RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

martes, 28 de agosto de 2018

ANIMALES EN EL ASFALTO

Una vez llegados de vacaciones al Puerto de la Cruz, la aventura que suponía para estos niños nórdicos montar por vez primera en los camellos de Lázaro consistía en toda una experiencia.

La presencia de animales en las calles del Puerto de la Cruz corrió a cargo, fundamentalmente, de los fotógrafos ambulantes de la época. Aún no habían salido al mercado los teléfonos móviles con objetivos incorporados, además de otros muchos aparatos digitales y muchos de aquellos fotógrafos brindaban a los turistas la oportunidad de ser fotografiados con un cachorro de león, un pequeño orangután o un papagayo de vistosos colores como si la fauna autóctona canaria consistiera también en eso.

Lázaro, sin embargo, ofrecía paseos por el Puerto de la Cruz a lomos de sus camellos por un módico precio, en ocasiones por sólo la voluntad. Y así se ganaba la vida, como casi todos, honestamente, pero a diferencia de los fotógrafos ambulantes de la época, Lázaro lo hacía gracias a un animal que en Canarias prestó siempre un gran servicio a sus propietarios en todos los sentidos: en el campo y en la construcción, además de en otras muchas faenas por entonces vinculadas principalmente a la agricultura.

Pero los burros también tuvieron su protagonismo en una ciudad que aún le costaba despegarse de ciertas tradiciones heredadas de los abuelos. Era el caso de la presencia de los lecheros y lecheras en el casco urbano que a lomos del animal transportaban grandes lecheras con el producto de sus propias vacas o cabras para vender a granel, puerta por puerta, en el Puerto de la Cruz y otros distintos municipios del entorno.

El impacto visual que representaba un par de camellos sobre el asfalto resultaba, a ojos del turista, casi grotesco porque el mismo Lázaro, ya de por sí, con su camisa blanca, eterna corbata y sombrero negros, no se correspondía precisamente con aquella otra romántica imagen que Laurence de Arabia había despertado en la imaginación de la mayoría de todos nosotros.

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