Estos otros ya no son tan niños como los anteriores pero en común tienen lo que todos los amigos de cualquier pueblo marinero practican a esa edad, el amor por la mar y la fraternal amistad.
Se trata de adolescentes que han sido sorprendidos en comandita por el objetivo de mi cámara. Yo diría que se encuentran en su medio ambiente natural. Siempre les envidié esa familiaridad con la mar que yo no tuve. Mi infancia transcurrió a más de ocho kilómetros del litoral de Santa Cruz, en La Cuesta.
Esta numerosa camada es probable que sí rebase hoy los cincuenta años pero mi objetivo, trayéndolos aquí, es que intenten reconocerse a esa edad, cuando todo parece posible.
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