Muy a pesar de su talla política, Rajoy ha representado para todos los humoristas, -entre los que me considero desde el punto de vista gráfico-, una figura también indispensable por cuanto su agudeza mental, su desgarbada figura, su impecable estilo, su socarronería popular y su gallardía gallega convirtieron al personaje en el blanco perfecto de todas nuestras ocurrencias respecto de sus características tanto físicas como intelectuales.
Por lo que a mí respecta, siempre le adjudiqué el valor de su exquisita educación sin poner nunca en entredicho la elegancia de sus notables modales, tanto en público como en privado.
A pesar de no coincidir con su ideario político, no dejo de reconocer la fidelidad dedicada a sus propias convicciones. Convicciones que tantas veces hemos utilizado los demás como argumentos de nuestras chanzas, de nuestro humor negro y descarnado, aunque siempre amparado por una libertad de expresión que, muy a nuestro pesar, nunca fue bien entendida por la política de su partido.
Particularmente, no me siento en absoluto responsable de la actitud de aquellos otros artistas que por carecer de la suficiente y necesaria imaginación para mantenerse al borde de la tolerancia, no encuentran la manera correcta de evitar el insulto directo o la amenaza asesina. Y es precisamente éste el homenaje que quiero rendir hoy a la entrañable figura del hombre que caminaba deprisa y corría despacio, utilizando el mismo tiempo entre dos puntos distintos en cualquiera de las dos modalidades por la que se decidiera a hacerlo
Mariano ya está entre bastidores y nos ha abandonado haciendo mutis por el foro.
¡SALUD, MARIANO RAJOY!