No siempre el Puerto de la Cruz, donde viví en mi adolescencia, presentaba el caracter de postal que todos los turistas esperan encontrar durante la eterna primavera de sus plácidas vacaciones. Algunas de mis intantáneas supieron captar los raros caprichos lumínicos con que la naturaleza nos obsequiaba a quienes como yo considerábamos que una metáfora de dramatismo se pudiera obtener al filtrarse la
cegadora luz a través del desgarro del cielo isleño, tan impropio de nuestras latitudes.
Allí estuve yo, captando desde el muelle, con mi Nikon F, aquel instante mágico y fugaz de la luz sobre la tierra, presidido por el baluarte de la nueva Plaza de la Constitución, lo que antes, simplemente, se llamara El Penitente
No hay comentarios:
Publicar un comentario