La mayoría de las veces, los artistas nos sentimos sumamente atraídos por acusados rasgos físicos de la personalidad humana que, por una u otra razón, llaman poderosamente nuestra atención. Es más, consideramos que determinada estética no se ajusta del todo a ese canon de belleza que también exige como respuesta una ética y una moral debidamente aparejadas. Tal es el caso del presidente de Esquerra Republicana de Catalunya, Oriol Junqueras.
Pese a sus kilos de más y a esa forma tan extraña de mirar, su manifiesta habilidad como político ha quedado debidamente demostrada en Cataluña, sobre todo, entre los miles de habitantes que abogan por una Independencia sin condiciones. Pero para ese otro numeroso porcentaje de catalanes en contra de tal independencia, Junqueras es conocido por el sobrenombre de porc senglar (en castellano, jabalí), precisamente por esa rara ubicación de sus ojos en el rostro además de su considerable peso y quién sabe si, también, por su domesticada aunque aparente peligrosidad. Sea como fuere, un determinado físico casi siempre es considerado por el ideal clásico artístico para jugar un determinado rol en la temática a representar por el artista tanto en el lienzo, como en el papel, la piedra o la arcilla, según convenga. De modo que, también, el Sr. Junqueras sería debidamente asociado en el séptimo arte como el más malo de la película.
Junqueras no lo ha tenido nada fácil en política porque él siempre ha sido consciente de que con un físico como el suyo sería mucho más difícil convencer a otros de sus auténticos propósitos políticos, haciéndolos pasar por nobles y, sin embargo, su contribución en el proceso soberanista catalán, a mi juicio, ha llegado a pesar mucho más que la del President Puigdemont y no precisamente porque sea más pesado en quilos que su colega sino porque su estrategia y supuesta demagogia política ha calado mucho más honda entre el numeroso electorado independentista y cogiendo por sorpresa al Gobierno de Mariano Rajoy.
Junqueras no lo ha tenido nada fácil en política porque él siempre ha sido consciente de que con un físico como el suyo sería mucho más difícil convencer a otros de sus auténticos propósitos políticos, haciéndolos pasar por nobles y, sin embargo, su contribución en el proceso soberanista catalán, a mi juicio, ha llegado a pesar mucho más que la del President Puigdemont y no precisamente porque sea más pesado en quilos que su colega sino porque su estrategia y supuesta demagogia política ha calado mucho más honda entre el numeroso electorado independentista y cogiendo por sorpresa al Gobierno de Mariano Rajoy.
Mi modesta contribución a la historia del arte popular catalán ha consistido en este dibujo a lápiz de Oriol Junqueras coronado con el ramo de flores regalado a mi mujer en el día de su feliz cumpleaños.
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