En relación con esas desagradables imágenes emitidas en Tv. de dos padres en Gran Canaria enfrentados entre sí a puñetazos mientras presenciaban un partido de fútbol infantil en el que jugaban sus propios hijos, debo expresar mi más enérgica repulsa y condena a sucesos de estas características, que considero más propios de sólidos energúmenos que de auténticos aficionados a cualquier deporte, incluido el fútbol.
Sin embargo, haciendo un análisis pormenorizado de dicho reprobable enfrentamiento y desde un punto de vista estrictamente técnico y a espaldas de cualquier consideración de índole moral así como al margen de toda reflexión ética, ésta pelea nunca debió haber tenido lugar. Y no debió de haber ocurrido a causa de las especiales condiciones en que la llevaron a cabo. Me explicaré.
Primero: Tras el supuesto insulto, el menos alto de los dos, el que queda frente a la cámara, retrocede tímidamente hasta subirse en el pretil que sujeta la valla y conseguir de ese modo una altura favorable que le permita propinar cómodamente a su oponente un cabezazo (en el argot: morrada, morrazo o morretazo) certero que desgraciadamente no conseguiría y haber zanjado así la pelea por sorpresa.
Segundo: Si no estás completamente seguro de cumplir tu objetivo, jamás debes de intentar infligir un cabezazo a tu adversario. Esta primera intención provoca en el contrario, sobre todo si es canario, una reacción sin límites al considerar que has pretendido golpearle por sorpresa (a traición) y que de haber logrado tu objetivo se hubiera visto fuera de combate en cuestión de segundos. Este drama en el que el adversario se cree víctima, resulta más que suficiente como para generar una violencia tan fuera de control como el caos que provoca un terremoto de magnitud 6,9 en la escala de RICHTER, que en realidad es lo que ha ocurrido.
Tercero: Cuando afirmo que la pelea no debió haber ocurrido nunca es porque doy por hecho que la diferencia de peso entre ambos contendientes resultaba más que notable. Pero eso no es todo; el más pesado, en mi opinión, aparte de los kilos que de por sí obraban en su favor, contaba además con una ligera ventaja añadida por cuanto parecía evidente que él mismo fuera conocedor de cierta técnica en la práctica del boxeo. A partir de que su adversario errara el cabezazo inicial, se desataría de improviso en él la furia suficiente con la que se dedicara de inmediato a lanzar una oleada tan rápida de crochets de izquierda y derecha, con tanto ahínco, que a la postre culminaría con esa especie de K.O. técnico, al parecer pactado entre ambos y con el que se saldara la vergonzosa pelea que, una vez finalizada, conduciría a su adversario a la clínica más próxima para tratar de recuperarse de las múltiples secuelas sufridas durante el sangriento enfrentamiento. Suerte que en Las Palmas no hay río, si no, la sangre, con toda seguridad, hubiera llegado hasta allí.
En cualquier caso, lo visto ayer en el partido de fútbol que enfrentaba al Sevilla con el Real Madrid, no ayuda mucho a intentar erradicar de una vez para siempre la violencia que se genera en los terrenos de juego. No creo que ningún jugador de cualquier deporte, se merezca el trato denigrante que recibió ayer Ramos por parte de sus paisanos
Los tiempos han cambiado mucho. Recuerdo que cuando éramos jóvenes y carecíamos todavía de la suficiente educación necesaria como para evitar los retos lanzados por nuestros adversarios de barrio, nos veíamos en el trance de no poder resistirnos a pelear y lo hacíamos simplemente por una cuestión de falso honor. Sin embargo, a nuestra manera y de común acuerdo, respetábamos unas reglas ya preestablecidas por las que estos enfrentamientos múltiples o individuales no desembocaban jamás en tragedia.
Con el tiempo aprendí de los cubanos una frase hecha que por simpática no deja de sonar a seria advertencia: "HABLAR BIEN CONSERVA LA DENTADURA"
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Sin embargo, haciendo un análisis pormenorizado de dicho reprobable enfrentamiento y desde un punto de vista estrictamente técnico y a espaldas de cualquier consideración de índole moral así como al margen de toda reflexión ética, ésta pelea nunca debió haber tenido lugar. Y no debió de haber ocurrido a causa de las especiales condiciones en que la llevaron a cabo. Me explicaré.
Primero: Tras el supuesto insulto, el menos alto de los dos, el que queda frente a la cámara, retrocede tímidamente hasta subirse en el pretil que sujeta la valla y conseguir de ese modo una altura favorable que le permita propinar cómodamente a su oponente un cabezazo (en el argot: morrada, morrazo o morretazo) certero que desgraciadamente no conseguiría y haber zanjado así la pelea por sorpresa.
Segundo: Si no estás completamente seguro de cumplir tu objetivo, jamás debes de intentar infligir un cabezazo a tu adversario. Esta primera intención provoca en el contrario, sobre todo si es canario, una reacción sin límites al considerar que has pretendido golpearle por sorpresa (a traición) y que de haber logrado tu objetivo se hubiera visto fuera de combate en cuestión de segundos. Este drama en el que el adversario se cree víctima, resulta más que suficiente como para generar una violencia tan fuera de control como el caos que provoca un terremoto de magnitud 6,9 en la escala de RICHTER, que en realidad es lo que ha ocurrido.
Tercero: Cuando afirmo que la pelea no debió haber ocurrido nunca es porque doy por hecho que la diferencia de peso entre ambos contendientes resultaba más que notable. Pero eso no es todo; el más pesado, en mi opinión, aparte de los kilos que de por sí obraban en su favor, contaba además con una ligera ventaja añadida por cuanto parecía evidente que él mismo fuera conocedor de cierta técnica en la práctica del boxeo. A partir de que su adversario errara el cabezazo inicial, se desataría de improviso en él la furia suficiente con la que se dedicara de inmediato a lanzar una oleada tan rápida de crochets de izquierda y derecha, con tanto ahínco, que a la postre culminaría con esa especie de K.O. técnico, al parecer pactado entre ambos y con el que se saldara la vergonzosa pelea que, una vez finalizada, conduciría a su adversario a la clínica más próxima para tratar de recuperarse de las múltiples secuelas sufridas durante el sangriento enfrentamiento. Suerte que en Las Palmas no hay río, si no, la sangre, con toda seguridad, hubiera llegado hasta allí.
En cualquier caso, lo visto ayer en el partido de fútbol que enfrentaba al Sevilla con el Real Madrid, no ayuda mucho a intentar erradicar de una vez para siempre la violencia que se genera en los terrenos de juego. No creo que ningún jugador de cualquier deporte, se merezca el trato denigrante que recibió ayer Ramos por parte de sus paisanos
Los tiempos han cambiado mucho. Recuerdo que cuando éramos jóvenes y carecíamos todavía de la suficiente educación necesaria como para evitar los retos lanzados por nuestros adversarios de barrio, nos veíamos en el trance de no poder resistirnos a pelear y lo hacíamos simplemente por una cuestión de falso honor. Sin embargo, a nuestra manera y de común acuerdo, respetábamos unas reglas ya preestablecidas por las que estos enfrentamientos múltiples o individuales no desembocaban jamás en tragedia.
Con el tiempo aprendí de los cubanos una frase hecha que por simpática no deja de sonar a seria advertencia: "HABLAR BIEN CONSERVA LA DENTADURA"
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jajaja!! es que los cubanos son sabios!!
ResponderEliminarbravo Zoilo, muy buen articulo!! tambien los futbolistas deberian dar ejemplo de vez en cuando!!
tu amigo Andres Noguer