Si no me equivoco, en esta foto contamos con la figura del Sr. D. Antonio Castro, a la sazón alcalde del Exmo. Ayuntamiento del Puerto de la Cruz y algunos otros miembros del consistorio municipal de la época. También les acompaña el popular presentador de TV. Kiko Ledgard, cuya presencia está justificada con motivo de alguna celebración que, treinta años después, me es imposible precisar.
D. Antº. Castro en el plano más próximo y con gafas
D. Antº. Castro en el plano más próximo y con gafas
SUPERCONFIDENCIAL ANDRÉS CHAVES
ResponderEliminarAntonio Castro García
1.- Pasaba de los 80 años; pero nada hacía presagiar un final tan inesperado. Murió repentinamente en el Puerto de la Cruz don Antonio Castro García , alcalde que fue de la ciudad norteña en la que nací. Era un hombre profundamente cordial, que jamás renunció a sus ideas. Bajo algunas expresiones enérgicas se escondía su bondad. Era hijo de don Antonio Castro Díaz , un industrial portuense que fabricó, junto al muelle, en la calle de Las Lonjas, refrescos y sifones. Los que se tomaban los turistas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta y nosotros, los chiquillos del Puerto, que le íbamos a pedir a don Antonio polos de hielo. Era falangista y me dio clase de Formación del Espíritu Nacional. Igual que ocurriera con otra gran persona, a la que quiero recordar y que felizmente leerá este artículo, don Francisco Suárez , delegado del Frente de Juventudes, supieron educarnos. No había nada de sectarismo en sus clases. Jamás les escuché pronunciar la palabra "rojo". Nunca. Defendían sus ideas con corrección y nos dejaban en paz.
2.- Puede que porque aquello era ya el tardo franquismo, o no tanto, nosotros fuimos niños felices con maestros así. A Antonio Castro le tocó administrar parte de la herencia política de Isidoro Luz , junto a hombres como Marcos Brito, Felipe Machado del Hoyo y Felipe Machado González de Chaves . Y mi propio padre, en sus años de alcaldía accidental. Dirigieron con mucho acierto un Puerto cordial y amable, que empezó a tirar con fuerza del carro de la economía insular en épocas económicas complicadas. Daba gusto pasear por una ciudad que nacía de nuevo, con la anarquía propia de los tiempos pero con un fondo de belleza incuestionable.
3.- Los ediles de entonces perdían dinero en el Ayuntamiento. No tenían sueldo; apenas unos gastos de representación. Hacían encajes de bolillos para sacar la ciudad adelante. Antonio Castro fue un hombre bondadoso, amante de su familia, íntegro. A veces la política nos distanció, pero siempre le guardé un gran respeto. Lamento mucho su pérdida y quiero testimoniar a su viuda y a sus hijos el sentimiento más sincero de pesar por su muerte. Les queda, nos queda a todos, su recuerdo, su forma de ver la vida, su sabio consejo y su exquisito talante personal. Un hombre del Puerto, que ya no podrá ver más -o a lo mejor sí, desde otro lugar- las luces y las sombras de la ciudad que contribuyó a crear. Siento muchísimo su muerte.