RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

jueves, 27 de abril de 2017

NEGOCIOS ILÍCITOS PERO MENOS SUCIOS

Emulando a ciertos políticos corruptos he decidido dedicarme también a los negocios fáciles y con poco o nada de riesgo para mí integridad moral. Para ello dispongo de una modesta infraestructura  con  la que un grupo formado por cinco personas de mi total confianza aunque distinta condición llevamos probando suerte en juegos de azar desde hace unos veinte años sin éxito ninguno pero a la que quisiera extraerle algún rendimiento económico que nos permita, por lo menos, recuperar el dinero invertido hasta hoy.

Tal como he asegurado antes, hace ya unos veinte años, un pequeño grupo de funcionarios de Mollet del Vallés, entre los que me cuento, nos asociamos, -a raíz de una esperanzada premonición auspiciada por un vidente de toda nuestra confianza-, para intervenir conjuntamente en una serie combinada de apuestas en el sorteo del EURO MILLÓN sin que hasta la fecha hayamos tenido la suerte de haber obtenido ningún premio millonario. Pero lo que sí parece del todo cierto es que aquella primitiva premonición evidenciaba entonces que, -más tarde o más temprano-, terminaríamos siendo agraciados con el premio máximo jamás otorgado y por todos nosotros deseado y, por ende, acabaríamos convirtiéndonos de golpe en nuevos multimillonarios.

Mis compañeros, con una confianza también desprendida, delegaron entonces en mí para recuperar todo lo perdido con anterioridad o, lo que es lo mismo, la suma de dinero invertido hasta hoy y abandonar finalmente el compromiso adquirido hasta entonces en materia de juego. Como quiera que, según el mencionado vidente, en un tiempo sin precisar pero que llamaríamos “X” obtendríamos con toda seguridad el preciado máximo premio anhelado por todos, he deducido que, para que ello se produzca con la debida eficacia, debería de transcurrir una serie de años a la que denominaríamos “X” menos los primeros veinte años que ya llevamos jugados sin éxito a razón,  exactamente, de veinticinco euros por semana (5 c/u). De modo que si lográsemos vender a cualquier interesado esta certera combinación, presumiblemente ganadora en un futuro no muy lejano (X-20), habríamos de hacerlo por un valor estimado igual al resultado de multiplicar veinticinco euros por las cuarenta y ocho semanas de un año y el resultado obtenido multiplicado a su vez por los veinte años que ya llevamos jugando, operación con la que trataríamos de recuperar todo el dinero invertido hasta ahora: es decir, (25x48x20) o lo que es lo mismo, 24.000 euros.

Estos 24.000.- euros en concepto de pago por indemnización no sólo garantizarían para los nuevos propietarios el beneficioso descuento de veinte años de apuestas durante el que nosotros habríamos estado jugando sin el menor éxito posible sino que el tiempo restante de espera establecido por la certera premonición hasta obtener el ansiado premio del EURO MILLON resultaría, como consecuencia, muy ventajoso además de sensiblemente menor al que nosotros mismos estuvimos en el pasado inútilmente esperando. Es decir, les supondría un ahorro de tiempo de veinte años.

EJEMPLO: 
Si el tiempo de espera para obtener el premio, -según la premonición-, hubiera estado previsto en veinticinco años, los nuevos propietarios de la combinación ganadora, con el pago de los 24.000,- euros, se habrán ahorrado las muchas incertidumbres, desencantos, desilusiones, frustraciones, asistencias a ventanilla, comprobaciones, etc., etc., que les hubieran supuesto las fracasadas apuestas de los primeros veinte años de juego. Por lo tanto, para asegurarse el éxito, sólo les restaría jugar y en consecuencia pagar durante un periodo no mayor de cinco años más hasta lograr convertirse, finalmente, en unos afortunados y felices millonarios.


lunes, 24 de abril de 2017

GUANCHES

Quedé perplejo frente a aquella extraña representación que figuraba en la pulida superficie de los brillantes azulejos que placaba el vertical respaldo de los sólidos bancos que por aquel entonces, -década de los 50 del pasado siglo-, en el popular parque de García Sanabria de Santa Cruz de Tenerife, invitaban a los paseantes a sentarse y descansar.

