RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

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lunes, 21 de mayo de 2018

GENERACIÓN FEMENINA AÑOS 70

Excepto algunas, las chicas en general, -a las del Puerto de la Cruz me refiero,- no estuvieron del todo ajenas a aquel movimiento beat desatado allá por años 50 y posteriormente, -tal y como he venido afirmando en mi crónica anterior (GENERACIÓN 70)- refrendado por las manifestaciones juveniles de Mayo 68 francés cuyos ecos llegarían a España de la manera que ya me he explicado en el texto de ayer. 



El turismo  de entonces en el Puerto de la Cruz tuvo también una influencia directa en el modo y la forma en que la población iría aceptando un nuevo estilo de vivir, de vestir y, sobre todo, de pensar que paulatinamente también acabaría contagiando a un cierto sector de la juventud portuense, muy interesada por todo el proceso que se estaba llevando acabo de un cambio social y el rechazo a unos valores decimonónicos cuya influencia todavía pervivía y que devino marcada por el aparato de la Iglesia y la dictadura militar.

Algunas de aquellas jovencitas, excepto las que por desgracia hayan ya fallecido, podrán reconocerse entre el puñado de retratos femeninos que también hoy ilustran esta crónica como anticipo de un reconocido homenaje por mi parte hacia todas ellas por el desinteresado favor que para mí supuso en su día colocarse frente al objetivo de mí ya también vieja cámara.

sábado, 19 de mayo de 2018

MI GENERACIÓN



Nuestra generación, entre otras muchas cosas, se distinguió sobre todo por lucir cabellos largos o si lo prefieren, melenas. En realidad consistía en un acto de estética juvenil casi espontáneo heredado de los distintos postulados de la llamada generación beat americana de finales de los años cincuenta y que años más tarde se fundirían con las corrientes reivindicativas del llamado Mayo del 68 francés  que también empezaban a proliferar entre la juventud española a pesar de la soterrada represión en tal sentido por parte del todavía régimen franquista. 

Aunque no toda la población juvenil de la época tuvo en cuenta el espíritu del fenómeno cultural que significó el rechazo a los valores clásicos de la sociedad americana y sí al derecho de libertad sexual y al uso de las drogas auspiciadas por la intensa producción literaria de Allen Ginsberg, Jack Kerouac y Willians S. Burroughs, muchos de aquellos jóvenes sólo se quedaron con la estética que posteriormente se concretaría, gracias a la influencia y al legado literario de aquellos autores, en el movimiento contracultural hippie.

La juventud del Puerto de la Cruz no fue ajena del todo a la dimensión adquirida por aquel movimiento contracultural. Aunque no toda ella adoptó tal filosofía de vida, sin embargo sí que compartió lo que de estética representaba aquel movimiento en cuanto a música, forma de vestir y, sobre todo, al lucimiento de un cabello largo que entonces no estaba bien visto por las autoridades franquistas, en especial por la Guardia Civil que no se fiaba ni un pelo de aquellos “melenudos” de los que hoy muestro los retratos de diez de ellos que he tomado como ejemplo, aunque conservo muchos más; y todos del Puerto de la Cruz y que por su total desinhibición cito por orden alfabético de izquierda a derecha y de arriba a abajo: Defrosterus, Diego Encinoso, Francis, Jesús Baixas, Joaquín, Marcos Bello, Mario Torres, Pepe Reyes, Rafa, Tino.

viernes, 18 de mayo de 2018

MOMO

No me gustaría dejar pasar tanto el tiempo sin rendirle un sincero homenaje a un gran amigo mío y de muchos otros portuenses que seguramente hoy en día le sigan recordando como se merece en virtud de sus humanas cualidades y que, desgraciadamente, perdería la vida aún muy joven, cuando todo el mundo creía aún en su recuperación.

En aquel entonces todos estuvimos inmersos en una agitación social, política y económica que a muchos les pillaría por sorpresa, totalmente desprevenidos, y de los que algunos no pudieron zafarse a tiempo dada la peligrosa proliferación de ciertas substancias introducidas entonces en el Puerto de a Cruz, aprovechando no sólo la inocencia de muchos jóvenes sino, además, una clandestinidad difícil de detectar debido a la escasa infraestructura en ese tipo de delincuencia contra la salud pública.

