La imagen actual de mi querido amigo Alex Matilla no dista tanto de aquella otra del año 68 en el que cumplíamos el servicio militar en Hoya Fría (Tenerife).
Si entonces éramos unos simples cabos, hoy pudiéramos parecer, por nuestro buen aspecto todavía, unos generales, como mínimo.
Sin embargo para eso se necesita algo más que imagen y me atrevo a decir que a nosotros nos faltaba y creo que siempre nos ha faltado aquel espíritu; al militar, me refiero.
Esperamos y creemos que el ejército hoy es ya otra cosa: más humano, más democrático y mucho menos belicoso.
Como anécdota que ilustra perfectamente el carácter y la humanidad de Alex puedo constatar el duelo que tuvo lugar detrás del barracón de la 9ª Cía. entre mi amigo y un sin escrúpulos que cuando fue pillado por él vendiendo impunemente aspirinas a los reclutas recién llegados, vieronse obligados, por tal motivo, a batirse a puñetazos ante testigos para dejar muy claras las cosas que no consiguieran quedar antes sólo con las palabras. Alex no más necesitó un directo a la mandíbula en el primer asalto para que las aspirinas fueran luego repartidas gratuitamente entre todos los novatos. Cabe añadir que como cabo furriel que Alex era entonces, el incidente de las aspirinas le afectaba muy directamente.
Tan escasas eran las oportunidades de divertimento en aquel campamento, que todo el mundo lamentó muchísimo que el duelo hubiera acabado tan rápido y de aquel modo; justo en el primer asalto merced al contundente crochet de derecha propinado por mi gran amigo Alex.
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