Pepe Reyes, cariñosamente apodado "el mago" por su procedencia del campo, era natural de la Villa de La Orotava. Altísimo, de cadera alta y piernas largas, de dos pisos, como decía Lelo. Rubio, delgado y bien parecido aparecía casi siempre embutido en su inseparable pantalón vaquero y calzando sus sempiternas botas cordobesas que le conferían un aspecto similar al del famoso actor Henry Fonda en algunas de aquellas entrañables películas del Oeste. Durante un largo tiempo le había perdido la pista. Al parecer residía por entonces en Italia donde había ido a parar en compañía de una joven y rica heredera italiana, hija de aristócratas, que había sido cautivada, al parecer, por el poderosoe atractivo de Pepe.
Cuando volví a verle se jactaba conmigo de haber vivido una auténtica vida de príncipe, con yate incluido, paseando, unas veces, en lujosos automóviles por Roma y navegando otras durante unos años por el Mediterráneo, el Adriático, etc., siempre en compañía de hermosas mujeres, aparte de la suya propia que de por sí era también muy bella, según las fotos que me mostrara.
La última ocasión que tuve de verle, se había asociado con Lelo en el negocio de alquiler de vehículos. Jamás me contó el final de su historia sentimental aunque yo tampoco se lo pregunté. Lo sorprendente es que aún continuaba caminando de la misma manera que lo hacía el actor Henry Fonda en cualquiera de sus películas.