A pesar de haber trabajado juntos, me resulta lamentable no haber podido saber nunca su verdadero nombre aunque yo siempre le conocí por MOMO y para mí era más que suficiente. Le fotografié todas las veces que pude y él se sintió siempre muy agradecido por las copias que en su día le regalé a cambio de que me prestara su imagen para un buen retrato.



Le recordaré vestido de militar, bajo el uniforme de Infante de Marina, degustando un zumo en la plaza del Charco antes de tomar el último autobús que partía desde el muelle del Puerto de la Cruz hasta Santa Cruz y que le depositaría definitivamente en su cuartel. No sé si aquella fue la última foto que le tomé entonces pero sí puedo asegurar que fue la única en la que le fotografié en compañía de su simpática, bella y única compañera, entonces enfermera y de la que lamento no recordar tampoco su nombre pero de la que estoy seguro se sentirá emocionada al saber que muchos aún le tenemos en nuestra memoria y en el corazón además de en imágenes como las que en su honor hoy muestro en esta crónica. 

jueves, 17 de mayo de 2018

LA OJE en el Puerto de la Cruz

Hoy, a través de la información facilitada por mi gran amigo Mario Torres, puedo abundar en los detalles que rodean las circunstancias del falansterio en el que fue convertido aquel gran espacio que también albergaba a la OJE en el piso superior y por cuyo nombre se conocía al edificio en cuestión.

Según Mario, a la derecha de la entrada se encontraba el popular bar de Manuel “El Rolón” cuyos dulces, en particular los de moka y chocolate, expuestos en sus vitrinitas procedían de la Esquina Redonda y que en ocasiones y al descuido solían sisar sin remordimiento alguno. A la izquierda de la entrada y siempre a tenor del relato de mi buen amigo se encontraba la carpintería del padre de Ángelo, de apellido Barroso, y que según testimonios fidedignos, también hacía trabajos para el Ayuntamiento de entonces. El tallercito de reparación de calzado ubicado en el patio correspondía al Espolín quién con su familia y algunas otras fueron repartidas a raíz del incendio del Parque de San Francisco entre la OJE y los empaquetados de YEOWARD, hoy actual Ayuntamiento.



Para tener acceso a las dependencias de la OJE y disfrutar de sus instalaciones además de poder jugar al ping-pong o a básquet, resultaba necesario disponer del carnet que acreditara tu pertenencia a la organización a pesar de que algo más tarde muchos de sus afiliados acabaran formando parte de las filas del PSOE, partido que terminaría ganando las primeras elecciones democráticas en el Puerto de la Cruz con el joven Paco Afonso como alcalde al frente del Ayuntamiento de la ciudad y cuyas fotos pueden apreciarse como testimonio documental en este misma crónica.



Entre otros, celebran el triunfo el propio Paco Afonso y Celestino Padrón.


miércoles, 9 de mayo de 2018

LIMPIABOTAS O BETUNEROS DE LA PLAZA DEL CHARCOen el PUERTO DE LA CRUZ


En Julio de 2016, es decir, hace ahora dos años y durante unas vacaciones en el Puerto de la Cruz tuve ocasión de conocer a un peruano que de manera casi testimonial ocupaba un lugar en el extremo de la Plaza del Charco, aunque no en su interior, que da al muelle y donde exhibía las herramientas con las que en un periodo determinado de su vida se ganaba la vida dedicándose a ello de lleno y cuya profesión no era otra que la de limpiabotas o betunero.

A lo largo de mi infancia, sobre todo en Santa Cruz, resultaba muy común verles deambular en busca de clientes a lo largo de las muchas terrazas de bares abiertas a la calle a la voz de ¡limpia! ¡limpia! arrastrando siempre la primera “i” con una cierta desgana. Sin embargo a alguno de ellos les recuerdo llevando además de la caja y el banquito, un cojincito con el que colocado bajo las rodillas evitaban el roce de estas con el suelo mientras las posaderas reposaban cómodamente en el banquito. Era otra forma de permanecer de rodillas ante el cliente pero a la vez descansando.

