RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

martes, 28 de abril de 2009

Ensayo sobre El Paraiso o al Este del Edén

AL ESTE DEL EDÉN
Modestamente, creo que el llamado Paraiso terrenal jamás llegó a existir.
A la mayoría de los mortales, la sola idea de la existencia del Paraiso se nos ha antojado siempre como algo infinito, muy remoto, irremediablemente inconmensurable, al que todos tendríamos el placer de pertenecer por entero pero que, desde mi modesto punto de vista, creo que sólo ha bastado con que, para disfrutar de él, Dios hubiera exigido a sus primeros habitantes una única condición como para que lo que entendemos por Edén no careciera de sus propios y restringidos límites en el espacio infinito. Si, tal como hemos escuchado tan a menudo, de alguien se dice que se encuentra al Este del Edén es más que probable que el resto de sus puntos cardinales también se hallen habitados por numerosos mortales, condicionados todos a disfrutar de él merced sólo a rigurosos pactos secretos entre si.
La ausencia de condiciones debería significar, por lo tanto y de por sí, el auténtico Paraiso; por esta simple razón, humildemente creo que, el verdadero, aquel al que yo siempre he aspirado, ese al que he estado esperando continuamente, ¡ese!, jamás ha existido.
Y si, tal como hoy lo entendemos muchos, es cierto que el Paraiso posee dimensiones perfectamente mesurables por cuanto además severas y múltiples condiciones, su estancia en él requiere entonces aceptar unas concretas e inexcusables que en la mayoría de los casos no deberíamos estar dispuestos a aceptar.
Los viejos valores han ido cambiando en la medida que también han ido cambiando las antiguas filosofías pero nunca para mejor. Del Paraiso de hoy ya no se expulsa, afortunadamente, a nadie por morder una fresca y substanciosa manzana como la del arbol del Bién y del Mal, pero tampoco por prevaricar, por defraudar, por mentir, por robar, por especular, por malversar, por calumniar, etc., etc.
Esa es la auténtica razón por la que en un espacio tan estrecho como el Paraiso actual, perfectamente delimitado, puedan darse cita, amparados en sus numerosos oscuros rincones, determinados sucios políticos, algunos viejos y corruptos magistrados, muchos y sedientos jóvenes empresarios, los sin-escrúpulos, los con-tapujos, et., etc., conspirando decididamente siempre en beneficio propio y protegidos en todo momento por la ancha manga que cubre la siniestra mano de Dios Todopoderoso.
Sin embargo y a pesar de todo, aún concibo ciertas fundadas esperanzas pues de siempre es bién sabido que en el lado opuesto de donde suele formarse un oscuro rincón simultaneamente se establece también un limpia, soleada y puntiaguda esquina dispuesta a penetrar, como un eficaz ariete, en lo más profundo de la estúpida condición humana. Y en esa esquina continuamos aguardando unos pocos nuestra cercana posibilidad.
Esta filosofía neo-capitalista tomó como ejemplo la aplicación de la única condición exigida por Dios a Adán y Eva para el disfrute total del Paraiso y en base a esa premisa tan ancestral, los nuevos filósofos mercantiles, instalados en los refrigerados santuarios de poder menos altruistas y más conservadores del mundo católico conocido han tratado, no en vano, de aplicar fácilmente aunque con otros distintos condicionantes a cambio no solo de nuestro ya popular minutito de Gloria particular, sino con la exigencia además añadida de todas las tasas materiales y morales posibles que estemos dispuestos a concederles pero ni siquiera ya por el disfrute del Paraiso completo sino por sólo una ínfima parte de lo que él representa y en la que incluyen también ahora, como prebenda tremendamente novedosa, el placer sexual indiscriminado que Dios les negara, so pena de expulsión, a nuestros primeros padres y que afortunadamente hoy ya no nos condiciona en la medida en que tanto les condicionara a ellos antes del mutuo atrevimiento, sabiamente por ámbos permitido, de degustar indistintamente tan delicioso manjar al que, como mínimo, todo mortal tiene perfecto derecho; como cuando en la era del Génesis; faltaría más.





3 comentarios:

  1. En mi opinion, el error está en "esperar el paraíso", cuando se nos ha dicho desde siempre que "hay que ganarlo con el sudor de la frente". Deberíamos intentar conseguir pequeños paraisos diarios a base de buscarlos en lugar de esperarlos, poniendo cariño, lealtad, generosidad y comprensión, entre otras virtudes. A menudo los árboles no nos dejan ver el bosque y nuestro espacio se torna tán pequeño que perdemos la perspectiva de las cosas y nos ofuscamos, lamentándonos, en lugar de valorar lo mucho que tenemos y lo poco que a veces hacemos para merecerlo. Carmen

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  2. Yo personalmente no he esperado nunca el Paraiso y en el caso de que existiera no creo merecerlo tampoco. Simplemente estoy rebatiendo su existencia; constatando lo que siempre nos han querido vender LA IGLESIA CATÓLICA y el MUNDO CAPITALISTA.
    Es por ahí por donde van los tiros.

    No se trata de un análisis personal.

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  3. EL PARAISO ES EL INFIERNO MENOS MALO.


    Sin embargo yo si creo en el infierno. Basta ver la vida, un telediario y vemos mayoritariamente un mudo sumido en el infierno. Hay mundiales, nacionales , autonómicos, provinciales, municipales , de barrio, calle , edificio familia y personales. Con lo cual los demonios siempre nos pueden estar tentando y circundando.

    El paraíso puede ser el infierno menos malo.

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