Casualmente, el pasado 7 de Abril de 2017, se publicó en este mismo diario, en el apartado de OPINIÓN, un breve artículo mío sobre la corrupción política bajo el título de ESPERANZA, ESPERANZA y que ya presagiaba el devenir de los últimos acontecimientos en materia judicial acaecidos esta misma semana y en los que, además, se vería envuelto el que fuera en su día mano derecha de la ya ex presidenta de la comunidad de Madrid, la Sra. Aguirre. Ello demuestra, precisamente, que nada es casual cuando se trata de corrupción en el seno de la más que sospechosa clase política de este país. La cantidad de delitos que se le atribuyen a Ignacio González es tal que difícilmente se puede admitir que haya obrado del todo en solitario.
Llevar a cabo todas las complicadas operaciones realizadas en relación con la compra de otras empresas del sector en el extranjero por parte del Canal de Isabel II lleva consigo, a mi juicio, tal infraestructura de organización criminal que, difícilmente, podría atribuírsele a un único cerebro, máxime, si el tamaño de éste se reduce al del tamaño del de una rana de las que tanto desprecia Esperanza Aguirre. Por consiguiente, resulta más que probable que Ignacio González se acoja a colaborar con la Justicia en beneficio de su más que probable condena y nos descubra, por fin, el tremendo fraude alcanzado por una trama de corrupción que, en su caso, pasa por la adquisición ilícita del ya conocido ático de Marbella hasta su posible implicación personal en la gestión de la empresa de aguas públicas Canal de Isabel II.
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