RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

jueves, 28 de agosto de 2008

ARQUITECTURA POPULAR

Diferencia y degeneración de la arquitectura popular canaria.
Corrían tiempos difíciles y la población se guarecía cómo y donde podia.
El acceso a una vivienda digna era practicamente imposible para cierta clase trabajadora.
Aún así supieron apañarse aunque, bien es verdad, que en detrimento del entorno paisajístico auspiciado por la indiscriminada explotación urbanística en el medio rural.

17 comentarios:

  1. ENLACE RECOMENDADO

    http://urbanismopatasarriba.blogspot.com/

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  2. Elementos definitorios de la arquitectura popular canaria

    Los pueblos y ciudades del Archipiélago atesoran un rico patrimonio arquitectónico que muestra la relación del pueblo canario con su entorno


    La casa canaria tiene un sello muy particular que la hace diferente. Heredera de los estilos arquitectónicos que imperaban en la zona sur de la Península Ibérica a finales del siglo XV, la arquitectura popular de las islas inició un camino en solitario en el que fue incorporando elementos y gustos de otras tradiciones constructivas hasta llegar a lo que es hoy. Eso sí, como casi todo en Canarias, hay que hablar de tradiciones arquitectónicas porque, como sucede en otros muchos ámbitos, cada isla es un mundo. Eso sí, se comparten algunos elementos comunes.
    Islas Canarias, Fuerteventura, Tefía, Visitacanarias.com
    Casas tradicionales en Tefía, Fuerteventura. JOSE J. JIMENEZ
    La arquitectura popular canaria es el resultado lógico del momento y las condiciones que se desarrollan en Canarias en el momento e su incorporación a la cultura occidental. El Archipiélago entra en la órbita europea a lo largo del siglo XV y con los primeros pobladores llegan los gustos y modas de los lugares de procedencia de los colonos. Con los campesinos y comerciantes también llegan artesanos y albañiles procedentes, en su mayoría, de la Baja Andalucía y Portugal, una condición que marcará de manera decisiva la configuración de la casa canaria desde el siglo XV hasta bien entrado el siglo XIX. El segundo condicionante es el propio medio en el que la casa se asienta. La primera limitación es la escasez de materiales de construcción clave en la Península tales como la piedra (sólo hay canteras de piedra de gran calidad en Gran Canaria), lo que convierte al sillar en un elemento de calidad que sólo se utilizará esporádicamente como símbolo de estatus social. Este es el primer elemento diferenciador de la casa canaria. La casa humilde se construye con piedra suelta y enlucido interior de cal o excrementos de vaca, ceniza y agua; la casa burguesa se construye con un mortero de piedra cal y barro con sillares esquineros y en vanos y pintada generalmente de barro; la casa noble, para terminar, muestra un uso más generoso de la piedra con la construcción de portadas monumentales.
    Islas Canarias, Tenerife, Garachico, Visitacanarias.com
    Casas urbanas en Garachico. J.L.M.

    Otro elemento fundamental de la vivienda isleña es el abundante uso de la madera. Sirve para construir los techos que serán, posteriormente, recubiertos con teja, en el caso de viviendas con techumbre a dos o cuatro aguas, o con torta de barro y paja en las casas de azotea (corrientes en Lanzarote y Fuerteventura y presentes, en menor medida, en Gran Canaria). La madera también sirve para cubrir ventanas, celosías (muy extendidas en La Palma). Las ventanas, generalmente de guillotina, son de claro origen portugués y son una de las notas definitorias de la arquitectura popular isleña. Pero, quizás, sea el balcón el que se ha erigido como verdadera seña de identidad en la casa canaria. En Fuerteventura y Lanzarote aparece el balcón descubierto, en Gran Canaria los hay de este tipo y con tejadillo, mientras que en el grupo occidental (Tenerife, La Gomera, El Hierro y La Palma) es éste último (el cubierto) el que domina las fachadas de casonas nobles y casas más humildes. El balcón ha sido interiorizado por el canario como el rasgo fundamental de la arquitectura isleña, una circunstancia que ha posibilitado su uso recurrente en casas modernas.



    En el espacio interior domina el patio como eje al que se abren todas las dependencias. Las casas más sencillas, muestran patios traseros o centrales de pequeñas dimensiones, mientras que en las casas burguesas o nobles, el patio, de clara influencia castellana, es el espacio que distribuye todo el espacio de la vivienda. En las plantas bajas se abren las zonas de servicio de la casa, mientras que en los pisos superiores, también abiertas al patio mediante corredores exteriores, se abren todas las habitaciones familiares. Las mejores casas también muestran pequeñas capillas. Estas casas nobiliarias tienen magníficos ejemplos en los cascos históricos de La Laguna, Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de La Palma.



    En cuanto a las plantas de las viviendas, su distribución también distingue ambientes y clases sociales, En las ciudades se imponen las plantas cuadradas o rectangulares con patios centrales. En el campo, las casas más ricas imitan al patio interior urbano pero con soluciones abiertas. Aparecen así casas con plantas en forma de “L” o de “U”, que se abren a las grandes propiedades de tierra pero que imitan al patio urbano con mayor o menor fortuna. Alguna de estas quintas presenta plantas aún más complejas con una auténtica red de patrios exteriores e interiores que ha dado magníficos ejemplos que aún pueden verse en la Isla Baja de Tenerife (costa norte). Los más pobres construyen casas terreras de un solo piso con varias habitaciones interiores y plantas generalmente rectangulares.
    Islas canarias, Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, Visitacanarias.com
    Cantería para marcar un antiguo vano y pared de mampuesto de mortero en Gran Canaria. GUSTAVO MARTIN



    Reminiscencias norteñas



    Los primeros momentos de la colonización trajeron a Canarias a soldados de fortuna del Norte de la Península Ibérica que se quedaron en Canarias tras las guerras de anexión. En los primeros momentos se realizó una arquitectura de urgencia que importó soluciones constructivas propias de las montañas del norte peninsular. Se construyen pequeñas casas de piedra con techumbres de paja que hasta hace pocos años aún servían de vivienda en las medianías de las islas más montañosas. En Tenerife, el mantenimiento de estas casas derivó hacia su uso como graneros o cuartos de aperos, mientras que en islas como El Hierro, su uso como viviendas es reciente. Los mejores ejemplos se pueden ver en el Valle de la Orotava, en Tenerife, y en el poblado de Guinea, en El Hierro.

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  3. En defensa de nuestra arquitectura popular
    Luis Pérez Aguado

    Recientemente dialogábamos con un grupo de jóvenes procedentes de diversas comunidades autónomas. Coincidían extrañados en la imagen exótica y distorsionada que de las Islas tienen todavía en la Península. Ensalzaban el carácter de sus gentes y la diferencia de paisajes. Lamentaban, sin embargo, la proliferación de anárquicas construcciones y las muchas viviendas edificadas fuera de toda norma estética, incluso sin pintar muchas de ellas, para concluir con la poca atención que aquí se le presta a la arquitectura isleña.

    Estas reflexiones venidas de quines nos visitan deberían abrirnos los ojos. No cabe duda que nuestra arquitectura popular está necesitada de protección y de una mano amiga que le preserve de los desenfrenos de la civilización.

    No quisiéramos entrar en detalles sobre ese cuadro lamentable que ha sido un constante problema para los canarios debido al alto índice de crecimiento, de la emigración hacia las ciudades turísticas, a la especulación galopante del suelo y las escasas actuaciones de la Administración que nos han dado todos los modelos inimaginables de viviendas, barracones, cuevas, chabolas, autoconstrucciones e, incluso, las construidas con protección oficial; pero sí, en cambio, nos gustaría tener presente a esa casa canaria, de paredes blancas cubiertas de rojas tejas que decoraban hasta tiempos recientes todos nuestros paisajes insulares, armonizados enteramente con las tierras cultivadas y con el medio natural.

    En su lugar se levantan hoy casas chatas e híbridas y torres adefesios construidas con un deseo inmoderado de destacar aunque sea en lo antiestético. Toda una agresión al buen gusto, e, incluso, me atrevería a asegurar a la comodidad futura.

    Está claro que no sabemos cuidar nuestro propio solar. No somos capaces de razonar con sentido común ante esa avalancha de innovación sin pensar en su conveniencia. Que la tierra, el terreno cultivable, ha sido fundamental en la historia económica de las islas, no hay quien lo dude. Ahí está el esfuerzo titánico de generaciones por ganar un palmo de terreno donde cultivar algo.

    Muchas veces nuestra geografía es hosca, pero el hombre canario, que ha luchado siempre con su enemigo interno, su medio, con la tierra que, frecuentemente, no era su mejor aliada. Con una tierra en ocasiones fértil y en otras pedregosa, árida y dura, pero a la que el sudor que la regaba consiguió arrancar su fecundidad. De una u otra forma ha estado la casa canaria, siempre acogedora, humanizando el paisaje insular de manera equilibrada.

    Todavía quedan, por fortuna –aunque estos sean escasos– rincones que se resisten al arrollador embate del progreso, si así puede llamarse el afán de destrozar nuestro legado cultural ante los imperativos de la vida.

    Por fortuna podemos contemplar casas de paredes luminosas tejadas a dos aguas y pequeñas huertas familiares donde el ritmo lento de los días sólo es roto por el sonido redondo de las campanas de alguna ermita cercana.

    Pero, por desgracia, la norma general es el olvido y el abandono, a lo que podemos sumar el grave deterioro ecológico. Cada curva de la carretera puede encerrar la ingrata visión del vertedero incontrolado.

    Y el disparate, por desgracia, en lugar de corregirse se imita y se expande. Son muchas las viviendas con posibilidades de reforma interior sin necesidad de modificar su aspecto exterior que armoniza con ese entorno, en boda feliz con el paisaje donde está enclavado.

    No estamos en contra de las comodidades ni del progreso, única posibilidad para que no se abandonen las tierras y que el campo no se convierta en soledades de desierto. Pero puede lograrse perfectamente la armonía entre la arquitectura popular y el desarrollo.


    Es una lástima que se produzcan tantos desaguisados nutridos por la monotonía del cambio. Se construye fuera de toda norma, se deteriora el medio, se renuncia al paisaje y se crean unas condiciones de vida carentes de la más esencial calidad.

    http://www.canariasaldia.com/noticia.php?noticia_id=95423

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  4. Ventanas y balcones canarios

    La vivienda popular canaria —de una o dos plantas—esta construida con muros de mampostería de piedra, generalmente volcánica, enfoscados y blanqueados o pintados con ocres o sienas rojizos; tiene algún sillarejo en las esquinas, guarniciones de huecos y portadas. Sus fachadas, de gran simplicidad, carecen generalmente de aleros. La vivienda de una sola planta, llamada terrera, tiene la puerta en el centro y una ventana a cada lado, con carpintería estudiada para favorecer la ventilación y ocultar el interior a miradas indiscretas.

    Son características las ventanas de tres cuerpos: uno pequeño inferior, fijo, de paneles ciegos decorados con casetones o soles; otro intermedio con dos hojas, también empaneladas, que raramente se abren, pues tienen un pequeño ventanillo o postigo, abatible por giro hacia el exterior, y un cuerpo superior, generalmente fijo, dividido en pequeños compartimentos rectangulares acristalados. Las hojas intermedias se hacen a veces con celosías de tablillas paralelas en forma de persiana.

    En las casas de dos plantas se dedica la inferior (lonja) a dependencias (cuadras, cochera, despensa, bodega, etc.) y la superior a vivienda. Las ventanas de la planta superior, también acristaladas se deslizan verticalmente con hojas correderas de guillotina.

    Dos modelos de balcones con repisa de bastante vuelo. El de la derecha tiene un zócalo de casetones y un antepecho con celosías, probablemente de tradición oriental.

    En la vivienda rural, las variantes fundamentales aparecen en la escalera, generalmente exterior y muchas veces de madera, que termina en una solana o galería con estructura también de madera, cubierta con un tejadillo.

    La vivienda urbana de dos plantas adquiere caracteres peculiares, a partir del siglo XV, al alcanzar un mayor perfeccionamiento en su construcción. La base de lo que ha llegado a constituir el llamado "estilo canario" radica en los materiales de las islas; la piedra, generalmente volcánica, y la madera del excelente pino tea. Como elemento importante y típico de esta arquitectura destaca el balcón.

    Los clásicos balcones tienen forma de cajón (prismática) con repisas de bastante vuelo, formadas por canecillos volados o por viguetas que apoyan en una viga de vuelo. Constan de un zócalo bajo de casetones empanelados; un cuerpo intermedio, de antepecho con balaustres torneados o con celosías, y un cuerpo superior con celosías—probablemente de tradición oriental—, que recuerda al balcón árabe donde las mujeres, sentadas en cojines en el suelo, pueden atisbar la calle a través de esas celosías que, además, proporcionan una buena ventilación .

    Casa con balcón de antepecho de balaustres torneados y ventanas de tres cuerpos (ventanillo abatible por giro hacia el exterior, en el cuerpo intermedio).

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  5. Los patios canarios

    El clima canario, con un régimen pluviométrico irregular, obliga a conservar el agua de lluvia en aljibes, ubicados generalmente bajo los patios de las viviendas.

    Como en Andalucía, la benignidad del clima permite la organización de la vivienda alrededor de un patio central, con lo cual, aunque este situado en el interior de la casa, no se pierde el contacto con el ambiente exterior. El patio es, por consiguiente, una pieza fundamental donde se desarrolla la vida familiar.

    Acorde con la tradición heredada de Roma—la gran colonizadora—, el patio esta limitado en alguno o varios de sus lados por pórticos que brindan siempre una acogedora sombra En estos pórticos, la clásicas columnas y las arquerías han sido sustituidas por pies derechos y vigas de madera de pino tea.

    La organización es siempre adintelada con zapatas sobre los soportes. Las galerías sirven como corredores de enlace para dar acceso a las habitaciones que se distribuyen alrededor del patio. Las barandillas o antepechos se resuelven como en los balcones canarios, zócalo bajo, ciego, generalmente encasetonado y con balaustres torneados de madera. Raramente hay celosías en los corredores de estos patios. La cubierta se hace con tejadillos en la galería superior.

    Elemento fundamental es la escalera, que adquiere gran importancia en las viviendas urbanas. Se desarrolla desde el patio mediante tramos y mesetas, todo ello con estructura de madera. El conjunto de escalera y galerías constituye siempre un ejemplo de arquitectura tradicional de gran interés decorativo por la riqueza cromática de las tonalidades rojizas del pino tea.

    También en los patios suele encontrarse otro elemento característico y peculiar de la vivienda canaria: la destiladera, tradicional filtro para obtener agua potable y fresca. Este singular filtro, que desgraciadamente va desapareciendo, consta de tres cuerpos agrupados en un mueble o en un hueco especial de fabrica construido en una pared del patio e incluso en la propia pared de la fachada.

    El cuerpo superior llamado pila—lo forma una piedra filtrante de asperón o arenisca, labrada en forma hemisférica ahuecada, con la panza hacia abajo, donde se deposita el agua que ira filtrando gota a gota. El segundo cuerpo esta formado por una tinaja o recipiente de barro cocido, cubierto con tapa (para que no caigan insectos), que tiene un pequeño orificio por donde discurre el continuo goteo de la pila superior. Esta tinaja se llama bernegal y está encajada en un hueco del tablero de madera que forma la repisa central. El cuerpo inferior es una especie de fresquera donde se conservan jarras de agua, botellas y alimentos.

    El mueble donde se integran estos tres cuerpos esta frecuentemente rodeado por celosías de madera, mas o menos decoradas, por las que discurre el aire que, al evaporar el agua que se rezuma, produce el enfriamiento.

    Destiladera recubierta por mueble de madera de tea con celosías.

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  6. Los Estudios de Arquitectura Popular



    NOTAS

    1 MARTÍN RODRÍGUEZ, F. G.: Rasgos esenciales de la vivienda canaria, en Historia del Arte en Canarias, Edirca, 1982.

    2 SARTORIS, A.: “Por los documentos que poseemos actualmente, sería menos difícil llenar una laguna que presentar por vez primera -bajo el aspecto crítico- las diversas fases del arte canario”, en “El futuro de la Arquitectura Canaria”, en Revista Nacional de Arquitectura, Editada por el Organo Oficial del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, Madrid, 1953.

    2b PÉREZ VIDAL, J.: “La vivienda canaria. Datos para su estudio”, en Anuario de Estudios Atlánticos, n. 13, Patronato de la “Casa de Colón”, Madrid-Las Palmas, 1967, p.41. Años después, en 1985, el mismo artículo aparecería en Estudios de Etnografía y Folklore Canario.

    3 En realidad, nos confunde J. Pérez Vidal, dentro su artículo ya citado, en la exposición que hace sobre las diferencias entre la choza y la casa pajiza, ya que si bien la techumbre de esta última está realizada con la paja procedente de los cereales previamente cultivados, la choza también puede hacerse así o con ramas.

    4 ALEMÁN DE ARMAS, A.: “Elementos constructivos y ornamentales de la arquitectura en Canarias”, III Congreso de Arquitectura Típica Regional, Córdoba, 1967. Un año más tarde, en 1968, sería publicado por el Colegio de Aparejadores de Santa Cruz de Tenerife.

    5 Su tesis doctoral verso sobre el patrimonio de la isla de Tenerife y se tituló: El patrimonio arquitectónico de Tenerife: problemas y alternativas.

    6 MANRIQUE, C.: Lanzarote: arquitectura inédita, Excmo. Cabildo Insular de Lanzarote, Arrecife, 1988.

    7 ALEMÁN DE ARMAS, A.: El caserío de Masca. Aproximación a la arquitectura popular canaria, Aula de Cultura del Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1975.

    8 ALEMÁN DE ARMAS, A.: La Laguna. La vivienda tradicional y los problemas de organización del espacio urbano, Publicaciones del Excmo. Ayuntamiento de La Laguna, La Laguna, 1976.

    9 La importancia de este vocabulario, su origen y definición, se pondrían nuevamente de manifiesto en la obra de F. Martín Rodríguez, el cual incluye uno al final de su libro Arquitectura doméstica canaria, Aula de Cultura de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1978.

    10 FEDUCHI, L.: “Los pueblos blancos”, en Itinerarios de arquitectura popular española, t. IV, Barcelona, 1978.

    11 FLORES, C.: Arquitectura popular española, t. V, Madrid, 1977.

    12 CLARET RUBIRÁ, J.: Detalles de arquitectura popular española, Barcelona, 1976.

    13 FAJARDO, J. y ZENÓN: Arquitectura tradicional en Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1977.

    14 Op. cit., n. 9.

    15 NAVARRO SEGURA, Mª I.: “La arquitectura doméstica ca-naria, de Fernando Gabriel Martín Rodríguez”, en Revista de Historia Canaria, n. 172, Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1981, p. 287.

    16 MARTÍN RODRÍGUEZ, F. G.: “La culta, perteneciente a las clases acomodadas, es producto de un interés diferenciador, resuelto mediante un alegato formal de motivos cultos. Pero en Canarias, hay una base general, de claro signo popular, que también se plasma en la arquitectura más o menos erudita. (...). La apreciación de esa arquitectura ha sido tardía, gracias a la (...), revitalización de las construcciones más sencillas. (...). Ahora, las arquitecturas populares van paulatinamente ocupando un mejor puesto en la historiografía arquitectónica “, Op. cit., p. 37.

    17 OMAR, A.: “(...), se habla más de arquitectura popular y hasta parece que hay mayor preocupación seriamente planteada por los propios urbanistas, arquitectos y técnicos..., pero ¿hasta qué punto la gente, el pueblo en general, está concienciada e interesada por este problema de su arquitectura; lo que significa y el valor que tiene? “Creo que también hay una gran confusión..., sí, el interés es cierto que existe pero no sólo es canario, ni español... es general. (...), falta información y, además, la corriente mimética que hay ahora. El hombre tiene miedo a perder las cosas. Estamos viviendo una situación de cambio, y tiene que «darse prisa» en ir a recoger las cosas, para no perderlas(...)”, en “Un libro: Arquitectura tradicional de Tenerife...y su autor: Julio Fajardo”, en Diario de Avisos, 5 de mayo de 1977.

    18 MARTÍN RODRÍGUEZ, F. G.: “(...), la arquitectura tradicional ya ha perdido su complejo de inferioridad. Desde los años sesenta de este siglo, y especialmente desde la década siguiente, la valoración de la vivienda canaria ha superado calificativos falsos e injuriosos como anodina o la hermana pobre de la arquitectura. La lectura justa de las culturas vernáculas, extendida en esos años por todo el mundo, ha situado a la arquitectura insular en el reconocimiento que se le debía. Algunos comenzaron a darse cuenta de su sabiduría, interés e importancia”, en “Cultura e identidad. La arquitectura tradicional acorralada”, en Homenaje a José Pérez Vidal, Ed. a cargo de Carmen Díaz Alayón, La Laguna, 1993, p. 522.

    19 ALONSO FERNÁNDEZ-ACEYTUNO, J. M.: Estudio sobre arquitectura popular. Fuerteventura (Islas Canarias), Colección “Archivo Histórico 2”, Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 1979.

    20 FRAGA GONZÁLEZ, Mª del C.: La arquitectura mudéjar en Canarias, Aula de Cultura de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1977.

    21 HERRERA PIQUÉ, A.: La ciudad de Las Palmas. Noticia histórica de su urbanización, Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1978.

    22 MARTÍN RODRÍGUEZ, F. G.: “El primer volumen se dedica a aquella zona peninsular y el segundo a Canarias, abarcando desde la europeización de las islas hasta 1700, y resaltando aquí el carácter de arquitectura interior que más acusadamente presenta aquí la construcción de signo mudéjar. (...). Al hablar de la arquitectura civil se establecen diversos tipos de viviendas, que esquematizan la amplia variedad de la construcción doméstica insular, donde los aspectos mudéjares no son los protagonistas exclusivos, eludiéndose las notorias influencias castellanas y norteñas tan evidentes en las casas de las Islas”, en FRAGA GONZÁLEZ, MARÍA DEL CARMEN: “La arquitectura mudéjar en la Baja Andalucía y en Canarias”, en Revista de Historia de Canarias, n.171, Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1978, pp.253-254.

    23 FRAGA GONZÁLEZ, Mª del C.: Op. cit. nota n. 19, pp. 71-72.

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  7. REVISTA RECOMENDADA

    RINCONES DEL ATLANTICO

    http://www.rinconesdelatlantico.com/hemeroteca.html

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  8. PAISAJE DEL SOLITARIO

    MARCOS BAEZA JUNTO AL MAR


    Cae la tarde en el Valle de la Orotava. Después de un día al sol en la playa o en la piscina, los turistas del Puerto de la Cruz se entretienen paseando por el muelle. La escollera de bloques de cemento ha prolongado el antiguo espigón hasta el pequeño castillo de San Felipe. Es un paseo no demasiado largo, pero repleto de agradables distracciones: las olas salpican y refrescan de salitre a los que caminan y se hacen fotografías ante el mar, los niños observan a algún cangrejo quieto o a los erizos oscuros bajo el agua, las parejas de enamorados conversan sobre las rocas.

    Cuando el sol está a punto de esconderse, los paseantes, los niños y los amantes, detienen sus pasos y sus juegos intentando retener la belleza de ese diorama natural que, de improviso, aparece ante sus ojos. Por un instante, el mundo se paraliza. El cielo limpio y el mar abierto, con la silueta a veces definida de la isla de La Palma en la lejanía, se tiñen de colores cálidos -rojizos y naranjas- que se superponen a los grises de alguna nube leve y que, pronto, se diluyen en el negro de la noche.

