No era necesario telefonearles desde Cataluña. Una vez llegado al Puerto de la Cruz, me bastaba simplemente con asistir un lunes a media mañana hasta la terracita frente al mar de esa esquina prodigiosa que daba al muelle y que ofrecía el Bar CAYAYA para reencontrarme, como cada verano, con mis viejos amigos de juventud.
“Los lunes al sol” seguía siendo nuestro lema y fieles a una vieja tradición ahora perdida por las circunstancias, coincidíamos allí los de siempre: Aurelio Camacho, Paco Pérez, Defrosterus, Rafael Cobiella y en ocasiones Jesús Baixas que, como yo mismo, solía desplazarse en verano desde Tarragona con la misma finalidad que todos los demás.
Los nuevos tiempos y las circunstancias nos irán empujando de tal manera tierra adentro que nuestros encuentros se irán sucediendo sin remisión cada vez más alejados del mar que nos vio nacer y eso significa un mal augurio para un fantasioso como yo que cree firmemente que de tanto alejarme de la costa, acabaré, llegado el momento, cayendo sin querer al hoyo destinado para mí en algún recóndito lugar del interior de la isla.
Por eso creo que ciertos establecimientos como el de CAYAYA no deberían abandonar nunca a su suerte a todos aquellos clientes suyos que encontraron la senectud acudiendo cada lunes a su cita con el destino bajo el sol y frente al mar y donde, con el tiempo, hubiéramos encontrado la muerte plácida frente a un nítido horizonte atlántico y ante una espumeante jarra de cerveza fresca aún sin consumir.
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