RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

lunes, 24 de agosto de 2009

FALSO SECUESTRO-LA APARICIÓN DE BRUNO JUAN (último capítulo)

BRUNO JUAN (falso secuestro)

Esta vez sí que me puse en contacto con la policia. El inspector jefe consideró oportuno ceñirnos al plan previsto entre los secuestradores y yo y, llegado el momento, los agentes actuarian contundentemente con la finalidad de recuperar a Bruno con vida.

El día señalado acudí a la cita prevista antes de hora. Llegué en taxí hasta un punto indeterminado del Parque de Montjuich y me adentré a pie, mochila en bandolera, en la verde espesura hasta el lugar previamente acordado. Enseguida me familiaricé con el entorno y decidí aguardar comodamente sentado hasta el momento en que hicieran acto de presencia los malditos secuestradores. La luna iluminaba el claro del bosque donde tendría lugar el intercambio y yo suponía que los agentes, antes de mi presencia en aquel sitio, ya habrían tomado no solo las medidas oportunas para intervenir en el momento preciso sino que, además, habrían también tomado posiciones estratégicas de forma muy discreta.

A las nueve en punto de la noche un monovolumen negro con los faros apagados hizo su lenta aparición en aquel claro bañado por la luna. Dos individuos, portando gafas oscuras sobre cuyos cristales se reflejaban sendas lunitas plateadas, descendieron perezosamente del automóvil y esperaron con suma tranquilidad mi titubeante presencia. Caminé con lentitud hasta el centro del círculo iluminado pálidamente por la misma luna y deposité con suavidad la mochila en el suelo; luego me retiré hasta el mismo punto del que había partido. Uno de ellos la recogió no sin cierta desconfianza y regresó de nuevo hasta el vehículo, caminando siempre hacia atrás sin perderme nunca de vista. Un ténue resplandor iluminó el interior del coche el tiempo indispensable de comprobar la autenticidad de los billetes mientras el otro continuaba inmóvil frente a mí. Su compañero volvió a salir del monovolumen asiendo por el antebrazo a un torpe encapuchado. Se alejaron del coche lo suficiente como para garantizarse mi no intervención en la huida dejando al secuestrado totalmente bañado en un espeso sudor e iluminado por la siempre pálida luz de la luna.

Cuando los delincuentes, después de abandonar a su víctima inocente, se disponían a emprender la huida a bordo de su negro vehículo, las fuerzas de seguridad, irrumpiendo de la profunda oscuridad por sorpresa lograron detener con suma facilidad a ámbos secuestradores. De súbito me precipité sobre Bruno y de un tirón le arrebaté de la cabeza la negra capucha que ocultaba su rostro pero el hombre que ahora me miraba horrorizado no se trataba, ni mucho menos, de mi gran amigo y paisano. Quedé muy sorprendido; totalmente decepcionado.

Mientras nos desplazábamos hasta la comisaría, el inspector jefe me aclaró aquella embarazosa situación.

Al parecer, Bruno en ningún momento había estado secuestrado pero aquellos delincuentes, aprovechando su profundo silencio y su tan larga ausencia vacacional, así me lo hicieron creer. El encapuchado de esta noche sólo se trataba de una víctima elegida al azar; un perfecto desconocido para todos que, creyéndole Bruno, garantizaría no sólo la entrega del dinero por su liberación sino que, además, el desconcierto creado con su presencia allí facilitaría el tiempo suficiente para llevar a cabo una exitosa huida.

EPÍLOGO:

Todos sus amigos sabemos hoy que Bruno ha regresado sin novedad de sus magníficas vacaciones pero durante su ausencia hemos sido víctimas de la desmesurada ambición de unos desalmados delincuentes que, por fín, para alivio de todos nosotros, ya descansan entre rejas.

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