    Hay algo de inmutable en la escena, como si todas las tardes se repitiera, año tras año, siglo tras siglo: el de hoy es el mismo horizonte de ayer en el mismo lugar de mañana. En la escena reiterada sólo cambia algo: los espectadores del paisaje.

    Ante esta distracción gratuita -que no aparece recomendada en las guías turísticas- algunos habrán tenido la sensación de, por unos segundos, estar en medio de un cuadro, formando parte de la pintura con la que la naturaleza ha creado este insólito momento. Pero, como todos sabemos, la naturaleza no crea nada: sólo produce fenómenos, accidentes químicos y físicos que interpretamos según nuestras necesidades y nuestros deseos. Decimos entonces que la naturaleza imita al arte, cuando en realidad queremos decir que ha sido el arte el que ha dado una determinada forma a ese mundo indeterminado de apariencias que llamamos realidad.

    Es éste un mundo visto a través de puras invenciones artísticas, un repertorio de paisajes en los que nos reconocemos culturalmente y en los que proyectamos nuestros sentimientos. Así, hace cien años, el viajero inglés John Whitford creyó ver en los atardeceres del Valle, los mismos “maravillosos diluvios de tintas doradas” que encontraba en los lienzos de William Turner. La anotación que Whitford hizo en su libro The Canary Islands as a winter resort (Londres, 1890) es interesante por su carácter excepcional, pues de todos los viajeros que nos visitaron en aquellos tiempos, muy pocos hablaron del atardecer como un momento indicado para la contemplación.

    La excepción de Whitford nos invita, también, a pensar en los diferentes modos de ver los lugares, es decir, de enfrentarse al territorio y de experimentarlo estéticamente, confirmando la idea de que cada época mira, interpreta y se beneficia de ellos de muy distintas maneras: ¿qué hacía un paseante del siglo XIX al final del día?, ¿quién iba a la costa para ver los atardeceres? Tal vez, entonces como ahora, se requiera una cierta sensibilidad, una calma melancólica propicia para los placeres del abandono y de la ensoñación: sólo el hombre así perdido en el paisaje se descubre a sí mismo como parte del paisaje.

    Una tarde de 1893, un pintor recorría la costa del Puerto de la Cruz; tras instalar su caballete, comenzó a pintar, cerca del muelle, el escenario ya descrito: rocas, agua mansamente encharcada, olas y luces de atardecer. El pintor era Marcos Baeza y éste uno de sus mejores cuadros, resuelto con pinceladas sueltas que evocan en algunas partes las sutilezas del impresionismo y en el que culminó todo su ideario plástico.

    Al contrario que la mayoría de los artistas de su generación, Baeza fue, ante todo, un pintor de la costa. Sus lienzos son auténticos elogios de un paisaje no demasiado transitado por los pintores de la época, con la excepción de alguna marina de Valentín Sanz. Un paisaje de rocas, de arena, de acantilados y de olas, que tiene como protagonistas a la costa de Martiánez y a los riscos de San Telmo. Igual ocurre en sus fotografías, en las que recogerá idénticos motivos, completando su particular visión del paisaje del norte de la isla. En este sentido, Marcos Baeza inventó, en Canarias, la playa como espacio para la pintura y la fotografía.

    Pero sus costas y sus playas no eran aún lugares para el recreo: en sus cuadros y en sus fotografías no hay bañistas ni turistas al sol; tan sólo algunos indígenas que trabajan. Los suyos eran, todavía, paisajes vacíos y desiertos, rincones no frecuentados ni disfrutados.

    El pintor y el fotógrafo eran allí un mismo ser solitario, un artista raro empeñado en descubrir una geografía de la soledad y en mostrar un lugar nuevo donde reconocer la verdadera esencia de la isla: el litoral, la orilla, la línea del final de la tierra.


    Carmelo Vega de la Rosa
    Profesor Titular de Historia del Arte
    Universidad de La Laguna


    http://www.rinconesdelatlantico.com/articulos.php?articulo=marcosbaeza&mes=2&year=2004

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  9. RINCONES DEL ATLANTICO SUMARIO DEL NUMERO 1

    Sumario

    Nº 1 Otoño-Invierno 2003/04

    # Editorial.

    Arte y paisaje
    # Paisajes del solitario. Marcos Baeza junto al mar.

    Letras y naturaleza
    # Tomás Morales. Tarde en la selva.

    Homenaje
    # El Campo y Don Antonio Lugo y Massieu.

    El paraíso perdido
    # El último rincón del Paraíso y su desarrollo insostenible.

    Flora canaria
    # El Drago de Gran Canaria. Dracaena tamaranae.

    Patrimonio natural
    # Parque Nacional de Garajonay. Una selva entre brumas.
    # Rincones de Garajonay. (PDF - 2.23 MB)

    En Memoria
    # José de Viera y Clavijo. Arboles.

    Árboles. El Castaño
    # El castaño de las 7 pernadas.
    # La memoria colectiva sobre el castañero de Acentejo.
    # Las variedades de castañeros.

    Del Atlántico
    # El proyecto Paisajem/Macaronesia.

    Mosaico
    # Bancos. (PDF - 1.17 MB)

    Arquitectura tradicional
    # Los estudios de arquitectura popular en Canarias durante los setenta.
    # Las Portadas. Herencia olvidada.
    # Juegos cromáticos en la arquitectura rural de la isla de El Hierro.
    # Unidades arquitectónicas de la Casa de los Coroneles.

    Rehabilitación
    # Algunas consideraciones a la hora de rehabilitar.
    # El Plan de Patrimonio Histórico del Cabildo.


    Materiales
    # La cal. Pequeña guía de la cal en la construcción.

    Bioconstrucción
    # Una vivienda saludable.
    # Criterios para una vivienda más eficiente, sana y respetuosa con el medio ambiente.

    Opinión
    # César Manrique: La cultura de la vida.
    # La metamorfosis del territorio canario.

    En el Jardín
    # Los jardines de Castro y la recuperación de un Paraíso.
    # El Jardín Botánico Canario “Viera y Clavijo”.
    # Enrique Sventenius y los primeros años del Jardín botánico
    “Viera y Clavijo”.

    Agricultura ecológica
    # Agricultura ecológica. Una propuesta de futuro.
    # “Finca ecológica Los Cercados”.
    Un taller de empleo en Punta Gorda sobre agricultura ecológica.
    # Asociación Aire Libre: un compromiso con la ecología.
    # Apoyo y asesoramiento para los huertos familiares ecológicos.
    # Apuntes sobre agricultura ecológica en Canarias.
    # Las Redes canarias apoyan el desarrollo rural vivo:
    RuralEES, una contribución decisiva.

    Notas
    # Castaños y Castañas.
    # Los estudios de arquitectura popular.


    http://www.rinconesdelatlantico.com/num1/index.html

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  10. Los estudios de Arquitectura Popular en Canarias
    durante la década de los setenta

    Aunque los primeros estudios sobre la vivienda canaria tradicional comenzaron a mediados de la década de los treinta del siglo pasado, no es hasta los años setenta cuando alcanzan su impulso. Por esta razón ha sido elegida esa década como hilo conductor de este breve artículo que desarrollamos a continuación.


    El eje vertebrador del trabajo que ahora se expone, lo compone el material más importante editado en esos años, que comparte, además de la temática, algunas características generales en su contenido (presencia de importante material fotográfico, gráficos explicativos, dibujos de plantas de viviendas, etc.). Consideramos de suma importancia el hecho de que, con posterioridad, se convirtiesen en los referentes principales de los estudios realizados en este terreno y de los que continúan desarrollándose hasta la actualidad.

    Sin embargo, con anterioridad a la década que nos ocupa aparecen tres trabajos que merecen ser tenidos en cuenta por su importancia. En 1953, la Revista Nacional de Arquitectura, en su número doble dedicado a las Islas Canarias (núms. 140-141), publicaba el artículo “El futuro de la arquitectura canaria” del arquitecto Alberto Sartoris, en el que repasaba anteriores publicaciones que habían tratado el tema de la arquitectura tradicional en Canarias, incidiendo en el hecho de que no por ello salía de la sombra en que había estado hasta esos momentos. El alegato que desarrolla a lo largo de su discurso se refiere a todo el arte producido en las islas a lo largo de siglos, aunque atiende fundamentalmente a esta arquitectura, inclinándose por buscar sus orígenes y, al tiempo, ver como se adapta y evoluciona en nuestro territorio.

    En 1967 aparecía de manos de José Pérez Vidal otro extenso artículo: “La vivienda canaria. Datos para su estudio”, en él explicaba: “No existe un estudio general de la vivienda insular. Apenas si se han publicado algunos apuntes sobre la casa regional urbana del llamado estilo canario. (...). Aquí con estas notas, no se trata de remediar tan lamentable falta: el propósito se limita a aportar un conjunto muy irregular y desproporcionado de datos para el deseado estudio”. Hacía hincapié, dentro de sus observaciones generales, en dos aspectos que creía fundamentales al estudiar las influencias que había tenido para su conformación la vivienda canaria: la variedad arquitectónica como consecuencia de la concurrencia en el archipiélago de muy diversas corrientes culturales y la adaptación al medio geográfico isleño, teniendo en cuenta tanto la ubicación de los inmuebles en el territorio como la utilización de materiales existentes. Ambos aspectos, se presentaban reflejados con una intensidad diferente, dependiendo de que el tipo o tipos analizados se ubicasen en la ciudad o en el campo. Además, el estudio se completaba con un “análisis” de ciertas tipologías que creía conformaban la arquitectura popular, señalándolas bajo la denominación de “viviendas elementales”: la cueva habitación, la choza, la casa pajiza3; también, existía un epígrafe dedicado a los fenómenos de implantación y otros dedicados a la casa rural, por un lado, y a la casa urbana, por otro. En estos dos últimos puntos, es significativo el hecho de que en la vivienda rural no nombra las haciendas, sino los tipos más populares, y, en la vivienda urbana, no cita los casos más sencillos pertenecientes a las clases menos pudientes de la ciudad, sino todo lo contrario, resaltando ciertos elementos que las constituyen sobre otros, como por ejemplo el balcón.

    En este mismo año, aparece el primero de los estudios de Adrián Alemán de Armas, investigador que se convertirá posteriormente en una importante referencia para todos aquellos que se han interesado en este tema, por ser además, uno de los defensores más destacados de nuestro patrimonio arquitectónico, particularmente el de esta isla, y sus obras se han convertido en fuente de referencia ineludible para todos los que nos interesamos por la arquitectura tradicional. Su artículo “Elementos constructivos y ornamentales de la arquitectura en Canarias” fue presentado en el III Congreso de Arquitectura Típica Regional de Córdoba, abordando los elementos constitutivos de esta arquitectura; también, los factores que creía habían influido en su conformación y anotando los materiales más utilizados comúnmente.

    Siete años después, en 1974, se publica Lanzarote: arquitectura inédita, de, entre otros autores, César Manrique, en un momento en que la actividad turística proporcionaba a la isla una nueva realidad. Lanzarote miraba hacia el exterior para salir de su “aislamiento”. Al tiempo, se daba la espalda a todo lo que representaba la arquitectura tradicional y el anclaje al pasado. En este contexto, y en total comunicación con su creación como artista, promueve una acción totalmente opuesta: valorar, dar a conocer, proteger este patrimonio y denunciar las atrocidades cometidas. Éste, precisamente, es el fundamento de esta obra y la imagen fotográfica en blanco y negro se convierte en el vehículo principal de su mensaje, por encima de la palabra y su función de denuncia frente a su posible desaparición. En 1975, se editaba otra investigación de Adrián Alemán, la primera obra que en su totalidad giraba en torno al análisis de la vivienda tradicional popular rural, así como su imbricación con el paisaje circundante, centrándose en una de las poblaciones hasta entonces menos conocidas de nuestra geografía isleña: Masca. Su abrupto paisaje adaptado a las necesidades fundamentalmente agrícolas de sus habitantes define el lugar, condicionando la investigación. No se limitó únicamente al examen individual de cada inmueble. Se fijó en cada casa como parte de un conjunto, como caserío con unas peculiaridades determinadas; además, su realidad territorial, ya mencionada anteriormente, dio lugar a que se hablase de un paisaje construido, distinto del creado por la propia naturaleza y con una función clara: transformar el limitado e inclinado terreno del lugar para obtener los máximos rendimientos posibles. Un año después aparece otra obra suya, esta vez basada en el estudio de un importante núcleo urbano: La Laguna. De nuevo, radica gran parte de su interés en la inclusión de planos y dibujos que aportan mayor claridad a sus explicaciones, complementan el texto caracterizado por el uso de un importante vocabulario específico de la materia propio de su formación como aparejador e historiador, aspecto al que ya se había acercado Pérez Vidal unos años antes en el citado trabajo. Dentro de su estudio de la arquitectura doméstica resultan definitivos dos de sus capítulos. El primero, centrado en el análisis de los tipos de viviendas, entre ellas la popular, y, el segundo, en los materiales y las formas de construir (cimentaciones, paredes maestras, etc.) vinculando su existencia a la organización del espacio urbano original y a su transformación a lo largo del tiempo.

    También en esta década, aunque formando parte de estudios mucho más amplios sobre todo el territorio español, salían a la luz en varios tomos las obras de Luis Feduchi: Itinerario de la arquitectura popular española10; Carlos Flores, Arquitectura popular española; y, en 1976, la de J. Claret Rubirá Detalles de arquitectura popular española. Esta última en un único volumen, siendo importante señalar que sus aportaciones no resultan destacables para el estudio de la arquitectura popular ni de esta isla ni del resto del archipiélago.

    En el trabajo de Feduchi, la sección dedicada a las islas se encuentra en el tomo cuarto, titulado “Los pueblos blancos”. En concreto, su discurso se expone teniendo como base la existente división en dos provincias, presentado la información sobre ambas en una muy general introducción a la que sigue un variado repertorio fotográfico en blanco y negro que “muestra” algunos de los casos más representativos de esta arquitectura. Sin embargo, en general, al igual que sucede con la obra de Carlos Flores, las imágenes que ilustran su discurso se ciñen a las viviendas, en particular, o caseríos, en general, siendo puntuales los ejemplos, en los que se muestran otras construcciones que también son importantes, como un horno o un lagar, pero no hay señales de otras (goros, aljibes, etc.), siendo más abundantes los detalles referidos a ciertos elementos, como ventanillos o chimeneas, entre otros. Sin embargo, con ello no pretendemos restar importancia a las existentes puesto que, casi treinta años después, muchos de estos ejemplos nos sirven para hacer parte del balance sobre la salud de esta arquitectura en esta isla o en el resto del archipiélago. Muchas han desaparecido y otras han sido transformadas, con mejor o peor suerte, para adaptarlas a las necesidades actuales.

    En el caso de Arquitectura popular española el bloque dedicado a Canarias se encuentra en el tomo V, siendo destacable el hecho de que la información presentada fue resultado de la investigación de un equipo canario de arquitectos, arquitectos técnicos e historiadores, por tanto con características interdisciplinares, encontrándose entre ellos el propio Adrián Alemán, del que se toman algunos esquemas relativos a las casas de Masca, su ubicación con respecto al terreno en que se emplazan, su distribución y evolución; esquemas presentes ya en su libro sobre este núcleo. En general, será protagonista la arquitectura rural frente a la urbana. Encontramos así, que es un estudio parcial, tanto por lo ahora dicho como por el hecho de no atender a todos los tipos de vivienda ubicados en estas zonas sólo nombradas o desarrolladas de un modo sucinto, debiendo destacar que se centra principalmente en las que presentan cubierta de teja y, particularmente, en ciertos elementos como en el desarrollo de la actividad agraria. Con respecto al material fotográfico, debemos decir que, en principio, posee características similares al de Feduchi, aunque se introducen por primera vez algunas fotografías en color junto al material en blanco y negro.

    El libro de Fajardo Arquitectura tradicional de Tenerife, es una muestra más de lo que hasta ahora se viene diciendo. Se ocupa de la arquitectura popular en uno de sus epígrafes sin ser ésta su protagonista, pero es importante destacar que al tratarla no se ocupó solamente de la vivienda como centro de su discurso, considerando que: “(...), está condicionada por las necesidades que imponen las labores agrícolas, convirtiéndose en complejo laboratorio multifuncional. Conviven en ella: (...), el silo, la bodega y la cuadra, constituyendo el conjunto la unidad polivalente capaz de adaptarse en cualquier momento a nuevos usos”. Recupera así parte del discurso empleado con anterioridad por Adrián Alemán en su “Elementos constructivos...”, del que ya se ha hablado.

    En 1978, bajo el título Arquitectura doméstica canaria, apareció de manos de Fernando G. Martín Rodríguez14 la primera monografía dedicada en su totalidad al tema de la vivienda en el archipiélago, siendo posteriormente considerado como una auténtica definición de la arquitectura fundamentalmente tradicional hecha en las islas, frente a otros calificados en su momento de más epidérmicos y de signo folklórico. No configura un estudio estrictamente compartimentado de la vivienda en cada una de las islas, sino que éste es realizado desde una óptica más general atendiendo a una definición tipológica de esta arquitectura, resultando particularmente interesantes para el tema que nos ocupa los relacionados con el concepto propiamente dicho de arquitectura popular. Formando parte del primero de sus capítulos, más concretamente dentro de los condicionantes y características de este tipo de arquitectura se exponen las diferencias entre la arquitectura culta y la popular. Nos parece particularmente interesante, ya que incluye en la primera ciertos componentes de la segunda, resultando así la culta más creativa y original. Este interés por definir la arquitectura tradicional de nuestras islas, se refleja igualmente en una entrevista realizada a Julio Fajardo con motivo de la publicación de su libro Arquitectura tradicional de Tenerife, que ha sido comentado anteriormente. También ahondaría en este punto José M. Alonso Fernández-Aceytuno, exponiendo igualmente la diferenciación existente entre arquitectura tradicional de signo culto y popular; sin embargo, la novedad que nos presenta este autor es que incluye en su obra la problemática que existe entre la popular de corte tradicional y la reciente, que inauguraba entonces una nueva tradición, dando lugar a cambios significativos y a nuevas valoraciones. Además, el mismo Fernando Martín Rodríguez volvería a referirse, tiempo después, a este tema aludiendo al valor dado a la vivienda canaria gracias al cual había sido recuperada obteniendo la importancia que tanto merecía.

    En 1979 aparece publicado por el Colegio de Arquitectos de Canarias el libro de José M. Alonso Fernández-Aceytuno, autor citado ya con anterioridad. Su título Estudio sobre arquitectura popular. Fuerteventura (Islas Canarias)19. Resulta una obra sumamente interesante, siendo importante tanto el punto de vista del autor, como el del propio fotógrafo que tiene su propio espacio que dedica a comentar la experiencia que ha resultado de este trabajo, destacando, al tiempo, la importancia de estas construcciones. Como ya hemos dicho, el papel que se da a la arquitectura popular, ya sea de signo tradicional o más moderno, es muy importante, destacando el análisis de las modificaciones habidas en los inmuebles para adaptarlas a las nuevas necesidades de la sociedad (existencia de garajes, de habitaciones con función diferentes a las de dormir o comer, etc.), sobre todo a partir de la segunda década del siglo XX. Asimismo, también resulta significativo la plasmación de las nuevas lecturas hechas por el pueblo a partir de la transformación de las antiguas viviendas, adaptadas igualmente a esas necesidades citadas. De gran interés resulta el estudio realizado a otras tipologías arquitectónicas populares con función diferente a la de la vivienda, como es el análisis de los distintos tipos de abrigos pastoriles. En cuanto al papel de la imagen en estas publicaciones, debemos señalar, una vez más, el hecho eje principal de las mismas. Nos referimos a las obras de Mª Carmen Fraga González, La arquitectura mudéjar en la Baja Andalucía y en Canarias; y la de Alfredo Herrera Piqué, La ciudad de Las Palmas. Noticia histórica de su urbanización. El primero, estudia en dos volúmenes las influencias mudéjares existentes en la arquitectura canaria y su persistencia a lo de que las fotografías adquieren una importancia tan destacable como el de la palabra, no es algo que la acompaña sin más, como tampoco lo hacen los esquemas que explican la evolución de las viviendas a lo largo del tiempo, las diferentes tipologías existentes de éstas o de otras arquitecturas populares, etc. Realmente, adquieren un doble valor: complementan la teoría expuesta y, con el tiempo, se convierten en documento histórico de gran importancia, ya que muchas construcciones hoy han desaparecido y otras han sido transformadas, como hasta ahora se ha podido comprobar en gran número de ocasiones. Además de los libros recién comentados, a finales de esta década aparecen dos publicaciones en las que se hace referencia a este tema, aunque no es el largo del tiempo, teniendo como base la tradición arquitectónica que, con anterioridad a la conquista, dominaba ya en el territorio hispano de la Península Ibérica, preferentemente la Baja Andalucía, y que, posteriormente, pasaría a las islas para mezclarse con otras aquí presentes de manos de los extranjeros o de la población procedente de otros lugares de la Península asentados igualmente en nuestro territorio. Precisamente, en la valoración crítica hecha a su obra se reflejó negativamente el hecho de que en esta obra no se hubiesen tenido en cuenta estas otras influencias. Además, en cuanto al tema que nos ocupa, tan sólo en el epígrafe dedicado a la arquitectura civil -dentro del segundo volumen en el tercer capítulo, que se tituló: “El pueblo y la arquitectura mudéjar”-, la de signo popular no ocupa un lugar importante ciñendo su referencia a la arquitectura de signo rural, ya que el resto de su relato esta centrado en las viviendas urbanas de signo más culto. Por su parte, la obra de Herrera Piqué aborda, en diferentes puntos de la misma, la arquitectura tradicional en general y su evolución a lo largo del tiempo, denominándola colonial, dedicando menor importancia a la de corte popular existente en la ciudad de Las Palmas desde su fundación hasta el siglo XX, haciendo hincapié, en la de los momentos fundacionales, en la presencia de los elementos góticos propios de la época y su continuación en construcciones levantadas posteriormente. Es importante destacar en este libro la prolongación de su estudio hasta la década que estudiamos en este artículo, pues conocemos más sobre la evolución que ha tenido la arquitectura popular de esta ciudad y su perfil en los nuevos barrios creados por las necesidades poblacionales en cada momento.

    Con posterioridad, durante los años ochenta y los noventa, al contrario de lo que se podía pensar en principio, en general no ha existido una gran profusión de amplias y profundas investigaciones que ayuden a su mejor conocimiento y conservación. Los libros que a este tema se han dedicado no suelen abordar realidades generales de una isla, sino de ciertos lugares en concreto. Con frecuencia se han publicado artículos que presentan una mayor especificidad, es decir, que, o bien han hecho un repaso general a la misma o se han ocupado de aspectos concretos (ciertas tipologías, materiales, etc.), apareciendo en revistas especializadas, congresos, homenajes, artículos en prensa, etc., o, también, en enciclopedias con temática específicamente canaria. En este sentido pensamos, que muchos de los trabajos que la han abordado, se han realizado teniendo como punto de referencia principal la geografía del paisaje o la humana, atendiendo a la ocupación del territorio, a los tipos de poblamiento, etc., poniendo su acento en ideas de corte fundamentalmente determinista frente a las de otra índole. Ellos, de gran importancia para nuestra arquitectura popular, serán tratados en futuros artículos que, sobre este tema, se realicen en esta revista con el objetivo de darlos más a conocer, ya que son de gran importancia para ahondar mejor en los conocimientos de la cada vez menos abundante arquitectura popular de signo tradicional existente en nuestro archipiélago.