Cuando me establecí en el Puerto de la Cruz aquella antigua profesión continuaba en auge aunque, en honor a la verdad, debo decir que la postura del limpiabotas no era la misma que la mencionada antes. El banquito resultaba tan grande como la caja, lo que permitía tener las piernas estiradas aunque, eso sí, algo flexionadas, tal y como muestro en las fotos que ilustran este artículo. Quizá tal postura se debiera a que no eran precisamente limpiabotas ambulantes sino que ocupaban un sitio fijo en la inigualable Plaza del Charco que aún sigo recordando y cuando puedo también visitando.

Agustín y Francisco Pacheco eran hermanos y durante los años que viví en el Puerto de la Cruz siempre permanecieron en su puesto diario de trabajo. Luego se sumarían otros pero entonces había trabajo para todos ellos.

Aparte de los hermanos Pacheco, también conocí a otros dos cuyos nombres no recuerdo pero que también formarían parte de todo aquel complejo emocional que contribuiría a conformar la personalidad de un espacio público fundamental como sigue siendo hoy la Plaza del Charco.

Desde el punto de vista del cliente, betunarse los zapatos tenía en sí algo de ritual, algo así como afeitarse los sábados en la barbería. Frente a un vermut y una ensaladilla rusa en cualquier terraza de Santa Cruz, para una determinada élite social resultaba indispensable, sobre todo si coincidía con el fin de semana, que te lustraras los zapatos convenientemente porque además quedaba bien visto presumir de aquel lujo casi colonial de que alguien lo hiciera por ti y además en público y bien.

sábado, 5 de mayo de 2018

1ª FIESTA BÁVARA DE LA CERVEZA EN EL PUERTO DE LA CRUZ Año 1975


Albergo ciertas dudas respecto a sí la primera gran carpa que acogía la Fiesta Bávara de la Cerveza fue montada en el Parque de San Francisco tal y como afirman los responsables del diario LA OPINIÓN.

Lo que sí no cuestiono es la invitación que, al parecer, en 1973 el CIT le propuso a la orquesta bávara de nombre Banda Lustgen Engerländer de la ciudad de Leinach, comarca de Würzburg (Baviera) a participar en una serie de conciertos en el Puerto de la Cruz como preámbulo a la que años más tarde sería la 1ª Fiesta de la Cerveza que se celebraría en 1976, según LA OPINIÓN, en el Parque de San Francisco.

Creo recordar que aquella enorme y novedosa carpa de rigurosa estructura metálica fue montada por primera vez en el ahora recinto ferial del muelle del Puerto de la Cruz y no en el Parque San Francisco como asegura LA OPINIÓN.

Además de la banda bávara mencionada con anterioridad, un bellísimo cuerpo de baile femenino ejecutaba, al son de la música folclórica interpretada, unas alegres y sugerentes danzas bávaras de gran vistosidad. Sin temor a equivocarme, puedo asegurar además que una excelente orquesta de Montenegro (Los Montenegrinos) amenizaba las largas noches de fiesta con magníficas interpretaciones de conocidas melodías bailables.

Por si fuera poco y como atracción de primer orden, se contó además con la presencia del popular cantante español Micky (Micky y los Tonys) quien ya se había hecho popular en Alemania gracias a una pegadiza canción suya titulada Fernando.

De la organización del conjunto de actividades y contratación del numeroso personal indispensable se encargó una pareja alemana de muy dudosa reputación administrativa y comercial residentes desde hacía años en el Puerto, de tal manera que una vez terminado el evento, el personal contratado tuvo serias dificultades en cobrar el salario convenido haciendo cola cada día, como yo mismo, ante la oficina improvisada en una calle del Puerto dispuesta a tal efecto.

