MÁSTERS

Comienza a notarse la sensación general de que si hoy día no has cursado algún máster una vez acabada tu carrera universitaria, por mucho que ésta sea de las más complicadas y cursada incluso con brillantez, no eres nadie en el mundo de la política, las finanzas, incluso de las Bellas Artes, etc., etc. Cualquier joven salido de cualquier universidad, necesita imperiosamente un master para conseguir ser considerado válido dentro del mercado laboral, arriesgando un dinero extra para luego encontrarse con la dura realidad de no lograr encontrar un empleo digno acorde a sus conocimientos.

La hoy imperiosa necesidad de cursar un máster no radica tanto en el hecho mismo de acceder a una mejor formación en la materia que se desea complementar como la de figurar formando parte de un curriculum vitae que aumente el prestigio suficiente como para que se tenga en cuenta la falsa valía. Y es precisamente por esta circunstancia por la que a la mayoría de interesados les conviene rentabilizar al máximo el dinero que han empleado en su matrícula, ahorrándose no sólo tiempo en horas presenciales de clase sino, además, en el tiempo que les llevaría elaborar un exhaustivo TFM cuando, sencillamente, puede ser copiado perfectamente gracias a las ventajas que hoy ofrecen tanto Internet como el resto de las redes sociales.

Recuerdo la época en la que todos los estudiantes, profesores, rectores y autoridades de la enseñanza en general en España comenzaron a plantearse la posibilidad de ceñirse al  controvertido Plan de Bolonia en materia de educación al que, por otra parte, no se sumarían otros países de la Comunidad Europea. Las consecuencias de esta precipitada decisión comienza a afectar muy directamente en la economía de todos aquellos estudiantes a quienes hoy se les exige un año menos de estudios universitarios en favor de un máster cursado en relación a la carrera elegida.

  

En aquel entonces y por poner sólo un ejemplo, los estudiantes de Bellas Artes, facultad a la que también afectó el tan discutido Plan de Bolonia, se preguntaban si para llevar a cabo en el futuro tales disciplinas como las de creación artística era también necesario ser poseedor de un máster con todo lo que ello significaba no sólo desde el punto de vista artístico sino además económico.

A partir de la instauración de dicho Plan, la carrera de Bellas Artes se redujo un año para suplir el último curso de entonces por un máster cuyo coste solía estar siempre muy  por encima de las posibilidades económicas de los  jóvenes estudiantes.  

¿Cuál es la diferencia entre lo que hoy denominan máster y lo que antes se llamaba especialización? Aún no lo sé.