    Mª Lourdes Martín Hernández. Licenciada en Geografía e Historia.

    http://www.rinconesdelatlantico.com/articulos.php?articulo=arquitectura_popular_70&mes=2&year=2004

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  11. El Lugar de Gracia, su ermita y la finca Estévanez

    Dedicado a Francisco e Isabel Borges Estévanez,
    con mucha disponibilidad y cariño nos atendieron durante la preparación de este artículo.

    Mª Lourdes Martín Hernández
    Licenciada en Geografía e Historia
    Como sabemos, el municipio de La Laguna posee numerosos puntos de especial interés y relevancia. Entre ellos el barrio de Gracia que, ocupando a lo largo del tiempo un lugar destacado, se ha constituido como uno de los bastiones históricos más importantes del término, incluso de nuestra Isla. Su propio paisaje, su ermita, vinculada a ciertos pasajes de la conquista de Tenerife, y las diferentes casonas que aquí se asientan1, constituyen parte importante de este sitio. Entre estas últimas destacaremos la actualmente deshabitada “Finca Estévanez”. Tampoco podemos olvidar los importantes inmuebles que, contemporáneamente, cerca de aquí se han levantado. Entre ellos el Museo de las Ciencias y el Cosmos o los edificios que componen el “Campus de Guajara”, que para algunos debía conocerse como “Campus de Gracia”.

    Aunque se consideraba antiguamente como parte del barrio de Geneto, existe con entidad propia desde antiguo, aunque, realmente, su mayor ocupación, sobre todo en la zona conocida como Lomo Guirre, se produce tras la Guerra Civil, más concretamente durante los años 40 del pasado siglo. Comparte la característica, junto a otros barrios nacidos a lo largo de la carretera general que va a la capital, de haber crecido en los alrededores a un cruce de caminos2. Hacia 1865 contaba el asentamiento con unas nueve casas de las cuales dos eran sobradas (de más de una planta), existiendo, igualmente, una choza. En 1920 existe un pequeño foco poblacional que va experimentando un crecimiento cada vez mayor, sobre todo a partir de los citados años 40, jugando un importante papel la autoconstrucción.

    Ubicado al sur de este término municipal, el lugar de Gracia presenta en la actualidad un paisaje muy diferente al que encon-traron los conquistadores en su momento, también al que vieron los viajeros de finales del XIX y del que se conserva alguna imagen visual; incluso, del de mediados de los años cincuenta hasta la actualidad. En 1956 Domingo Marrero Cabrera se refería a él de la siguiente manera: “Místico y recoleto es este histórico lugar, al que se accede por pino y estrecho caminillo que arranca desde la carretera, en la actualidad aprisionado por altos murallones que aprisionan la ermita y la antigua plazuela, encalada de blanco y azul3”. Ya para entonces, este sitio había perdido parte de su tan exaltado “primitivo encanto”, sobre todo su construcción más significativa, la propia ermita. No podemos olvidar que, desde 1929, “(...), se desfiguró su entorno más inmediato y, también, posteriormente se produjo la construcción del convento de las monjas y el internado. Con las nuevas construcciones desapareció el balcón canario que “remataba la cabecera de la capilla”. Para entonces habían desaparecido, además, los muros almenados, la plaza y el pozo. El conjunto fue cerrado por enormes muros “que han dificultado enormemente la vista de este histórico monumento, importante jalón de la conquista de Canarias, a su paso por el lugar”4.

    En cuanto al paisaje natural que la rodeaba, cambiaría más radicalmente algo más tarde. Así Isabel Borges Estévanez5 lo recuerda como un auténtico “vergel”. Por los barrancos de la zona, como en otros tantos de nuestra geografía, corría el agua limpia utilizada para distintos fines, incluido el ocio. Las huertas sembradas de productos para el autoconsumo de los hogares y los campos de cereales eran dominantes. Higueras, almendros y retamas (usadas en las alfombras del Corpus lagunero) se encontraban frecuentemente en el lugar.

    Una de las fuentes más importantes que nos pueden indicar cómo fue éste en el pasado se encuentra en la propia ermita. Allí se hallan colgados cuatro de los diez cuadros6 que componían la serie pintada con la intención de representar los milagros de la Virgen de Gracia7. A través de ellos podemos hacernos una idea de este paisaje en el siglo XVIII. Para conocer el entorno de la ermita, que aparece en todos los óleos, se hace necesario recurrir al tercero de los mismos. Para Mª Jesús Riquelme: “El tercer cuadro, por su temática, nos da a conocer mejor el entorno de la ermita, con las casas que la rodeaban, entonces y en primer plano, una ingenua y devota representación de unos campesinos de este lugar. (....). Las casas y la ermita, que componen el resto de la escena, son encaladas de blanco y techadas por tejas rojizas”8.

    Destaca en el sitio de Gracia9 por su orografía abrupta con algunos barrancos (Clavellina, Margallo, barranquillo del Gomero), y lomas, entre las que sobresale especialmente, como ya explicamos, el lomo Guirre por su ocupación. Tampoco podemos olvidar la elevada pendiente que desde Santa Cruz arranca para así trazar el camino hasta La Laguna, hecho que ha dado pie a algunas de las descripciones más conocidas de este sitio. Entre ellas la de Coquet, incluida, hace algunos años, en el libro de Carmelo Vega La Laguna: Paisajes de Identidad, y que dice así: “Se ve (...), toda la cuesta que acabamos de subir; la vista es magnífica. Dominamos literalmente el campo y la bahía de Santa Cruz; la ciudad parece una pequeña mancha blanca (...)”10. Gracia aparece, entonces, como un hermoso mirador natural desde el que se divisa el camino recién recorrido, la costa e, incluso, la isla de Gran Canaria. Un observatorio a partir del cual Isabel Meade de Murphy pudo experimentar el ataque de Nelson a la Isla11, del mismo modo que también repararía en el tráfico de personas y animales que desde la ahora capital de la Isla subían a la “meseta” y, por supuesto, al contrario.

    La ermita, primer oteadero arquitectónico levantado en el lugar, cuya inicial construcción es posterior a 1497, ha conocido numerosas obras de reconstrucción y remozamiento a lo largo del tiempo, entre ellas la obra de su campanario, que data 1673. El inmueble poseyó en el pasado un destacado papel en la gente del lugar y de La Laguna. Afirma, la ya citada Mª Jesús Riquelme Pérez, que esta edificación se bendijo en el año 1528 teniendo una existencia bastante dinámica a partir de entonces: “(...), fue la primera construcción realizada en piedra, incluso hay quienes la suponen la primera construcción de La Laguna, o que fue concluida al mismo tiempo que la iglesia de Santiago del Realejo Alto”12. Ella misma, en su escrito sobre la ermita, habla de varias etapas de levantamiento y reedificación o reparación de la misma. Así, cuenta la existencia de un segundo alzamiento a causa de su precaria situación en la tercera década del siglo XVI, así como de la fábrica de la capilla y la sacristía a comienzos del siglo XVIII. Además, consta la existencia de nuevos arreglos. Incluso después, en el siglo XIX, se continúan efectuando obras (empedrado de la cocina, reparación del tejado y muros de la plaza, alveado de la ermita, etc.), algunas de ellas ejecutadas a causa de desmanes provocados por temporales. Así llegamos hasta el siglo XX, en el que se llevan a cabo los trabajos citados más arriba por y para las hermanas Oblatas, acaeciendo el derrumbamiento de elementos tan emblemáticos como su balcón. Debía ser un inmueble de dimensiones más o menos destacadas, de varias dependencias anejas a la propia zona dedicada al culto, contando con un espacio exterior con unos elementos que le conferían un carácter especial, en gran parte perdido tras esas últimas obras ahora citadas13.

    En este recinto, cuya función era principalmente religiosa, se darían reu-niones de tipo civil. No podemos olvidar que allí, como nos relatan, entre otros, Leoncio Rodríguez14, Marrero Cabrera15 o, más recientemente en el tiempo, Marcos Guimerá Peraza16, se encontraban algunos personajes relevantes de nuestra Isla para celebrar la conocida como “Tertulia de Gracia”. El protagonismo de estas veladas pudo incrementarse en el lugar a causa de la labor desempeñada por los Estévanez, ya que su casa se encontraba haciendo frente a la ermita. “...Patricio fue el más vinculado al acontecer histórico-artístico de este templo, por ser el que vivió siempre en este lugar, nombrado mayordomo de la ermita, sus hijas durante este tiempo atendieron con esmero el cuidado de la misma”17. Nos cuenta también Mª Jesús Riquelme que la familia Estévanez permaneció como mayordoma de la ermita hasta prácticamente la década de los treinta del siglo XX, ayudando a su preservación18.

    Esta familia ha dejado una impronta muy marcada en el lugar, así como en la historia de nuestro Archipiélago19. Su vivienda, fue fundada por un miembro de la familia Meade en 173520, según consta inscrita en la fachada que da a la carretera general, y se consideró para los miembros de esta familia, con ascendencia también andaluza, como la casa familiar21. Para los hermanos Estévanez esta casona se convertiría en el hogar alrededor del cual giraría toda su vida, dentro y fuera de las propias Islas. En las memorias de don Patricio podemos alcanzar a leer: “Proseguí como inconsciente mi camino; ya oscureciendo llegué a Gracia, nuestra vieja casa de Gracia, en la que tan felices días había pasado en unión de los seres queridos, muertos casi todos y separado del último que me quedaba y no tuve valor para detenerme; sin mirar siquiera tomé el trozo de carretera que rodea la ermita, y, silencioso encaminé mis pasos a la casa de huéspedes que se me había señalado para seguir mis estudios en el Instituto”22.

    Según nos ha contado uno de sus actuales dueños, don Francisco Borges Estévanez, en una entrevista recientemente realizada23, la casa, de dos plantas24, posee unas dimensiones cercanas a los 500 m2, a los que hay que añadir los que poseía la finca25. Según él, la totalidad del inmueble fue construido en tres fases. En la primera, se edificó un cuerpo alargado con planta rectangular en cuya cabecera se ubica la balconada cubierta que la caracteriza exteriormente y que, en su interior, funciona también a modo de galería de paso, ya que conecta esta parte con las habitaciones del último módulo levantado. En la segunda, otro cuerpo igualmente con forma rectangular, aunque de menores dimensiones, que se dispone perpendicularmente al recientemente descrito. La tercera, corresponde a la construcción del bloque más reciente. Pensamos que éste último pudo haber sido construido a lo largo del siglo XIX por no poseer la cubierta tradicional a dos o cuatro aguas que sí tienen los otros dos, sino por tener cubierta con azotea. Éste se conecta, como ya avanzamos, con la parte más antigua pero no con la levantada en segundo lugar. De este modo, todos ellos se ordenan formado una planta que se aproxima a una U, con un espacio central empedrado, al que dan una serie de corredores de madera con ventanas, que proporcionan luz a las habitaciones del interior de las partes más antiguas. En la planta alta hay un total de nueve cuartos (cinco dormitorios, un baño y cocina con despensa), en la baja hay siete más (cuatro salones con diferentes funciones, una sala baja, una pequeña cocina y un baño); asimismo, cuenta con una cuadra que conserva su viejo adoquinado. En esta primera planta ubicó en su momento Patricio Estévanez una pequeña escuela privada a la que consideró entonces como lo más importante de la casa.

    Salvo en el caso de las salas, las habitaciones de arriba y abajo no se corresponden espacialmente. En general, se trata de un conjunto que conserva, aunque no en buen estado, las características propias y los elementos típicos de nuestra arquitectura tradicional. Por esta razón sería meritoria su restauración de cara a un futuro disfrute de ésta por parte del pueblo.

    Junto a la casa, y del lado de la carretera general que baja desde La Laguna, se construyó una nueva edificación en la primera mitad del siglo XX. Ésta sirvió de estudio a Francisco Borges Salas26 y, en la actualidad, es la vivienda en la que mora don Francisco. A partir de entonces, la misma conoció su declive más marcado. El advenimiento de la guerra civil, los registros efectuados en la casa por parte de miembros de la falange y el acoso al que se vio sometido el pintor, hizo que la casa fuese abandonada a causa de su emigración a Venezuela. Desde entonces, el inmueble ha sido sometido en varias ocasiones a numerosos expolios, sobre todo de su patrimonio mobiliario.

    La vivienda, en su interior -que no hemos podido visitar como consecuencia de las malas condiciones en que se encuentra- contaba, con gran número de pinturas y material literario, del que todavía queda muestra, pues hoy día se encuentra en manos de Isabel Borges. En marzo de 1929 Roger Luis, en una entrevista realizada a don Patricio contaba: “El Señor Estévanez nos muestra en primer término, el museo de pintura de su sala; una antigua sala de toscos artesonados, cuyas paredes háyanse cubiertas de cuadros de retratos de familia, entre los que figura la galería completa de la ilustre progenie de los Murphy (...). Allí hay lienzos de todos los pintores isleños, de Valentín Sanz, González Méndez27, Verdugo, don Eduardo Rodríguez, Ángel Romero, Diego Crosa, Juan Botas, y en una palabra, de cuantos pintores, viejos y nuevos, maestros y medianías, se conocen en esta tierra; todos ellos con una expresiva dedicatoria para don Patricio”28. En la actualidad estas pinturas y otras muchas se encuentran en poder de la antes mencionada Isabel Borges. Ella misma nos contó cómo fueron empacadas por su propio padre, Francisco Borges, en el momento de su viaje a Venezuela, el cual realizó un contenedor específico para su transporte y mejor conservación. Así, de la misma forma, regresaron a las Islas durante el retorno a Tenerife .

    Todo lo dicho anteriormente dota a la contrucción de gran importancia. Valor que se une al propiamente arquitectónico ya especificado. Su validez representativa está suficientemente justificada, tanto en sí misma como por el lugar en el que se ubica, hecho que arranca desde el propio momento de la conquista de Tenerife. Tanto los fundadores de la casona, como su estirpe ostentan un destacado puesto en la historia de nuestra Isla, del Archipiélago, e incluso, de nuestro país. No podemos olvidar que Nicolás Estévanez fue Ministro de la Guerra en 1873, durante la Primera República, y que en este lugar moró durante algún tiempo Leopoldo O’Donnell29. Al mismo tiempo, sus antiguos herederos gozan de un respetable sitio en nuestra historia literaria reciente. Dentro del movimiento romántico, aunque tardío, se encuadra la obra de Diego Estévanez. Patricio y Nicolás jugaron una marcada labor en nuestra cultura. Ya en 1923 Francisco González Díaz hablaba del primero como de un hombre símbolo: “Símbolo, porque cuando se quiere representar el gran pasado superviviente, se menciona al hombre que está en Gracia... y en gracia de todos. (...). La lealtad, la firmeza de convicciones, la abnegación, el espíritu de sacrificio, el punto de honor, el sentimiento del bien le asisten”30. Patricio, como sabemos, fue el fundador de las revistas “La Ilustración de Canarias”, “Arte y Letras”, y del periódico “Diario de Tenerife”. Igualmente, impulsó la publicación de la colección de versos de su hermano Nicolás en el libro: Musa canaria. A través de él, un elemento, desde ese momento emblemático, se incorpora con fuerza al ya poseído por la casa y sus moradores. Hablamos de su famoso y polémico almendro31, al que ya con anterioridad su hermano Diego había introducido en sus versos. Su inclusión en el tan conocido poema “Canarias” le llevó a ser la cabeza del movimiento regionalista en Tenerife, cuyo origen se data a partir de entonces, como relata Sebastián Padrón Acosta32. El almendro fue transmutado en un mito, convirtiéndose en el protagonista de algunas representaciones pictóricas, entre las que destaca la famosa de Crosa. Hoy día es un árbol muerto en el jardín de la casa, no puede ofrecer la dulce, fresca e inolvidable sombra de la que habló Nicolás. Ya nos contaba Leoncio Rodríguez en su libro Los árboles históricos y tradicionales de Canarias, que su tronco se encontraba carcomido y sus ramas, débiles, apenas sostenían unas pocas hojas. Sin embargo, en el jardín, ahora en parte amenazado por las obras de ampliación de la carretera general, se yerguen otros hermosos ejemplares de almendro, tal vez hijos del original, ya mencionado en los documentos de Isabel Power y Meade durante el siglo XVIII.

    Goza también la casona de un papel relevante, simbólicamente hablando, en la historia del turismo de nuestras Islas. La vieja edificación sirvió de “fonda” a Berthelot, Coquet, Vicente Blasco Ibáñez, etc.

    Así, por todo lo dicho ahora, no resulta descabellada la idea de transformar el edificio en una casa-mueso, de hecho ya existen otras iniciativas de este estilo funcionando en nuestras Islas. En lo que se refiere a este caso no es nueva la idea33. Desde hace algunos años ya se maneja este pensamiento y, aunque hasta la actualidad no se ha confirmado nada, en prensa han aparecido titulares como el siguiente: “La emblemática Casa Estévanez se conservará para convertirla en museo”34. Tampoco debe resultar desdeñada la disponibilidad existente por parte de la familia para que esta idea se lleve a cabo. Su apego a esta casa es tan evidente que no desean su destrucción. El afecto de esta familia por sus antepasados y por todo aquello que se vincula con la cultura isleña no es nuevo, tampoco su valoración de la arquitectura tradicional. Les resultaría un hecho desastroso la pérdida definitiva de la misma, pues cuentan con que algún día el pueblo conozca realmente quién fue su familia y se pueda disfrutar públicamente de toda la información que ahora ellos disponen privadamente. El rastro dejado en nuestra historia por los Murphy, los Power, los Meade o los Estevévanez es lo suficientemente relevante para que no caiga en el olvido. Los ciudadanos de estas Islas tenemos el derecho y el deber de conocer nuestra historia, más aún cuando tenemos una gran oportunidad en nuestras manos. ¿Podremos verlo pronto en funcionamiento?

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  12. EL ARTE CANARIO

    El arte canario no siempre fue realizado por canarios. Desde la Conquista hasta el siglo XVII (tanto la civil como la religiosa) se nutrió de talleres foráneos, ya fuesen de la Baja Andalucía, de Flandes, de Génova, incluso de Méjico. Así pues, puede decirse que hasta finales del siglo XVII no había una producción artística canaria capaz de responder a la demanda de imágenes, pinturas, ornamentos religiosos, orfebrería, etc. El primer cliente era la iglesia, siendo de destacar el mecenazgo del Cabildo Catedral de Las Palmas y de las grandes Órdenes Religiosas (franciscanos, dominicos, agustinos, etc.). La aristocracia también desempeñó un papel importante, pero menor que el de la iglesia. Hay que citar, sin embargo, el protagonismo de las familias flamencas afincadas en la isla de La Palma y dedicadas a la producción y comercio de la caña de azúcar, las cuales hicieron importantes encargos de tallas y pinturas a los talleres flamencos. Hoy en día estas obras de importación se han integrado en el patrimonio cultural de las islas.

    [1. Virgen del Rosario, Escultura de madera policromada, 74 cm., Flandes, 1.ª mitad del siglo XVI, Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, Barlovento, La Palma.]

    Canarias Prehispánicas, siglos XIII y XIV

    Antes de la llegada de los conquistadores castellanos a las islas, otros europeos arribaron a sus costas: primero los genoveses, a fines del siglo XIII, y luego los catalanes y los mallorquines; estos últimos fundaron el obispado de Telde (1331-1391). Pero casi nada queda de estos primeros colonizadores del Archipiélago. Se cree que acaso sea mallorquina la imagen de San Nicolás de Tolentino que se conserva en la parroquia de la localidad del mismo nombre, en la isla de Gran Canaria. Lo mismo puede decirse de los conquistadores normandos que llegaron en el siglo XIV, de quienes sólo se conservan las ruinas góticas de San Marcial del Rubicón, en Lanzarote, y algunos elementos arquitectónicos de estilo gótico en Betancuria (Fuerteventura). La imagen de la Virgen de la Peña, patrona de esta isla, pudo haber sido traída por los normandos en el primer tercio del siglo XV. Es una hermosa escultura de alabastro, labrada en algún taller del norte de Francia.



    Arte de los conquistadores (siglo XV)

    Los conquistadores castellanos también portaban consigo imágenes sacras de campaña, como la Virgen de la Consolación, que acompañaba al Adelantado Alonso Fernández de Lugo, y que hoy se conserva en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Se cree que la Virgen de las Nieves de La Palma, que es de procedencia sevillana, también pudo haber sido traída por dicho conquistador. Sevillana es también la Virgen del Pino, patrona de Gran Canaria, realizada en barro cocido por Jorge Fernández. La primera imagen de la Virgen arribó a la isla seguramente con las misiones franciscanas en la mitad del siglo XV; perdida en el aluvión de 1826, hoy sólo la conocemos a través de copias. La del Cristo de La Laguna llegó con el Adelantado Alonso Fernández de Lugo. Es una pieza de excepcional valor artístico, tallada en madera de roble de Flandes, de estilo gótico. Antes de que el Duque de Medina Sidonia se la obsequiara al adelantado era venerada en la ermita de la Vera Cruz en Sanlúcar de Barrameda. En 1520 el conquistador la donó a su vez al convento franciscano de San Miguel de las Victorias, en cuya iglesia aún se conserva.



    El siglo XVI y su arte

    En las columnas y bóvedas de la catedral de Las Palmas -el monumento más importante de la arquitectura canaria- nos encontramos con una manifestación grandiosa del estilo gótico-manuelino. El estilo gótico también está presente en muchas portadas de palacios del barrio histórico de Vegueta, barrio que se desarrolló en torno a la fábrica de la catedral de Las Palmas.

    [2. Catedral de Las Palmas.]



    En las portadas de las mansiones de Vegueta también se conservan del estilo renacentista algunos elementos arquitectónicos clasicistas. En cuanto a las artes plásticas de esta época, siglo XVI, cabe citar la importación de algunas tallas flamencas renacentistas, datadas en el primer tercio de esta centuria, como el tríptico de Taganana, atribuido a un pintor de la escuela de Brujas, o el de la ermita de Las Nieves, en Agaete, atribuido a Joos Van Cleve.

    [3. Tríptico de Las Nieves, Agaete, las Palmas de Gran Canaria.]



    Barroco

    En Canarias, la cultura artística del Barroco abarca desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII. Es el primer estilo que arraiga plenamente en las Islas. Ya no cabe hablar de una implantación relativa; se manifestó en todas las artes, contando con una aportación importante de los creadores canarios, pues fue entonces cuando se formaron en los núcleos urbanos de las islas los primeros talleres que abastecían de cuadros e imágenes a las iglesias, conventos y mansiones señoriales. Lo cual no quiere decir que se dejasen de importar obras de los talleres genoveses y sevillanos; aunque se interrumpiera la importación de tallas flamencas, ya que la presencia de éstas en las islas, especialmente en La Palma, tenía que ver con un fenómeno comercial, el de la caña de azúcar, y cuando dicho monocultivo fue reemplazado por el del vino, todo el tráfico comercial de las islas se desvió a Inglaterra.

    La segunda mitad del siglo XVII en Canarias estuvo marcada por las secuelas de una gran crisis económica, de la que se hacía eco Viera y Clavijo, señalando el hecho de que todos los grandes conventos fuesen fundados antes de 1640. Sin embargo los talleres canarios desde entonces hasta finales del siglo XVIII no dejaron de producir piezas de arte sacro para los conventos, ermitas y parroquias de las islas.