También yo quedé afectado por el supuesto fracaso económico que supuso aquel primer evento ya que con el único propósito de poder cobrar mi trabajo fotográfico por el que había sido previamente contratado tuve que pasar por la exigencia, sin haber sido pactada, de la entrega de los cientos de negativos utilizados en el reportaje a lo largo de una semana con lo que sólo pude salvar los que hoy presento aquí.



jueves, 3 de mayo de 2018

FERVOR RELIGIOSO


Pese a contar ya con una afluencia turística de muy distintas confesiones de capital importancia, la población autóctona del Puerto de la Cruz nunca perdió el fervor religioso que también le caracterizaba. El más popular, por su condición de pescadores, sea quizá el profesado aún hoy en día a la Virgen del Carmen, sin desmerecer en absoluto el dedicado al del Gran Poder de Dios ni tampoco el consagrado a la Purísima y, tal vez, en última instancia, el ofrendado a San Telmo. Se trata de una devoción católica popular y sincera cuya manifestación callejera despierta también un inusitado interés de los turistas por tamaño fervor religioso. Un fervor religioso que cuando fueron tomadas estas fotos empezaba ya a correr paralelo a otros usos y costumbres hasta entonces inéditos importados hasta las islas por los europeos del norte.

En cualquier caso, los portuenses vivieron siempre con naturalidad esta dicotomía de costumbres religiosas que no afectarían para nada a las celebraciones religiosas futuras, arraigadas de tal forma a través de tantas generaciones que resulta imposible desterrarlas por completo a pesar de la crisis por la que atraviesa la Iglesia Católica en materia de credibilidad.


Las esperanzas de muchos isleños puestas en sus imágenes favoritas resultan de tal peso que difícilmente las promesas vertidas por la clase política en favor del bienestar de sus militantes y votantes podrán superar en crédito a las que les deparan sus santos preferidos ante los que se encomiendan en sus rogativas diarias.

lunes, 23 de abril de 2018

TSUNAMI


Si observamos detenidamente la foto, esta variación del nivel del mar en el litoral del Puerto de la Cruz de no recuerdo que año, no podría ser calificada de pleamar al no parecer que la causa, como se creyó en un principio, fuera como consecuencia exclusiva de la fuerza de la gravitación. Más bien parece un tsunami que aquel día causó numerosos desperfectos en el paseo de San Telmo y en las piscinas del mismo nombre regentadas entonces por el Sr. Gilbert
.
Por poner sólo un ejemplo, la descomunal fuerza del oleaje contra el litoral conseguiría abrir unos boquetes tan grandes en la superficie del paseo de San Telmo que, a través de ellos, por cada embestida producida por el violento oleaje, se originaban unos geiseres de varios metros de altura que arrojaban cientos de litros de agua de mar sobre los aledaños del paseo.

El nivel del agua del mar resultaba tan alto que todo el complejo de las piscinas de San Telmo quedó sumergido bajo las turbulentas aguas del enfurecido Atlántico. La plancha de hormigón corrido que servía de cubierta a todas las casetas para el cambio de vestuario de los clientes, fue levantada de golpe noventa grados, hasta dejarla en posición perpendicular al plano del suelo después de haber reventado las puertas cerradas de madera que las protegían.

Los vehículos aparcados en la margen del litoral de la Avda. de Colón fueron arrastrados por los sucesivos golpes de mar hasta los jardines del lado opuesto del Bar Oasis Playa y el Hotel Valle Mar.

Como ejemplo del desastre ocasionado por tamaña marea, tan sólo con ver la destrozada bandera roja de precaución, da una idea concreta de las grandes dimensiones alcanzadas aquel día por lo que entonces desconocíamos como un auténtico tsunami. 

sábado, 14 de abril de 2018

EL ZOCO del Puerto de la Cruz



En la hoy tan conocida plaza de Europa del Puerto de la Cruz y donde se ubica desde hace ya muchos años su Ayuntamiento, existió un emblemático y tradicional mercadillo marroquí que por aquel entonces, en ausencia de atracciones del estilo del Loro Parque o el lago de Martianez, etc., tuvo un protagonismo de especial interés para el turismo de los años 60-70 y que por su carácter exótico de zoco árabe en suelo español era visitado a diario por cientos de extranjeros. El Ayuntamiento de entonces había puesto a disposición de los comerciantes marroquíes interesados un solo modelo de puesto de venta de iguales dimensiones así como un horario común para todos ellos. 

