“El joven que conducía el flamante Audi negro aparcó precipitadamente junto a la acera y a través de la ventanilla abierta del vehículo llamó a voces a aquel hombre que le doblaba la edad y que, casualmente, acababa de entrar en la plaza del pueblo ignorante de todo lo que habría de ocurrirle a partir de aquel momento.
Cuando el septuagenario se hubo acercado, alertado por las voces, el conductor del Audi, dirigiéndose a él con marcado acento italiano le preguntó:
-¿No te acuerdas de mí?
-Pues, ahora mismo no caigo, -respondió dubitativo el hombre mayor-.
-Sí, hombre, haz memoria, -otra vez el joven-.
-No, lo siento, pero no recuerdo, -se lamentó el jubilado-.
-¿Qué hacías, a que te dedicabas en 1999-2000? -insistió el joven en perfecto castellano pero con marcado acento italiano-.
-Pues, trabajaba en el Ayuntamiento de Mollet, en el departamento de Parques y Jardines, -respondió de carretilla el jubilado-.
El italiano que hablaba con fluidez el castellano o, por el contrario, el español que lo hacía con simpático acento italiano encontraría al fin un resquicio por donde colarse en el pasado prometedor del viejo pero educado ex funcionario.
-Yo era, -dijo- precisamente, el que os servía entonces los fitosanitarios para los jardines. ¿Recuerdas?
-Ahora caigo, -respondió el jubilado más por educación que por la certeza de aquella dudosa afirmación.
Ahora le tocaba al italiano contar la evolución profesional que había logrado alcanzar desde que hasta el año 2000 distribuyera todavía fitosanitarios para jardines en Mollet. En estos momentos era brillante director de ventas de la famosa firma de ropa Armani (EMPORIO ARMANI) y precisamente hoy, día en que casualmente había encontrado a un afable colega de antaño, estaba dispuesto a regalarle una serie de trajes de muestras, traídos exprofeso para una exhibición en Montjuic y así celebrar de paso el nacimiento de su primer hijo habido con la hermosa esposa alemana con la que felizmente llevaba casado apenas dos años. Así se lo haría saber al ex jardinero.
Invitó al jubilado a sentarse en el asiento de copiloto del coche mal aparcado y, sin mediar palabras, extrayendo del asiento posterior hasta seis trajes, perfectamente enfundados y todos supuestamente de Armani, los fue colocando uno tras otro sobre las rodillas de su perplejo viejo amigo.
-Perdona, pero no es necesario tanto desprendimiento, -balbució el jubilado avergonzado. Al fin y al cabo ya no necesito trajes que lucir en ninguna otra ceremonia como no sea la de mi propio entierro, -concluyó con sorna el viejo-.
-Tranquilo, yo sólo te exijo un pequeño detalle en metálico con el que comprar a mi mujer un sencillo regalo de tu parte. Los trajes ya tienen un valor de más de tres mil euros y por quinientos o seiscientos que tú destines a la felicidad de la primeriza mujer de un amigo no sería en absoluto ningún despropósito, -argumentó con firmeza el italiano.
El jubilado ya no parecía ser completamente dueño de sí mismo ni de sus propios actos. Había sufrido tal coacción psicológica en tan corto espacio de tiempo por parte del italiano que, sin saber cómo, ahora se encontraba frente al cajero automático del Sabadell extrayendo de su cuenta los 600 euros que, mientras colocaba la tarjeta en la ranura, ya había pulsado en el teclado su joven e inolvidable amigo de antaño.
El italiano que decía llamarse Mancini, se guardó el dinero inmediatamente no sin antes depositar en brazos del jubilado los seis supuestos trajes de Armani de los que sólo dos serían de su talla y los cuatro restantes de tallas inferiores y por lo tanto inservibles. Ni que decir tiene que tampoco pertenecían a la prestigiosa firma Armani pero antes de que el viejo comprobara este preciso detalle, el italiano ya había huido con toda la pasta y a toda prisa a bordo de su flamante y rápido Audi negro.”
Nunca hubiera sido capaz de imaginar que mi ingenuidad pudiera haber sido tan excesiva y mi inocencia tan pueril. Hasta el punto de llegar a creer que todo lo que me estaba pasando hasta el momento era, en realidad, producto de la buena voluntad de alguien que conocía del pasado, que había prosperado felizmente en la vida y los negocios y que acababa de ser padre por vez primera. No cabe duda de que estoy perdiendo facultades………y dinero.
zoilolobo@gmail.com
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