Estando de vacaciones en el
Puerto decidí cortarme el pelo en la peluquería de la que disponía el Hotel y
cuya propietaria, canaria para más señas, resultó ser vecina del Toscal y en
consecuencia conocedora de la suerte que habían corrido mis padres y
posteriormente mi hermano, todos ellos desgraciadamente ya fallecidos en los
últimos tiempos.
Como yo le dijera en broma que en
Santa Cruz circulaba en mi juventud una sentencia con la que se amenazaba a
cualquiera que se fuera a vivir al Puerto y que decía: en bocas del Puerto te veas, ella me refirió entonces una anécdota
que no tiene desperdició y que en parte ilustra y confirma dos virtudes
fundamentales de la manera de ser de los
portuenses: el sentido del humor para gastar bromas y la imaginación para
inventárselas; pero también para sufrirlas.
Al parecer, en la carretera
general y muy cerca del puente que salva el barranco y que conduce a La Dehesa, hubo en
un tiempo una barbería cuyo propietario solía gastarle a los clientes alguna
que otra broma que sin ser de aquellas que se denominan pesadas sí que conducian a situaciones
realmente extraordinarias. Esta es una de las muchas bromas de resultado más que
imprevisible.
-¿Qué va a ser?, -preguntó el
peluquero a su asiduo cliente y vecino.
-Corte de pelo, -contestó aquel.
-Oye, -preguntó el peluquero
mientras pasaba la máquina cogote arriba, -¿has visto ya la ballena varada en el
muelle?
¿Ballena varada?, -se extrañó el
parroquiano.
-Sí, muchacho, esta mañana
apareció en el muelle y está siendo la noticia del día, -confirmó el barbero con un
tonito de maliciosa credulidad.
-Pues acaba rápido, por favor, que me voy
p’allá a verla antes de que mi mujer se entere, -replicó impaciente el cliente.
Una vez hubo cobrado el servicio,
el barbero salió a despedirlo a la puerta mientras su vecino cliente se alejaba
apresuradamente carretera abajo en dirección al muelle. Una mueca de asombro se dibujó en el
curtido rostro del bromista.
-¡¡Se lo había creido!! -se dijo.
Se apoyaba desde hacía un rato pesadamente en la jamba de la puerta mirando la calle cuando de pronto vió bajar, con paso presuroso, un grupito de jóvenes desde el barrio de San Antonio en dirección al mar.
-¡¡Se lo había creido!! -se dijo.
Se apoyaba desde hacía un rato pesadamente en la jamba de la puerta mirando la calle cuando de pronto vió bajar, con paso presuroso, un grupito de jóvenes desde el barrio de San Antonio en dirección al mar.
-¿Pasa algo?, -casi les increpó el
peluquero.
-¿No te has enterado?,
-respondieron unas voces.
-¿De qué? ¿De qué tengo que enterarme?, -preguntó curioso
-Ha aparecido una ballena varada
en el muelle y vamos a verla, -afirmaron categoricamente algunos de los que iban algo adelantados.
El barbero volvió a sonreir, esta vez para sus
adentros, moviendo lentamente la pelada cabeza en uno y otro sentido.
No habían aún transcurrido ni
cinco minutos cuando desde la misma puerta el bromista observó que carretera abajo y
en la misma dirección un grupo aún más numeroso si cabe que el anterior le instaba a que se
sumara a la gruesa comitiva.
-Vente con nosotros a ver la
ballena varada del muelle, -gritaron casi al unísono.
No había salido aún de su asombro cuando un nuevo y enorme gentío seguía al anterior que, con gran algarabía bajaba cantando: la ballena
está varada matarile-rile-rile; la ballena está varada, matarile-rile-ron.
El barbero ya no pudo más. Le
habían asaltado tal cantidad de dudas al respecto que en un santiamén se desdibujó de su
rostro la media sonrisa con la que hasta el momento se había autocongratulado de aquella oportuna
ocurrencia que convenciera a su primer cliente del día a hora tan temprana. Los acontecimientos le habían desbordado de tal manera que, sin más preámbulos, desoyendo por completo los inútiles consejos que ahora le dictaba su propia mala conciencia, agarrando de un violento tirón la chaqueta que colgaba del
perchero, echó el cerrojo a la puerta y
se sumó a la nueva algarada para ir a ver él también, -confundido entre la multitud que no paraba de fluir, como un rio, en dirección al muelle-, la supuesta ballena varada de la que tanto se hablaba aquella hermosa mañana en todo el Puerto de la Cruz.
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