RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

sábado, 13 de agosto de 2011

¡¡Si Benedicto XVI nos viera!!

Por aquel entonces en casa carecíamos de agua corriente, cuarto de baño, gas butano, nevera y, por supuesto, televisión por no nombrar algunas otras cosas no tan imprescindibles entonces como, por ejemplo, espejos. Miento, sí que teníamos uno, de 13x18 cms. y que usaba mi padre para afeitarse en la cocina, un eufemismo para designar un habítáculo de madera donde mi madre guisaba en una cocinilla de petróleo sobre una mesa destartalada.

Sin embargo y pese a todo ello, hicimos la primera comunión con el grado de almirante. El uniforme era de un blanco impoluto, adornado en las bocamangas con unos entorchados dorados que designaban nuestra supuesta categoría en La Marina. Unos primorosos guantes del mismo color, calados, cubrían nuestras manos en las que sosteníamos un misal con tapas de nácar de cuyo interior sobresalía un rosario de cuentas también blancas. Del cuello, suspendido de un cordón trenzado dorado se balanceaba un diminuto crucifijo con fondo también de nácar. Del brazo izquierdo pendía un hermoso y gran lazo de blanco satén, delicadamente bordado con símbolos de nuestra recién estrenada fe cristiana. Calzábamos un par de zapatos nuevos, estrenados para la ocasión, asímismo blancos.

Creo recordar que el pontífice por aquellos años 50 era PIO XII

¡¡Si nos hubiera visto entonces el papa Benedicto XVI que ahora visita ESPAÑA!!

Nunca supe que mi padre asistiera a misa regularmente. Es más, creo que ni asistió a la iglesia para casarse; lo hizo por lo civil pero siempre que yo preguntaba por esas ausencias, mi madre respondía que como también trabajaba los domingos, desde muy temprano hasta muy tarde, le era prácticamente imposible; esa era también la razón por la que ella tampoco asistía. Trabajaban de sol a sol. Nosotros, mi hermano y yo, jamás nos planteamos si eran o no creyentes.

Hoy me parece una auténtica aberración que una familia que sufría todavía la  extrema pobreza que se desprendía de una posguerra de tanta crueldad tuviera que endeudarse, -como hoy se endeudan algunas novias casaderas-, para representar un papel ante el altar mayor de una modesta parroquia como era la de La Cuesta y con el agravante de que aquel espectáculo tenía mucho que ver con la liturgia y la fe católica que promulgaba nuestra Santa Madre Iglesia en perfecta connivencia con la férrea dictadura franquista de los años cincuenta.

Mi hermano y yo no tuvimos otra opción y fuimos obligados a abrazar  dicha fe,  virtud teologal que jamás nos convenció; ni siquiera con este disfraz de almirante que  nos parecía tan conmovedor. 

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