He vuelto a tomar la costumbre de hacer bocetos con acuarela. Y todo por culpa de haberse estropeado mi máquina fotográfica y no saber que hacer sin plasmar una imagen aunque sea ficticia. De todos modos, se trata de un excelente ejercicio para mantener fresco el interés que siempre he tenido por la práctica del dibujo, al que siempre trato de regresar cuando, como en este caso, la práctica fotográfica no me lo impide.
Suelen ser bocetos muy rápidos, de ejecución casi automática, lo que me obliga a no pensar demasiado sobre los resultados inmediatos.
En este caso, sólo he sustituido el blanco del papel por un fondo neutro pero acorde con la tonalidad general del dibujo.
Suelo inventarme personajes que puedan servir para ilustrar algunas de las historias que me complazco en inventar. Les atribuyo determinadas cualidades éticas y mientras los observo detenidamente voy conformando la personalidad de acuerdo a la que me gustarían que se comportaran. A veces, sin embargo, se independizan de mi propia fantasia y actuan por su propia cuenta. En tales casos no me siento, en absoluto, responsable de sus cuestionables reacciones.
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