EL PORTERO DEL STAND DEL JABUGO 5J
Con tal de motivar entre sus adeptos clientes el ya de por sí precario consumo en este tiempo de aguda crisis financiera, muchas empresas, sobre todo las del ramo de la alimentación, aprovechaban la situación creada por el desconcierto económico con el único propósito de promocionar la venta de sus distintos productos a través de ferias populares en el mismo corazón de la ciudad.
La Feria del Jamón en Barcelona atrajo aquel día a un variopinto y numeroso público que desde horas antes se había congregado ante la gran carpa, -bajo la que se cobijaba el suculento género-, aguardando a que un enorme y negro cerdo ibérico, con su rabito helicoidal y todo y su ancha sonrisa de grasa bajo el chato hocico del careto, decidiera, por fín, abrir de par en par las puertas que daban acceso al pretencioso stand en el que se había convertido aquel espacioso lugar cubierto.
Todo se encontraba a punto para las excelentes degustaciones y la marea humana, en su mayoría sin empleo fijo ni eventual, acariciaba a su paso los mostradores tratando de llevarse a la boca lo mejorcito de todo el género expuesto sobre ellos; en especial, el JABUGO cinco jotas (JJJJJ).
De improviso, frente al stand de las magníficas 5JOTAS, un hombre caía pesadamente en silencio al suelo llevándose las manos a la garganta y con el rostro totalmente amoratado por la congestión. Se trataba, por lo que pudo saberse más tarde, de un parado, casado, de mediana edad, padre de cinco hijos (tantos como jotas tiene el mejor jamón), sin subsidio de desempleo al que aferrarse y al que un cuerpo extraño le había obstruido completamente la faringe hasta ocasionarle el desmayo y casi la asfixia.
Los servicios sanitarios de emergencia presentes en el evento actuaron esta vez con suma diligencia logrando salvarle, in extremis, la vida y evitando así una tragedia bastante peor que la que provoca el padecimiento del hambre en cualquier ser vivo, incluido el cerdo.
Al parecer, el hombre se había atragantado con un hermoso taco de jamón de Jabugo, cuerpo para él extraño e inusual que no supo o no pudo del todo digerir por carecer, desgraciadamente, de la sana aunque cara y rara costumbre de su consumo ordinario. Por fortuna, no se trataba de un ciudadano del todo español.
La Feria del Jamón en Barcelona atrajo aquel día a un variopinto y numeroso público que desde horas antes se había congregado ante la gran carpa, -bajo la que se cobijaba el suculento género-, aguardando a que un enorme y negro cerdo ibérico, con su rabito helicoidal y todo y su ancha sonrisa de grasa bajo el chato hocico del careto, decidiera, por fín, abrir de par en par las puertas que daban acceso al pretencioso stand en el que se había convertido aquel espacioso lugar cubierto.
Todo se encontraba a punto para las excelentes degustaciones y la marea humana, en su mayoría sin empleo fijo ni eventual, acariciaba a su paso los mostradores tratando de llevarse a la boca lo mejorcito de todo el género expuesto sobre ellos; en especial, el JABUGO cinco jotas (JJJJJ).
De improviso, frente al stand de las magníficas 5JOTAS, un hombre caía pesadamente en silencio al suelo llevándose las manos a la garganta y con el rostro totalmente amoratado por la congestión. Se trataba, por lo que pudo saberse más tarde, de un parado, casado, de mediana edad, padre de cinco hijos (tantos como jotas tiene el mejor jamón), sin subsidio de desempleo al que aferrarse y al que un cuerpo extraño le había obstruido completamente la faringe hasta ocasionarle el desmayo y casi la asfixia.
Los servicios sanitarios de emergencia presentes en el evento actuaron esta vez con suma diligencia logrando salvarle, in extremis, la vida y evitando así una tragedia bastante peor que la que provoca el padecimiento del hambre en cualquier ser vivo, incluido el cerdo.
Al parecer, el hombre se había atragantado con un hermoso taco de jamón de Jabugo, cuerpo para él extraño e inusual que no supo o no pudo del todo digerir por carecer, desgraciadamente, de la sana aunque cara y rara costumbre de su consumo ordinario. Por fortuna, no se trataba de un ciudadano del todo español.
ese "del todo" a qué se refiere jé, jé, no le deseemos el mal a todo el mundo... je je
ResponderEliminarMe gusta el cambio de aspecto estético del blog...
Saludos....
uno, dos , tres, síii siíii probando... ;-)
Iván:
ResponderEliminarSe trata de una ironía muy ácida para que sea a propósito mal interpretada.
El jamón, tan típico de la España de siempre, no tienen por costumbre comerlo los extranjeros. De ahí que parezca una lástima que eso le haya podido ocurrir a un españolito de a pié.
Eso es todo. Ya habrás visto que "del todo" lo he escrito en cursiva.
DE UN TROZO DE JABUGO HASTA UNA PELI DE JAMES BOND UN VIAJE A RUSIA
ResponderEliminarUn historia triste de un trozo de jamón. Según se mira cada cosa y cada historia. Es como el cine y sus variados puntos de vista. Seguro que Narciso Ibáñez Serrador hubiera sabido sacar de este tema una de sus hermosas películas. Por otro lado Spielberg le hubeira dado el toque científico apropiado , una vez que ese tipo de carne cruda sea admitida en su país. Al ser de Jabugo habrá necesitado muchas bellotas para hacerse en poco tiempo. Y un científico diría que del porcino no sólo lo mata su gripe .
Si es que somos diferentes hasta en eso. En otros países caen como caballaeros con su gripa y aquí casi nos morimos con su carne, que por cierto me he negado a comer ensaladilla rusa, polvorones de la estepa y el conocido bitec ruso, en solidaridad con el pueblo español ya que los rusos no dejabana entrar la carne de cerdo en su país. Y es que sin pasaporte para que te reconozcan no puedes viajar a Rusia.
Saludos James Bond
Efectivamente, Dorta. Como siempre, tienes mucha razón.
ResponderEliminarA ver si los cineastas se animan y nos contratan de guionistas, que buena falta nos hace ganarnos un prestigio y unas "pesetas" ahora que el horno no está precisamente para bollos.
La puesta en escena de estos pequeños guiones no entraña prácticamente inversión económica alguna como no sean nuestros respectivos sueldos.
Solo se necesita una gran carpa, medio millón de parados y media docena de jamones que no será necesario que sean de Jabugo porque una vez terminada la película, los futuros espectadores no sabrán el gusto que tiene. Se les pinta la pezuñita de negro intenso y ya está. ¿no te parece?