-Son guanches, -me soltó mi madre, -ante mi total estupor-, sin ninguna otra información complementaria que aclarase mis serias dudas al respecto. Quizá la ocultación de más datos sobre aquella extraña representación doméstica aborigen no sólo se debiera a un desconocimiento total antropológico sino, más bien, a un cierto miedo atávico de un lejano pasado, para ella completamente desconocido, del que nunca había participado ni le había siquiera correspondido y que a mí mismo me había sido ocultado, sin razón aparente aunque con mucha sutileza, durante mis años de escuela primaria en el Colegio San Fernándo de La Cuesta. 

La política llevada a cabo entonces en materia de educación por parte del régimen franquista se preocupaba mucho más de implantar en los planes de estudios asignaturas como la llamada Formación del Espíritu Nacional , Historia Sagrada, Gimnasia, etc., que de dar a conocer en clase, a los niños tanto canarios como peninsulares, el origen de nuestro rico patrimonio cultural primitivo sin usurparnos el relato objetivo de los graves acontecimientos que se produjeron en las Islas durante la conquista por parte de la Corona de Castilla.

Ya de adulto, siempre lamenté mucho más, en materia de Historia, esta inhibición oficial docente franquista respecto de mis orígenes que las graves consecuencias derivadas de la propia conquista, contra la que, naturalmente y como es obvio, nada pude hacer en su día para evitarla aunque, paradojicamente, ni siquiera hubiera sido posible mi nacimiento y, mucho menos, que hoy llevara el común apellido de  López.

Sin embargo, -y no voy a extenderme más sobre el particular-, para ser sincero, sí que aún continúa doliéndome mucho la incongruente nomenclatura que algunos de los pueblos del Norte de Tenerife más característicos conservan todavía porque, en tal sentido, a la memoria histórica del pueblo guanche continúa sin habérsele hecho la suficiente justicia. Me refiero a los bellos municipios de La Matanza y La Victoria de los que a tanta confusión se prestan sus nombres, no sólo por parte de los numerosos peninsulares que visitan la isla sino también por los muchos propios isleños que la habitan, tal y como pude comprobar el año pasado durante mis veraniegas vacaciones en el Puerto de la Cruz.

La Historia, como también sería en el caso concreto de Canarias, ha sido y será siempre escrita, desgraciadamente,  por los vencedores.


viernes, 21 de abril de 2017

ACLARACIONES PROFESIONALES


José Rodríguez Espinosa es natural del Puerto de la Cruz y residente en Cataluña desde hace mucho tiempo. Trabajó durante casi toda su vida profesional  activa como médico en el Hospital de San Pablo de Barcelona y con quién me veo con cierta frecuencia para comer en familia.

Pepe, a quién aprecio mucho y que ha leído en el DIARIO DE TENERIFE mis recuerdos sobre la penicilina, me aclara, -como buen profesional de la medicina que es-, algunas dudas sobre el uso del alcanfor y la propagación del tifus, -allá por los años 50 del pasado siglo XX-, en Tenerife:

"Joder, Zoilo, has conseguido que mi memoria se desbocara con tus recuerdos de infancia sobre la penicilina y el alcanfor. A este respecto, solo unas apreciaciones sin importancia:  sobre el alcanfor, coincido contigo en que casi todos los chicos del barrio lo llevábamos, como tu dices, cual escapulario al cuello, apestando todos a su penetrante «fragancia». Sin embargo, su uso no era para conjurar enfermedades varias, sino para espantar o mantener a raya la poliomielitis, pues el Dr. Salk, por aquellos años, no había descubierto todavía la vacuna. Obviamente, solo servía para calmar la ansiedad de nuestras madres durante los periodos de epidemia, tan frecuentes por aquellos años. Sobre la penicilina me temo que tu memoria te ha traicionado, pues este antibiótico ya se comercializaba desde principios de los 40 y no era eficaz contra el tifus. 