Resultaba casi del todo imposible salir de allí sin poder evitar haber comprado algo útil; tal era la habilidad del vendedor marroquí para asegurar la venta, como mínimo, a su primer cliente interesado en alguno de sus variados artículos. Estos distintos productos iban desde el precioso puff de colores para tomar asiento hasta pequeños caimanes disecados con la boca abierta, pasando por chilabas de todo tipo, bolsos, cinturones, alfombras, bandejas metálicas, dagas en su funda, babuchas, etc., etc.

Aparte del colorido que ya de por sí estimulaba los sentidos, el intenso olor a cuero repujado que despedía el zoco era una de sus especiales características que además confirmaba la procedencia norteafricana de sus exóticos productos. 

Con la publicación de estas fotos deseo confirmar, entre otras cosas, lo muy difícil que resultaba escapar de aquel  concurrido lugar sin conseguir comprar nada que no pudiera, con su presión psicológica y  en ocasiones física, venderte el interesado marroquí.

viernes, 13 de abril de 2018

POLICÍA MUNICIPAL

Como en cualquier ciudad ordinaria de la década de los años 70, también el Puerto de la Cruz presumía de su Policía Municipal. 

Algunos de ellos patrullaban en moto y mantenían el orden circulatorio. Otros lo hacían a pie obligando a cumplir también las ordenanzas municipales vigentes pero todos ellos tenían en común la facultad de intentar agradar más que de sancionar o eso me parecía a mí durante los muchos años que viví allí. 

Si mal no recuerdo, la fotografía muestra un largo atardecer de fiesta local a lo largo de la Avenida de Colón (¿carnaval?). Después de una dura jornada de intenso trabajo, algunos policías se toman unos minutos de descanso para fumar un cigarrillo. Ni siquiera me han prohibido que les fotografiase y su actitud parece del todo benévola pero hoy que les vuelvo a ver me llama la atención su indumentaria de entonces, sobre todo los cascos y gafas de los motoristas que hoy prácticamente ya ni se usan.

Siento mucho no conocer sus nombres pues como podéis imaginar la confianza no llegaba a tanto, sin embargo, desde mi punto vista, la tolerancia para con los ciudadanos me parecía absoluta. 

lunes, 9 de abril de 2018

VUELOS CHÁRTER

Muchos años antes de que a principios de 1990 surgiera en Estados Unidos el término low-cost para referirse al bajo coste de los vuelos de determinadas compañías aéreas, en el sector turístico, sobre todo europeo, ya operaban con anterioridad, además de con diligencia, los llamados vuelos chárter que, por fin, permitía por vez primera a la clase trabajadora europea viajar a lugares paradisíacos próximos por un precio bastante asequible, coincidiendo además con el boom turístico que se manifestaba por aquellos años en España, incluida Canarias, a partir, sobre todo, de la década de los años sesenta.



Ello permitió un turismo de determinadas características, alejadas de aquellas otras de las que, a principios del siglo XX, sólo unos pocos podían permitirse y exhibir. Ese otro tipo de turismo, bastante alejado del clásico y elitista estilo inglés, terminó por invadir los núcleos vacacionales de entonces hasta convertirse en el paradigma de la industria turística española bajo aquel lema publicitario acuñado por Fraga Iribarne de SPAIN IS DIFERENT. No sólo España era entonces diferente, sino que también lo era el nuevo turismo europeo llegado de improviso, -con sus defectos estilísticos si los comparamos con el arquetipo de viajero británico-, y con los días contados, generalmente de no más de dos semanas a media pensión.

