Aún me estoy recuperando de la muy agradable sorpresa que me produjo la visita de mi gran amigo Alex.
La última vez que nos vimos fue, -de pura casualidad-, en Madrid, en el año 1972 y aunque hemos mantenido una regular comunicación desde entonces a través de mi Blog y de algunos E-mails cruzados, no nos habíamos vuelto a encontrar desde entonces. Sin embargo, creyendo yo que sería su hija Natalia la que el viernes pasado y según su propio padre nos sorprendiera con su visita, ha resultado ser el propio Alex el que se ha tomado la molestia y la modestia de presentarse en casa tan de improviso y de una manera tan conmovedora que aún no nos hemos repuesto de tan feliz y emotivo reencuentro.
Durante estos breves días que hemos pasado juntos hemos reconstruido nuestras respectivas vidas desde que nos conociéramos, solteros ambos, durante el periodo del Servicio Militar obligatorio en el CIR 15 de Hoya Fría, en Tenerife, en el año 1968.
Ni que decir tiene que desde antes de conocernos ya nos unían comunes afinidades en lo social y en lo político y que nuestras respectivas existencias habían transcurrido por insondables oscuros caminos trazados por los golpistas; caminos que nosotros mismos iluminábamos validos sólo de nuestra mutua tolerancia, solidaridad, amor al prójimo y, ¿por qué no decirlo?: desprecio absoluto por la arbitrariedad de la, por fin, pasada dictadura y su vergonzosa inhumanidad durante los largos años de posguerra en los que nos tocó nacer (1946).
He tenido el enorme privilegio de fotografiar a mi entrañable amigo Alex en dos épocas bien distintas de nuestras vidas y en su honor he confeccionado este montaje fotográfico que marca la diferencia habida desde el año 1968 en que nos conocimos en Tenerife y el año 2017 en que nos reencontramos de nuevo en Barcelona.
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