Recuerdo que mi hermana Lola, la mayor de nosotros, lo contrajo durante unas vacaciones en el Realejo Bajo por esos años (50) que tu mencionas. Mis padres también se las vieron y desearon para conseguir el antibiótico recién descubierto que sí curaba la enfermedad, y que no era otro que el cloramfenicol. 

Este artículo tuyo, como los otros que me vienes adjuntando, me ha gustado mucho. Pero este, sin embargo, ha tenido la virtud de activar esa típica reacción en cadena de la memoria que te deja absorto y embobado durante un buen rato".

Gracias y un abrazo,

Pepe

jueves, 20 de abril de 2017

ANCAS DE RANA

Con toda seguridad, la ex-presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, llegó a pensar en su día que hasta que sus ranas no criasen pelos no iban a ser descubiertas con facilidad. Craso error; menudo festín se están dando hoy los jueces, precisamente, con sus deliciosas ancas.

De lo que no estoy seguro es de si éste criminal puñado de adultos anfibios merecen o no pasar, una vez detenidos, por el doloroso suplicio que durante mi infancia se les sometía por parte de aquellos mayores sin escrúpulos que, provistos de una frágil pajita hueca, introducida convenientemente  por el ano de la entrañable rana y soplando suavemente a través de ella, conseguían aumentar su frágil volumen hasta el punto de convertirla, en un momento, en un pequeño y gracioso globito verde de características muy similares a las que estos días presenta el Sr. Ignacio González después de ser finalmente imputado por unos delitos que un batracio convencional sería totalmente incapaz de cometer entre sus semejantes en su, ya de por sí, fresca y profunda comunidad.

Desde luego que no soy, en absoluto, partidario de tamaño suplicio; ni aplicable para las ranas convencionales ni para las de Esperanza Aguirre, máxime cuando para llevar a cabo el de éstas últimas necesitaríamos, como mínimo, una larga caña de bambú  de unos dos centímetros de diámetro y unos pulmones con capacidad suficiente para generar el aire necesario para aumentarlas de volumen.

Cú, cú, cantaba la rana
Cú. Cú, debajo del agua………..


El "Rana" IGNACIO GONZÁLEZ

Casualmente, el pasado 7 de Abril de 2017, se publicó en este mismo diario, en el apartado de OPINIÓN, un breve artículo mío sobre la corrupción política bajo el título de ESPERANZA, ESPERANZA y que ya presagiaba el devenir de los últimos acontecimientos en materia judicial acaecidos esta misma semana y en los que, además, se vería envuelto el que fuera en su día mano derecha de la ya ex presidenta de la comunidad de Madrid, la Sra. Aguirre. Ello demuestra, precisamente, que nada es casual cuando se trata de corrupción en el seno de la más que sospechosa clase política de este país. La cantidad de delitos que se le atribuyen a Ignacio González es tal que difícilmente se puede admitir que haya obrado del todo en solitario.

Llevar a cabo todas las complicadas operaciones realizadas en relación con la compra de otras empresas del sector en el extranjero por parte  del Canal de Isabel II lleva consigo, a mi juicio, tal infraestructura de organización criminal que, difícilmente, podría atribuírsele a un único cerebro, máxime, si el tamaño de éste se reduce al del tamaño del de una rana de las que tanto desprecia Esperanza Aguirre. Por consiguiente, resulta más que probable que Ignacio González se acoja a colaborar con la Justicia en beneficio de su más que probable condena y nos descubra, por fin, el tremendo fraude alcanzado por una trama de corrupción que, en su caso, pasa por la adquisición ilícita del ya conocido ático de Marbella hasta su posible implicación personal en la gestión de la empresa de aguas públicas Canal de Isabel II.

martes, 18 de abril de 2017

¡HAYA PAZ!

