RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

miércoles, 12 de julio de 2017

GENERACIÓN PORTUENSE (En la muerte de SUSO YANES)



Hoy me ha llegado la triste noticia de la muerte de SUSO YANES, -que aparece en la foto que ilustra el comentario-, uno de los hijos del que fuera conocido constructor en el Puerto D. MANUEL YANES BARRETO, propietario del HOTEL MARTINA en la Avenida de Colón, frente a Martianez.

En su día, hubo en el Puerto de la Cruz una generación completa de jóvenes a quienes el fenómeno turístico encandiló de manera muy especial. Me refiero a esa generación cuyos miembros habíamos nacido en las décadas comprendidas entre los años 50 y 60 del siglo XX y que, en mi modesta opinión, quedamos absolutamente atrapados por el oropel que suponía tanta modernidad inesperada en una ciudad nueva, que nunca dormía y que cuando nosotros lo hacíamos  era después de desayunar un bocadillo de caballa, a las seis de la mañana, en el minúsculo establecimiento de Juanito, puerta con puerta con el Bar Cayaya, frente al mar, sentados en los escalones de piedra, observando el flujo de las madrugadoras mareas después de una ejemplar noche de amor propio capaz de hacer cambiar el destino de nuestras rutinarias vidas y de olvidar las ancestrales costumbres como los lutos, las procesiones, los rezos para los empachos o el mal de ojo, etc. Los turistas ya no arribaban en barco; lo hacían en avión, en los llamados vuelos charter  y traían nuevas y atractivas costumbres con las que sorprendernos pero siempre el mismo destino preferido: PUERTO DE LA CRUZ.

Sólo allí se daba esa dicotomía tan severa y a la vez tan paradójica: por un lado la libertad que representaba el fenómeno turístico, venidos, la mayoría, de países con una sólida democracia ya plenamente arraigada en Europa; por el otro, el establecimiento a perpetuidad de una dictadura que se jactaba de una sobriedad religiosa y moral que ponía en entredicho las libertades conseguidas por aquellos que ahora no reparaban en gastos en viajar hasta nuestras costas de vacaciones y que aquella generación a la que me refiero y en la que me incluyo veía como paradigma de una España futura y mejor.

Es en este contexto concreto en el que se habrá que indagar debidamente para tratar de dilucidar como este fenómeno turístico afectaría, años más tarde, al futuro de una generación confundida, desorientada, perdida, -diría yo-, y cuyos valores quedaron en entredicho al enfrentarse violentamente a una colisión cultural para la que no estábamos debidamente preparados; ni social, ni moral, ni psicológicamente.

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