A lo largo de este último año, exclusivamente dedicado como he estado a la creación plástica, me he mantenido, desgraciadamente, alejado de aquella otra disciplina que para mí formó parte de mi quehacer musical durante bastante tiempo de mi vida artística. Me refiero a la guitarra y, en particular, al repertorio que a este delicado instrumento le han dedicado artistas de la talla de Lauro, Guimaraes, Villalobos, Leo Brauer, etc., etc.
Pero siempre han acudido en mi auxilio y al rescate de tan bella disciplina mis queridísimos primos Luis y Javier, excelentes concertistas ámbos y eficaces asesores musicales, que jamás han permitido que abandone totalmente la interpretación guitarrística en favor de otras atractivas disciplinas como la pintura o la escultura que tampoco he rechazado.
Y ayer se produjo ese milagro de la mano, o mejor dicho, de las manos -(dos palomas volando sobre los trastes)- de mi primo Javier. De visita en casa con su familia, nos regaló los oidos con unas impecables interpretaciones de los compositores antes mencionados. Con una técnica depurada y un sentimiento alejado de los estereotipos al uso, Javier convirtió la lluviosa tarde de ayer en un paisaje de luz y color como él sólo sabe hacer.
De nuevo te doy las gracias, Javier, por sumergirme una vez más en lo más profundo de todo lo que de sí puede dar un instrumento como la guitarra.
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