RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

jueves, 27 de abril de 2017

NEGOCIOS ILÍCITOS PERO MENOS SUCIOS

Emulando a ciertos políticos corruptos he decidido dedicarme también a los negocios fáciles y con poco o nada de riesgo para mí integridad moral. Para ello dispongo de una modesta infraestructura  con  la que un grupo formado por cinco personas de mi total confianza aunque distinta condición llevamos probando suerte en juegos de azar desde hace unos veinte años sin éxito ninguno pero a la que quisiera extraerle algún rendimiento económico que nos permita, por lo menos, recuperar el dinero invertido hasta hoy.

Tal como he asegurado antes, hace ya unos veinte años, un pequeño grupo de funcionarios de Mollet del Vallés, entre los que me cuento, nos asociamos, -a raíz de una esperanzada premonición auspiciada por un vidente de toda nuestra confianza-, para intervenir conjuntamente en una serie combinada de apuestas en el sorteo del EURO MILLÓN sin que hasta la fecha hayamos tenido la suerte de haber obtenido ningún premio millonario. Pero lo que sí parece del todo cierto es que aquella primitiva premonición evidenciaba entonces que, -más tarde o más temprano-, terminaríamos siendo agraciados con el premio máximo jamás otorgado y por todos nosotros deseado y, por ende, acabaríamos convirtiéndonos de golpe en nuevos multimillonarios.

Mis compañeros, con una confianza también desprendida, delegaron entonces en mí para recuperar todo lo perdido con anterioridad o, lo que es lo mismo, la suma de dinero invertido hasta hoy y abandonar finalmente el compromiso adquirido hasta entonces en materia de juego. Como quiera que, según el mencionado vidente, en un tiempo sin precisar pero que llamaríamos “X” obtendríamos con toda seguridad el preciado máximo premio anhelado por todos, he deducido que, para que ello se produzca con la debida eficacia, debería de transcurrir una serie de años a la que denominaríamos “X” menos los primeros veinte años que ya llevamos jugados sin éxito a razón,  exactamente, de veinticinco euros por semana (5 c/u). De modo que si lográsemos vender a cualquier interesado esta certera combinación, presumiblemente ganadora en un futuro no muy lejano (X-20), habríamos de hacerlo por un valor estimado igual al resultado de multiplicar veinticinco euros por las cuarenta y ocho semanas de un año y el resultado obtenido multiplicado a su vez por los veinte años que ya llevamos jugando, operación con la que trataríamos de recuperar todo el dinero invertido hasta ahora: es decir, (25x48x20) o lo que es lo mismo, 24.000 euros.

Estos 24.000.- euros en concepto de pago por indemnización no sólo garantizarían para los nuevos propietarios el beneficioso descuento de veinte años de apuestas durante el que nosotros habríamos estado jugando sin el menor éxito posible sino que el tiempo restante de espera establecido por la certera premonición hasta obtener el ansiado premio del EURO MILLON resultaría, como consecuencia, muy ventajoso además de sensiblemente menor al que nosotros mismos estuvimos en el pasado inútilmente esperando. Es decir, les supondría un ahorro de tiempo de veinte años.

EJEMPLO: 
Si el tiempo de espera para obtener el premio, -según la premonición-, hubiera estado previsto en veinticinco años, los nuevos propietarios de la combinación ganadora, con el pago de los 24.000,- euros, se habrán ahorrado las muchas incertidumbres, desencantos, desilusiones, frustraciones, asistencias a ventanilla, comprobaciones, etc., etc., que les hubieran supuesto las fracasadas apuestas de los primeros veinte años de juego. Por lo tanto, para asegurarse el éxito, sólo les restaría jugar y en consecuencia pagar durante un periodo no mayor de cinco años más hasta lograr convertirse, finalmente, en unos afortunados y felices millonarios.


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