Las ciudades habían
alcanzado ya tan increíbles cotas de miseria que en las comisarías de policía
habían aumentado, -sólo en el último año-, en un 80% las denuncias por robos de
bolsas de basura en las calles y plazas así como también en domicilios particulares.
Hasta tal punto que las familias mejor
acomodadas ahora eran denominadas por la clase media “comedoras de patatas” por
ser este el único alimento sólido del que podían en los últimos tiempos
permitirse el lujo. Para sobrevivir, algunas de estas se veían obligadas a
vender las mondas a sus vecinos más próximos y peor acomodados.
-¿Qué contenía la bolsa
sustraída? –preguntó el agente al padre de familia que formulaba la denuncia en
comisaría-
-…Pues, -titubeó afligido
un momento el denunciante- unas pieles de plátano marrones, media docena
aproximada de mendrugos de pan, algunas raspas de sardinas y un puñado de
castañas pilongas quemadas, señor.
-¿Y dónde había Vd.
conseguido todo eso? –preguntó el agente con la insidiosa curiosidad que
provoca la envidia mientras tecleaba con los índices las respuestas.
-Muy cerca de aquí, -se
apresuró a contestar el miserable ciudadano- en los sótanos del supermercado abandonado, junto al almacén de
la esquina.
¿Y cómo sucedió todo? –volvió
a preguntar el agente, enarcando ahora las cejas en tono interrogante aunque del
todo incrédulo-
-Dejé la bolsa un
momento en el suelo para atisbar en el interior de un contenedor de basura
junto a la acera cuando un joven tan miserable como yo y al que no había tenido
oportunidad de ver hasta el último momento……… Aquí lo interrumpió el agente
para preguntar de nuevo-
¿La recogió de golpe y
salió corriendo? ¿No es así? –remató la pregunta, sonriendo malévolo y acabando
él mismo con la respuesta esperada-
-Así es, -admitió resignado
el miserable.
-Bien, -respondió el
agente tirando del folio en el rodillo de la máquina y obligándole a firmar la
denuncia- No le prometemos absolutamente nada, -sentenció-. Pásese por aquí
dentro de una semana y ya veremos qué podemos hacer por usted.
Mientras recogía la
copia de la denuncia, el agente tuvo tiempo aún de esbozar un pésimo pensamiento
y dirigiéndose en voz alta al miserable mascuyó:
Eso os pasa por pedir
tanta puta independencia y tanta asquerosa república, coño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario