Hoy me he sentido en la obligación de romper una lanza en favor del indulto al TORO DE LA VEGA evidenciando mi total rechazo a semejante espectáculo de tortura en pleno siglo XXI.
Esta España negra de muerte, teñida siempre de sangre con cualquier pretexto, sea humana o animal y que nos remite sin remedio a encarnizadas luchas fraticidas en el 36 o a delitos de género cada vez más numerosos en nuestros dias, es incapaz de renunciar al martirio gratuito de un ser vivo de tanta arraigambre en nuestro pais como es el toro.
Pude ver en TV como el último toro lanceado esperó pacientemente echado bajo la sombra de un olivo el sosiego de una muerte definitiva después de tanto sufrimiento a manos de una barbarie enloquecida por una extraña sed de venganza dificil de explicar contra un animal indefenso y extenuado de cansancio.
Según algunos, tradición que se remonta a no sé cuantos siglos de existencia. Tiempo en que también la Inquisición conducía a la hoguera a todo aquel que discrepara de Roma. Sin ambargo para unos pareció razonable la abolición de tan abominable estamento religioso pero no tanto la de evitar martirizar a un toro adulto hasta su muerte violenta.
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