En la madrugada del pasado miercoles, poco antes de amanecer, los gemidos y convulsiones de mi perro, que habitualmente suele dormir sobre un enorme cojín en el suelo de nuestra habitación, me sobresaltaron sobremanera. Preso de una horrible pesadilla, respiraba con tanta angustia que, sin dudarlo ni un momento, me ví en la obligación de despertarle suavemente hasta devolverle de nuevo a su plácida y confortable existencia.
Algunas horas más tarde, mientras desayunaba, pude saber que SOLO (así se llama mi perro) se habia sentido aquella noche desafortunadamente acorralado por una multitud de desaforados españoles quienes, lanza en ristre, trataban en vano de darle caza a la manera que lo llevan haciendo durante lustros con el inocente TORO de la DEHESA. El sensible menor volumen de SOLO si lo comparamos con el del TORO de la DEHESA habría jugado, por suerte, un factor determinante en su favor para salvar la vida ya que ,además, resultaba casi del todo imposible hacer diana en él dada la alta velocidad con la que el perro lograba escapar de sus feroces enemigos por lo que la cacería iba frustrándose y complicándo cada vez más para desgracia de los lanceros.
Cuando la persecución parecía a punto de alcanzar el climax y SOLO se encontró de súbito rodeado por la vociferante multitud que intentaba darle muerte, una muy oportuna abertura en la empalizada que acotaba las hectáreas de aquel coso rural donde pretendían consumar el sacrificio, le ofreció la milagrosa oportunidad de salir por fín huyendo a campo abierto justo en el momento en que yo le despertaba suavemente.
.
.
Lo que nunca podrá saber SOLO es que en su ausencia y en medio de la confusión general, las camisas blancas de los mozos comenzaron a teñirse de sangre mientras las lanzas se cruzaban salvajemente sin encontrar otra víctima que no estuviera entre ellos mismos. Sólo importaba la sangre y allí ya había mucha derramada. Las ancestrales tradiciones les cegaban de tal manera que todos, absolutamente todos, no dudaron ni un momento en entregar ese día su própia vida con el único salvaje propósito de perpetuarlas para siempre.