Con ello y con todo, como fotógrafo, a mí se me abría un amplio y nuevo abanico de posibilidades artísticas ante la presencia de un turismo de masas con todas las peculiaridades que ofrecía en cuanto a variantes estilísticas se refiere no sólo en su atuendo, sino también en sus modales, sus aficiones, etc., etc. Prueba de ello y por simplificar al máximo mi ofrecimiento es el montaje fotográfico dedicado a este artículo de opinión en el que he logrado reunir cuatro ejemplos distintos de turistas en los años setenta en el Puerto de la Cruz y que por sus especiales características valía la pena reseñar. 

martes, 3 de abril de 2018

LAGO MARTIANEZ en OBRAS (Puerto de la Cruz-Tenerife)

El conocido Lago Martianez del Puerto de la Cruz (Tenerife), diseñado por el artista lanzaroteño, hoy fallecido, César Manrique, fue inaugurado oficialmente el 30 de Abril de 1977. Las obras habían empezado dos años antes, en 1975, según el proyecto y bajo la dirección de los ingenieros de caminos Juan Alfredo Amigó y José Luis Ocaña. Si se hacía caso omiso a los supuestos planos elaborados por dichos ingenieros hubiera parecido imposible que sobre aquellos puntiagudos bajíos donde muchos aprendimos a nadar, el arriesgado diseño de Cesar hubiera podido emerger con éxito del aquel accidentado fondo marino.

Durante los dos años que duraron las obras, éstas permanecieron cerradas al público en previsión, sobre todo, de accidentes que pudieran producirse aunque los avances bien podían ser contemplados desde una cota algo más alta, la Avenida de Colón.

Aprovechando el reportaje fotográfico que por aquellos años yo había hecho a dos excelentes músicos sudafricanos que actuaban en la discoteca Bali y en ocasiones en el Blue Note de Otto Harztmann, he querido traer hasta estas páginas una serie de instantáneas que demuestran fehacientemente que aquel idílico proyecto pudo perfectamente llegar a hacerse realidad gracias a la gran imaginación diseñadora de tan relevante artista como fue el malogrado lanzaroteño Cesar Manrique, Q.E.P.D. 

Podría decirse que estos dos excelentes artistas serían los únicos en haber actuado, anticipándose a las obras, en la sala Andrómeda mucho antes de que esta fuera definitivamente construida y abierta al público.

jueves, 29 de marzo de 2018

COSTALEROS


La Fe mueve montañas y así como en estas fechas de Semana Santa los distintos pasos de las también distintas cofradías no podrían salir a la calle sin el inmenso esfuerzo de los costaleros, lo mismo sucede en Canarias; en este caso concreto en el Puerto de la Cruz. Aunque todo hay que decirlo: no se tratan de costaleros de Semana Santa sino de aquellos otros que también procesionan duramente en Julio, a lo largo de las fiestas de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros.

Nunca faltan voluntarios, la mayoría devotos de sus santos preferidos pero siempre dispuestos al enorme esfuerzo que significa soportar durante horas, bajo un sol de justicia, un paso de tan considerable peso.

Como de costumbre, hoy he querido rendir un homenaje a todos aquellos que tuve oportunidad de fotografiar bajo un extraordinario esfuerzo que sólo con Fe es de la única manera de soportarlo.

jueves, 22 de marzo de 2018

PEPITO EL DE LAS FLORES

Allá por la década de los años setenta, en mi constante deambular entre la Plaza del Charco y la Avenida de Colón del Puerto de la Cruz, no había día en que no me cruzara con un vendedor de flores que a lo largo del mismo itinerario ofreciera a los turistas claveles blancos o rojos a cambio, claro está, de un precio más que razonable. Se trataba de Pepito el de las flores, llamado así porque había hecho de su incesante trabajo su propio apellido para todos aquellos que sólo le conocíamos de vista. A menudo le encontraba en el Paseo de San Telmo, con la tez muy morena a pesar de protegerse del sol con su inseparable sombrero negro. Como reclamo, vestía la mayoría de ocasiones el tradicional traje de mago, aunque, todo sea dicho, sin demasiada ortodoxia. 

De su carácter prefiero no opinar porque yo albergaba serias dudas de que le cayera simpático pero, sin embargo, debo reconocer que parecía ser muy trabajador aunque llegué a sospechar que no soportaba demasiado bien su aparente ambigüedad sexual. No obstante, era una época en que el Puerto de la Cruz no se sostenía sin los muchos protagonistas populares que, por una u otras razones, formaban parte del cotidiano paisaje urbano que se abría entre los curiosos que, como yo mismo, íbamos por ahí recogiendo testimonios gráficos del diario acontecer de una ciudad que apenas dormía.