    Durante el siglo XVII se configura el modelo de la arquitectura tradicional canario, tanto en la tipología civil (la casa) como en la religiosa (la iglesia, la ermita y el convento). El uso de la madera en las ventanas exteriores, en las balaustradas de los patios interiores y en los artesonados de los salones y en los suelos infunde personalidad a estas creaciones anónimas de nuestra arquitectura. La tradición artesanal de la carpintería proclama su origen mudéjar, proveniente de la Baja Andalucía, en tanto que ciertas soluciones arquitectónicas apuntan a un origen portugués.



    En la pintura surgen los primeros maestros canarios, como el orotavense Gaspar de Quevedo, nacido en 1616. Entre los siglos XVII y XVIII trabajaron Cristóbal Hernández de Quintana (1651-1725), en Tenerife, y Bernardo Manuel de Silva (1655-1721), en La Palma, quien también cultivó la imaginería religiosa. Y a finales de dicha centuria hay que destacar la labor del grancanario Juan de Miranda (1723-1805).

    En el estilo barroco también se expresó el más grande escultor que ha dado Canarias durante el Antiguo Régimen, el imaginero José Luján Pérez (1756-1815), creador en sus imágenes marianas de un modelo de rotunda y deslumbrante belleza, véase la Dolorosa de la Catedral de Las Palmas, que la devoción popular asocia con la fisonomía de la mujer canaria. Las obras que proyectó como arquitecto evidencian su filiación a la estética neoclásica, por ejemplo, sus intervenciones en la catedral de Las Palmas.

    [4. Cristo de Luján Pérez, Catedral de Las Palmas.]



    Durante los siglos XVII y XVIII florecieron también las labores de orfebrería. La plata traída de América se repujaba en los talleres canarios, sobresaliendo la calidad de las piezas elaboradas por los orfebres laguneros. Asimismo floreció el arte del retablo: esas portentosas fábricas de madera dorada que decoran suntuosamente los interiores de los templos de las islas.



    Los mejores frutos artísticos llegaron en la segunda mitad del siglo XVIII. El modelo de vivienda aristocrática alcanzó entonces su máximo esplendor (véase la denominada Casa de los Balcones, de la Orotava). Esta tipología se caracteriza por el brillante desarrollo de las fachadas -de tres plantas, con un balcón corrido en el granero-, y por la amplitud y nobleza de los patios interiores -con corredores sustentados por columnas, que podían ser de piedra o de madera, y balaustradas de madera talladas con maestría y primor- De uno de los costados del patio partía la escalera de madera que conducía al salón noble de la casa, cuyas ventanas, dotadas de asientos, daban a la fachada principal del edificio.



    En las últimas décadas del siglo XVIII, la penetración de las ideas ilustradas procedentes de Europa supuso una modernización «externa» de la casa tradicional canaria, que perdió algo de su aire señorial y rústico para vestirse con la apariencia decorosa de la edificación urbana. Las referencias neoclásicas, que se manifiestan en la regularización de los vanos, en el uso discreto de frontones y, sobre todo, en la tendencia a tapar los aleros de los tejados, constituyen modificaciones estilísticas que no afectan a la estructura interna de la vivienda. Es tan sólo un cambio de piel.



    Arte del siglo XIX

    El nuevo espíritu cívico, que la ilustración canaria promovió a finales del siglo XVIII, fue el desencadenamiento ideológico que hizo posible durante la centuria siguiente el desarrollo urbano de las dos capitales canarias, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, ciudades que crecerían impulsadas por la actividad comercial de sus respectivos puertos. La arquitectura y el urbanismo serán un reflejo de estas profundas transformaciones que se estaban operando en la sociedad canaria.



    Los principales arquitectos ejercieron también de urbanistas: Manuel de Oraá (1822-1889), en Tenerife, que proyectó el Teatro Guimerá; y Manuel Ponce de León y Falcón (1812-1880), que también practicó la pintura, a quien se debe el diseño de la plaza del Espíritu Santo, en Las Palmas de Gran Canaria.



    En el terreno de las artes figurativas esta nueva mentalidad determina el nacimiento del retrato burgués. Como las rentas de la iglesia disminuyeron sensiblemente y la religiosidad se fue enfriando, un nuevo tipo de mecenazgo acabaría por imponerse: el de la burguesía y el de las instituciones públicas (ayuntamientos, cabildos, etc.). Salvo excepciones, no hay pintura mitológica, ni pintura de ruinas, ni versiones morales de la historia romana.



    Los artistas se convierten en profesionales burgueses: Luján Pérez fue consejero del Cabildo de Las Palmas, Fernando Estévez, concejal del Ayuntamiento de la Orotava, y Luis de la Cruz, alcalde del Puerto de la Cruz.



    Los dos artistas neoclásicos más importantes que dio Canarias fueron el pintor Luis de la Cruz y Ríos (1776-1853) y el imaginero Fernando Estévez (1788-1854). El primero fue un magnífico retratista y miniaturista, para quien posó la aristocracia isleña, antes de que Fernando VII lo nombrara pintor de Corte, debiendo trasladarse a Madrid, donde siguió cultivando la miniatura y el retrato al óleo. De Fernando Estévez, cabe decir que fue discípulo de Luján Pérez. Su estilo es más sosegado y clásico que el de su maestro. La serenidad, como se sabe es un atributo estético del arte neoclásico. Plasmó en sus vírgenes un modelo de belleza femenina cuya expresión dulce y melancólica induce a pensar en la influencia que pudo haber recibido de la estatuaria genovesa de la época, cuyas piezas se siguieron importando en Canarias a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Véase su Magdalena de la Catedral de La Laguna, o el Nazareno de la iglesia de Santo Domingo, en Santa Cruz de La Palma. En 1846, atraído por el auge comercial de su puerto, se instaló en Santa Cruz, donde abrió un taller, y fue nombrado profesor de dibujo y modelado en la recién creada Academia Provincial de Bellas Artes.



    En el siglo XIX el pintor canario descubre la naturaleza. Al principio sus visiones eran idealizadas y románticas, por ejemplo, en los paisajes de Cirilo Truilhé (1813-1904); pero después, la visión naturalista es implantada por una generación de pintores canarios que estudiaron en Madrid con el maestro Carlos Haes entre los cuales el más dotado fue, sin lugar a dudas, Valentín Sanz y Carta (1849-1898). Nadie antes que él supo representar los paisajes de las cumbres de las islas, atravesados por profundos barrancos y cubiertos por la frondosa vegetación de la laurisilva y el pino canariensis. Gracias a la recomendación de su amigo el político grancanario Fernando de León y Castillo, que era un admirador de su pintura, se enroló como dibujante en una expedición científica que zarpaba rumbo a las Antillas. Al llegar al puerto de La Habana, nuestro pintor se quedó prendado de la ciudad, donde muy pronto se granjeó fama de hábil retratista y paisajista consumado. Sorprendido por el éxito alcanzado entre la sociedad criolla, decidió presentarse a una oposición para cubrir la cátedra de Paisaje en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, de La Habana. No tuvo dificultad en ganarla, y se quedó en dicha capital, donde pintó evocadoras imágenes del interior y de las costas. A los 49 años, hallándose en la plenitud de sus facultades creativas, falleció en La Habana, a causa de unas fiebres contraídas en una visita que realizó con su esposa a la región de los lagos (State Islands), en Estados Unidos.

    Si Luis de la Cruz emigró a Madrid y Valentín Sanz a La Habana, el palmero Manuel González Méndez (1843-1909) lo hizo a París. Allí adquirió una sólida formación académica, estudiando con el afamado maestro Gérome. Despuntó, sobre todo, en el arte del retrato.

    [5. Fragmento de la obra Molino de viento, Valentín Sanz Carta.]



    Umbral del siglo XX

    En el umbral del siglo XX hay que citar la figura del pintor y decorador grancanario Néstor Martín Fernández de la Torre (1887-1938); quien nos ha dejado dos grandes series pictóricas que reflejan su adscripción a la estética del simbolismo modernista: el Poema del Mar y el Poema de la Tierra, quedando ésta última inconclusa. Estas series sólo son una parte del ambicioso Poema de los Elementos, que, como homenaje a la naturaleza canaria había proyectado realizar, y que su temprana muerte truncó. Antes de él ningún artista canario se había atrevido a realizar tan vastas decoraciones murales. Sirva de ejemplo las que ejecutó para el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas o para el Casino de Santa Cruz de Tenerife. El muralismo fue también cultivado por José Aguiar (1895-1976), nacido en Cuba, aunque de origen gomero -sus padres eran de Agulo-. A comienzos de la década de los 30, mientras Néstor realizaba su decoración del Casino de Santa Cruz, Aguiar ejecutaba en el mismo edificio otro gran mural, el Friso Isleño. Se formó en Italia, en contacto con los artistas del grupo Novecento, próximos a la ideología del Fascio. A su vuelta, y una vez terminada la Guerra Civil, se propuso reflejar en imágenes la ideología de los vencedores. Con el paso del tiempo, su temperamento apasionado le llevó a practicar una pintura barroca y expresionista, de colores intensos y composiciones abigarradas, como se puede contemplar en los grandes murales que realizó para el Cabildo de Santa Cruz de Tenerife (1951-60) y para la Basílica de Candelaria, que hubo de concluir su hijo.

    [6. Segunda Tapada. El Fandango de Candil. Acuarela. 29 x 23 cms. 1927, Museo de Néstor.]



    En el primer tercio del siglo XX, hay que citar también la producción paisajística de dos pintores en cuyas obras se refleja la influencia de la escuela impresionista: el tinerfeño Botas Ghirlanda (1882-1917), que pasó una temporada en Nápoles, pintando su bahía, y el grancanario Nicolás Massieu y Matos (1874-1954), de quien cabe mencionar sus visiones de las cumbres de Gran Canaria. Dentro del impresionismo se encuadra la producción de los acuarelistas canarios, cuya estética deriva de las acuarelas que realizaron los viajeros ingleses que visitaron las islas en el siglo XIX, como Alfred Diston. El más dotado de todos los acuarelistas canarios fue Francisco Bonnín (1874-1963). Sus visiones tópicas y amables del campo de las islas responden a los planteamientos estéticos e ideológicos del regionalismo, que contó con otros cultivadores representativos, como José Aguiar, al que ya nos hemos referido, y el costumbrista Pedro de Guezala (1896-1960), que se especializó en la fijación de una iconografía tópica del campesinado canario, haciéndose populares sus cuadros de magos y magas.

    [7. Óleo de Botas Ghirlanda.]



    En cuanto a la arquitectura, hay que decir que, desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, predominan los neoestilos y el eclecticismo. Luego, a principios del siglo XX, se impone el estilo decorativo del modernismo, que se expande en amplias zonas de la calle Triana, en Las Palmas, así como en el Barrio de los Hoteles, en Santa Cruz de Tenerife. Los principales arquitectos modernistas canarios fueron Estanga, Pintor, Pisaca, etc.

    Como reacción al decorativismo modernista surge el racionalismo arquitectónico, defendido por la revista de vanguardia Gaceta de Arte, cuyo director Eduardo Westerdahl fue un encendido defensor de la nueva arquitectura funcional. Los principales arquitectos que proyectaron en este estilo fueron en Gran Canaria, Miguel Martín Fernández de la Torre, hermano del pintor Néstor, y en Tenerife, Marrero Regalado. Ambos se pasaron a una estética regionalista, llamada neocanario, que se desarrolló en los años cuarenta y cincuenta.



    En las artes plásticas, los años treinta vieron el auge del arte de vanguardia: por una parte, el surrealismo de Óscar Domínguez y Juan Ismael, por otra parte, el indigenismo, que fue promovido por la Escuela Luján Pérez en Las Palmas. Pintores como Felo Monzón y Jorge Oramas o escultores como Plácido Fleitas y Eduardo Gregorio, se propusieron reflejar en imágenes los rasgos de identidad del paisaje y del hombre de las islas. Mientras que en París, el tinerfeño Óscar Domínguez, el más internacional de los artistas que han dado las islas, pintaba evocaciones oníricas del paisaje insular.

    [8. Autorretrato, lápiz rojo sobre papel, 24 x 18 cms., José Jorge Oramas.]



    La Guerra Civil cercenó este renacimiento cultural. Hubo que empezar de nuevo. En los años cincuenta se formó en la ciudad de Las Palmas, el grupo «LADAC», en el que inició su andadura artística Manolo Millares, quien luego jugaría un papel trascendental en el desarrollo del arte abstracto español, como fundador del grupo «El Paso», (1967), del que también formó parte el escultor grancanario Martín Chirino. El arte dramático de Millares se valió de la ruda y raída arpillera para dar cuenta de la situación de angustia que se vivía en España en los años de la dictadura franquista; pero también este humilde material expresaba simbólicamente el amor que este artista sentía por la cultura aborigen canaria: sus homúnculos evocan los cueros retorcidos y acartonados que amortajaban las momias guanches conservadas tras las vitrinas del Museo Canario de Las Palmas. La obra escultórica de Chirino está exenta de connotaciones dramáticas. El planteamiento formal de sus piezas se sustenta en el efecto de expansión/concentración potenciado por el desarrollo de líneas de fuerza estructurales. Sus esculturas, realizadas en hierro, bronce y acero cortén, son representaciones simbólicas de la vida originaria, como lo proclama la perfección orgánica y eurrítmica de sus espirales. La alusión a los petroglifos de la cultura aborigen les confiere a estas espirales el valor de emblemas de la entidad canaria.

    Mientras Millares y Chirino participaban en Madrid en la aventura de «El Paso», otro artista canario, César Manrique (1920-1992), establecido como aquéllos en la capital de España realizaba una pintura abstracta cuya textura matérica constituía una alusión simbólica, metonímica, al territorio volcánico de su isla natal, Lanzarote. Tras unos años de fructífera estancia en Nueva York (1964-68), tomó la decisión de volver a Canarias, cumpliendo en la isla de Lanzarote su vocación de artista total: pintor, escultor (véanse sus imaginativos móviles), arquitecto paisajista, diseñador, etc.

    Desde la Conquista ¾ cuando todas las piezas artísticas eran importadas¾ hasta hoy, el hombre canario ha ido proponiendo distintos modelos de interpretación del mundo y ha encontrado en el arte una forma de afirmación de su identidad.

    [9. El viento, escultura de Martín Chirino.]



    Bibliografía

    General

    CASTRO BORREGO, Fernando: Antología crítica del arte en Canarias, Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, 1987.

    Libro de síntesis divulgativa, organizado de modo didáctico. Selección de 160 diapositivas comentadas sobre las artes plásticas canarias desde la Conquista hasta los años setenta.



    GALANTE GÓMEZ, Francisco: Historia crítico-descriptiva de la arquitectura canaria, Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, 1987.

    Libro de síntesis divulgativa sobre la arquitectura canaria. Selección de 183 diapositivas, desde la Conquista hasta los años setenta, organizadas según un criterio tipológico.



    HERNÁNDEZ PERERA, Jesús: «Arte» en Canarias, Fundación March, Editorial Noguer, 1984.

    Libro de síntesis realizado por uno de los fundadores de la historia del arte canario.



    VV.AA.: Historia del arte en Canarias, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1982.

    Libro de síntesis divulgativa.



    VV.AA. Biblioteca de Artistas Canarios, colección dirigida por Fernando Castro Borrego, Consejería de Cultura del Gobierno de Canarias, se publica a partir de 1991.



    VV.AA.: Homenaje a Alfonso Trujillo. Arte y Arqueología, tomo I, Aula de Cultura del Cabildo de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1982.

    Artículos de investigación sobre distintos capítulos del arte en Canarias.



    Específica

    FRAGA, M.ª del Carmen: La arquitectura mudéjar en Canarias, Aula de Cultura, Santa Cruz de Tenerife, 1977.

    Contribución esencial al estudio de las relaciones entre la arquitectura mudéjar canaria y de la Baja Andalucía.

    GALANTE GÓMEZ, Francisco: La idea clásica en la arquitectura canaria. 1775-1900. Santa Cruz de Tenrife, 1989.

    Visión de conjunto de este periodo de la arquitectura canaria.



    HERNÁNDEZ PERERA, Jesús: La orfebrería en Canarias. Madrid, 1955.

    Libro fundamnetal para conocer este capítulo de las artes suntuarias en Canarias. Fue modelo metodológico para los ulteriores trabajos sobre platería que se realizaron en España.



    MARTÍN RODRÍGUEZ, Fernando: Arquitectura doméstica canaria, Cabildo Insular de Tenerife,Santa Cruz de Tenerife, 1978.

    Libro imprescindible para conocer la evolución y las características de nuestra arquitectura tradicional.



    RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Margarita: La pintura en Canarias durante el siglo XVIII. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1986.

    Trabajo de investigación valioso por los datos de archivo que aporta.



    TRUJILLO RODRÍGUEZ, Alfonso: Arte gótico en Canarias. Cabildo Insular de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1976.

    Trabajo de síntesis sobre este periodo.



    TRUJILLO RODRÍGUEZ, Alfonso: El retablo barroco en Canarias. La Guagua, n.º 2, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1979.

    Libro de consulta obligatoria para quien quiera conocer este capítulo del arte religioso en Canarias.



    VV.AA.: El museo imaginado. 1930-1990. Catálogo de la exposición del CAAM, Las Plalmas de Gran Canaria, diciembre-enero, 1991-1992.

    Panorámica del arte moderno en Canarias. Ensayo de interpretación.



    VV.AA.: Gaceta de Arte y su época. 1932-1936. Catálogo de la exposición del CAAM, Las Palmas de Gran Canaria, 1996.

    Valoración sobre el significado de las vanguardias insulares.



    Ilustraciones

    1. PÉREZ MORERA, Jesús: Silva. Biblioteca de Artistas Canarios,Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1994, pág 84.

    2. MILLARES TORRES, Agustín: Historia General de las Islas Canarias, Tomo IV, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, pág 343.

    3. Gran Enciclopedia Canaria. Tomo III, Ediciones Canarias,Santa Cruz de Tenerife, 1995, pág. 768.

    4. MILLARES TORRES, Agustín: Historia General de las Islas Canarias, Tomo IV, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, pág 183.

    5. Gran Enciclopedia Canaria. Tomo III, Ediciones Canarias,Santa Cruz de Tenerife, 1995, pág. 776.

    6. ALMEIDA CABRERA, Pedro: Néstor. Biblioteca de Artistas Canarios, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1991, pág 124.

    7. Gran Enciclopedia Canaria. Tomo II, Ediciones Canarias,Santa Cruz de Tenerife, 1995, pág. 395.

    8. JIMÉNEZ DORESTE, Josefa Alicia: Oramas. Biblioteca de Artistas Canarios, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1991, pág 21.

    9. Geo. Especial Canarias, pág 89.

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  13. EL ARTE CANARIO

    El arte canario no siempre fue realizado por canarios. Desde la Conquista hasta el siglo XVII (tanto la civil como la religiosa) se nutrió de talleres foráneos, ya fuesen de la Baja Andalucía, de Flandes, de Génova, incluso de Méjico. Así pues, puede decirse que hasta finales del siglo XVII no había una producción artística canaria capaz de responder a la demanda de imágenes, pinturas, ornamentos religiosos, orfebrería, etc. El primer cliente era la iglesia, siendo de destacar el mecenazgo del Cabildo Catedral de Las Palmas y de las grandes Órdenes Religiosas (franciscanos, dominicos, agustinos, etc.). La aristocracia también desempeñó un papel importante, pero menor que el de la iglesia. Hay que citar, sin embargo, el protagonismo de las familias flamencas afincadas en la isla de La Palma y dedicadas a la producción y comercio de la caña de azúcar, las cuales hicieron importantes encargos de tallas y pinturas a los talleres flamencos. Hoy en día estas obras de importación se han integrado en el patrimonio cultural de las islas.

    [1. Virgen del Rosario, Escultura de madera policromada, 74 cm., Flandes, 1.ª mitad del siglo XVI, Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, Barlovento, La Palma.]

    Canarias Prehispánicas, siglos XIII y XIV

    Antes de la llegada de los conquistadores castellanos a las islas, otros europeos arribaron a sus costas: primero los genoveses, a fines del siglo XIII, y luego los catalanes y los mallorquines; estos últimos fundaron el obispado de Telde (1331-1391). Pero casi nada queda de estos primeros colonizadores del Archipiélago. Se cree que acaso sea mallorquina la imagen de San Nicolás de Tolentino que se conserva en la parroquia de la localidad del mismo nombre, en la isla de Gran Canaria. Lo mismo puede decirse de los conquistadores normandos que llegaron en el siglo XIV, de quienes sólo se conservan las ruinas góticas de San Marcial del Rubicón, en Lanzarote, y algunos elementos arquitectónicos de estilo gótico en Betancuria (Fuerteventura). La imagen de la Virgen de la Peña, patrona de esta isla, pudo haber sido traída por los normandos en el primer tercio del siglo XV. Es una hermosa escultura de alabastro, labrada en algún taller del norte de Francia.



    Arte de los conquistadores (siglo XV)

    Los conquistadores castellanos también portaban consigo imágenes sacras de campaña, como la Virgen de la Consolación, que acompañaba al Adelantado Alonso Fernández de Lugo, y que hoy se conserva en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Se cree que la Virgen de las Nieves de La Palma, que es de procedencia sevillana, también pudo haber sido traída por dicho conquistador. Sevillana es también la Virgen del Pino, patrona de Gran Canaria, realizada en barro cocido por Jorge Fernández. La primera imagen de la Virgen arribó a la isla seguramente con las misiones franciscanas en la mitad del siglo XV; perdida en el aluvión de 1826, hoy sólo la conocemos a través de copias. La del Cristo de La Laguna llegó con el Adelantado Alonso Fernández de Lugo. Es una pieza de excepcional valor artístico, tallada en madera de roble de Flandes, de estilo gótico. Antes de que el Duque de Medina Sidonia se la obsequiara al adelantado era venerada en la ermita de la Vera Cruz en Sanlúcar de Barrameda. En 1520 el conquistador la donó a su vez al convento franciscano de San Miguel de las Victorias, en cuya iglesia aún se conserva.



    El siglo XVI y su arte

    En las columnas y bóvedas de la catedral de Las Palmas -el monumento más importante de la arquitectura canaria- nos encontramos con una manifestación grandiosa del estilo gótico-manuelino. El estilo gótico también está presente en muchas portadas de palacios del barrio histórico de Vegueta, barrio que se desarrolló en torno a la fábrica de la catedral de Las Palmas.

    [2. Catedral de Las Palmas.]



    En las portadas de las mansiones de Vegueta también se conservan del estilo renacentista algunos elementos arquitectónicos clasicistas. En cuanto a las artes plásticas de esta época, siglo XVI, cabe citar la importación de algunas tallas flamencas renacentistas, datadas en el primer tercio de esta centuria, como el tríptico de Taganana, atribuido a un pintor de la escuela de Brujas, o el de la ermita de Las Nieves, en Agaete, atribuido a Joos Van Cleve.

    [3. Tríptico de Las Nieves, Agaete, las Palmas de Gran Canaria.]



    Barroco

    En Canarias, la cultura artística del Barroco abarca desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII. Es el primer estilo que arraiga plenamente en las Islas. Ya no cabe hablar de una implantación relativa; se manifestó en todas las artes, contando con una aportación importante de los creadores canarios, pues fue entonces cuando se formaron en los núcleos urbanos de las islas los primeros talleres que abastecían de cuadros e imágenes a las iglesias, conventos y mansiones señoriales. Lo cual no quiere decir que se dejasen de importar obras de los talleres genoveses y sevillanos; aunque se interrumpiera la importación de tallas flamencas, ya que la presencia de éstas en las islas, especialmente en La Palma, tenía que ver con un fenómeno comercial, el de la caña de azúcar, y cuando dicho monocultivo fue reemplazado por el del vino, todo el tráfico comercial de las islas se desvió a Inglaterra.

