RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

Mostrando entradas con la etiqueta PERONAJES POPULARES. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta PERONAJES POPULARES. Mostrar todas las entradas

jueves, 8 de febrero de 2018

"TATO" PERERA (Puerto de la Cruz-Tenerife)


Los hoy todavía jóvenes portuenses que apenas sepan algo sobre la vida de “TATO” PERERA no deberían creer que su actual deterioro físico es herencia de una maltrecha salud de nacimiento.

En la década de los años 70 del siglo pasado, “TATO” pasaba por ser un joven bastante atractivo, simpático y, sobre todo, divertido. Un joven con inquietudes literarias que, al parecer, muchos años más tarde cristalizarían en la publicación de algún libro de poemas de cierta importancia.


En mi opinión, llegaría  un momento en que “TATO” se dejaría influenciar totalmente por la obra y vida de aquellos otros poetas llamados malditos de finales del siglo XIX y a partir de entonces trataría de imitarles en todo, dedicándose a ello en cuerpo y alma, sin sospechar siquiera el riesgo que, con el tiempo, correría su salud física y, quizá, también mental.

De los poetas malditos de entonces, el propio Verlaine expondría en su día que: “Dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno de ellos había sido también su maldición, alejándolos del resto de personas y llevándolos de esta forma a acoger el hermetismo y la idiosincrasia como formas de escritura.  También fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad, teniendo vidas trágicas y entregados con frecuencia a tendencias autodestructivas; todo esto como consecuencia de sus dones literarios.”

Influenciado como yo estaba entonces por la fotografía cinematográfica, no podía en absoluto sustraerme a la presencia estética de ciertos individuos (chicos y chicas) que en la década de los años 70 del siglo pasado pululaban por el Puerto de la Cruz con aquella elegancia natural copiada, en algunos casos, del estilo americano de vida que destilaban las películas exhibidas en el Cine Olympia y el Teatro Tophan, hoy desafortunadamente  desaparecidos.

Así quise fotografiar entonces a “TATO” PERERA: en el cenit de su magnífica juventud.




martes, 6 de febrero de 2018

ROBERTO (Casa Antonio - Pto. de la Cruz - Tenerife)

En la década de los años 70 del siglo pasado, la mayoría de jóvenes de aquella generación afincados en el Puerto de la Cruz podíamos de improviso padecer hambre, ganas de comer o, en última instancia, voraz apetito. Para saciar cualquiera de las tres modalidades mentadas acudíamos regularmente a CASA ANTONIO que no era precisamente un restaurante al uso sino, más bien, una casa de comidas con un menú diario bastante asequible al paladar y a los bolsillos de aquellos que como yo entonces trabajábamos por libre o para aquellos otros, recién llegados al Dorado (generalmente peninsulares), fotógrafos ambulantes, ociosos empedernidos, músicos de salón, vendedores ambulantes, acuarelistas, etc., etc. 

CASA ANTONIO estaba situado en la esquina de la calle Mequinez con la de la calle que hoy no recuerdo y su propietario, Antonio, a mi juicio, llevaba el negocio con bastante acierto culinario y simpatía manifiesta. El personal, sin embargo, era escaso pero ROBERTO, su único camarero, se bastaba de sobras por sí solo y con cierta diligencia para atender las quince o veinte mesas repartidas en el comedor, derrochando al propio tiempo una capacidad infinita para la broma, el chascarrillo o la autoridad que, en ocasiones, manifestaba abierta y severamente cuando alguno de nosotros se pasaba de listo.


Siempre tuve la intuición de que ROBERTO presumía en privado de seductor y por tal motivo yo tenía por costumbre llamarlo ROBERT (por Robert Taylor) aunque por el tamaño de sus orejas y el bigotito hubiera sido más acertado CLARK (por Clark Gable) pero eso hubiera sido un desdeño a su nombre de pila del que, al parecer, se sentía muy orgulloso.

Como casi siempre, yo acudía con mi cámara fotográfica de la que no me desprendía ni para comer. En una de aquellas ocasiones en la que me recomendara unas magníficas lentejas de primero, le tomé unas fotos en el comedor porque, al fin y al cabo, entre otras cosas y después de tantos años, también le había tomado gran afecto.