LA PUNTA DEL VIENTO

La Punta del Viento que yo conocí era entonces la consecuencia natural de una coincidencia urbanística popular y espontánea; en el caso del Puerto de la Cruz, en contacto directo con el mar y eso también tenía su encanto por su autenticidad, donde el concepto de hábitat se hallaba muy por encima del diseño urbano que vendría años más tarde de la mano de arquitectos municipales coincidiendo con el masivo flujo turístico que invadía el municipio.

En aquel rincón rocoso que formaba el agreste litoral del norte, confluían todas las olas imaginables e irrepetibles posibles. Rompían de manera arbitraria en una secuencia única de tiempo y espacio. Un espacio húmedo de salitre que invitaba a los sentidos a disfrutar de la naturaleza virgen desatada de espuma y graves ecos sonoros de advertencia.

Todo visitante, antes de continuar por el paseo de San Telmo, se detenía invariablemente en aquel preciso lugar conteniendo la respiración frente al espectáculo abierto hasta el horizonte. Por allí pasaba todo el mundo cada día y hoy hubiera sido el lugar más apropiado para eso que llaman hacerse un selfie. En cualquier caso, sí que existían las máquinas fotográficas analógicas cuyos propietarios inmortalizaban el lugar sobre el celuloide en color o blanco y negro antes de regresar a sus países de origen.

La Punta del Viento y San Telmo, a los que dediqué durante años mi  innato instinto fotográfico, me ha permitido asomarme hoy de nuevo al origen de mi devoción absoluta por el Puerto de la Cruz y compartir con todos ustedes el fruto de tamaña experiencia vivida.

lunes, 19 de febrero de 2018

SUEÑOS DE NIÑO

La despiadada realidad termina siempre por volverse contra uno cuando con toda la ilusión del mundo, mientras fuimos niños, esperábamos ansiosos que nuestros sueños de toda la vida se cumplieran tarde o temprano tal y como tan a menudo habíamos previsto a lo largo de nuestra infancia, durante las benignas noches de estío refrescadas por los alisios.

Conducíamos vehículos transparentes, fabricados con alambre, por senderos de sueños posibles, sostenidos por esa ingenuidad infantil del que se sabe ganador, del que, en el futuro, se sentirá orgulloso y seguro de sí mismo a bordo de uno de verdad. 

Pero lo cierto es que la realidad suele superar con creces nuestras más insignificantes expectativas de futuro, por lo que siempre será preferible mantener la ilusión infinita que te proporcionan los sueños aparentemente posibles, mientras tu humilde cochecito de alambre aguarda junto a tu cama con la mínima esperanza de que tus sueños no se hagan nunca realidad en cada amanecer.

Aquella realidad que siempre esperabas sobrepasará con mucho tus más modestas ambiciones. Sin embargo, habrás necesitado sentarte sobre aquel sueño niquelado de tu vida a sabiendas de que nunca podrás verlo realizado porque, precisamente, ese tan esperado anhelo tuyo se habrá convertido con el tiempo en una  verdad tan contundente que ya jamás podrás alcanzar pero que, sin embargo, si que te permitirá, a pesar de todo,  la ocasión de acariciarla cuando, cuanto y cómo quieras.

Y siguiendo la costumbre, ahí estuve yo, frente a ti, haciendo casi realidad aquello con lo que casi siempre soñaste.

N.R. El Rolls Royce de la foto perteneció, si mal no recuerdo, a Austin Baillón, comprador en su día de la Casa de la Aduana del Puerto de la Cruz y el niño pudo haber sido uno de los muchos del barrio de La Ranilla 

CON FALDAS Y A LO LOCO


En los años 70 no parecía necesario enseñar tanta carne con el fin de reivindicar un derecho perseguido como el de la libertad sexual de cada uno. Sin embargo, durante los carnavales del Puerto de la Cruz, esta reivindicación se conseguía a menudo con una exquisita elegancia no exenta de aquel glamour en boga de los años 60 del pasado siglo y que nos trae a la memoria a aquella mítica película de 1959 dirigida por Billy Wilder e interpretada entre otros por la inolvidable Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon  titulada CON FALDAS Y A LO LOCO.

