Anoche tuve una terrible pesadilla que muy bien pudo acabar en tragedia. En la desierta Plaza Mayor de Madrid donde sólo yo me encontraba en aquel preciso momento, un bravo toro de lidia había irrumpido en ella al galope y cambiando de dirección a cada momento intentaba localizarme, tratando de embestirme impunemente. Justo en el momento en que se me venía encima, desperté y aún no me imagino la razón por la que, de repente, me acordé de Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez se encuentra a punto de formar gobierno para el que, al parecer, ya tiene elegidos a los ministros que ocuparán las distintas carteras a lo largo de lo que resta de la que parece ser una muy movida legislatura. Gobierno que el PSOE ha llegado a alcanzar gracias, como todo el mundo sabe, a los votos favorables emitidos por independentistas y PNV, fundamentalmente.
De todos aquellos votos favorables al PSOE, los de PODEMOS en particular lo han sido, según parece, a cambio de nada, de ningún compromiso preacordado, lo que hace suponer que los socialistas se encuentren en deuda con los podemitas y terminen decidiendo, como mínimo, concederles aunque sólo fuera como favor, una única cartera ministerial en el seno de su nuevo gobierno todavía por decidir, cosa que a mí, particularmente, no me parecería una idea del todo descabellada.
En cuanto a los partidos independentistas catalanes y omito las siglas de todos ellos a propósito, no estaría de por demás que por parte del nuevo gobierno socialista, la mayoría pudiera beneficiarse de determinados indultos de prisión hasta que se dicte sentencia contra los implicados o, como mal menor, facilitarles la opción a un más que probable acercamiento de los encausados a cárceles de la Cataluña del Sr. TORRA.
Por último y también en virtud de los votos favorables emitidos por el PNV, reservarles a éstos, definitivamente, la partida presupuestaria concedida mediante acuerdos concretos y que ahora, al parecer, el PP estaría tratando de arrebatarles cómo venganza o, -al igual que les podría ocurrir a los políticos presos catalanes-, propiciar también un acercamiento favorable y definitivo de sus presos etarras a cárceles de Euskadi.
Ahora propongo un final feliz para mi sueño del principio: tras intentar lograr infructuosamente localizarme, el bravo toro de lidia, negro zaíno, abandonaría definitivamente y al galope la adoquinada Plaza Mayor sobre la que continuamente resbalaba en su agitada carrera, buscando el camino más favorable de la fresca dehesa más próxima en las afueras de Madrid.
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