    La segunda mitad del siglo XVII en Canarias estuvo marcada por las secuelas de una gran crisis económica, de la que se hacía eco Viera y Clavijo, señalando el hecho de que todos los grandes conventos fuesen fundados antes de 1640. Sin embargo los talleres canarios desde entonces hasta finales del siglo XVIII no dejaron de producir piezas de arte sacro para los conventos, ermitas y parroquias de las islas.



    Durante el siglo XVII se configura el modelo de la arquitectura tradicional canario, tanto en la tipología civil (la casa) como en la religiosa (la iglesia, la ermita y el convento). El uso de la madera en las ventanas exteriores, en las balaustradas de los patios interiores y en los artesonados de los salones y en los suelos infunde personalidad a estas creaciones anónimas de nuestra arquitectura. La tradición artesanal de la carpintería proclama su origen mudéjar, proveniente de la Baja Andalucía, en tanto que ciertas soluciones arquitectónicas apuntan a un origen portugués.



    En la pintura surgen los primeros maestros canarios, como el orotavense Gaspar de Quevedo, nacido en 1616. Entre los siglos XVII y XVIII trabajaron Cristóbal Hernández de Quintana (1651-1725), en Tenerife, y Bernardo Manuel de Silva (1655-1721), en La Palma, quien también cultivó la imaginería religiosa. Y a finales de dicha centuria hay que destacar la labor del grancanario Juan de Miranda (1723-1805).

    En el estilo barroco también se expresó el más grande escultor que ha dado Canarias durante el Antiguo Régimen, el imaginero José Luján Pérez (1756-1815), creador en sus imágenes marianas de un modelo de rotunda y deslumbrante belleza, véase la Dolorosa de la Catedral de Las Palmas, que la devoción popular asocia con la fisonomía de la mujer canaria. Las obras que proyectó como arquitecto evidencian su filiación a la estética neoclásica, por ejemplo, sus intervenciones en la catedral de Las Palmas.

    [4. Cristo de Luján Pérez, Catedral de Las Palmas.]



    Durante los siglos XVII y XVIII florecieron también las labores de orfebrería. La plata traída de América se repujaba en los talleres canarios, sobresaliendo la calidad de las piezas elaboradas por los orfebres laguneros. Asimismo floreció el arte del retablo: esas portentosas fábricas de madera dorada que decoran suntuosamente los interiores de los templos de las islas.



    Los mejores frutos artísticos llegaron en la segunda mitad del siglo XVIII. El modelo de vivienda aristocrática alcanzó entonces su máximo esplendor (véase la denominada Casa de los Balcones, de la Orotava). Esta tipología se caracteriza por el brillante desarrollo de las fachadas -de tres plantas, con un balcón corrido en el granero-, y por la amplitud y nobleza de los patios interiores -con corredores sustentados por columnas, que podían ser de piedra o de madera, y balaustradas de madera talladas con maestría y primor- De uno de los costados del patio partía la escalera de madera que conducía al salón noble de la casa, cuyas ventanas, dotadas de asientos, daban a la fachada principal del edificio.



    En las últimas décadas del siglo XVIII, la penetración de las ideas ilustradas procedentes de Europa supuso una modernización «externa» de la casa tradicional canaria, que perdió algo de su aire señorial y rústico para vestirse con la apariencia decorosa de la edificación urbana. Las referencias neoclásicas, que se manifiestan en la regularización de los vanos, en el uso discreto de frontones y, sobre todo, en la tendencia a tapar los aleros de los tejados, constituyen modificaciones estilísticas que no afectan a la estructura interna de la vivienda. Es tan sólo un cambio de piel.



    Arte del siglo XIX

    El nuevo espíritu cívico, que la ilustración canaria promovió a finales del siglo XVIII, fue el desencadenamiento ideológico que hizo posible durante la centuria siguiente el desarrollo urbano de las dos capitales canarias, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, ciudades que crecerían impulsadas por la actividad comercial de sus respectivos puertos. La arquitectura y el urbanismo serán un reflejo de estas profundas transformaciones que se estaban operando en la sociedad canaria.



    Los principales arquitectos ejercieron también de urbanistas: Manuel de Oraá (1822-1889), en Tenerife, que proyectó el Teatro Guimerá; y Manuel Ponce de León y Falcón (1812-1880), que también practicó la pintura, a quien se debe el diseño de la plaza del Espíritu Santo, en Las Palmas de Gran Canaria.



    En el terreno de las artes figurativas esta nueva mentalidad determina el nacimiento del retrato burgués. Como las rentas de la iglesia disminuyeron sensiblemente y la religiosidad se fue enfriando, un nuevo tipo de mecenazgo acabaría por imponerse: el de la burguesía y el de las instituciones públicas (ayuntamientos, cabildos, etc.). Salvo excepciones, no hay pintura mitológica, ni pintura de ruinas, ni versiones morales de la historia romana.



    Los artistas se convierten en profesionales burgueses: Luján Pérez fue consejero del Cabildo de Las Palmas, Fernando Estévez, concejal del Ayuntamiento de la Orotava, y Luis de la Cruz, alcalde del Puerto de la Cruz.



    Los dos artistas neoclásicos más importantes que dio Canarias fueron el pintor Luis de la Cruz y Ríos (1776-1853) y el imaginero Fernando Estévez (1788-1854). El primero fue un magnífico retratista y miniaturista, para quien posó la aristocracia isleña, antes de que Fernando VII lo nombrara pintor de Corte, debiendo trasladarse a Madrid, donde siguió cultivando la miniatura y el retrato al óleo. De Fernando Estévez, cabe decir que fue discípulo de Luján Pérez. Su estilo es más sosegado y clásico que el de su maestro. La serenidad, como se sabe es un atributo estético del arte neoclásico. Plasmó en sus vírgenes un modelo de belleza femenina cuya expresión dulce y melancólica induce a pensar en la influencia que pudo haber recibido de la estatuaria genovesa de la época, cuyas piezas se siguieron importando en Canarias a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Véase su Magdalena de la Catedral de La Laguna, o el Nazareno de la iglesia de Santo Domingo, en Santa Cruz de La Palma. En 1846, atraído por el auge comercial de su puerto, se instaló en Santa Cruz, donde abrió un taller, y fue nombrado profesor de dibujo y modelado en la recién creada Academia Provincial de Bellas Artes.



    En el siglo XIX el pintor canario descubre la naturaleza. Al principio sus visiones eran idealizadas y románticas, por ejemplo, en los paisajes de Cirilo Truilhé (1813-1904); pero después, la visión naturalista es implantada por una generación de pintores canarios que estudiaron en Madrid con el maestro Carlos Haes entre los cuales el más dotado fue, sin lugar a dudas, Valentín Sanz y Carta (1849-1898). Nadie antes que él supo representar los paisajes de las cumbres de las islas, atravesados por profundos barrancos y cubiertos por la frondosa vegetación de la laurisilva y el pino canariensis. Gracias a la recomendación de su amigo el político grancanario Fernando de León y Castillo, que era un admirador de su pintura, se enroló como dibujante en una expedición científica que zarpaba rumbo a las Antillas. Al llegar al puerto de La Habana, nuestro pintor se quedó prendado de la ciudad, donde muy pronto se granjeó fama de hábil retratista y paisajista consumado. Sorprendido por el éxito alcanzado entre la sociedad criolla, decidió presentarse a una oposición para cubrir la cátedra de Paisaje en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, de La Habana. No tuvo dificultad en ganarla, y se quedó en dicha capital, donde pintó evocadoras imágenes del interior y de las costas. A los 49 años, hallándose en la plenitud de sus facultades creativas, falleció en La Habana, a causa de unas fiebres contraídas en una visita que realizó con su esposa a la región de los lagos (State Islands), en Estados Unidos.

    Si Luis de la Cruz emigró a Madrid y Valentín Sanz a La Habana, el palmero Manuel González Méndez (1843-1909) lo hizo a París. Allí adquirió una sólida formación académica, estudiando con el afamado maestro Gérome. Despuntó, sobre todo, en el arte del retrato.

    [5. Fragmento de la obra Molino de viento, Valentín Sanz Carta.]



    Umbral del siglo XX

    En el umbral del siglo XX hay que citar la figura del pintor y decorador grancanario Néstor Martín Fernández de la Torre (1887-1938); quien nos ha dejado dos grandes series pictóricas que reflejan su adscripción a la estética del simbolismo modernista: el Poema del Mar y el Poema de la Tierra, quedando ésta última inconclusa. Estas series sólo son una parte del ambicioso Poema de los Elementos, que, como homenaje a la naturaleza canaria había proyectado realizar, y que su temprana muerte truncó. Antes de él ningún artista canario se había atrevido a realizar tan vastas decoraciones murales. Sirva de ejemplo las que ejecutó para el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas o para el Casino de Santa Cruz de Tenerife. El muralismo fue también cultivado por José Aguiar (1895-1976), nacido en Cuba, aunque de origen gomero -sus padres eran de Agulo-. A comienzos de la década de los 30, mientras Néstor realizaba su decoración del Casino de Santa Cruz, Aguiar ejecutaba en el mismo edificio otro gran mural, el Friso Isleño. Se formó en Italia, en contacto con los artistas del grupo Novecento, próximos a la ideología del Fascio. A su vuelta, y una vez terminada la Guerra Civil, se propuso reflejar en imágenes la ideología de los vencedores. Con el paso del tiempo, su temperamento apasionado le llevó a practicar una pintura barroca y expresionista, de colores intensos y composiciones abigarradas, como se puede contemplar en los grandes murales que realizó para el Cabildo de Santa Cruz de Tenerife (1951-60) y para la Basílica de Candelaria, que hubo de concluir su hijo.

    [6. Segunda Tapada. El Fandango de Candil. Acuarela. 29 x 23 cms. 1927, Museo de Néstor.]



    En el primer tercio del siglo XX, hay que citar también la producción paisajística de dos pintores en cuyas obras se refleja la influencia de la escuela impresionista: el tinerfeño Botas Ghirlanda (1882-1917), que pasó una temporada en Nápoles, pintando su bahía, y el grancanario Nicolás Massieu y Matos (1874-1954), de quien cabe mencionar sus visiones de las cumbres de Gran Canaria. Dentro del impresionismo se encuadra la producción de los acuarelistas canarios, cuya estética deriva de las acuarelas que realizaron los viajeros ingleses que visitaron las islas en el siglo XIX, como Alfred Diston. El más dotado de todos los acuarelistas canarios fue Francisco Bonnín (1874-1963). Sus visiones tópicas y amables del campo de las islas responden a los planteamientos estéticos e ideológicos del regionalismo, que contó con otros cultivadores representativos, como José Aguiar, al que ya nos hemos referido, y el costumbrista Pedro de Guezala (1896-1960), que se especializó en la fijación de una iconografía tópica del campesinado canario, haciéndose populares sus cuadros de magos y magas.

    [7. Óleo de Botas Ghirlanda.]



    En cuanto a la arquitectura, hay que decir que, desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, predominan los neoestilos y el eclecticismo. Luego, a principios del siglo XX, se impone el estilo decorativo del modernismo, que se expande en amplias zonas de la calle Triana, en Las Palmas, así como en el Barrio de los Hoteles, en Santa Cruz de Tenerife. Los principales arquitectos modernistas canarios fueron Estanga, Pintor, Pisaca, etc.

    Como reacción al decorativismo modernista surge el racionalismo arquitectónico, defendido por la revista de vanguardia Gaceta de Arte, cuyo director Eduardo Westerdahl fue un encendido defensor de la nueva arquitectura funcional. Los principales arquitectos que proyectaron en este estilo fueron en Gran Canaria, Miguel Martín Fernández de la Torre, hermano del pintor Néstor, y en Tenerife, Marrero Regalado. Ambos se pasaron a una estética regionalista, llamada neocanario, que se desarrolló en los años cuarenta y cincuenta.



    En las artes plásticas, los años treinta vieron el auge del arte de vanguardia: por una parte, el surrealismo de Óscar Domínguez y Juan Ismael, por otra parte, el indigenismo, que fue promovido por la Escuela Luján Pérez en Las Palmas. Pintores como Felo Monzón y Jorge Oramas o escultores como Plácido Fleitas y Eduardo Gregorio, se propusieron reflejar en imágenes los rasgos de identidad del paisaje y del hombre de las islas. Mientras que en París, el tinerfeño Óscar Domínguez, el más internacional de los artistas que han dado las islas, pintaba evocaciones oníricas del paisaje insular.

    [8. Autorretrato, lápiz rojo sobre papel, 24 x 18 cms., José Jorge Oramas.]



    La Guerra Civil cercenó este renacimiento cultural. Hubo que empezar de nuevo. En los años cincuenta se formó en la ciudad de Las Palmas, el grupo «LADAC», en el que inició su andadura artística Manolo Millares, quien luego jugaría un papel trascendental en el desarrollo del arte abstracto español, como fundador del grupo «El Paso», (1967), del que también formó parte el escultor grancanario Martín Chirino. El arte dramático de Millares se valió de la ruda y raída arpillera para dar cuenta de la situación de angustia que se vivía en España en los años de la dictadura franquista; pero también este humilde material expresaba simbólicamente el amor que este artista sentía por la cultura aborigen canaria: sus homúnculos evocan los cueros retorcidos y acartonados que amortajaban las momias guanches conservadas tras las vitrinas del Museo Canario de Las Palmas. La obra escultórica de Chirino está exenta de connotaciones dramáticas. El planteamiento formal de sus piezas se sustenta en el efecto de expansión/concentración potenciado por el desarrollo de líneas de fuerza estructurales. Sus esculturas, realizadas en hierro, bronce y acero cortén, son representaciones simbólicas de la vida originaria, como lo proclama la perfección orgánica y eurrítmica de sus espirales. La alusión a los petroglifos de la cultura aborigen les confiere a estas espirales el valor de emblemas de la entidad canaria.

    Mientras Millares y Chirino participaban en Madrid en la aventura de «El Paso», otro artista canario, César Manrique (1920-1992), establecido como aquéllos en la capital de España realizaba una pintura abstracta cuya textura matérica constituía una alusión simbólica, metonímica, al territorio volcánico de su isla natal, Lanzarote. Tras unos años de fructífera estancia en Nueva York (1964-68), tomó la decisión de volver a Canarias, cumpliendo en la isla de Lanzarote su vocación de artista total: pintor, escultor (véanse sus imaginativos móviles), arquitecto paisajista, diseñador, etc.

    Desde la Conquista ¾ cuando todas las piezas artísticas eran importadas¾ hasta hoy, el hombre canario ha ido proponiendo distintos modelos de interpretación del mundo y ha encontrado en el arte una forma de afirmación de su identidad.

    [9. El viento, escultura de Martín Chirino.]



    Bibliografía

    General

    CASTRO BORREGO, Fernando: Antología crítica del arte en Canarias, Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, 1987.

    Libro de síntesis divulgativa, organizado de modo didáctico. Selección de 160 diapositivas comentadas sobre las artes plásticas canarias desde la Conquista hasta los años setenta.



    GALANTE GÓMEZ, Francisco: Historia crítico-descriptiva de la arquitectura canaria, Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, 1987.

    Libro de síntesis divulgativa sobre la arquitectura canaria. Selección de 183 diapositivas, desde la Conquista hasta los años setenta, organizadas según un criterio tipológico.



    HERNÁNDEZ PERERA, Jesús: «Arte» en Canarias, Fundación March, Editorial Noguer, 1984.

    Libro de síntesis realizado por uno de los fundadores de la historia del arte canario.



    VV.AA.: Historia del arte en Canarias, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1982.

    Libro de síntesis divulgativa.



    VV.AA. Biblioteca de Artistas Canarios, colección dirigida por Fernando Castro Borrego, Consejería de Cultura del Gobierno de Canarias, se publica a partir de 1991.



    VV.AA.: Homenaje a Alfonso Trujillo. Arte y Arqueología, tomo I, Aula de Cultura del Cabildo de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1982.

    Artículos de investigación sobre distintos capítulos del arte en Canarias.



    Específica

    FRAGA, M.ª del Carmen: La arquitectura mudéjar en Canarias, Aula de Cultura, Santa Cruz de Tenerife, 1977.

    Contribución esencial al estudio de las relaciones entre la arquitectura mudéjar canaria y de la Baja Andalucía.

    GALANTE GÓMEZ, Francisco: La idea clásica en la arquitectura canaria. 1775-1900. Santa Cruz de Tenrife, 1989.

    Visión de conjunto de este periodo de la arquitectura canaria.



    HERNÁNDEZ PERERA, Jesús: La orfebrería en Canarias. Madrid, 1955.

    Libro fundamnetal para conocer este capítulo de las artes suntuarias en Canarias. Fue modelo metodológico para los ulteriores trabajos sobre platería que se realizaron en España.



    MARTÍN RODRÍGUEZ, Fernando: Arquitectura doméstica canaria, Cabildo Insular de Tenerife,Santa Cruz de Tenerife, 1978.

    Libro imprescindible para conocer la evolución y las características de nuestra arquitectura tradicional.



    RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Margarita: La pintura en Canarias durante el siglo XVIII. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1986.

    Trabajo de investigación valioso por los datos de archivo que aporta.



    TRUJILLO RODRÍGUEZ, Alfonso: Arte gótico en Canarias. Cabildo Insular de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1976.

    Trabajo de síntesis sobre este periodo.



    TRUJILLO RODRÍGUEZ, Alfonso: El retablo barroco en Canarias. La Guagua, n.º 2, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1979.

    Libro de consulta obligatoria para quien quiera conocer este capítulo del arte religioso en Canarias.



    VV.AA.: El museo imaginado. 1930-1990. Catálogo de la exposición del CAAM, Las Plalmas de Gran Canaria, diciembre-enero, 1991-1992.

    Panorámica del arte moderno en Canarias. Ensayo de interpretación.



    VV.AA.: Gaceta de Arte y su época. 1932-1936. Catálogo de la exposición del CAAM, Las Palmas de Gran Canaria, 1996.

    Valoración sobre el significado de las vanguardias insulares.



    Ilustraciones

    1. PÉREZ MORERA, Jesús: Silva. Biblioteca de Artistas Canarios,Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1994, pág 84.

    2. MILLARES TORRES, Agustín: Historia General de las Islas Canarias, Tomo IV, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, pág 343.

    3. Gran Enciclopedia Canaria. Tomo III, Ediciones Canarias,Santa Cruz de Tenerife, 1995, pág. 768.

    4. MILLARES TORRES, Agustín: Historia General de las Islas Canarias, Tomo IV, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, pág 183.

    5. Gran Enciclopedia Canaria. Tomo III, Ediciones Canarias,Santa Cruz de Tenerife, 1995, pág. 776.

    6. ALMEIDA CABRERA, Pedro: Néstor. Biblioteca de Artistas Canarios, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1991, pág 124.

    7. Gran Enciclopedia Canaria. Tomo II, Ediciones Canarias,Santa Cruz de Tenerife, 1995, pág. 395.

    8. JIMÉNEZ DORESTE, Josefa Alicia: Oramas. Biblioteca de Artistas Canarios, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1991, pág 21.

    9. Geo. Especial Canarias, pág 89.

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  14. Tenerife... la escapada que mereces

    De la costa a la alta montaña, Tenerife conforma un universo de marcados contrastes donde encontrarás el lugar perfecto para llenar tus vacaciones de momentos inolvidables: recónditas calas de arena negra, extensas playas doradas, profundos barrancos, gigantescos acantilados, bosques exóticos, parajes volcánicos de aspecto lunar y formas imposibles, valles cubiertos de plataneras…

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    Ciudades cosmopolitas y complejos turísticos de primer orden completan una oferta inigualable en variedad y calidad, pensada para que te regales la escapada que mereces.

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  15. ARQUITECTURA CANARIA PRE-COLONIAL (I)



    Eduardo Pedro García Rodríguez *



    Desde los estamentos oficiales y oficialistas del sistema colonial en Canarias vienen desarrollando ingentes esfuerzos en trasmitirnos la idea de que nuestros ancestros eran unos trogloditas que sólo habitaban en cuevas y cuya cultura estaba anclada en el neolítico. No valdría la pena tratar de clarificar estas aseveraciones colonialistas si no fuera por el respeto que me inspira un amplio sector de la juventud canaria que corre el riesgo de asumir como ciertas esta y otras inexactitudes que desde los centros escolares, institutos e incluso desde la Universidad española en Canarias vierten sigilosamente y en tono peyorativo educadores e intelectuales al servicio del sistema imperante.



    Es lamentable que personas que han sido puestas para “educar” a nuestros hijos y nietos, en su mayoría hagan gala de un total desconocimiento -cuando no de total desprecio- de nuestra historia y tradiciones, haciendo en cambio alarde de culturas foráneas, las cuales inculcan a nuestros hijos creando en ellos el complejo de endofobia, es decir, lo único bueno es lo que viene y es impuesto de fuera, ya que de fuera procede el colonialismo territorial, económico, político, cultural y espiritual que tiene sometida a nuestra Matria.



    Es vergonzante que el actual gobierno de la Coca y sus socios del Pepe, supuestamente autónomo y supuestamente canario, haya decidido eliminar de los planes escolares del próximo curso la asignatura de Historia de Canarias. Posiblemente estos políticos de servicio, fieles cancerberos de sus amos de la metrópoli, tienen bien asumido de que un pueblo que desconoce su Historia es un pueblo con sentimientos de orfandad genética y, por tanto, fácilmente dominable al que será más factible inculcarles los dogmas del sistema y forzarlo a abrigar sentimientos de gratitud hacía una madrastra arbitraria, explotadora y castradora del intelecto, al tiempo que nuestra sociedad asume inconscientemente actitudes de auto desprecio como etnia diferente y diferenciada, dejándose absorber por una marea de modas foráneas y globalizantes ajenas a nuestra idiosincrasia y tradiciones, emanadas desde el sistema colonial, castradoras de nuestra identidad como pueblo. Es incuestionable que tanto la historia como la sociedad canaria en tiempos no muy lejanos les exigirán responsabilidades a estos políticos de servicio vende Matria por el cúmulo de atrocidades que están cometiendo impunemente contra el sufrido e indefenso pueblo canario.



    LA CUEVA VIVIENDA, ASPECTOS GENERALES



    El hombre primitivo comienza a usar las cuevas como refugios. Con el paso del tiempo y las necesidades de trasladarse de un lugar a otro por alimentos o mejores condiciones de vida, comienza a construir viviendas artificiales. Primeramente chozas, carpas, fáciles de transportar a otro sitio, luego grandes construcciones de piedra hasta llegar a las realizaciones modernas, han mantenido una finalidad en común: el cobijo contra la intemperie y los peligros de la noche, lugar de familia, de comer, de dormir, de trabajo, de recibo, de culto, de relaciones sociales, de descanso y de convalecencia.



    Desde unos treinta mil años atrás, según dibujos encontrados en cuevas, se encuentran ilustraciones de chozas de madera y ramas. Se supone que la caverna era el refugio invernal, mientras que la choza se trasladaba a la zona de caza o para temporadas estivales o de mejor estación. A la par, se encontraron rastros de viviendas subterráneas, excavando un pozo profundo y realizando un techo con ramas, que dejaba al descubierto las zonas laterales. Se utilizaron en sectores de clima riguroso y se encuentran rastros de unos veinticinco mil años atrás en Europa (Ucrania y Checoslovaquia).

