente natural.

Lo mejor y más prudente para todos, sería no solicitar nunca ningún tipo de favores a entidades particulares que luego puedan pasarnos una factura como la que acabamos de rechazar. 


sábado, 18 de marzo de 2017

EUCALIPTUS Y LORO PARQUE

Recuerdo que la primera y única vez que estuve en el recinto del Loro Parque del Puerto de la Cruz fue en el año 1978, fotografiando a la entonces Miss Tenerife Elvira Dundersdorf a instancias de Marina, cuya peluquería  se encontraba junto a la antigua Oficina de Correos y frente al estudio de Foto Fregel en la calle Agustín de Betancourt. Por aquel entonces, aquel frondoso recinto cerrado en Punta Brava sólo ofrecía, aparte de su extraordinaria flora, un modesto espectáculo protagonizado por unos simpáticos multicolores papagayos pero que yo no llegué a presenciar en aquella ocasión, ocupado como estaba en plasmar la espléndida belleza de la Miss en cuestión, lo que en sí mismo ya me parecía todo un gran espectáculo 

Así y todo, pese a ser el Loro Parque tan atractivo para los turistas en general, nunca me movió auténtica curiosidad por visitarlo a conciencia. Encontré algo en él en aquella única ocasión que nunca llegó a convencerme. ¿La razón? –aún hoy la desconozco.

Una vez instalado definitivamente en Cataluña, ningún peninsular que hubiera estado de vacaciones en Tenerife, concretamente en el Puerto, me lo perdonaría. Sería precisamente en Barcelona donde tuve conocimiento del ingreso en cautividad del resto de animales que fue componiendo su fauna particular, animales a los que yo seguía amando, precisamente, a través de las hermosas fotografías en color y al aire libre de la revista National Geographic y otras por el estilo.

Aún continúo en Cataluña y por el DIARIO de TENERIFE, con el que colaboro asiduamente, me entero de que dicha entidad, también nos ha querido robar parte de nuestro extraordinario paisaje con el que me siento directamente vinculado por haber nacido, hace ya setenta años, en el precioso municipio de La Laguna. Y lo ha intentado precisamente durante mi larga ausencia, lo que me hace sentir culpable de haberle abandonado en su día a su peor suerte. Sin embargo, lo que me consuela no sólo es el tesón demostrado de mis entrañables paisanos en la defensa (J.M. García Ramos y otros) de su flora sino, también, aquella otra resistencia que mantienen, -a pesar del tiempo y los avatares-, los centenarios eucaliptus amenazados, defendiendo ellos mismos con inusitado tesón su extraordinario hábitat natural dónde, -por derecho y además, hoy por decreto-, les corresponde para siempre estar.


sábado, 9 de agosto de 2014

LOS SEIS DE SIEMPRE




Estas dos series de fotos corresponden a la década de los 70-80 en el Puerto de la Cruz. Aún seguimos con vida y nos profesamos, pese a todo, una profunda y sincera amistad que no ha decaído con el paso del tiempo.

Jesús Baixas y yo vivimos en Cataluña pero siempre que podemos viajamos a Tenerife aunque sólo sea para únicamente certificar que todavía nos respetamos mutuamente. Cualquier Lunes podemos coincidir en el Bar de Cayaya, junto al muelle, y rescatar viejas anécdotas acaecidas en aquellos años de vino y rosas, cuando aún no habíamos ni soñado con ser abuelos ni disponer de suficientes "batallitas" que contar a nuestros nietos.

miércoles, 2 de octubre de 2013

MIGUEL MARTÍN alias "EL OREJAS": IN MEMORIAM

A Miguel Martín siempre le llamaron por su alias: "El orejas" pero todos sabíamos que el nombrete en cuestión sólo hacía alusión a su finísimo oído para la música y no al tamaño de sus orejas que, por otro lado, siempre estaban cubiertas de una abundante y negra cabellera.

Su sentido del humor era ilimitado, tanto como su exquisita fantasía para la improvisación musical.

He de decir que nuestra amistad no era tan estrecha como cabe suponer pero sí que coincidíamos a menudo en el Puerto de la Cruz dónde compartíamos amigos comunes con una gran capacidad para el humor que jamás dejábamos de practicar; por si las moscas.

Resulta lógico pensar que todo aquel que lea esta sencilla reseña, de sobra podrá imaginar que Miguel formó parte de LOS SABANDEÑOS durante un largo periodo de tiempo y del que se escindió más tarde por razones que desconozco en profundidad pero de las que guardo una ligera sospecha.

Por aquel entonces también fué componente del trio que acompañaba a Mª DOLORES PRADERA y en alguna ocasión me pareció verle actuando en TV.

De las causas de su fallecimiento jamás tuve noticias pues yo andaba entonces por Barcelona, a bastante distancia de las desagradables noticias que circulaban en torno a la salud de algunos de mis buenos amigos.

Traigo a colación esta breve introducción porque dos escritores tinerfeños, Gonzalo Hernández y Francisco García, piensan editar en breve un libro titulado LOS SABANDEÑOS. LAS OTRAS VOCES DEL MITO dónde en uno de sus capítulos rescatan la figura de Miguel con toda justicia para rendirle el homenaje que siempre se mereció no sólo por su entrañable personalidad sino además por ser uno de los guitarristas más finos y precisos de los muchos que por aquellos años contribuyeron al enriquecimiento de nuestro folclore canario.