El Blog TERTULIA VILLERA hace referencia en el día de hoy a la simpática figura de JUAN "EL MARQUÉS" y por ello también yo quiero contribuir a ensalzar, más si cabe, su ya de por sí excelsa figura pública.
Es dificil que yo no conserve algún testimonio gráfico de gente tan popular de aquellas décadas en el Puerto de la Cruz. Juán "El Marqués" fue uno de esos casos especiales y que tanto llamaron la atención.
Se dan muy pocos casos como el suyo. La gente le atribuía un descarado desinterés por el trabajo pero esa opinión generalizada no le atañía en absoluto; no iba con él.
Juan no tenía la culpa de que el resto de los mortales de su entorno hubieran sacralizado el concepto de trabajo como algo digno de llevar a cabo desde edad muy temprana.
Es bastante probable que él creyera en aquello de que "el trabajo lo hizo Dios como castigo" y no se sintiera culpable de los pecados que muchos le atribuían desde su infancia.
Recuerdo, entre otras cosas, la amistad que le unía a la familia Santaella, que siendo natural de Santa Cruz pasaba largas temporadas en el Puerto de la Cruz.
Si hoy en día la televisión concede títulos de Princesa del Pueblo a cualquier señorita hortera, ¿porque arrepentirnos de haber calificado al guapo, elegante y educado Juan de Marqués del pueblo durante aquellas delicadas décadas de hedonismo general representado por él mismo?
Particularmente, creo que jugó muy bien su papel, con una dignidad y prestancia fuera de lo común por lo que, entre otras cosas, debemos hoy de estarle todos muy agradecidos por haber puesto su simbólico título nobiliario a disposición del mundo de la farándula, de la noche portuense y de las mañanas en Martianez
El Puerto de la Cruz necesitaba entonces una figura emblemática como la que representaba nuestro ilustre amigo ante la abrumadora mediocridad de algunos supuestos políticos, hombres de empresa, terratenientes especuladores, latifundistas siniestros, etc., etc.
Trató de poner en escena y con bastante acierto, determinados argumentos de la Comedia del Arte representando, -para empezar-, su propia farsa a la perfección y dando con ello indudables muestras de una sagacidad envidiable al poner en entredicho el valor concedido al trabajo cuando éste no discurre por los cauces vocacionales que serían aconsejables.
Por todo ello, ¡¡GRACIAS DE NUEVO, JUAN"
Por todo ello, ¡¡GRACIAS DE NUEVO, JUAN"
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