    A medida que el hombre se va tornando más sedentario, aparecen construcciones mejor asentadas al terreno. En el neolítico, entre el 8000 y el 4000 antes de Cristo, se arman chozas con paredes laterales y techo cónico, con vigas, y se considera que allí se utilizan los primeros sostenes que constituirían el primer concepto de columna; y hacia el siglo III antes a.e.a., ya se realizan divisiones dentro de las chozas para contar con distintos ambientes. Cuando una población decide asentarse definitivamente en un lugar, se construye una especie de fortaleza contra ataques enemigos y defensa de las fieras, realizada con pilares, sobre el nivel del suelo: el palafito. También en el neolítico ya se comienzan a hacer construcciones de piedra y quedan rastros del dolmen: una laja de piedra horizontalmente apoyada sobre otras dos pilastras verticales.

    Luego, para la construcción de habitaciones interiores, se comienzan a usar piedras, y un invento importante: el ladrillo de arcilla, crudo y secado al sol, preferido a los cocidos, que se conocen también desde la antigüedad. El Génesis habla de ellos refiriéndose a la construcción de la torre de Babel.

    En Grecia, en el S. XV antes de Cristo, se encuentran techos cubiertos de tejas de arcilla. Y ya la choza ha evolucionado a una construcción de varios ambientes que dan a un patio, que a la vez tiene una puerta de salida al exterior. El patio resolvía la iluminación y la ventilación.

    El primer instrumento empleado en la construcción de los primeros edificios de cierta importancia en la antigüedad, fue la palanca, y el uso de cuñas de madera y escoplos de piedra y luego de metal. También se valían del terraplén.

    Asimismo desde la prehistoria se conocían los hornos para cocer ladrillos.

    Hacia el 1100 a .e.a., los egipcios ya conocían el nivel y la plomada. Antes, se pudieron hacer monumentos como las pirámides, esencialmente porque contaban con muchísima mano de obra que dejaba la vida en las gigantescas construcciones.

    Los griegos perfeccionaros esos rudimentarios instrumentos, y además lograron la roldana o rondana, importante para subir materiales. Y los romanos perfeccionan el aparejo, y las árganas hidráulicas y de viento, y los montacargas.

    Se han hallado restos en la zona mediterránea, de una sierra de mármol que data del siglo IV después a.e.a.

    Quizás dentro de la edificación de viviendas, lo que resulta de más lento desarrollo es el lugar destinado a servicios higiénicos.

    El arco se usó desde mucho antes, pero fue perfeccionado por los romanos, lo que dio lugar a importantes innovaciones en la estructura de las casas-habitaciones y en importantes obras públicas en acueductos y cloacas, lo que a la vez influye en la construcción de viviendas más cómodas. Además los romanos agregaron la huerta para la obtención de alimentos. En Grecia se ubicaba a las mujeres en habitaciones relegadas.

    Ya en Roma no aparece esta diferenciación, y de allí hasta nuestros días, las casas van evolucionando en confort y diseño interior, pero las bases fundamentales se mantienen, con diferencias propias de los criterios urbanísticos de cada época.

    Un caso particular lo representa el iglú, con una construcción circular con cúpula de bloques superpuestos en espiral y una ventana de hielo o tripa de animal.

    Recién en la Edad Media se comienza a utilizar el vidrio en ventanas. En la antigüedad se cierran sólo con postigos de madera o de piedra. Entre los romanos, también comienzan a usarse postigos de mica.

    En algunas casas de la antigüedad se realizaban pozos negros para tirar las aguas servidas de la cocina y el baño, y periódicamente se vaciaba. Pero no lo usaba la mayoría de las viviendas. En Roma se trató de canalizar hacia un curso de agua, hasta que llegó el sistema de cloacas (Las cloacas se comienzan a generalizar avanzado el siglo XIX). Pero el pueblo en general, no usaba esto.

    Los retretes de las casas consistían en dos zócalos donde se asentaba una tabla con orificio en el centro, y que llevaba al pozo negro. Se comenzaron a hacer retretes públicos, que eran una serie de asientos de piedra o mármol, no aislados entre sí, y rara vez ocultos por puertas y paredes, a la vista de los transeúntes. Incluso los baños privados tenían dos o tres asientos, por lo que las damas venecianas, hacia el 1700, para cubrir el pudor, usaban pequeños antifaces que estaban a ese fin colocados en un nicho del retrete.

    En el medioevo, los retretes se descargaban en callejones que había entre casa y casa.

    En París del 1700, un servicio regular se encargaba de vaciar todas las mañanas los recipientes de desechos físicos de cada casa.

    La escalera nació antes que las casas de varias plantas. Primeramente, en forma de peldaños esculpidos sobre un palo, colocado oblicuamente para ascender a cabañas cercanas a las subidas de crecientes de agua. Luego aparecen los peldaños de maderos horizontales atados a dos parantes verticales.

    Las escaleras más antiguas de Asiria y Babilonia eran de piedra o de ladrillos y se encontraban en el exterior de los edificios en forma de rampa, colocándolas para poder subir.

    En las habitaciones interiores se comienzan a usar en la antigüedad escaleras de madera. (Nidia Cobiella)

    ARQUITECTURA EN ROCAS EN OTRAS CULTURAS

    La arquitectura en la roca ha sido una práctica en diversos pueblos y culturas motivada casi siempre por las características propias de los terrenos donde se han ubicado los asentamientos humanos. Existen múltiples ejemplos de este tipo de arquitectura que han llegado hasta el presente. De ellos vemos a exponer algunos ejemplos de los cuales podemos deducir que el hecho de que una comunidad humana habite en cuevas horadadas e incluso naturales no presupone que dicho habitas no estén dotados de ciertas manifestaciones artísticas y dignas, alejadas del concepto que de troglodita en términos peyorativos vienen empleando ciertas culturas etnocentristas, las cuales indudablemente tuvieron también sus orígenes urbanos en este tipo de viviendas y en chozas rudimentarias.



    Petra, el enigma nabateo



    Según la historiografía más difundida la ciudad pétrea Petra se funda alrededor del siglo VI a.e.a., por árabes nabateos, una tribu nómada que se asentó en la zona y sentando los principios de un imperio comercial que llegaba hasta Siria. A pesar de los sucesivos intentos por parte del rey selaucida Antigonus, del emperador romano Pompeyo y de Herodes el Grande de tomar Petra para sus respectivos imperios, la ciudad seguía en poder nabateo hasta aproximadamente el año 100 d.e.a, cuando los romanos se hicieron con ella.

    Pero el peculiar asentamiento no fue habitado únicamente por nabateos. En At Beidha, se ha encontrado una aldea entera del 6500 a .e.a., y se sabe que fue poblada hacia el 1200 a .e.a., por edomitas -descendientes de Esaú-, famosos por su sabiduría, escritura, industria textil, la excelencia y finura de sus cerámicas, y su destreza trabajando el metal. El área era conocida entonces como Edom (rojo).


    Los nabateos emigraron hacia el interior de Edom durante el periodo Persa, obligando a los edomitas a trasladarse hacia el sur de Palestina.



    Sabían esculpir y tallar la piedra con una maestría admirable, pero no construían casas ya que vivían en cuevas sin ventilación, lo que les obligaba a salir continuamente de ellas a causa del humo que emanaban las lámparas de aceite. Construyeron infinidad de tumbas, algunas de ellas con disposición de triclinio, pero jamás se encontró en su interior ningún cuerpo. Todas las construcciones poseen una belleza y una mezcla de estilos clásicos que valió a los nabateos ganarse el título de "genios".


    Templos, tumbas, un teatro semicircular con una capacidad para unos 3.000 espectadores sentados y otros edificios se esparcen sobre 400 millas cuadradas, guardando en su seno aproximadamente 800 monumentos individuales que albergaron a unos 30.000 habitantes. Es precisamente esa genialidad la que más llama la atención, pues es incomprensible que dicha maestría constructora únicamente se vea representada en las fachadas de los templos. El más famoso de ellos es, sin duda, el Tesoro del Faraón (Khazneh al-Faroun), el cual aparece al doblar el recodo en que termina el desfiladero y que, como otros muchos monumentos de Petra, debe su nombre a los monjes que poblaron la zona a principios de la Edad Media. Sobre éste se han vertido infinidad de leyendas, pero la más curiosa es la que cuentan los beduinos: el objeto de piedra que lo corona, y que se asemeja a una urna, contiene el tesoro que Moisés trajo de Egipto. El recipiente presenta multitud de golpes y agujeros de bala debido a los fracasados intentos de apoderarse de las supuestas riquezas.



    El reino nabateo, que perduró cinco siglos, estuvo influido por los diferentes pueblos que inevitablemente tenían que pasar por su territorio. Babilonios, egipcios, romanos, griegos... todos aportaron algo a lo que más tarde se denominó arte nabateo.


    La arquitectura en Petra, cuyos principales rasgos reflejan lo que se ha dado en llamar el "orden Nabateo", es una manifestación tangible de la asimilación por parte de este pueblo. Primero los griegos y después los romanos supieron sacar partido de la ventajosa situación que ofrecían aquellos parajes desérticos.



    El arte fue lento en su penetración en Petra. Se puede notar una influencia babilónica, aunque muy escasa, en los motivos ornamentales de algunas tumbas. Hay algunos toques egipcios en la forma piramidal de los primeros sepulcros y en el encuadramiento clásico de las puertas de sus templos.



    Beta Gyorgis es una singularidad de la arquitectura ya que es uno de los pocos edificios del mundo cuya estructura ha sido prácticamente tallada a partir de una enorme roca, es decir, el edificio es una unidad sin ladrillos ni parantes de ningún tipo y pertenece a un escaso y selecto grupo de monumentos rupestres.

    Su origen es todo un misterio, en un principio se pensaba que había sido construida en el siglo XIII por expediciones de caballeros Templarios, teoría basada en que la estructura tenía forma de cruz. Sin embargo, su decoración, forma y estilo son muy similares a los hallados en los templos cristianos de los pueblos árabes por lo que hoy día, y tras grandes investigaciones, la teoría más fuerte indica que esta serie de estructuras pétreas en el norte de Etiopía fueron construidas tras varias expediciones de avanzada que salían desde Medio Oriente de las tantas que tuvieron lugar a la región en alguna parte del siglo XII. Esta teoría actualmente es la más apoyada ya que las civilizaciones árabes medievales contaban con un largo legado y conocimiento en la construcción de estructuras pétreas que se remontan al Imperio Persa, los Sasánidas y por supuesto la región de Palmira en Siria. De hecho cuando los romanos conquistaron parte de Medio Oriente llamaron a una de las regiones como Arabia Petraea -Arabia Rocosa- a causa de la gran cantidad de rocas y construcciones a partir estas halladas en la región. Por último, el gobierno de Etiopía trata de establecer al rey nativo de la región Gebre Mesqel Lalibela de la dinastía a Zagwe como responsable de la construcción de dichos edificios. (Anfrix 2008)



    Lalibela la creación de los once templos que fueron excavadas en la roca durante el Siglo 12.

    Una de las creaciones humanas más increíbles, ellas son un monumento perdurable a la fe en la Deidad. Este ingente esfuerzo realizado por un pueblo miserable en lo económico nos confirma que la miseria no es obstáculo para la explotación de los seres humanos por ciertas confesiones religiosas que, a pesar de que predican la humildad y el amor el género humano, no dudan en emplear los recursos disponibles en macra construcciones aún a costa del hambre de los fieles.

    Los Templos de Lalibela

    · Bet Medhane Alem - Casa del Redentor del Mundo

    · Bet Maryam - Casa de María

    · Bet Danaghel - Casa de las Vírgenes

    · Bet Debre Sinai - Casa del Monte Sinaí

    · Bet Gologotha - Casa del Gólgota

    · Bet Emmanuel - Casa de Emmanuel

    · Bet Mercurious - Casa de San Mercurious

    · Bet Abba Libanous - Casa de Abba Libanous

    · Bet Gabriel-Rufael - Casa de los Arcángeles

    · Bet Giorgis - Casa de San Jorge

    · La Capilla Sellassie - Capilla de la Trinidad.





    Los Templos rupestres de Ivanovo se encuentran cerca de la población de Ivanovo, a 16 kilómetros de la ciudad de Ruse, provincia de Ruse en Bulgaria.

    El complejo consta de un grupo de templos, capillas y monasterios que se encuentran tallados en roca; las primeras se encuentran a lo largo de las elevadas orillas rocosas del río Rusenski Lom, a más de 30 metros sobre el nivel del agua; este sitio es considerado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. El lugar data de aproximadamente el año 1320, en el que un patriarca de Bulgaria funda la primera comunidad monacal y a partir de entonces los monjes excavaron sus celdas, iglesias y capillas en las rocas, sumado un total de 40 iglesias y aproximadamente unos 300 edificios, muchos de los cuales, desafortunadamente, no se conservan en la actualidad.

    La fama de este complejo, se debe en gran medida a las muchas inscripciones antiguas y frescos de los siglos XIII y XIV que se conservan en cinco de estas iglesias y que son considerados ejemplos extraordinarios del arte búlgaro medieval; estos se pueden apreciar en la Capilla del Arcángel Miguel, el baptisterio de la capilla Gospodev Dol, la iglesia de San Teodoro y la de la Santa Madre de Dios. Asimismo son de gran importancia las inscripciones antiguas que también se localizan en muchas de las construcciones de este complejo, la más famosa de ellas, la del monje Ivo Gramatik, la cual data del siglo XIV.

    Son prácticamente innumerables los templos, monasterios, fortalezas y complejos de viviendas excavadas en las rocas que existen en orbe, para el lector interesado en el tema incluimos a continuación algunos lugares donde están ubicadas estas obras de arquitectura: Lalibela (Etiopía), Matmatah (Túnez), Fethiye (Anatolia), Bamiyan, (Afganistán), Monasterios Bizantinos de Meteora (Grecia), Santorini, Tumba Tracia (Armenia), Santuarios de San Cosme y San Damián y Virgen de la Peña (Huesca-España), Iglesias rupestres bizantinas en Bari, Massafa, Matera, Messina etc. (Italia), Alemania, Jerusalén (Israel), (Turquía), Gumusler, Myra, Manazan ,Zelve, Süme, Kaunas, Sudán, Dunhuang (China), Mogao, Longmen, Bezelik, Luojank, olon (Birmania), Bagan Taq, Bostan (Irán), Kermanshah, Meymand, Amanta, Isla Elefanta, Kart Vardzia (Georgia), Tbilisi (Macedonia), Vechi (Moldavia), Montescaglioso (Italia), Necrópolis de Pantica (Sicilia), Angio, Chateau de Breze, San Emilión (Francia), Santa Verena (Suiza), Newgrage (Irlanda), Tierradentro (Colombia), Isla de Pascua, Ellora Kanheri (India), Mahakali, Lomas Rishi, Mada in Salih (Arabia Saudí), Madera. Chihuahua (México), Uchisar (Capadocia).



    Fotografías:

    Pag. 4 Viviendas excabadas en la roca en Petra.

    Pag. 5 templos excavado en la roca en Petra y templo de Beta Gyorgis en Etiopía.

    Pag. 6 templo excavado en la roca en Gebre Mesqel Lalibela.

    Pag. 7 templo exvado en la roca en Ivonovo.

    Continuará:

    *De la Asociación Sociocultural Kebehi Benchomo

    Agosto de 2008.

    http://elguanche.net/Benchomo/arquitecturacanariapre1.htm

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  16. ARQUITECTURA CANARIA PRE-COLONIAL (II)



    Eduardo Pedro García Rodríguez *



    Cuevas viviendas en Europa



    Desde el Netherdal hasta ahora las cuevas han ejercido un atractivo sobre el hombre, es más que posible que a su alero se haya tejido gran parte de la historia y cultura del homo sapiens moderno.



    La piedra en una forma de urbanismo que tiene sus ventajas y su belleza especial además de un componente espiritual especial. Muchos monasterios de la Edad Media especialmente en Oriente se han construido por agrupaciones de cuevas. En su aislación y silencio y en el medio de la montaña es más fácil escuchar a la Diosa-Madre .

    La arquitectura subterránea también conocida por arquitectura enterrada, arquitectura excavada o arquitectura troglodítica. Es un subtipo de la arquitectura solar bioclimática aprovecha una tecnología para reducir la incertidumbre ambiental para seres humanos en el subterráneo (bajo tierra) más cerca a la superficie, donde pretende construir un refugio acogedor y duradero.

    Esta arquitectura se orienta hacia el sol y al aprovechamiento de los recursos que hay naturalmente en los alrededores del sitio elegido para la construcción: el propio suelo consolidado tal como esta. Se aprovecha mucho la inercia térmica para tener un confort térmico interior en la vivienda. Este tipo de arquitectura esta muy a menudo relacionado con la autoconstrucción.

    En muchas partes del mundo han sido por siglos formas tradicionales de viviendas, las cuevas. Particularmente en zonas de clima árido y calido, Palestina, Siria, Egipto, Libia, Marruecos, Canarias, Túnez Turquía y Afghanistán, y europeos Italia, Cerdeña, Francia, Yugoslavia, también en España como herencia amazigh. En este ultimo país, en los territorios que otrora fueran de dominio árabe-mazigio especialmente en Al-andaluz (Andalucía) hay pueblos enteros de casas cuevas-viviendas.

    Según los investigadores Luis Arias González y Juan José Andrés Matías: “Actualmente, las cuevas-vivienda constituyen en España un patrimonio arquitectónico muy apreciado por su originalidad y por los beneficios económicos que producen tanto su rehabilitación en sí como su, cada vez mayor, explotación y reconversión en alojamientos turísticos. La mayoría de ellas, restauradas convenientemente, ofrecen ahora en distintos puntos de Canarias, Andalucía, Levante, Aragón, Navarra, Castilla y León, Madrid y Castilla-La Mancha, todo tipo de comodidades que las han transformado en la imagen floreciente –y muy rentable- de un sistema hostelero alternativo que aúna la calidad más moderna con los aspectos ecológicos de moda –“construcción bioclimática”- y la pervivencia, a la vez, de una pintoresca tradición constructiva. Desde hace unas tres décadas, la alta consideración alcanzada por la cueva-vivienda ha puesto en marcha un peculiar proceso de “gentrificación”, es decir, que son ahora las clases sociales más altas quienes han revalorizado y transformado en lugares “chic”, zonas anteriormente sumidas en la depresión y el abandono. Pero, al margen de estos nuevos usos habitacionales privados, constatamos un renovado interés entre los mismos poderes públicos por sumarse a esta recuperación arquitectónica y cultural. Sin embargo, hasta los años 70, las casas troglodíticas eran consideradas en nuestro país un foco de poblamiento marginal y un sinónimo inequívoco de “subvivienda” o de infravivienda de la más baja estofa. Sus mismos ocupantes, las autoridades políticas del momento y el grupo de arquitectos y demás expertos en el tema de la habitación popular, coincidían al verter sobre ellas una inequívoca consideración peyorativa y despreciativa.” (Luis Arias González y Juan José Andrés Matías, 2008)

    Técnicas de excavación y tipos de cuevas horadadas

    Por lo general, se adaptan a la forma del terreno, siendo casi nula la preparación del mismo. Sin embargo, no hay duda que, a veces, en algunos sectores se observa un acondicionamiento previo antes de la excavación, principalmente de los accesos y entradas. Éste consiste en cortar verticalmente un sector del cerro, donde va la fachada, dejándole, rara vez, visera en la parte superior. A la vez, y lateralmente, se preparan dos planos triangulares que sirven de muros de contención y resguardan la fachada. Estos planos con respecto a la fachada forman casi siempre un ángulo superior a 90º. También se nivela el terreno frente a la fachada, formando una especie de plazuela que da amplitud a la entrada y sirve de desahogo a sus moradores. Los trabajos comunitarios de desmontes para arreglar los accesos los realizan los miembros de los linajes que allí viven.

    Cuando se excava una cueva, tanto si se hace horizontal como en foso (pe. Matmata), se acostumbra a utilizar la técnica del arco, consistente en trazar un arco de medio punto en la pared, desde el que se excavará de arriba abajo, penetrando un metro o metro y medio, espesor que se da a los muros de carga, de frente y lateralmente; luego se harán otros arcos sucesivos según se vayan horadando hasta conseguir la altura deseada. El arco, además de servir como referencia en la excavación, da seguridad a la misma.

    Pese a la variedad de técnicas usadas en la horadación de las cuevas, dos formas son las más generalizadas: a) las excavadas de forma horizontal y a ras del suelo del camino o sendero, tipo más frecuente; b) las excavadas en foso y a partir de aquí y a ese nivel se horadan las demás habitaciones.

    Desde el camino o sendero para llegar a la primera habitación se desciende mediante rampa o escalones. Este tipo es consecuencia de la poca elevación del cerro. Un cerro que tenga unos cinco metros de altura forzosamente habrá de excavarse en foso. Una y otra forma de excavación aprovecha intensamente el suelo, porque se hace en profundidad y perpendicular al cerro, excepto cuando se «sobaquea», es decir, se abre una habitación a cada lado de la primera. Estas habitaciones van dotadas de ventanas.

    La primera habitación es la entrada y sirve de acceso a las demás. La forma de esta primera habitación puede variar, así como sus dimensiones: las hay cuadradas, rectangulares, trapezoidales, ovaladas, etc. Por lo general presentan un techo con bóveda de medio cañón, con una altura en el centro de 2,5 m . a 4 m . y 1,5 m . a 2 m . en los arranques. El suelo se pica nivelado y si la arcilla es buena se le deja natural, fregándolo sólo con agua. En otras ocasiones, después de picado, se le echan de 3 a 4 cm . de granza de arena, encima se les da mezcla y luego se pone solería.

    Las cuevas habitadas en la Península Ibérica

    Hacia mitad del siglo XX España era la región con más cuevas habitadas dentro del ámbito mediterráneo y es muy posible que aún hoy lo continúe siendo. A principios de los años 60 eran 42 las provincias españolas que tenían familias viviendo en cuevas con un nivel de presencia muy diferente de unas provincias a otras. Dejando al margen lo que solo son situaciones excepcionales, la vivienda-cueva se extendía especialmente por Aragón, Navarra, País Valenciano, Castilla-La Mancha y sobre todo por Andalucía.

    A principios de los años 60 del siglo pasado Andalucía era la región de la Península Ibérica con mayor volumen de cuevas habitadas y ella sola concentraba el 49 por ciento de las familias que vivían en cuevas en toda España. A su vez, dentro de Andalucía la concentración de viviendas trogloditas era mayor en las provincias de Jaén, Almería y sobre todo en Granada, donde habitaba el 41 por ciento del total de familias trogloditas del país en dicha fecha.

    Extensión y alcance territorial

    En Andalucía el uso de viviendas excavadas ha estado presente en mayor o menor proporción en todas las provincias andaluzas, si bien en los años 60 del siglo XX tenían ya un carácter residual en las provincias de Huelva, Málaga y Sevilla, habiendo desaparecido en la actualidad en todas ellas. En Huelva y Málaga se utilizaron con carácter de provisionalidad por familias de pescadores. En la provincia de Córdoba se desarrolló un núcleo de cuevas habitadas, relativamente estable en torno al municipio de Iznájar, al pie de la Penibética y que, aunque muy disminuido, se mantiene en la actualidad.

