Algo más alejados del litoral donde ya empezaban a aflorar ciertos núcleos de turismo todavía en ciernes, hacia el interior, hacia donde todo el mundo no quería vivir entonces como no tuvieras un trozo de tierra que labrar, la realidad resultaba bien diferente, dura en ocasiones pero que muchos no podían evitar debido a la extrema pobreza que acuciaba su entorno más inmediato. Ejemplo de aquella difícil situación lo representa el hábitat, la capacidad de numerosas familias en adaptarse a las condiciones pésimas del terreno para levantar por si mismas sus modestas viviendas que, en cierto modo nos recuerdan las populares favelas de Brasil.
Siempre que pude tomé fotos de aquella dramática realidad de posguerra que no empezaría a desvanecerse hasta bien entrados los años setenta, cuando la industria turística creaba cientos de empleos en la hostelería en beneficio de la mayoría de aquellos jóvenes del interior quienes atraídos por los decentes sueldos de entonces abandonaban sin pensárselo sus modestas viviendas de ladrillo para instalarse definitivamente en el litoral. Sus padres, sin embargo, en raras ocasiones abandonaban aquellas viviendas levantadas con su propio esfuerzo, de tal modo que con el tiempo, las incipientes favelas fueron también convirtiéndose en pequeños núcleos de población dotados ya de agua corriente y electricidad, escuelas y hasta Ayuntamiento.
Ha pasado ya tanto tiempo desde entonces que hoy ya no recuerdo con exactitud en qué lugar fueron tomadas algunas de estas fotos y en cualquier caso desconozco si aquel paisaje urbano que me invitó a tomarlas, habrá cambiado de tal forma que sería difícil de reconocer hoy.
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