Siempre albergué la esperanza, más que la certeza, de que antes de morir no tendría que sufrir las amargas consecuencias derivadas de una nefasta tercera guerra mundial y espero que así sea a pesar de contar todavía con setenta años de vida. Poco después del selecto ataque con misiles de crucero, la madre de todas las bombas ha sido también probada y lanzada con suma eficacia sobre Siria, con el gran éxito obtenido y difundido por todos los medios de comunicación internacionales, pero las posibles consecuencias de esta chulesca provocación de advertencia de Trump, lamentablemente, están aún por llegar. Espero y deseo que Kim Jong-Un no se dé por aludido a pesar de las serias advertencias de sus ensayos en materia termonuclear y que Putin, reservado como siempre, se digne a  tomar a broma la tan descarada prepotencia americana de costumbre.


Al parecer, la paciencia estratégica de EE.UU respecto de Corea del Norte ya se ha agotado del todo pero la resignación a la que nos tendríamos que ver avocados cientos de millones de personas frente a esta nueva situación que desgraciadamente no podríamos evitar, resultaría directamente proporcional al sufrimiento padecido por todos y cada uno de nosotros  en caso de un inminente conflicto bélico internacional.

Mientras tanto, la azarosa vida cotidiana nacional sigue dependiendo de los avatares de  nuestra más que modesta política interna, incluyendo los herrumbrosos tres clavos que todavía nos desangran, -a pesar de la ya pasada Semana Santa-, y que, como es ya costumbre desde hace años, continúan aún enhiestos en el ancho madero que se supone es el Estado: el clavo de Euskadi al Norte, el de Cataluña al Este y, por último, el de Gibraltar al Sur. Sin embargo, me consuela muchísimo saber que estos tres problemas domésticos nuestros todavía por resolver definitivamente, parecen ser bastante inferiores a los que puedan derivarse de ese otro gran conflicto bélico internacional que, por el momento, nos mantiene a todos en vilo.

¿Viviremos para contarlo?

domingo, 9 de abril de 2017

PENICILINA

Entre el cauce del barranco de Tabares y mi domicilio en el Callejón Piñeiro mediaba un largo trecho. Entre ambos puntos y al final de la calle de San Juan, un pequeño estercolero doméstico mostraba todo aquello que ya resultaba inservible para los vecinos más próximos del barrio y que de tanto en tanto arrojaban en aquel lugar. Desde viejos periódicos y cartones hasta baratos muebles desconchados, además de juguetes rotos, latas y botellas vacías, ropa usada y un sinfín de cosas de las que nosotros los niños, ni siquiera conocíamos su verdadera utilidad. Éstas, precisamente, eran las que, entre nosotros, más se cotizaban.

Al otro lado del barranco, comenzaba el barrio de La Candelaria, fuera ya de nuestra jurisdicción infantil por prescripción estrictamente materna.  
-No anden por ahí no vayan a coger alguna enfermedad, -nos advertía mi madre cuando salíamos a jugar en aquella dirección.

Para entonces y sin saber exactamente la razón, a la mayoría de madres del barrio les dio por colgarnos del cuello una especie de escapulario que consistía en una pastilla cuadrada de alcanfor de, aproximadamente, unos tres por tres centímetros y uno de fondo, forrada de tela y que, supuestamente, nos preservaba contra posibles bacterias y determinadas infecciones fáciles de contraer, sobre todo, por picaduras de mosquitos u otros insectos, susceptibles todos ellos de encontrarse en las inmediaciones del vertedero, en el oscuro interior de las cuevas  o en los húmedos fondos del barranco donde cada día acudíamos a jugar.