    La provincia de Cádiz ofrece una situación similar a las anteriores en cuanto a significación mínima de la vivienda troglodita, aunque merece una atención especial, ya que este tipo de vivienda tiene aquí una tipología especial. Se trata de viviendas localizadas en el municipio de Setenil de las Bodegas, en la vertiente del Rio Guadalporcún, que aprovechan una hendidura tallada en la mole rocosa y cuentan con una parte subterránea y otra construida desde la oquedad hacia fuera con objeto de captar luz y favorecer la salida de humos. Se han calificado como viviendas semitrogloditas, por su carácter de vivienda parcialmente subterránea, pero no excavada. Algunas de ellas continúan habitadas y constituyen uno de los actuales atractivos turísticos del municipio.

    Hacia el Este, en concreto en las provincias de Jaén, Almería y sobre todo Granada las cuevas habitadas aumentan en número, a la vez que van uniformando su tipología. En la provincia de Jaén las cuevas habitadas en la década de los 50 del pasado siglo se situaban en gran número de municipios, enclavados en las vertientes del Valle del Guadalquivir y sus afluentes, especialmente en las del Guadiana Menor y el Guadalimar. Se trataba de alojamientos de pequeña superficie, muy deficientes, casi sin huecos al exterior; en suma, auténticas infraviviendas que han ido desapareciendo progresivamente. En efecto, el descenso a partir de esa fecha ha sido muy significativo, incluso en aquellos municipios de la provincia con una importante tradición de vivienda troglodita. Ése fue el caso de Jódar, sin duda el núcleo troglodita más importante de la provincia (él solo contaba con más del 25% de las cuevas habitadas de la provincia en 1900), habiéndose reducido su número a 11 en 1981 y a 4 en 1991. Actualmente subsiste en el barrio de la Serrezuela alguna habitación excavada a la que se ha adosado la casa que fue construida con posterioridad y que actualmente se utiliza como desahogo de la vivienda. Un uso residual, no propiamente residencial, también se mantiene en otros municipios de la provincia de Jaén que tuvieron cuevas en pasadas décadas. También es posible encontrar algún municipio con escaso número de cuevas habitadas, como es el caso de Alcaudete o Pegalajar, donde, además, se está impulsando el turismo rural en las tradicionales viviendas excavadas.

    Durante la segunda mitad del siglo XX su posición era la segunda en la escala provincial andaluza (tras la de Granada), si bien a principios del siglo puede que las posiciones de ambas provincias estuvieran cambiadas y quizás fuera Almería la provincia andaluza con mayor número de cuevas habitadas, que se extendían profusamente a lo largo de los La provincia de Almería ha constituido a lo largo del siglo XX un área con enorme implante de este tipo de vivienda y así lo han reflejado numerosos autores valles de los Ríos Almanzora y Andarax, llegando hasta la misma capital de la provincia). (Mª Eugenia Urdiales Viedma, 2003)

    Los mamatís

    La vivienda mas codiciada por el hombre mazigio (bereber) primitivo fue una cueva. En cuanto el ser humano consiguió vivir de forma estable en un mismo sitio, eligió la cueva como el mejor refugio que le ofrecía la naturaleza. Abrigada en invierno y fresca en verano, fácil de defender de los enemigos y de las fieras salvajes, a cubierto de las mas intensas lluvias y de huracanados vientos. Las cuevas, naturales o artificiales, fueron una vivienda muy apreciada por el hombre durante muchos milenios.

    Uno de los pueblos imazighen (bereberes) que durante milenio han excavado sus viviendas en la piedra caliza o arena arcillosa son los mamatís de Túnez.

    Hacia el oeste por el oasis de Gabes a 20 kilómetros se llega a Matmata, pueblo de casas trogloditas. Localizada en una pequeña cordillera, sus habitantes, en su mayoría beréberes, han construido las viviendas bajo tierra, excavando la arena arcillosa buscando temperaturas más agradables y constantes.

    Las cuevas habitación se disponen en círculo alrededor de un foso, con una profundidad de 10 metros , por lo que cuando uno se va acercando pareciera que nadie viviera por esas zonas.



    En los alrededores se encuentran otros centros de poblados de cuevas viviendas como Tijma, habitada por mazigios (beréberes) cuyas mujeres tienen el pelo naranja teñido con henna y tatuajes realizados también con este tinte.


    La ciudad de Matmata es la capital de los mazigios (Bereberes) de Túnez. Un antiguo pueblo aguerrido, que ha habitado en el norte del continente desde tiempos inmemorables, y que tiene muchos recuerdos - de los invasores fenicios, romanos, barbaros, arabes, franceses y otros tantos.



    Estos imazighen (Bereberes) llegaron a vivir en las ciudades construidas en sus tierras por los extranjeros, pero la mayoría de ellos abandonaron estas ciudades cuando los turcos quisieron cobrarles impuestos inmensurables y volvieron a las cuevas donde muchos de ellos habitan aun.



    Aparte de las cavernas, existían sus fortalezas - "ksares", donde se ocultaban protegiéndose de sus enemigos.



    Aun conservan su idioma, costumbres y tradiciones. Los jóvenes, como es usual, poco a poco se trasladan a las grandes ciudades. Pero entre los mas viejos se encuentran todavía aquellos que en la época del espacio cósmico del Internet viven aun en las casas de los trogloditas - cavernas. Claro que hay que admitir, que sorprende bastante, al ver cerca de la caverna una batería solar y antena de televisión, pues algunas casas subterráneas tienen electricidad.



    Las casas-cuevas, fueron ideadas hace siglos con el fin de esconderse de diferentes agresores, por eso es muy difícil encontrarlas en medio de los lomos.



    En las puertas hay dibujos de peces, huellas de la mano abierta (símbolos de oración a la Diosa Tanit ), símbolos que protegen al hogar de maleficios y atraen la buena suerte. En comparación con el calor que hace en el exterior el interior de la cueva es fresco.



    Las casas-cuevas suelen tener bastantes habitaciones. Vivir allí, es bastante confortable - en invierno no hace frío y en verano no hace calor.



    “Casas como estas ya no se construyen”, - “Tiempos atrás, cuando un hombre joven se casaba, se reunía la familia completa y todos ayudaban a cavar un nuevo hueco en la arena y construían así la casa a la nueva pareja de jóvenes”, afirman los habitantes más viejos del lugar.





    Hemos dado un somero repaso a las viviendas-cuevas en algunos países, viviendas que hasta no hace mucho tiempo eran vilipendiadas y condenadas, y sus moradores marginados por una sociedad prepotente que sólo valora la ostentación despreciando muchos de los beneficios que la naturaleza nos brinda en sus múltiples facetas, se dice que los antiguos era sabios y sabían vivir integrados en la naturaleza, mucho de cierto debe haber en este aserto cuando la actual sociedad del ocio y el consumo trata de rescatar para uso y disfrute de algunos privilegiados las antiguas viviendas trogloditas, algunas de las cuales han sido transformadas en villa y hoteles de lujo, debe ser cosa del ser atávico que todos llevamos dentro aún en esta era especial y cibernética.



    En las páginas precedentes hemos dado un somero repaso a algunas de las culturas que han desarrollado técnicas de excavación para construir templos, edificios públicos y viviendas en la roca en algunos casos similares a las que construían nuestros ancestros, en la páginas siguientes trataremos las construcciones canarias pre-coloniales y veremos que nuestros antepasados no sólo habitaban las cuevas en estado natural como insistentemente y de manera interesada nos vienen propugnando ciertos estamentos oficiales y oficialistas encargados de recrear según modelos etnocentristas la cultura primigenia canaria, pero antes, estimamos oportuno incluir algunos apuntes en torno a la geografía y orografía de Canarias, pues aunque parezca increíble, lamentablemente en pleno siglo XXI son muchos los jóvenes y no tan jóvenes que ignoramos nuestra realidad geográfica tanto como la histórica.



    Ello es debido a que tanto el sistema educativo español impuesto en Canarias como los medios de comunicación sociales españoles en las islas-que son casi todos, aún los autodenominados autonómicos- no dejan de bombardearnos artera y continuamente con mensajes subliminales dirigidos a alienar la mente de los ciudadanos. Frecuentemente estos medios tergiversan la realidad informativa empleando términos que aparentemente trasmiten la sensación al lector u oyente de un aparente despiste o desconocimiento geográfico, la verdad es que estos son perfectamente estudiados e impuestos por los jefes de redacción de los diversos medios de comunicación, verdaderos cancerberos de los dogmas emanados desde la metrópoli y de los políticos de servicio locales, así nos vemos sorprendidos con disparates como los siguientes; “En el Sur de Tenerife s ha inaugurado el hotel más moderno de Europa” “Fuerteventura es la isla del continente europeo que menos pluviosidad recibe al año” “Con las obras del nuevo dique semisumergido, el puerto de Las Palmas de Gran Canaria continuará estando entre los diez primero del viejo continente” “ “El tubo volcánico de la cueva del viento en Icod de los vinos es la gruta más larga de Europa.” “Arafo tiene el mayor número de pozos de nieve acreditados de toda Europa.” Y así, infinidad de estas interesadas incogruencias.



    Afirma mi amigo Bentakayse que “la palabra no es inocente” aserto con el que estoy totalmente de acuerdo. Decía un ministro Nazi de propaganda que una mentira por increíble que esta sea si se repite continuamente acaba siendo aceptada como verdad, y de esta técnica saben mucho los estamentos coloniales en Canarias, fruto ello es el hecho de que una gran parte de la población canaria tiene asumido como realidad incuestionable la falacia de que somos europeos y de que estamos situados físicamente en Europa.



    Geografía y Orografía de las islas Canarias



    Canarias es un archipiélago con una extensión de 7273 km2, (sin contar las Islas Salvajes, bajo administración portuguesa) situado en el Atlántico situado frente a la costa noroeste de África, entre las coordenadas 27º 37' y 29º 25' de latitud norte y 13º 20' y 18º 10' de longitud oeste (esta situación implica una diferencia de una hora entre Canarias y la península ibérica, es decir, en Canarias la Sol sale una hora antes.) La distancia a nuestro continente es muy pequeña, de tan sólo 95 km ., en el punto más próximo, si se compara con la que lo separa de las tierras europeas: 1.400 km .

    Está formada por siete islas mayores: Esero (El Hierro), Ghumār (La Gomera), Benahuare (La Palma), Chinech (Tenerife), Erbania (Fuerteventura), Tamaránt (Gran Canaria) y Titoreygatra (Lanzarote). Además del Archipiélago Chinijos (La Graciosa , Alegranza, Montaña Clara, Roque del Este, Roque del Oeste, Isla de Lobos, además de las Islas Salvajes las cuales como hemos dicho están bajo administración portuguesa.

    Por su origen y evolución íntimamente relacionados con la apertura y expansión del Atlántico Sur y el margen noroccidental del continente, el archipiélago canario no guarda ninguna relación con la evolución geológica de la Península Ibérica ni con Europa.



    Desde el punto de vista geológico, el archipiélago se encuentra situado en la zona magnética tranquila del margen pasivo africano. Su substrato es oceánico y se formó al separarse África de América a lo largo de un sistema de rift (la actual dorsal medio atlántica). Es un buen ejemplo de vulcanismo oceánico intraplaca de tipo alcalino.



    Origen:



    Se trata de una construcción volcánica edificada a lo largo de una dilatada actividad volcánica con emisiones de diverso tipo. Las islas se encuentran sobre la litosfera oceánica en el contacto entre ésta y la litosfera continental de la placa africana.



    Las formas de modelado de las Islas Canarias están influencias principalmente por las estructuras volcánicas, su litología y el clima. La combinación de los distintos factores ha dado lugar a una evolución morfoclimática especial, donde aparecen estructuras como calderas, barrancos, terrazas, acantilados, etc.



    El proceso de formación se inicia en el Mioceno, aunque el volumen principal de las islas emergidas se formó, en algunos casos, hacia el Plioceno, incluso en el Cuaternario.



    Sin embargo, las Islas no presentan la misma edad, dado que su formación no fue simultánea, sino que las dataciones efectuadas sobre las rocas superficiales aportan unas edades de entre 20 y 10 millones de años para las islas más antiguas Titoreygatra, Erbania, Tamaránt, y Ghumār (Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria y La Gomera ) y entre 10 y 0,5 millones de años para las más jóvenes Chinech, Benahuare y Esero (Tenerife, La Palma y El Hierro). De igual modo, hay que señalar, que cada isla es el resultado no de un único episodio eruptivo, sino que se ha formado por etapas o ciclos eruptivos relativamente cortos, separados por largos períodos de inactividad volcánica en los que actuó, tras la emersión del edificio insular, la erosión. En cada ciclo, la superposición de nuevos materiales extendía y elevaba los edificios insulares.

    Uno de los rasgos más característicos del relieve canario y que en primera instancia llama la atención, es la altitud que llegan a alcanzar los edificios insulares. A pesar de su reducido tamaño, el apilamiento de materiales que se ha dado a lo largo de su historia geológica origina estos ‘continentes en miniatura’ sobre el océano. Cada una de las Islas suele tener su máxima altitud en las zonas centrales, y a partir de ahí va disminuyendo hasta llegar al litoral. Titoreygatra y Erbania (Lanzarote y Fuerteventura) constituyen una excepción. Son las islas más bajas y llanas, cuyo relieve ha sido arrasado por la erosión durante periodos temporales más largos que en las demás, pues se trata de los edificios insulares más antiguos del Archipiélago. Esto también ha provocado que estas dos Islas sean tan áridas, ya que las nubes cargadas de humedad que traen los vientos alisios, pasan de largo sin provocar la precipitación de niebla o lluvia horizontal.

    Las mayores altitudes en Canarias están constituidas por el Teide en Chinech (Tenerife) ( 3.718 m , el pico más elevado de las islas), el Roque de los Muchachos en Benahuare ( La Palma ) ( 2.423 m ), el Pico de las Nieves en Tamaránt (Gran Canaria) ( 1.949 m ), Malpaso en Esero (El Hierro) ( 1.501 m ), Garajonay en Ghumār ( La Gomera ) ( 1.487 m ), Jandía en Erbania (Fuerteventura) ( 807 m ) y Peñas del Chache en Titoreygatra (Lanzarote) ( 671 m ).

    En la línea de Edafología, la profesora Inmaculada Menéndez en colaboración con profesores de la Universidad , de la de La laguna y de otros centros extranjeros, investigan sobre el polvo atmosférico procedente, en gran parte, del vecino Sahara, el mayor desierto a nivel mundial, y sobre las consecuencias de éste cuando se deposita en el suelo. “Analizamos su procedencia y trayectorias de viaje, la distribución de tamaños de las partículas de este polvo sahariano y su composición geoquímica y mineralogía”.

    Esta línea de trabajo es de gran interés debido a que se ha detectado que los suelos de Canarias tienen, en gran medida, un aporte de este material externo, el polvo sahariano. “Hay en concreto un mineral, el cuarzo, que está ausente en las rocas de las Islas, llegando exclusivamente con el polvo sahariano”. La profesora Menéndez comenta que, fácilmente, más del 30% del material que forma el suelo es de origen externo a las islas, llegando éste por vía eólica, como polvo atmosférico.

    Continuará.

    Imágenes capítulo II:

    Pag. 1: Mapa que expresa los dominios árabes-mazgios en la Península Ibérica.

    Pag. 3: Cueva vivienda en Granada, España.

    Pag. 5 Mujer matmatis moliendo grano. 2. Interior de una cueva-vivienda en Matmata.

    Pag. 7 Mapa de las Islas Canarias y parte del continente.

    *De la Asociación Sociocultural Kebehi Benchomo

    Agosto de 2008.

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  17. ARQUITECTURA CANARIA PRE-COLONIAL (III)



    Eduardo Pedro García Rodríguez *



    Los antepasados del hombre de Cro-Magnon provenían de África y gradualmente sustituyeron a los neandertales, probablemente por competencia ecológica. Los análisis de ADN neandertal hacen baja la probabilidad de que las poblaciones neandertales y Cro- Magnon hubiesen hibridazo, por lo menos de manera significativa.

    El origen de la especie humana moderna, Homo sapiens, está con probabilidad en África. Esto lo sabemos gracias a los trabajos de los genetistas Allan C. Wilson, Mark Stoneking y Rebecca L. Cann quienes compararon fragmentos de ADNmt (ADN mitocondrial) de 241 individuos. Los datos se ordenaban en un árbol que mostrase el menor número de pasos o cambios evolutivos (parsimonia). Los resultados mostraron que las secuencias trabajadas se podían agrupar en dos: las africanas y las no africanas.

    MC-09b.jpgEn segundo lugar las secuencias africanas mostraban mayor variabilidad entre si que las secuencias no africanas, lo que indicaban que las primeras habían tenido más tiempo para acumular mutaciones y por lo tanto son las más antiguas. Por otra parte las muestras genéticas no africanas eran más parecidas entre si, lo que indica que un grupo de humanos modernos salió de África y paulatinamente pobló Eurasia (Este modelo evolutivo se conoce con el nombre de Out of Africa o de "arca de Noé").

    Árbol genealógico de R. Cann, M. Stoneking y A. Willson. El árbol muestra un apartamiento entre las poblaciones africanas y las no africanas. A parte de esto se nota que las poblaciones africanas se establecieron hace mucho más tiempo que las no africanas. Esto indica que los humanos modernos se habrían originado en África y los distintos grados de divergencia indicarían el momento en que fueron colonizadas las distintas partes del Globo.

    Mucho más antiguos que los restos de Cro-Magnon (con 30.000 a 32.000 años) son los de nuestros ancestros africanos, los cuales están representados por los fósiles de Bodo, Eyasi, Ndutu, Salé y Broken Hill. Estos restos pertenecen al Pleistoceno medio africano y los paleoantropólogos los ubican en la especie Homo rhodesiensis. Esta especie fue contemporánea de la especie Homo heidelbergensis, solo que esta última vivió en Europa y dio origen a los neandertales.
    Con una edad entre 200.000 y 100.000 años encontramos fósiles con una anatomía más moderna, tales como los de los niveles superiores de Laetoli, Tanzania (Cráneo L.H. 18), Border Cave en Sudáfrica y el famoso cráneo de Jebel Irhoud I de Marruecos que presenta una capacidad craneal de 1305 cc. De hecho este último puede considerarse como miembro de las poblaciones que dieron origen al Homo sapiens. En 1997 el equipo del paleoantropólogo Tim White hallaron en Etiopía los restos de humanos de nuestra especie más antiguos. Su edad está estimada entre 154.000 y 160.000 años. (Ferney Yesid Rodríguez)

    Concretándonos más al norte de nuestro continente el antropólogo canario Francisco García Talavera recoge: “La existencia en el Norte de África de poblaciones blancas clasificadas inicialmente como caucasoides, ha dado píe a múltiples hipótesis sobre su origen.

    La primera evidencia del poblamiento humano de la región la tenemos en los yacimientos de Ternifine, Ain Hanech y Sidi Abder Rahman, con una antigüedad de 200.000 años, que fueron clasificados como Homo erectus (Newman, 1995). Pero es la aparición del Homo sapiens de Jebel Irhoud del Paleolítico Medio (Musteriense) (100.000-200.000 años B.P.) con características neandertaloides atenuadas que preconizan el tipo de Afalou, y del hombre ateriense (sapiens sapiens) de Dar es-Soltan (30.000 años B.P.) que para algunos es el eslabón intermedio entre aquellos y el hombre moderno de Mechta-Afalou, portador de la industria Ibero-Mauritana (19.000-10.000 años B.P.). Este último, junto a los protomediterranoides venidos de oriente con la cultura capsiense (10.000 - 5.000 B.P.), constituyen los dos tipos humanos que han dado origen al pueblo bereber, que esencialmente conforma la mayoría antropológica de la población norteafricana actual.” (F.García Talavera, 2002)


    De los primeros habitantes de Canarias



    Si bien los primeros cronistas de las invasiones y conquistas por parte de los europeos de las islas dejaron claramente expuesto el origen norteafricano de las poblaciones que habitaban el territorio, en siclos históricos posteriores conforme la metrópoli iba agudizando sus planteamientos centralistas y acultorizadores etnocentristas, comenzaron a surgir disparatadas teorías en torno a los pobladores originarios emanadas del sistema colonial, negando, tergiversando y confundiendo el incuestionable origen africano de nuestros ancestros al objeto de crear un sentimiento de ascendencia europea, más acorde con los planes de dominación política, económica, social, cultural y espiritual de la nación sometida, pues un pueblo inseguro de sus orígenes es más fácilmente dominable y explotable.



    Así, comenzaron a surgir leyendas y fábulas en torno a nuestros orígenes étnicos, en su mayor parte propagados por criollos de servicio, por ejemplo, algunos autores nos han trasmitido sin el menor rubor la idea de que nuestros antepasados eran los supervivientes de la mítica Atlántida, otros nos han supuesto una ascendencia española, no faltando quienes incluso afirman que procedemos de vikingos, en fin, ponen especial énfasis en atribuirnos cualquier procedencia europea con tal de que no asumamos la real, la africana. Otros, imbuidos por un aparente romanticismo nos han venido trasmitiendo la falacia de que todos nuestros ancestros guanches eran altos y rubios con los ojos azules y, claro, asumido, consiente o inconscientemente que es sí, cuando uno se mira en el espejo y se ve moreno y con ojos oscuros o melados, automáticamente entiende que no es guanche, cuando la realidad es que el antiguo pueblo canario-como el actual-estaba y está- compuesto de individuos rubios, morenos, altos, bajos, gordos y flacos, atléticos y canijos como cualquier otra sociedad humana.



    El interés por el estudio de la etnografía canaria por parte de algunos europeos no españoles comenzó a tomar cierto auge a partir de los siglos XIX y XX, entre los que destacaron George Glass, Boris de Sain Vicent, René Verneau, Sabin Berthelot etc., aunque justo es reconocer que también fueron grandes profanadores de los panteones guanches. A pesar de que algunos de ellos estaban profundamente influenciados por sus convicciones políticas o etnocentristas, nos apoyaremos en estos autores y en otros posteriores para tratar de dar una ligera semblanza de los primeros pobladores de nuestro territorio.



    LOS PRIMEROS POBLAMIENTOS DE LAS ISLAS CANARIAS



    En los milenios X al VIII a.e.a. las condiciones climáticas del Sahara eran semejantes a las de Centro-Europa, abundando la fauna y la flora, en las orillas de ríos y lagos habitaban grupos humanos de pescadores y recolectores. De estos grupos surgió una “revolución neolítica” según se deduce de los millares de yacimientos de grabados rupestres existentes en bastas regiones del Sahara, en los que se representan animales tales como la Jirafa; el Elefante; el León; el Hipopótamo etc.



    Estos yacimientos tanto de pinturas como de grabados rupestres están concentradas en la zona mesosahariana, principalmente en los grandes macizos montañosos del Hadrar de los Iforas, y del Hoggar, el Tassili-n-Ajjer o Tassili -n- Azyer, (que quiere decir “La Meseta entre los dos ríos”) con su prolongación Libia el Tadrart Acacus, el Tibesti y el Ennedi.



    Como queda dicho más arriba, en las zonas templadas se asentaron grupos humanos de los que surgieron estilizadas civilizaciones, alcanzando un considerable desarrollo en la época neolítica, teniendo su máxima expresión en el culto a los muertos. El interés por preservar los cadáveres de sus parientes ya denota una incipiente capacidad mágico religiosa, con concepciones abstractas de una posible vida en otro plano de la existencia.



