De mi época infantil en la que de la mano de mi padre bajábamos desde La Cuesta a Santa Cruz en la exclusiva, mi memoria destaca a cuatro personajes de entonces y otros tantos bares de la capital donde, en ocasiones, al parecer coincidían todos ellos.
Corrían los años cincuenta del pasado siglo y ya teníamos radio en casa, de marca MOBBA, con onda corta incluida, de modo que por las noches, al conectar con Radio Club Tenerife, el nombre de SOMAR, a la sazón director de la emisora decana, me sonaba hasta entonces desconocido hasta que muchos años más tarde, ya con trece años cumplidos, acudiría de nuevo a mi memoria hasta tratarle personalmente durante una actuación en directo, un sábado por la noche, en un popular programa creado por él mismo y conocido bajo el nombre de Festival de las Estrellas. De ello trataremos al final porque aquellos bares míticos a los que he aludido anteriormente representaban para mí un misterio difícil de resolver. Sus nombres, entre los muchos que existían, los recuerdo todavía: el Águila, en la calle de Valentín Sanz, cerca de la Plaza del Príncipe, el Café La Peña y el Cuatro Naciones, en la Plaza de la Candelaria y, por último, el Atlántico, frente al mar, dónde me quedaba boquiabierto contemplando absorto el gran cuadro del Teide que presidía el enorme comedor.
Mi padre no se atrevía a entrar conmigo en ninguno de ellos pero desde la calle me señalaba discretamente a algunos de sus ilustres clientes a los que él, en alguna ocasión, había servido en la barra del Atlántico donde trabajaba como barman.
En cierta ocasión, al pasar frente a El Águila y sabedor mi padre de lo mucho que me gustaba entonces ya el dibujo, me señaló a MESA, caricaturista por excelencia de aquella época y que no sé por qué razón le encontré un enorme parecido con el pianista y compositor Agustín Lara. Me pareció un hombre taciturno y concentrado pero sus caricaturas gozaban de un ingenio y una gracia tal que me provocaban auténtica risa. No recuerdo con exactitud en cuál de ellos, aunque estoy seguro que en uno de esos cuatro bares señalados y, según mi padre, siempre ante un vaso de whisky, también pude conocer de vista a CROSITA. Recuerdo haber visto su nombre, -¿o era el de NIJOTA?- al pie de ciertas coplas canarias, editadas en forma de cromos que yo coleccionaba y cuyas rimas, siempre según mi padre, eran de su autoría. Si no me equivoco, aquellos cromos venían como regalo en el interior de alguna marca de tabaco que fumaba mi padre y que por citar una al azar, podría ser OVAL LUCHA, cuya cajetilla de color azul me llamaba mucho la atención no sólo por los dos luchadores representados en ella sino, además, porque los cigarrillos en cuestión no eran lo del todo cilíndricos que cabría esperar.
Por último, no quiero olvidarme de las pocas veces que asistí al Estadio Heliodoro Rodríguez López para presenciar un partido de fútbol de los de entonces. Cuando digo de los de entonces no quiero referirme a que el fútbol haya cambiado tanto con los años sino que la diferencia estriba hoy en el comportamiento de un graderío que sin PACO ZUPPO, dirigiendo a la afición desde el centro mismo del campo, antes del comienzo del encuentro, no sea capaz de entonar “a capella” el popular RIQUI-RACA del que todavía no he olvidado su onomatopéyica letra y que contribuyera a tantas tardes de gloria vividas del Club Deportivo Tenerife.
SOMAR nos citó en Radio Club Tenerife, en la calle Álvarez de Lugo de Santa Cruz, unas horas antes de que comenzara el programa para una prueba musical de audición en su presencia que avalara, a pesar de nuestra juventud, la supuesta profesionalidad que se nos atribuía como grupo. Interrumpió la pieza después de algunos compases y disculpándose por su injusta incredulidad nos citó sin falta algo antes de las diez de la noche, hora en la que daba comienzo el programa en riguroso directo y que nos catapultaría hacia la popularidad en todo el ámbito insular.