Inmunizados, como entonces nos creíamos, por el intenso aroma desprendido del alcanfor del escapulario, ya no existía pues obstáculo alguno que se interpusiera en el camino de nuestra banda, --ni siquiera el temido tifus-, para amueblar debidamente la cueva que nos servía de refugio y escondite de nuestros otros enemigos. Ni que decir tiene que aquel sencillo y maltrecho mobiliario nos lo facilitaba el mentado vertedero al final de la calle de San Juan.

Lo peor de enfermar entonces no era tanto la enfermedad en si misma cómo el hecho de conseguir el medicamento apropiado para vencerla adecuadamente, sobre todo, si el remedio prescrito resultaba ser PENICILINA.

No supimos cómo pero enfermé de fiebres tifoideas. De nada sirvió el milagroso escapulario materno de alcanfor . No parecía grave en un principio pero resultaba del todo imprescindible para mi curación la administración inmediata de unos antibióticos que, en aquel entonces, -años cincuenta del pasado siglo XX-, no se encontraban fácilmente en el mercado farmacéutico. Mi padre recurrió entonces a los servicios clandestinos de los estraperlistas de turno que, supuestamente, pululaban a la sazón en torno al muelle de Santa Cruz hasta lograr hacerse, -luego de pagar  una considerable suma para nosotros de doscientas pesetas de la época-, con algo de penicilina y que, según todos los indicios, resultó suficiente para acabar con aquella peligrosa bacteria de salmonella y salvarme así la vida.

De modo que, una vez curado, abandoné definitivamente la banda a la que había permanecido fielmente durante la infancia y fiché por el Infantil Candelaria para dedicarme de lleno y en serio a la práctica del fútbol.


jueves, 6 de abril de 2017

LAS CUATRO DENTELLADAS CARDINALES

Hace ya algunos años, mientras aún permanecía como estudiante en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, tenía por costumbre mantener frecuentes y amenas tertulias en el bar con muchos de los jóvenes artistas que, por aquel entonces, también cursaban estudios en la misma institución y que por lo común  solían ser mucho más jóvenes que yo. Dijéramos que podría haber sido el padre de cada uno de ellos.

En una de aquellas ocasiones, un joven prometedor como artista, en un tono jocoso pero nada alejado de la realidad, me planteaba una cuestión a la que yo nunca había prestado demasiada atención y que me pareció entonces muy divertida por cuanto, en sí misma, tenía mucho de original y nada carente de un inteligente sentido del humor del que, por otra parte, me encontraba yo tan necesitado.

“España, -me decía-, es lo que resta de las sucesivas y graves mordeduras que su territorio ha sufrido a lo largo de su historia. La mordida del Oeste, la más grave sin duda, es la que le despojó de lo que hoy es Portugal cuando el papa Alejandro III, mediante una bula denominada Manifestis Probatum, reconoció a aquel país como nación independiente y cedida luego a Alfonso y sus herederos. España ha sido además atacada, aunque con muy  distinta suerte, por sus otros tres costados; en definitiva, por los cuatro puntos cardinales de su geografía peninsular. Otra grave dentellada, aunque al parecer no todavía del todo definitiva ni de momento tan grave, es la que yo llamo dentellada del Sur, es decir, la propinada en su día por la pérfida Albión en Gibraltar y que, por el momento insisten aún hoy, en no abandonar su valiosa y estratégica presa en el Mediterráneo, amparándose continuamente en el tan conocido Tratado de Utrech (1701-1714) y cuyo último gobernador español fuera Diego de Salinas.



Las mordeduras del Norte que tantas víctimas dejara en el País Vasco a base de feroces y terroríficas dentelladas, parece que, por suerte, han ido cicatrizando de manera paulatina, sobre todo, a raíz del compromiso por parte de ETA de su desarme total y definitivo en beneficio de la vía política aunque no por ello cejen todavía en perseguir un único objetivo, como viene ocurriendo también en Cataluña: su supuesto derecho a la independencia. 