    Los enterramientos, es una práctica muy extendida entre las sociedades norteafricanas que se remonta a la Prehistoria. En el Norte de África, las prácticas funerarias son dudosas en el Paleolítico pero están plenamente documentadas en el Neolítico. Modas y formas de enterramiento que gozarán de amplia pervivencia en todo el ámbito sahariano, manteniéndose en un principio en buena medida libre de las influencias púnicas, aunque más tarde una gran parte de estas sociedades avanzadas asumieron la cultura púnica a través de Cartago, tal como nos lo muestra la ingente cantidad de estelas funerarias dedicadas a la Diosa Tanit, (Astarte) y que afectaría al mundo mazigio continental que solamente empezaría a cambiar muy tardíamente con la imposición del Islam.



    La forma de enterramientos predominantes en todo el Sahara parece ser que es el túmulo. A estos túmulos los naturales, denominan aarrom al que se compone de un simple túmulo de piedras, en Canarias tienen sus paralelismos en La Rasca, Chinech, y radjen a la construcción turriforme de bloques. Los radjen pueden ser cilíndricos, denominándose en estos casos chuchet o con gradas que es lo que se conoce como Bazinas. (Pírámides de Chacona, Güímar, Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz,) Icod, en Chinech (Tenerife) así como los existentes en Benahuare (Isla de La Palma,) La Isleta en Tamarant Gran Canaria), esta última cuya base fue convertida en un nido de ametralladoras por el ejércitos español, etc.



    Generalmente estas construcciones funerarias o de observación astronómicas se emplazaban en lugares elevados, pequeños promontorios, o en las márgenes cortadas por la erosión uads. Puede aparecer uno solo, aislado, o formando agrupaciones (túmulos funerarios de Tamarant).



    En ocasiones estas Bazinas cumple con las funciones de mausoleos, monumentos para reyes y héroes y como observatorios astronómicos cuando están situados en determinadas elevaciones geográficas. Este fue el caso de un héroe legendario mazigio caudillo de los Âyth Wâryaghar, llamado Sidi Mahan (Majan) cuando murió lo enterraron en el punto más alto del macizo de Yabal Hmam, (Montaña de Palomas) le dedicaron un Igurramen (Murramen) que llamaron Mahan Dadda (Majano del Abuelo.)



    Igual sistema de enterramiento fue empleado con la heroína mazigia Tim Ghinat o Al Kahina, según la denominación árabe.



    Es sobradamente conocido y admitido el indiscutible paralelismo entre las culturas de los antiguos canarios con las del continente, con el Magreb y especialmente con la del Sahara región donde se produjo un gran movimiento de pueblos durante la prehistoria tardía y la protohistoria de África noroccidental, donde hubo una gran diversidad cultural y, al mismo tiempo, una gran movilidad de pueblos, algunos de los cuales poblaron las islas canarias en sucesivas oleadas y distintas épocas como ya hemos dicho, confirma este aserto el indudable origen común de la lengua y las distintas variedades dialectales de las islas con la lengua tamazight y sus diferentes dialectos hablados en el continente. En Tamaránt (Gran Canaria,) la cerámica pintada tiene un innegable paralelismo con otras norteafricanas de tradición mediterránea, que mantendrá la cerámica kabilia. Las cuevas artificiales presentes en todas las islas, y los graneros colectivos son también de tradición mediterránea, difundidas desde el Norte al Rif, Atlas Medio, Anti-atlas y Gran Atlas, siendo usadas en la actualidad. En Túnez, encontramos las casas semiexcabadas, y las cuevas horadadas en la toba, de inequívoco paralelismo con las casas hondas de Lanzarote y Fuerteventura, y la Cuevas Labradas de Tamaránt y Chinech.



    Los túmulos prehislámicos de los imazighen de gran difusión sahariana y surmagrebí tienen sus homólogos en los de Tamarant (Gran Canaria).



    Los artefactos líticos, cerámica, grabados alfabetiformes, estatuillas, definen el horizonte más reciente de la isla de Benahuare (La Palma), íntimamente ligado con el Sahara, por el contrario, otras manifestaciones más antiguas de cerámica, grabados, ciertos artefactos líticos y óseos tienen diversos paralelos norteafricanos. En Chinech, algunos de los elementos de la cultura material tienen clara similitud con comunidades magrebíes occidentales cronológicamente protohistóricas, tales como la cerámica y las espátulas.



    Titeroygatra y Erbania o Erbani (Fuerteventura), participan igualmente de paralelos imazighen ambientados en lo que pudiera ser el mundo indígena protomazigio. Los grabados rupestres de Esero o Hero (El Hierro), los podomorfos de Chinech, Erbania y Titoreygatra, y los alfabetiformes líbicos nos conectan aún más con el mundo mazigio, si bien los de tipo meandros, espirales, etc., especialmente los de Benahuare tienen paralelos en la fachada atlántica europea (Galicia y Portugal, Irlanda e incluso en las fachadas atlánticas del Norte y del Sur de América.)



    En cuanto al origen de los primeros pobladores de nuestras islas, si bien las fuentes historiográficas son unánimes al afirmar que los primitivos habitantes procedían de África, son bastante parcos en detalles, limitándose los más explícitos a decirnos que, por lo que frisan sus costumbres, y tanto en el hablar como en contar tienen, son como los de los moros.



    La mayoría de los investigadores modernos “oficiales” vienen situando los primeros asentamientos humanos en las islas en torno al siglo I a.e.a., si bien algunos van paulatinamente retrocediendo en el cómputo de tiempo, y los más avanzados los sitúan en torno al siglo I a.e.a., fecha que como veremos están totalmente alejadas de la realidad.



    Hace más de tres décadas cuando apunté la idea de la presencia fenicia en las islas, fui atacado y denigrado públicamente por determinados estamentos oficiales cuyos representantes esgrimiendo sus titulaciones académicas se habían autoerigidos en únicos interpretes de la cultura canaria, no admitiendo otras interpretaciones que las asumidas por el sistema. La idea a trasmitir a la sociedad canaria era -y sigue siendo en centros de educación oficiales y oficialistas, así como por la mayoría de los medios de comunicación sociales- la de que nuestros ancestros eran una sociedad anclada en un estado cultural correspondiente al neolítico. Como vengo sosteniendo desde hace tiempo, la realidad es que la antigua sociedad canaria debido al hecho de que en determinado periodo histórico Europa se vio sumida en una época de total oscurantismo como consecuencia del auge tomado por el cristianismo, el cual vaticinaba el fin inmediato del mundo, razón por la cual se abandonaron los avances técnicos en la navegación, geográficos, comerciales etc., que había alcanzado el mundo greco-romano.



    Como consecuencia de esta situación nuestro continente sufrió una serie de convulsiones políticas y económicas como consecuencia del derrumbe del imperio romano y, las islas se vieron aisladas durante el oscuro periodo de la alta edad media, por tanto, al verse privadas del aporte de manufacturas desde el exterior, nuestros ancestro tuvieron que adaptar su cultura material a los elementos que podían obtener del entorno natural -en las islas no existen metales factibles de ser transformados artesanalmente- la madera, la piedra, los huesos. Las pieles y algunas fibras vegetales.



    En cambio, los aspectos morales, culturales, sociales y espirituales alcanzaron un desarrollo muy superior al de los europeos de la época, tanto es así que muchos de sus aspectos continúan vigentes.



    Actualmente, un grupo de científicos de reconocido prestigio han abandonado los obsoletos parámetros en que se había enmarcado la historia antigua de Canarias y vienen investigando sobre la arribada a las islas de fenicios o libio-púnicos con fines comerciales y de extracción de materias primas, entre los siglos VI y V antes de la era actual, así como de las primeras arribadas poblacionales de otros pueblos procedentes del noroeste africano. Contrariamente a las teorías comúnmente aceptadas hasta la fecha, las cuales vienen admitiendo como inicio de los primeros asentamientos en las islas el siglo II de la era actual, asentamiento promovido según estos autores por Juba II de Mauritania, la realidad es que por esas fechas las islas ya llevaban siglos habitadas.



    Modestamente, compartimos el planteamiento de la presencia humana en las islas (especialmente en las orientales) desde hace más de 4.500 años. Las arribadas más recientes se producen como hemos dicho durante los siglos VI y V a.d.n.e., nos basamos para sostener esta afirmación en las observaciones de campo que desde el año 1996 venimos llevando a cabo en la isla de Tenerife, donde numerosos yacimientos de grabados rupestres nos muestran elementos gráficos de indudable origen libio-púnico y mazigio, los cuales son fácilmente contrastables con otros existentes en el continente, debidamente datados y documentados.



    Fuera de las rutas marítimas del Mediterráneo, el mar se hacía tenebroso, la navegación antigua estaba marcada por leyendas de monstruos que devoraban a las naves y marinos, leyendas terroríficas ampliamente difundidas por los pueblo de navegantes y fácilmente sostenibles debido a la superstición que embargaba a lo sociedades “cultas” de aquellos tiempos.



    Según las narraciones de la época los peligros eran prácticamente insuperables. Estas leyendas eran sostenidas por los pueblos navegantes especialmente los fenicios cartagineses y gaditanos, para mantener en secreto las rutas comerciales y las consiguientes fuentes de materias primas que explotaban así de manera exclusiva.



    No obstante, la necesidad de abrir nuevas rutas comerciales, a la búsqueda de nuevas fuentes de materias primas y esclavos o por descubrir nuevas tierras, incitó a algunos pueblos navegantes a emprender nuevas aventuras marítimas desafiando los peligros supuestos y reales que implicaba el adentrarse en mares desconocidos. Una de estas empresas fue acometida por el faraón Neko o Nekao, quien según Heródoto (IV, 42) decidió circunvalar África, tras abandonar la excavación de un canal que había proyectado entre el Nilo y el Mar Rojo, hacía el 600 a .e.a.



    Los egipcios mantenían excelentes relaciones comerciales con un pueblo conocido como “Los reyes del mar” –los fenicios-, así el faraón Neko confió la primera circunvalación del continente africano de que tenemos noticias a la pericia de los fenicios. La expedición debía rodear el continente con el encargo de regresar por el estrecho de Gibraltar, una aventura tan arriesgada que hubiese hecho desistir a cualquiera que no fuesen los fenicios. El mismo Heródoto dice que el persa Sataspes, con una tripulación egipcia, fue incapaz siglo y medio más tarde de hacer el viaje en sentido inverso, a pesar de que era su único recurso para conmutar la condena a muerte que le había impuesto Jerges, la cual finalmente, se ejecutó sin admitir excusas a su fracaso.



    El viaje sufragado por el faraón Neko duró tres años; los fenicios debían saber ya lo que se esperaba de ellos puesto que llevaron los medios necesarios para sembrar la tierra y recoger la cosecha; efectuaron un recorrido exclusivamente costero con dos escalas invernales, una, posiblemente al sur de Mozambique, y otra, en Senegal. Heródoto que no conocía la esfericidad de la Tierra y la posición del Ecuador, le pareció increíble que los fenicios afirmaran que habían hecho buena parte del viaje con el sol a mano derecha; siendo precisamente este dato el que da veracidad a todo el relato.



    Narra Heródoto que esta exploración había sido confirmada por los cartagineses, lo que puede referirse al famoso viaje de Hannón, contemporáneo de la época en que escribía el historiador griego.



    Veamos lo que la ciencia moderna recoge en cuanto a los primeros moradores de las islas, así el antropólogo francés René Verneau quien dedicó un amplio y documentado estudio en torno a los primeros habitantes del territorio canario, afirma un entronque de algunas de las primitivas etnias canarias con elementos egipcios, cuestión esta que también es asumida por Buenaventura Bonnet y otros autores como tendremos oportunidad de ver.



    “Sin ninguna duda, en la actualidad sabemos que, mucho antes de que Juan de Bethencourt abordase en Canarias, estas islas habían sido visitadas repetidas veces por poblaciones procedentes del norte del continente africano. Pero no siempre esas poblaciones se limitaron a hacer viajes de exploraciones y a devastar poblados. En varias ocasiones se establecieron en el archipiélago y entre la raza que poblaba antiguamente las islas y los recién llegados se realizaron cruces.



    De los pueblos que pudieron haberse mezclado de esta forma con el elemento canario antiguo, hoy sólo investigaré la raza sirio-árabe. Se la encuentra con frecuencia en Gran Canaria, El Hierro y La Palma. Incluso en algunos lugares había llegado a predominar considerablemente sobre el elemento guanche, que yo considero como el más antiguo.



    Las tres localidades en las que hemos encontrados sus restos están situadas cerca del litoral. Las dos únicas piezas que poseemos del interior nos ofrecen el tipo guanche. Es probable, pues, que allí se produjera lo que ha ocurrido en casi todas partes, como por ejemplo en Filipinas, donde la raza negrita primitiva se retiró a las montañas del interior cuando llegaron los invasores que se establecieron en la orilla del mar. Si esta hipótesis no es arriesgada, estaríamos autorizados a pensar que la raza guanche, que se conservó pura en el interior de la isla, poblaba todo el país antes de la llegada de los emigrantes que fueron a ocupar el litoral.



    Si en lugar de comparar estos últimos con los árabes, los hubiésemos comparado con los egipcios, hubiéramos constatado analogías igualmente sorprendentes e incluso algunos diámetros hubiesen coincidido con exactitud. También señalaremos una particularidad anatómica que se encuentra en Canarias y en Egipto. Quiero hablar de la depresión que existe detrás de la sutura coronal y que rodea el cráneo de una sien a otra, como si en este punto se hubiera aplicado una venda que hubiese comprimido los parietales. Esta depresión, aproximadamente constante en los cráneos egipcios, existe en todos los de San Juan de Belmaco, excepto en uno. Igualmente lo he observado en un cierto número de los de las otras islas que presentan el tipo sirio-árabe.



    Algunas particularidades anatómicas de los cráneos egipcios, como la depresión en la parte trasera de la sutura coronal, también se encuentran en los cráneos canarios del tipo sirio-árabe. Sin embargo, nunca se ha dicho que los canarios, ni tampoco los egipcios, hayan tenido la costumbre de deformarse artificialmente.



    Aliado de esta gente de tipo semítico, puro o mezclado, en cada isla vivían individuos que debemos considerar como pertenecientes a la misma raza que los guanches de Tenerife. Estos individuos se habían retirado, sobre todo, al interior de las islas, abandonando sin duda el litoral a los recién llegados.



    Los rasgos anatómicos concuerdan, pues, con los caracteres etnográficos que, hace dos años y medio, me permitieron afirmar la existencia de varias razas en el archipiélago canario antes de la conquista española. Lo que he dicho hoy nos muestra que los sirio-árabes vinieron a establecerse al lado de los guanches.” (René Verneau, 1996)



    Uno de los autores de principios del pasado siglo que abordó con cierta profundidad el origen de las últimas migraciones del continente hacia Canarias fue D. Buenaventura Bonnet, este investigador atribuye un origen ario a estos contingentes humanos. Sí bien algunos de los planteamientos expuestos por este estudioso han sido superados o clarificados por los investigadores actuales especialmente en algunos aspectos lingüísticos, dado mi afán divulgativo no me resisto a transcribir algunos pasajes de dicho trabajo pues considero que muchos de los temas tratados continúan vigentes, además de ser un trabajo muy avanzado para la época en que fue realizado y continúa siendo un referente para los actuales investigadores. Las citas son extensas, pero espero que sean de utilidad para los lectores que sienta un especial interés por conocer nuestros orígenes como pueblo diferente y diferenciado.



    Los arios en las islas Canarias



    […] Ya hemos visto en párrafos anteriores a las tribus arias llegar en su movimiento expansivo a las costas occidentales de Marruecos, y también hemos indicado la manera de vivir esas tribus, sosteniendo incesantes luchas, ora entre ellas mismas, ora contra los pueblos extranjeros que las rodeaban. El vigor de esa raza que se extendió por casi todo el mundo antiguo, el ardor de sus empresas, su carácter, y su espíritu de heroísmo, fueron consecuencias de su desarrollo precoz y de sus virtudes guerreras.



    Esto dicho, sigamos estudiando el movimiento de estos hombres.



    Descendieron por los valles del Sus y del Draa hasta las orillas del Atlántico, continuando su avance por la costa africana hasta el Cabo Juby actual, punto quizás, el más meridional de sus exploraciones.



    Desde las costa occidentales del África los arios se lanzaron al mar, obedeciendo a su fuerza expansiva, en busca de aventuras, o empujados por las guerras intestinas sostenidas por la posesión de los ricos valles de la Mauritania.



    Conociendo, como en efecto conocían, el arte de la navegación, bastó que se apartaran un poco de la costa africana, para enseguida divisar las islas de Lanzarote o de Fuerteventura, muy cercanas al continente.



    Desde ese momento preparose la expedición para reconocerlas y asentarse en las tierras recién descubiertas. Desde luego, nuestro conocimiento acerca de la forma y ocasión en que se verificó el establecimiento de los arios en nuestro archipiélago, no lo podernos precisar, pero en líneas generales podemos deducir que por los años 1150 al 1110 antes de Jesucristo debió efectuarse.



    Es indudable que las tribus arias al penetrar en las Canarias encontraron en el archipiélago una población troglodita perteneciente a la raza de Cro-Magnón con la que tuvo que luchar, hasta que se fusionaron en parte, o celebraron pactos respetando el territorio que ocupaban ambos y su mutua independencia.



    De las tribus que se arriesgaron a la empresa, la principal o directora del movimiento sería la de los Mahu-haria que antes de ahora hemos nombrado. La expedición partió del cabo Nun donde mueren las últimas estribaciones del Anti-Atlas y desemboca el Draa, puntos geográficos bien señalados para indicar una nueva ruta a pueblos emigrantes. Los invasores arribaron en las costas orientales de Fuerteventura por algunos de sus puertos, tales como el de las Lajas, Tegurame o el de Tuineje.



    Desde la costa los arias se desparramaron por todo el país construyendo ciudades o fortificaciones desde las que se defendieron no solo de los habitantes de la isla, sino también de las sucesivas oleadas de inmigrantes que el África arrojaba sobre ellos. La muralla que separaba a jandía del resto de la isla, tendría igual objeto que las fortificaciones ya nombradas, o sea el defenderse de sus enemigos.



    Estas construcciones estaban formadas de grandes piedras, muy bien trabajadas, perteneciendo al tipo llamado ciclópeo o pelásgico análogo al usado en Micenas y Argos, pregonando esto el origen ario de ambas.



    De esta muralla, dice el P. Abreu Galindo en su Historia, libro 1º, capítulo XI, página 33, edición de 1848, lo siguiente: “Estaba dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno desde donde está la villa hasta Jandia, y la pared de ella; y el rey desta parte se llamó Ayoze, y el otro desde la villa hasta Corralejo, y es te se llamó Guize, y partía estos dos señoríos una pared de piedra que va de mar a mar cuatro leguas”.



    Del nombre de la tribu Mahu -haria se derivó el de los habitantes del país, que aun hoy se conocen con la denominación de Majoreros. Abreu Galindo escribe Mahoreros; de suerte que la corrupción de esta palabra es evidente y su origen y derivación sin género de duda.



    A la vez el prefijo de la voz Mahu-haria, Mahu, tiene su origen en el vocablo Tamohu o T'mahu, con el cual los egipcios designaron algunos ramales pelásgicos de ojos azules y cabellos rubios que invadieron el Delta, y que en general significaba gentes del Norte porque dada la situación geográfica del Egipto y la del Asia Menor, esos pueblos invasores llegaban del Septentrión.



    De la unión de ese apelativo con la raíz, se formó el de Mahu-haria y por aspiración y debilitación de vocales, el de majoreros actual, que demuestra su filiación con los arios, o pelasgos, llamados también pre-helénicos.



    Por consiguiente, debemos aceptar que la invasión de esta isla (Lanzarote) se efectuó desde la de Fuerteventura atravesando el estrecho de la Bocaína que las separa unos 11 kilómetros, alcanzando tierra por el sur de Lanzarote, en la punta de Matagorda o en la de Pechiguera.



    La distancia entre ambas islas se acorta por existir entre ellas un islote o peñón llamado isla de Lobos de tres kilómetros y medio de extensión, que toma su nombre de los muchos lobos marinos que en otra época salían a la orilla a gozar del sol, de cuyas pieles se confeccionaban cintas para curar ciertas enfermedades; también este islote fué nido y refugio de piratas.



    El paso se facilitaba de una isla a otra mediante el peñón ya indicado, si bien no negamos que también llegaron directamente de África tribus arias, pero la afirmación de Abreu Galindo al decir: “Los naturales destas dos islas Lanzarote y Fuerteventura se llaman Mahoreros...” (Libro 1º, capítulo IX página 29) confirma nuestro aserto de que los Mahu-harias poblaron ambas islas.



    Asimismo, el nombre de Haría, raíz de la voz Mahu-Haria, demuestra la filiación que pretendemos establecer con las gentes que invadieron a Fuerteventura. Todos sabemos que Haría es el pueblo más septentrional de Lanzarote, que sería el punto extremo de las correrías de aquellos hombres, o por lo menos el postrer recinto fortificado de la isla.



    También hemos de hacer notar que el cabo o punto de Fariones, de Hario-nes, guarda similitud con las voces ya analizadas por nosotros, sin que pueda esto considerarse como meras casualidades, pues desde el punto de vista filológico están comprobados su origen como un hecho probado, si bien no se ha prestado a este estudio la importancia que merece.” (Buenaventura Bonnet y Reverón, 1925)



    Los canarios



    “De la costa africana partieron otros grupos o tribus que cayeron sobre las Canarias, saliendo del Cabo Juby en vez de efectuarlo por el de Non, punto aquel, el más meridional a que llegaron los arias en sus correrías.



    Esas tribus eran las de los Chahun harias, las cuales Plinio describe como sigue, hablando del Atlas: “Los que habitan los más cercanos montes llenos de elefantes y fieras y de todo género de serpientes, se llaman Canarios, porque el sustento es el mismo que el suyo y comparten con ellos la carne de las fieras”



    Aún cuando no opinemos de igual modo que el escritor latino acerca de la etimología de la voz canarios, su afirmación acerca de la existencia en el Atlas de esos hombres es de gran valor para nosotros.



    Desde aquellos montes, los Chahun- hanas o Kahun- hanas se fueron acercando a las costas de la Mauritania, hecho que acredita el geógrafo Ptolomeo al afirmar que existía en África un cabo llamado Chahun-haria extrema, o sea la última Canaria, cabo que corresponde exactamente con el actual juby, que debe su nuevo nombre al rey Juba; siendo este punto el más meridional de las excursiones arias, según hemos indicado, y confirma Plinio, al decir en el mismo capítulo citado: “Es cierto que está junto a éstos (los Canarios), la gente que los Etiopes que llaman Perorsos..., las denominaciones Mahu -.haría y Chahun-haria, designarían agrupaciones de tribus clasificadas por las posiciones geográficas que tenían en el territorio africano.



    Sabemos que el prefijo Mahu o T'mahu de la voz Mahu-haría, según los egípcios, significaba gente del Norte, en tanto que la voz, Chahun haria contiene asimismo un prefijo Cha o Ka que asimismo significa, lo más inferior, lo extremo, denominación que en el caso que estudiamos expresa claramente Gente del Sur o Meridional, como efectivamente lo eran los Chahun-harias con respecto a los Mahu. harias.

    Continurá:



    Imágenes:

    1.- Árbol genealógico de R. Cann, M. Stoneking y A. Willson.

    4.- Rey de Maxorata, Erbania (Fuerteventura)



    *De la Asociación Sociocultural Kebehi Benchomo

    Agosto de 2008.

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