Hace sólo unos días que estuvimos en Tenerife y la figura de D. Manuel González López, de 84 años de edad, no creo que se me olvide para el resto de mi vida. Su vitalidad, generosidad y hospitalidad no tienen desperdicio.
Su mote, "El Coca-Cola", le viene dado porque trabajó toda su vida en la firma de refrescos que todos ya conocemos y a la que le debe, según sus propias palabras, todo lo poco que aún hoy le pertenece.
Sigue casado con la misma simpática y afable mujer que conoció de joven y a ella le debe mucho más todavía que a la COCA-COLA.
Nos reunió en un acogedor aposento dedicado todo él a sus pasatiempos favoritos; en especial a la música de la que es un eterno enomarado y allí desgranamos unas isas y folias; él con su magnífico timple y yo con una excelente guitarra también de su propiedad. Mientras, José de Dios filmaba el encuentro con una de esas nuevas tabletas de tanta memoria.
D. Manuel aprovechó la ocasión para advertirnos de que no fue delante de Guillermo Olsen la vez que escupió aquel brevaje oscuro que le ofrecieron en la empresa sino en presencia del entonces encargado D. Domingo Baute. Todo ello ocurría allá por el año 1953, año en el que marchó a Barcelona para aprender todo el proceso de fabricación, embotellamiento y distribución del producto antes de que se comercializara en Tenerife, cosa que ocurriría el 10 de Febrero de 1955.
La caja de veinticuatro botellas costaba entonces cuarenta y dos pesetas.
Desde Barcelona, ciudad que ya conoce antes que yo, le envio un cariñoso saludo y la promesa de volvernos a encontrar de nuevo el año próximo.
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