El Tratado de Utrech tiene también para Cataluña (caso de los catalanes) una significación especial por cuanto Felipe V, aunque concediera en el siglo XVIII, a instancias de la Reina de Inglaterra, una amnistía en favor de los catalanes, no obstante, éstos serían privados por el rey de sus Constituciones, debido, sobre todo, a las evidentes simpatías mostradas en favor de la dinastía de los Austrias en detrimento a la de los Borbones y que el monarca no acababa por aceptar. Desde entonces, una nueva jauría, -siempre según el joven alumno-,  ha seguido merodeando en torno a los sucesivos gobiernos desde el final de la dictadura, esperando el momento propicio de asestar la dentellada definitiva del Este con la que hacer valer aquel viejo tratado y les permita alcanzar definitivamente la independencia tan deseada desde antaño”.

Nunca me había parado a pensar en las CUATRO DENTELLADAS CARDINALES a las que mi joven camarada se refería para, con tanto entusiasmo y maestría, delimitar, con tanta precisión, nuestro territorio peninsular a partir de acontecimientos históricos, algunos aún por resolver.


lunes, 3 de abril de 2017

MORIR DIGNAMENTE

No miento cuando afirmo que lo que uno, en realidad, persigue en la vida es, en definitiva, poder morir dignamente. Lo que resulta mucho más comprometido  de considerar es aquello que entendemos por “morir dignamente”. ¿Acaso vivir dignamente es garantía suficiente para llegar a alcanzar una muerte digna? En cierto modo sí, aunque cabría también preguntarse qué es lo que entendemos por vivir dignamente. Y es precisamente en eso dónde no nos ponemos nunca de acuerdo los humanos.

¿Es del todo indispensable, -me pregunto-, vivir dignamente para morir también dignamente? O por el contrario, una cosa no está en función de la otra.

Para muchos, morir dignamente, independiente del modo de vida que hayan llevado hasta su último aliento, sería hacerlo, por ejemplo, en gracia de Dios, asistidos por un sacerdote y sin dolor. Para otros, sin embargo, independientemente de su fe religiosa, sería que la muerte, a ser posible, les sorprendiera en su propia casa, en la cama, cerca de los suyos, sin sufrimiento alguno. 

Todos, sin excepción, sí que rechazaríamos una muerte dolorosa; por consiguiente, en lo que parecemos estar  todos de acuerdo es en no desear morir con sufrimiento y, a ser posible, evitar tener que ocupar una cama ajena y entubado en la última planta de cualquier tipo de hospital, aunque en sus blancas dependencias, una oportuna dosis de morfina, bien administrada por profesionales, nos evitase totalmente el tan temido dolor físico.

Queda así demostrado que el sufrimiento al que vengo refiriéndome, ya no dependería de ese dolor físico padecido pues el fármaco en cuestión lo evitaría del todo sino que estaría, más bien, en función de tu propio bienestar, físico o psicológico, de las condiciones ambientales y de convivencia, de las relaciones con los que te rodean, sean éstos amigos o familiares dispuestos a acompañarte hasta el final de tu existencia.

¿No podríamos decidir nosotros, en tales circunstancias, nuestro propio final?

Siempre han existido, a criterio de muchos, otras formas distintas de morir dignamente como, por ejemplo, aquellas tan excelsas de "morir por la Patria". Éstas últimas, por el contrario, sí que han sido, no sólo físicamente dolorosas, sino, además, producidas sin asistencia de ningún tipo ni compañía alguna, de repente y en pleno campo de batalla. ¿Fueron acaso unas decisiones propias las de “morir por la Patria?.


domingo, 2 de abril de 2017

LIBERTAD DE EXPRESÓN

Escandalizar a la sociedad hoy día es sumamente fácil, sobre todo, disponiendo como disponemos de los numerosos medios para hacerlo y que tenemos a nuestro alcance. Basta con mentar a la madre de cualquiera en las llamadas redes sociales para conseguir tal propósito. Una cosa bien distinta es que, -amparados en un supuesto sentido de humor contemporáneo-, nos creamos impunes apelando continuamente a la ya de por sí denostada libertad de expresión que yo sí defiendo, -como otros muchos-, a través de otras distintas exigencias éticas y/o estéticas dentro de un marco estrictamente democrático.

