A pesar de no residir en el Puerto, casi todo el mundo conocía a Nino, entre otras cosas, por ser el propietario de la boutique juvenil más distinguida y moderna de Santa Cruz. Sin embargo, por aquel entonces, hará ahora treinta años, no había noche del sábado en el Puerto en la que Nino no apareciera seguido siempre de una cohorte de atractivos jóvenes de ambos sexos ataviados con exquisito buen gusto y luciendo lo último en moda masculina y femenina. La puesta en escena, perfectamente estudiada, de sus entradas triunfales en las discotecas de máximo prestigio, no tenía parangón. En ocasiones, él se reservaba para el final de la comitiva. Entre tanto, el grueso del grupo avanzaba de forma indolente: ellas cimbreando las cinturas; ellos apoyando cada vez el peso del cuerpo sobre la pierna que no avanzaba, en un delicado pero momentáneo "contraposto". Y, cerrando el cortejo, el Gran Nino. Y así hasta que el numeroso grupo acababa desparramandose finalmente sobre los mullidos asientos que previamente habían sido reservados para tamaña ocasión.
La mayoría de las veces se valian solo de la apariencia porque lo que era gastar, gastaban bien poco. Sin embargo, el mimo que recibían por parte de los directores de sala para que formaran parte activa de la decoración del local no tenía límites y, aunque solo fuera por eso, lo cierto es que lograban beneficiarse del supuesto prestigio otorgado al lugar con su "glamourosa"presencia recibiendo a cambio, como recompensa, una fresca batería de apetecibles gin-tonics alternados regularmente con alguna que otra botellita de champán o de cava, invitación siempre de la casa.
La mayoría de las veces se valian solo de la apariencia porque lo que era gastar, gastaban bien poco. Sin embargo, el mimo que recibían por parte de los directores de sala para que formaran parte activa de la decoración del local no tenía límites y, aunque solo fuera por eso, lo cierto es que lograban beneficiarse del supuesto prestigio otorgado al lugar con su "glamourosa"presencia recibiendo a cambio, como recompensa, una fresca batería de apetecibles gin-tonics alternados regularmente con alguna que otra botellita de champán o de cava, invitación siempre de la casa.
Gracias por tu comentario. Por cierto tu pueblo otra cosa no, pero personajes pintorescos tiene y de sobra; ya no digamos en la política local
ResponderEliminarFrancamente sí, Carmen, pero hay que remontarse 30 años atrás cuando no existía más "política local" que la que tu sabes. Por eso eran tan pintorescos los personajes.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCarmen:
ResponderEliminarNo exagero con las crónicas. Así era el Puerto entonces; y mucho mejor si pudiera contarlo todo.
Firmo como ANÓNIMO pero soy Zoilo.
No se que le pasa a la entrada de comentario