Me temo que esta hermosa fotografía ya no volverá a ocurrir. Y ya no volverá a ocurrir no sólo porque, como dije en cierta ocasión, la ola ya no volverá a ser la misma, las palmeras y el drago continuarán creciendo con el tiempo y el tiempo se habrá antojado distinto e implacable contra los seres vivos, contra nosotros, sino porque el convento de Santo Domingo no se merece haber sido mancillado de tal manera por un ridículo anuncio publicitario que ocupa todo el paño de una de las paredes más visibles del sobrio edificio en beneficio de un negocio que, en mi opinión, ya dispone de otros muchos canales de promoción como para alterar ahora el orden natural de lo establecido desde hace mucho más de un siglo (si no estoy equivocado).
Mi gran amigo José Martín ha tenido la amabilidad de advertirme sobre tamaña aberración y me hago cargo del dolor que le causa tan disparatado efecto porque, desgraciadamente, desde su puesto de trabajo, la visión que se tiene del convento y su hermoso entorno es muy parecida a la de la foto que ilustra este modesto comentario sin que ningún elemento ajeno a su propio contexto mancille gratuitamente la magnificidad de tan particular paisaje de tanto valor ecológico.
¿Acaso las autoridades responsables del cuidado del patrimonio artístico y cultural del Puerto de la Cruz habrán podido ser compradas en beneficio de una empresa que ya de por sí tiene una proyección publicitaria que medio mundo conoce y que se supone que, para que su negocio siga siendo rentable, no necesita unos pocos metros cuadrados de pared de un edificio tan emblemático?.
No es necesario que me lo digais; No es dificil adivinar quienes pueden ser los culpables de tal ultraje porque supongo que los responsables de tal delito contra el patrimonio cultural no se encuentran precisamente dentro de la gran empresa anunciadora sino, con toda seguridad, en el interior de alguna determinada dependencia del Exmo. Ayuntamiento del Puerto de la Cruz que, a la postre, son quienes hayan concedido el improcedente permiso, permitiendo con él llevar a cabo tan magnífica aberración.
A veces las cosas nos parecen cambiadas. Seguro que si ponemos en ese mismo lugar a un guanche de los que se cargaron los conquistadores nos dirán que qué pinta la casa esa en el risco ese desde el que ellos se ponían a ver el mar. Cada generación ve las olas de forma diferente y gracias a eso nos hacemos viejos y pensamos.
ResponderEliminarSeguro que si le quitamos el anuncio los jovenes nos dirán que qué hicimos.
Son como los toros de Osborne. Un signo nacional de un país raro y extraño.