Quizás no estuvieran entonces reivindicando sólo el derecho al que hemos hecho alusión al principio sino también denunciando el drama que supone para cualquiera la explotación sexual indiscriminada a cargo del proxeneta de turno representado en este caso por el caballero del bigote.

Aunque no recuerdo sus nombres, todos ellos, en aquellos años, estaban directamente vinculados al Puerto de la Cruz en el sector de la hostelería aunque nunca desdeñaron la magnífica ocasión que se les presentaba cada año de participar, a su manera, en aquel divertido desfile de carnaval a lo largo de la avenida de Colón. De manera que el llamado hoy día del ORGULLO GAY algunos ya lo celebraban entonces sin ambages de ningún tipo.

ROLES FEMENINOS



Aunque lo imaginamos, a ciencia cierta nunca sabremos del todo que será lo que le mueve a un varón para, aunque sea durante unas horas, jugar el pacífico rol de mujer.

Será menester consultar a Freud o escrutar por nuestra cuenta en las profundidades del alma humana para tratar de comprender el fenómeno.

En muchos casos y tratándose de Carnaval se me antoja que un puñado de novios o maridos, respectivamente, lo que tratan es ridiculizar o poner en tela de juicio las torpezas, manías o debilidades de  sus respectivas cónyuges.

Durante los carnavales del Puerto de la Cruz tuve ocasión de fotografiar este fenómeno, por otra parte, tan arraigado en el seno de estas particulares fiestas que anteceden a la celebración de la Cuaresma. En las fotos podremos distinguir a distintos ciudadanos del pueblo jugando en plenas condiciones físicas y mentales el rol de, con toda posibilidad, de sus auténticas parejas sentimentales. Algunos de ellos los recuerdo. De izquierda a derecha y de arriba abajo puedo citar a algunos:
Superior izquierda: uno de los hermanos Galindo, a continuación Jorge Bittar

Centro: primera foto. Un joven muy conocido que durante casi toda su juventud trabajó en el supermercado de Gundemaro. A continuación un popular y conocido vecino de la Orotava que trabajó en la parada de las Guaguas. Es el mismo de la última foto inferior.

ANTONIO PLASENCIA, ALIAS "EL PIRULÍ"

A Antonio Plasencia, el primero por la derecha en la foto, se le conocía por el alias de El Pirulí y vivió en el callejón de La Pirulina, en la calle Mequinez. Fue figura clave durante años en las fiestas patronales del Puerto de la Cruz como organizador y animador de los concursos infantiles de pesca. Estuvo durante casi toda su vida vinculado también al futbol infantil. Según algunos testigos hoy ya mayores, Antonio se dedicó en su día a la compra de chatarra, razón por la cual muchos niños de entonces acudían a él para venderle algunos metales, musgo seco y botellas vacías a cambio de algún dinero que ellos agradecían profundamente.

Se consideraba un gran devoto de la Virgen del Carmen y de ello dan testimonio hoy su mujer Manuela y sus hijos Pedro, Toño, Meli y Cándido.

Mario “El Ruso”, a quién aprecio en particular, me ha referido una vieja anécdota que merece la pena contarla aunque sólo sea por la popularidad manifiesta de sus personajes:

“En un tiempo en que el popular, adinerado y, sin embargo, tacaño Piqui Fernández jugaba de lateral derecho en el Puerto Cruz, El Pirulí era  por entonces el encargado, entre otras muchas cosas, de limpiar y repararle las botas, de hacerle una infusión de té con limón y mucha azúcar antes de los partidos, etc., etc.

Cierto día, el mentado Piqui necesitó, al parecer, un especial favor de El Pirulí a cambio de un saco de papas traído por el millonario desde su finca. Antonio cumplió sin dudar su compromiso pero el saco de patatas prometido nunca apareció.
A partir de aquel momento, siempre que Piqui Fernández le pedía un nuevo favor, El Pirulí, desconfiado, respondía muy serio: cuando me traigas el saco de papas”