RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

jueves, 19 de abril de 2012

Que culpa tenía el elefante


Lo peor que puede sucederle a un elefante adulto es encontrarse en medio de la sabana con un cazador con tan poca vista como Juan Carlos porque su propio enorme volumen, -al del elefante me refiero,- ofrece un blanco mucho más visible y fácil que el de un simple conejo de campo aunque, personalmente, estoy totalmente en contra de la muerte tanto de uno como del otro, independientemente de la naturaleza de sus tamaños y condición.

Ese tal Juan Carlos ya habría tenido que acudir al oculista hace muchísimos años, cuando se produjo el trágico accidente que le costó la vida a su propio hermano además de cargar ahora sobre su conciencia el daño causado por arma de fuego en el pie de su nieto Froilán para el que no debería ser un buen ejemplo cinegético a seguir

Mientras al que no quiero tratar de monarca y del que, además,  no guardo ninguna lástima de su reciente lesión, su carísima afición a la caza a cargo del herario público le cuesta personalmente, tan sólo, una triple fractura de cadera; a mí, llegar a fín de mes como jubilado, me cuesta lo que se dice un auténtico ojo de la cara, lo que me parece, en términos clínicos, muchísimo más grave que lo suyo. Sin embargo, en cierta manera, me tendría que alegrar de ser así de tuerto porque por mucha afición que yo pudiera tenerle a la matanza de animales, ya me dirán ustedes que si el único ojo bueno que me queda lo necesito para guiñarlo y hacer pùntería, ¿qué puedo ver sólo con la cuenca del otro?.

El tal Juan Carlos, que se cree muy listo, me diría:

-Hombre, Zoilo, utiliza el ojo perdido para mantenerlo guiñado dentro de la cuenca  y con el otro, con el bueno, podrás ver nítidamente el objetivo a abatir.

 Y en esto no le faltaría razón pero lo que ignora quién es hoy monarca en contra de mi voluntad es el uso que yo me complazco en hacer de mi propia desgracia para que, ni por remota  casualidad, pueda llegar a aficionarme a eso que otros muchos como él defienden como deporte y que para mí  tan sólo se trata de una matanza fácil y gratuita (gratuita si prescindimos de lo que vale).

                                            


                                                       
                                                              LA CÁTEDRA DEL MONARCA (VACÍA) 







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