Corrían los años cincuenta del pasado siglo y ya teníamos radio en casa, de marca MOBBA, con onda corta incluida, de modo que por las noches, al conectar con Radio Club Tenerife, el nombre de SOMAR, a la sazón director de la emisora decana, me sonaba hasta entonces desconocido hasta que muchos años más tarde, ya con trece años cumplidos, acudiría de nuevo a mi memoria hasta tratarle personalmente durante una actuación en directo, un sábado por la noche, en un popular programa creado por él mismo y conocido bajo el nombre de Festival de las Estrellas. De ello trataremos al final porque aquellos bares míticos a los que he aludido anteriormente representaban para mí un misterio difícil de resolver. Sus nombres, entre los muchos que existían, los recuerdo todavía: el Águila, en la calle de Valentín Sanz, cerca de la Plaza del Príncipe, el Café La Peña y el Cuatro Naciones, en la Plaza de la Candelaria y, por último, el Atlántico, frente al mar, dónde me quedaba boquiabierto contemplando absorto el gran cuadro del Teide que presidía el enorme comedor.
Mi padre no se atrevía a entrar conmigo en ninguno de ellos pero desde la calle me señalaba discretamente a algunos de sus ilustres clientes a los que él, en alguna ocasión, había servido en la barra del Atlántico donde trabajaba como barman.
En cierta ocasión, al pasar frente a El Águila y sabedor mi padre de lo mucho que me gustaba entonces ya el dibujo, me señaló a MESA, caricaturista por excelencia de aquella época y que no sé por qué razón le encontré un enorme parecido con el pianista y compositor Agustín Lara. Me pareció un hombre taciturno y concentrado pero sus caricaturas gozaban de un ingenio y una gracia tal que me provocaban auténtica risa. No recuerdo con exactitud en cuál de ellos, aunque estoy seguro que en uno de esos cuatro bares señalados y, según mi padre, siempre ante un vaso de whisky, también pude conocer de vista a CROSITA. Recuerdo haber visto su nombre, -¿o era el de NIJOTA?- al pie de ciertas coplas canarias, editadas en forma de cromos que yo coleccionaba y cuyas rimas, siempre según mi padre, eran de su autoría. Si no me equivoco, aquellos cromos venían como regalo en el interior de alguna marca de tabaco que fumaba mi padre y que por citar una al azar, podría ser OVAL LUCHA, cuya cajetilla de color azul me llamaba mucho la atención no sólo por los dos luchadores representados en ella sino, además, porque los cigarrillos en cuestión no eran lo del todo cilíndricos que cabría esperar.
Por último, no quiero olvidarme de las pocas veces que asistí al Estadio Heliodoro Rodríguez López para presenciar un partido de fútbol de los de entonces. Cuando digo de los de entonces no quiero referirme a que el fútbol haya cambiado tanto con los años sino que la diferencia estriba hoy en el comportamiento de un graderío que sin PACO ZUPPO, dirigiendo a la afición desde el centro mismo del campo, antes del comienzo del encuentro, no sea capaz de entonar “a capella” el popular RIQUI-RACA del que todavía no he olvidado su onomatopéyica letra y que contribuyera a tantas tardes de gloria vividas del Club Deportivo Tenerife.
SOMAR nos citó en Radio Club Tenerife, en la calle Álvarez de Lugo de Santa Cruz, unas horas antes de que comenzara el programa para una prueba musical de audición en su presencia que avalara, a pesar de nuestra juventud, la supuesta profesionalidad que se nos atribuía como grupo. Interrumpió la pieza después de algunos compases y disculpándose por su injusta incredulidad nos citó sin falta algo antes de las diez de la noche, hora en la que daba comienzo el programa en riguroso directo y que nos catapultaría hacia la popularidad en todo el ámbito insular.
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