En cualquier caso y debido precisamente a la facilidad de disponer de ese inmenso proscenio que representan hoy día las redes, muchos creen tener derecho a ocupar el lugar que les corresponde a los que, a mi criterio, yo denomino artistas en el amplio sentido de la palabra; es decir, con ingenio, con inteligencia, con elegancia, etc., etc. Cualidades que ya demostraron en su día humoristas como Quevedo, Jardiel Poncela, Pedro Muñoz Seca, hasta los ingleses Monty Python, eso sin contar con otros como Charles Chaplin, etc., etc.

Dentro del mundo del denominado estilo RAP, considero que, particularmente, cualquier chirigota de las muchas que se prodigan  en los carnavales de Cádiz representa, -en clave de humor y contenido-, mucho mejor ese estilo nacido fuera de nuestras fronteras que los autoproclamados raperos latinos,  -amparándose como casi siempre en la exigencia de una libertad de expresión restringida-, explotan en beneficio propio; cubiertos, además, de una falsa agresividad verbal que, por otro lado, no convence a nadie. Vamos, que no resulta para nada creíble. Y no resulta nada creíble porque se encuentran totalmente fuera de contexto. Ni nuestra idiosincrasia es la misma que la de los americanos ni tampoco nuestra problemática social y, mucho menos racial que, al fin y a la postre, es precisamente, la que define el estilo RAP como también definió en su día el BLUES o el JAZZ.

Precisamente, son el ingenio, la gracia y el carácter específico de los gaditanos, -es decir, su propia idiosincrasia-, los valores que se aglutinan para que sus afiladas críticas al poder establecido (gobernantes, empresarios, políticos, seglares, etc.) a través de la música, cale tan hondo en el seno de la sociedad española en general, contando entre ellos a todos aquellos que durante el carnaval se dan cita en Cádiz.

¿Se puede pedir más? ¿No es esa, acaso, una forma de rapear a la española?

¿Qué decir u opinar del supuesto ácido humor de la mística, inexpresiva y ensimismada Cassandra?

A mi juicio, esta joven sólo necesitaría, -además de la benevolencia y misericordia de los fiscales-, la ayuda de un experto psicólogo que consiga recuperarla de su propio síndrome y devolverla de nuevo al mundo real, apartartandola por el momento del mito griego que la envuelve y que, por cierto, lleva su propio nombre: el mito de Casandra y que, según Wikipedia, en síntesis, dice así:

"En la mitología griega, Casandra (en griego antiguo, Κασσάνδρα: ("la que enreda a los hombres"o "hermana de los hombres") era hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya. Casandra fue sacerdotisa de Apolo, con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, Casandra rechazó el amor del dios; éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos. Tiempo después, ante su anuncio repetido de la inminente caída de Troya".

En cuanto al meteórico ascenso del entonces presidente Carrero Blanco señalado por Tip y Coll en su día, muestro aquí una lógica coartada que bien podrían haber esgrimido los humoristas en el supuesto caso de haber sido culpados por enaltecimiento del terrorismo:

ASCENSO POLÍTICO DE CARRERO BLANCO:
1939 Jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Armada
1941 Subsecretario
1951 Ministro de Presidencia
1967 Vicepresidente
1973 Presidente del Gobierno

No quisiera sin embargo terminar este alegato sin dejar de nombrar a la “Revista más audaz para el lector más inteligente”: LA CODORNIZ.

Aunque ha quedado demostrado de manera fehaciente que en aquellos años de dictadura, el parte meteorológico presentado por la revista en su día fue todo un bulo, sin embargo, resultó ser del total dominio público lo que aquel parte entonces decía:
“reina un fresco general procedente de Galicia….”