SIN DEMAGOGIA
Con frecuencia en los
telediarios del mediodía, entre
cucharada y cucharada, podemos ver revolotear por las aceras el hígado de una
persona, prueba inequívoca de que se acaba de cometer un atentado.
A continuación
contemplamos los arcenes de nuestras carreteras sembrados de restos humanos,
mineros sepultados o albañiles fuera del andamio.
En las
noticias del tercer mundo están los miles de niños muertos por hambrunas,
guerras o matanzas del dictador; los colocan como traviesas del ferrocarril,
jamás se ve el final. Cuando las moscas intentan lamer sus rostros, nosotros,
con sutil cobardía, como despistados mirando a la ventana, disparamos el mando
a distancia buscando sensaciones más placenteras y así comer el postre más
relajados.
En ese momento
sólo conseguimos disparar contra nuestra conciencia. La pantalla del televisor
debería quedar bloqueada para grabar en la retina de nuestra juventud el mundo
que le dejamos.
Al final
conseguimos conectar con los deportes. Algunos ciclistas parecen que toman
sustancias para ser más competitivos y
poder llevar a casa un jornal. Otros parados, que no tienen jornal, están
arrodillados en el césped de cualquier estadio implorando al cielo que su
equipo no descienda a segunda división.
Nervioso,
intento apagar el cigarrillo y consigo quemarme el dedo, me levanto y me doy
con el pico de la puta mesa, voy a caminar y pierdo la zapatilla, consigo
llegar al servicio y está ocupado. Sin razón me enfado con su inquilino. Llevo
los platos a la cocina y vierto el aceite por los suelos. Voy a la partida y
pierdo.
Espero buscar
la calma ante tanto desacierto leyendo el “Diario de Levante” que en titulares
dice así:”En la puerta del Mercado Central de Abastos de Valencia, un mendigo
apuñala y da muerte a otro de la competencia en disputa del puesto de trabajo.”
Al final llega
la noche, me acuesto, quiero dejar el día. Siempre hago mi análisis cuando el
olor de la almohada me quiere vencer. Recuerdo lo absurdo y superfluo de las
cosas. Amargamente me pregunto: ¿y la sensibilidad?
Los escenarios
tienen la misma respuesta, ¡el mundo va mal!
Existen tres
eslabones que concatenados en su actuación darían alguna solución:
Universidad-Trabajo-Política
Alexander
Ulianov decía en una de sus máximas que para ser útil sólo es necesario ciertas
cualidades en este riguroso orden:
1º Honestidad.
2º
Laboriosidad.
3º Entereza de
ánimo.
4º Inteligencia.
5º
Conocimiento.
A. Matilla
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