Por fin despierto hoy del largo letargo sufrido como
consecuencia de los últimos hechos acaecidos frente a los tribunales
pertinentes de algunos de los responsables de los negligentes delitos de los
que se le acusan y que, sin embargo, niegan.
Sólo una de las negativas entre los distintos
acusados parece tener visos de verosimilitud en favor del fiscal general del
Estado, Álvaro García Ortíz, por cuanto la confesión emitida por Miguel Ángel
Rodríguez le exonera del delito que se le atribuye.
En cuanto a Alberto González Amador, -novio de Ayuso
y de lo cual no es precisamente culpable-, sí que lo es, sin embargo, del
enriquecimiento personal con el fraude llevado a cabo con las mascarillas
durante la terrible pandemia sufrida en España; a pesar de haberlo confesado
expresamente frente a los jueces que hoy le juzgan y cuyo acuerdo fue filtrado
a la prensa por el propio Miguel Ángel Rodríguez y no, como se especulara en un principio, por el
propio fiscal.
La prensa involucrada da también por hecho que las
supuestas filtraciones sobre dicho acuerdo con el fisco fueron llevadas a cabo
por personal ajeno a la responsabilidad que se desprende de las funciones
intrínsicas del señor Álvaro García Ortíz en su cometido.
Ni que decir tiene como se ha cebado el juez Peinado
en el caso que concierne a la esposa del Presidente, Begoña Gómez. Me decanto
por aconsejar al citado juez que si no quiere saber lo que vale un peine, sería
mejor para todos que abandonara su azarosa persecución en beneficio de su
futuro profesional, todavía nada asequible por el momento.

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